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-
LIBRO de la generación de
Jesucristo, hijo de David, hijo de
Abraham.
-
Abraham engendró á Isaac: é
Isaac engendró á Jacob: y Jacob
engendró á Judas y á sus hermanos:
-
Y Judas engendró de Thamar á
Phares y á Zara: y Phares engendró á
Esrom: y Esrom engendró á Aram:
-
Y Aram engendró á Aminadab: y
Aminadab engendró á Naassón: y
Naassón engendró á Salmón:
-
Y Salmón engendró de Rachâb á
Booz, y Booz engendró de Ruth á Obed
y Obed engendró á Jessé:
-
Y Jessé engendró al rey David: y
el rey David engendró á Salomón de
la que fué mujer de Urías:
-
Y Salomón engendró á Roboam: y
Roboam engendró á Abía: y Abía
engendró á Asa:
-
Y Asa engendró á Josaphat: y
Josaphat engendró á Joram: y Joram
engendró á Ozías:
-
Y Ozías engendró á Joatam: y
Joatam engendró á Achâz: y Achâz
engendró á Ezechîas:
-
Y Ezechîas engendró á Manasés: y
Manasés engendró á Amón: y Amón
engendró á Josías:
-
Y Josías engendró á Jechônías y
á sus hermanos, en la transmigración
de Babilonia.
-
Y después de la transmigración
de Babilonia, Jechônías engendró á
Salathiel: y Salathiel engendró á
Zorobabel:
-
Y Zorobabel engendró á Abiud: y
Abiud engendró á Eliachîm: y
Eliachîm engendró á Azor:
-
Y Azor engendró á Sadoc: y Sadoc
engendró á Achîm: y Achîm engendró á
Eliud:
-
Y Eliud engendró á Eleazar: y
Eleazar engendró á Mathán: y Mathán
engendró á Jacob:
-
Y Jacob engendró á José, marido
de María, de la cual nació Jesús, el
cual es llamado el Cristo.
-
De manera que todas las
generaciones desde Abraham hasta
David son catorce generaciones: y
desde David hasta la transmigración
de Babilonia, catorce generaciones:
y desde la transmigración de
Babilonia hasta Cristo, catorce
generaciones.
-
Y el nacimiento de Jesucristo
fué así: Que siendo María su madre
desposada con José, antes que se
juntasen, se halló haber concebido
del Espíritu Santo.
-
Y José su marido, como era
justo, y no quisiese infamarla,
quiso dejarla secretamente.
-
Y pensando él en esto, he aquí
el ángel del Señor le aparece en
sueños, diciendo: José, hijo de
David, no temas de recibir á María
tu mujer, porque lo que en ella es
engendrado, del Espíritu Santo es.
-
Y parirá un hijo, y llamarás su
nombre JESUS, porque él salvará á su
pueblo de sus pecados.
-
Todo esto aconteció para que se
cumpliese lo que fué dicho por el
Señor, por el profeta que dijo:
-
He aquí la virgen concebirá y
parirá un hijo, Y llamarás su nombre
Emmanuel, que declarado, es: Con
nosotros Dios.
-
Y despertando José del sueño,
hizo como el ángel del Señor le
había mandado, y recibió á su mujer.
-
Y no la conoció hasta que parió
á su hijo primogénito: y llamó su
nombre JESUS.
-
Y COMO
fue nacido Jesús en
Bethlehem de Judea en días del rey
Herodes, he aquí unos magos vinieron
del oriente á Jerusalem,
-
Diciendo: ¿Dónde está el Rey de
los Judíos, que ha nacido? porque su
estrella hemos visto en el oriente,
y venimos á adorarle.
-
Y oyendo esto el rey Herodes, se
turbó, y toda Jerusalem con él.
-
Y convocados todos los príncipes
de los sacerdotes, y los escribas
del pueblo, les preguntó dónde había
de nacer el Cristo.
-
Y ellos le dijeron: En Bethlehem
de Judea; porque así está escrito
por el profeta:
-
Y tú, Bethlehem, de tierra de
Judá, No eres muy pequeña entre los
príncipes de Judá; Porque de ti
saldrá un guiador, Que apacentará á
mi pueblo Israel.
-
Entonces Herodes, llamando en
secreto á los magos, entendió de
ellos diligentemente el tiempo del
aparecimiento de la estrella;
-
Y enviándolos á Bethlehem, dijo:
Andad allá, y preguntad con
diligencia por el niño; y después
que le hallareis, hacédmelo saber,
para que yo también vaya y le adore.
-
Y ellos, habiendo oído al rey,
se fueron: y he aquí la estrella que
habían visto en el oriente, iba
delante de ellos, hasta que
llegando, se puso sobre donde estaba
el niño.
-
Y vista la estrella, se
regocijaron con muy grande gozo.
-
Y entrando en la casa, vieron al
niño con su madre María, y
postrándose, le adoraron; y abriendo
sus tesoros, le ofrecieron dones,
oro, é incienso y mirra.
-
Y siendo avisados por revelación
en sueños que no volviesen á
Herodes, se volvieron á su tierra
por otro camino.
-
Y partidos ellos, he aquí el
ángel del Señor aparece en sueños á
José, diciendo: Levántate, y toma al
niño y á su madre, y huye á Egipto,
y estáte allá hasta que yo te lo
diga; porque ha de acontecer, que
Herodes buscará al niño para
matarlo.
-
Y él despertando, tomó al niño y
á su madre de noche, y se fué á
Egipto;
-
Y estuvo allá hasta la muerte de
Herodes: para que se cumpliese lo
que fué dicho por el Señor, por el
profeta que dijo: De Egipto llamé á
mi Hijo.
-
Herodes entonces, como se vió
burlado de los magos, se enojó
mucho, y envió, y mató á todos los
niños que había en Bethlehem y en
todos sus términos, de edad de dos
años abajo, conforme al tiempo que
había entendido de los magos.
-
Entonces fué cumplido lo que se
había dicho por el profeta Jeremías,
que dijo:
-
Voz fué oída en Ramá, Grande
lamentación, lloro y gemido: Rachêl
que llora sus hijos, Y no quiso ser
consolada, porque perecieron.
-
Mas muerto Herodes, he aquí el
ángel del Señor aparece en sueños á
José en Egipto,
-
Diciendo: Levántate, y toma al
niño y á su madre, y vete á tierra
de Israel; que muertos son los que
procuraban la muerte del niño.
-
Entonces él se levantó, y tomó
al niño y á su madre, y se vino á
tierra de Israel.
-
Y oyendo que Archelao reinaba en
Judea en lugar de Herodes su padre,
temió ir allá: mas amonestado por
revelación en sueños, se fué á las
partes de Galilea.
-
Y vino, y habitó en la ciudad
que se llama Nazaret: para que se
cumpliese lo que fué dicho por los
profetas, que había de ser llamado
Nazareno.
-
Y EN aquellos días vino Juan el
Bautista predicando en el desierto
de Judea,
-
Y diciendo: Arrepentíos, que el
reino de los cielos se ha acercado.
-
Porque éste es aquel del cual
fué dicho por el profeta Isaías, que
dijo: Voz de uno que clama en el
desierto: Aparejad el camino del
Señor, Enderezad sus veredas.
-
Y tenía Juan su vestido de pelos
de camellos, y una cinta de cuero
alrededor de sus lomos; y su comida
era langostas y miel silvestre.
-
Entonces salía á él Jerusalem, y
toda Judea, y toda la provincia de
alrededor del Jordán;
-
Y eran bautizados de él en el
Jordán, confesando sus pecados.
-
Y viendo él muchos de los
Fariseos y de los Saduceos, que
venían á su bautismo, decíales:
Generación de víboras, ¿quién os ha
enseñado á huir de la ira que
vendrá?
-
Haced pues frutos dignos de
arrepentimiento,
-
Y no penséis decir dentro de
vosotros: á Abraham tenemos por
padre: porque yo os digo, que puede
Dios despertar hijos á Abraham aun
de estas piedras.
-
Ahora, ya también la segur está
puesta á la raíz de los árboles; y
todo árbol que no hace buen fruto,
es cortado y echado en el fuego.
-
Yo á la verdad os bautizo en
agua para arrepentimiento; mas el
que viene tras mí, más poderoso es
que yo; los zapatos del cual yo no
soy digno de llevar; él os bautizará
en Espíritu Santo y en fuego
-
Su aventador en su mano está, y
aventará su era: y allegará su trigo
en el alfolí, y quemará la paja en
fuego que nunca se apagará.
-
Entonces Jesús vino de Galilea á
Juan al Jordán, para ser bautizado
de él.
-
Mas Juan lo resistía mucho,
diciendo: Yo he menester ser
bautizado de ti, ¿y tú vienes á mí?
-
Empero respondiendo Jesús le
dijo: Deja ahora; porque así nos
conviene cumplir toda justicia.
Entonces le dejó.
-
Y Jesús, después que fué
bautizado, subió luego del agua; y
he aquí los cielos le fueron
abiertos, y vió al Espíritu de Dios
que descendía como paloma, y venía
sobre él.
-
Y he aquí una voz de los cielos
que decía: Este es mi Hijo amado, en
el cual tengo contentamiento.
-
ENTONCES Jesús fué llevado del
Espíritu al desierto, para ser
tentado del diablo.
-
Y habiendo ayunado cuarenta días
y cuarenta noches, después tuvo
hambre.
-
Y llegándose á él el tentador,
dijo: Si eres Hijo de Dios, di que
estas piedras se hagan pan.
-
Mas él respondiendo, dijo:
Escrito está: No con solo el pan
vivirá el hombre, mas con toda
palabra que sale de la boca de Dios.
-
Entonces el diablo le pasa á la
santa ciudad, y le pone sobre las
almenas del templo,
-
Y le dice: Si eres Hijo de Dios,
échate abajo; que escrito está: A
sus ángeles mandará por ti, Y te
alzarán en las manos, Para que nunca
tropieces con tu pie en piedra.
-
Jesús le dijo: Escrito está
además: No tentarás al Señor tu
Dios.
-
Otra vez le pasa el diablo á un
monte muy alto, y le muestra todos
los reinos del mundo, y su gloria,
-
Y dícele: Todo esto te daré, si
postrado me adorares.
-
Entonces Jesús le dice: Vete,
Satanás, que escrito está: Al Señor
tu Dios adorarás y á él solo
servirás.
-
El diablo entonces le dejó: y he
aquí los ángeles llegaron y le
servían.
-
Mas oyendo Jesús que Juan era
preso, se volvió á Galilea;
-
Y dejando á Nazaret, vino y
habitó en Capernaum, ciudad
marítima, en los confines de Zabulón
y de Nephtalim:
-
Para que se cumpliese lo que fué
dicho por el profeta Isaías, que
dijo:
-
La tierra de Zabulón, y la
tierra de Nephtalim, Camino de la
mar, de la otra parte del Jordán,
Galilea de los Gentiles;
-
El pueblo asentado en tinieblas,
Vió gran luz; Y á los sentados en
región y sombra de muerte, Luz les
esclareció.
-
Desde entonces comenzó Jesús á
predicar, y á decir: Arrepentíos,
que el reino de los cielos se ha
acercado.
-
Y andando Jesús junto á la mar
de Galilea, vió á dos hermanos,
Simón, que es llamado Pedro, y
Andrés su hermano, que echaban la
red en la mar; porque eran
pescadores.
-
Y díceles: Venid en pos de mí, y
os haré pescadores de hombres.
-
Ellos entonces, dejando luego
las redes, le siguieron.
-
Y pasando de allí vió otros dos
hermanos, Jacobo, hijo de Zebedeo, y
Juan su hermano, en el barco con
Zebedeo, su padre, que remendaban
sus redes; y los llamó.
-
Y ellos, dejando luego el barco
y á su padre, le siguieron.
-
Y rodeó Jesús toda Galilea,
enseñando en las sinagogas de ellos,
y predicando el evangelio del reino,
y sanando toda enfermedad y toda
dolencia en el pueblo.
-
Y corría su fama por toda la
Siria; y le trajeron todos los que
tenían mal: los tomados de diversas
enfermedades y tormentos, y los
endemoniados, y lunáticos, y
paralíticos, y los sanó.
-
Y le siguieron muchas gentes de
Galilea y de Decápolis y de
Jerusalem y de Judea y de la otra
parte del Jordán.
-
Y VIENDO las gentes, subió al
monte; y sentándose, se llegaron á
él sus discípulos.
-
Y abriendo su boca, les
enseñaba, diciendo:
-
Bienaventurados los pobres en
espíritu: porque de ellos es el
reino de los cielos.
-
Bienaventurados los que lloran:
porque ellos recibirán consolación.
-
Bienaventurados los mansos:
porque ellos recibirán la tierra por
heredad.
-
Bienaventurados los que tienen
hambre y sed de justicia: porque
ellos serán hartos.
-
Bienaventurados los
misericordiosos: porque ellos
alcanzarán misericordia.
-
Bienaventurados los de limpio
corazón: porque ellos verán á Dios.
-
Bienaventurados los
pacificadores: porque ellos serán
llamados hijos de Dios.
-
Bienaventurados los que padecen
persecución por causa de la
justicia: porque de ellos es el
reino de los cielos.
-
Bienaventurados sois cuando os
vituperaren y os persiguieren, y
dijeren de vosotros todo mal por mi
causa, mintiendo.
-
Gozaos y alegraos; porque
vuestra merced es grande en los
cielos: que así persiguieron á los
profetas que fueron antes de
vosotros.
-
Vosotros sois la sal de la
tierra: y si la sal se desvaneciere
¿con qué será salada? no vale más
para nada, sino para ser echada
fuera y hollada de los hombres.
-
Vosotros sois la luz del mundo:
una ciudad asentada sobre un monte
no se puede esconder.
-
Ni se enciende una lámpara y se
pone debajo de un almud, mas sobre
el candelero, y alumbra á todos los
que están en casa.
-
Así alumbre vuestra luz delante
de los hombres, para que vean
vuestras obras buenas, y glorifiquen
á vuestro Padre que está en los
cielos.
-
No penséis que he venido para
abrogar la ley ó los profetas: no he
venido para abrogar, sino á cumplir.
-
Porque de cierto os digo, que
hasta que perezca el cielo y la
tierra, ni una jota ni un tilde
perecerá de la ley, hasta que todas
las cosas sean hechas.
-
De manera que cualquiera que
infringiere uno de estos
mandamientos muy pequeños, y así
enseñare á los hombres, muy pequeño
será llamado en el reino de los
cielos: mas cualquiera que hiciere y
enseñare, éste será llamado grande
en el reino de los cielos.
-
Porque os digo, que si vuestra
justicia no fuere mayor que la de
los escribas y de los Fariseos, no
entraréis en el reino de los cielos.
-
Oísteis que fué dicho á los
antiguos: No matarás; mas cualquiera
que matare, será culpado del juicio.
-
Mas yo os digo, que cualquiera
que se enojare locamente con su
hermano, será culpado del juicio; y
cualquiera que dijere á su hermano,
Raca, será culpado del concejo; y
cualquiera que dijere, Fatuo, será
culpado del infierno del fuego.
-
Por tanto, si trajeres tu
presente al altar, y allí te
acordares de que tu hermano tiene
algo contra ti,
-
Deja allí tu presente delante
del altar, y vete, vuelve primero en
amistad con tu hermano, y entonces
ven y ofrece tu presente.
-
Concíliate con tu adversario
presto, entre tanto que estás con él
en el camino; porque no acontezca
que el adversario te entregue al
juez, y el juez te entregue al
alguacil, y seas echado en prisión.
-
De cierto te digo, que no
saldrás de allí, hasta que pagues el
último cuadrante.
-
Oísteis que fué dicho: No
adulterarás:
-
Mas yo os digo, que cualquiera
que mira á una mujer para
codiciarla, ya adulteró con ella en
su corazón.
-
Por tanto, si tu ojo derecho te
fuere ocasión de caer, sácalo, y
échalo de ti: que mejor te es que se
pierda uno de tus miembros, que no
que todo tu cuerpo sea echado al
infierno.
-
Y si tu mano derecha te fuere
ocasión de caer, córtala, y échala
de ti: que mejor te es que se pierda
uno de tus miembros, que no que todo
tu cuerpo sea echado al infierno.
-
También fué dicho: Cualquiera
que repudiare á su mujer, déle carta
de divorcio:
-
Mas yo os digo, que el que
repudiare á su mujer, fuera de causa
de fornicación, hace que ella
adultere; y el que se casare con la
repudiada, comete adulterio.
-
Además habéis oído que fué dicho
á los antiguos: No te perjurarás;
mas pagarás al Señor tus juramentos.
-
Mas yo os digo: No juréis en
ninguna manera: ni por el cielo,
porque es el trono de Dios;
-
Ni por la tierra, porque es el
estrado de sus pies; ni por
Jerusalem, porque es la ciudad del
gran Rey.
-
Ni por tu cabeza jurarás, porque
no puedes hacer un cabello blanco ó
negro.
-
Mas sea vuestro hablar: Sí, sí;
No, no; porque lo que es más de
esto, de mal procede.
-
Oísteis que fué dicho á los
antiguos: Ojo por ojo, y diente por
diente.
-
Mas yo os digo: No resistáis al
mal; antes á cualquiera que te
hiriere en tu mejilla diestra,
vuélvele también la otra;
-
Y al que quisiere ponerte á
pleito y tomarte tu ropa, déjale
también la capa;
-
Y á cualquiera que te cargare
por una milla, ve con él dos.
-
Al que te pidiere, dale; y al
que quisiere tomar de ti prestado,
no se lo rehuses.
-
Oísteis que fué dicho: Amarás á
tu prójimo, y aborrecerás á tu
enemigo.
-
Mas yo os digo: Amad á vuestros
enemigos, bendecid á los que os
maldicen, haced bien á los que os
aborrecen, y orad por los que os
ultrajan y os persiguen;
-
Para que seáis hijos de vuestro
Padre que está en los cielos: que
hace que su sol salga sobre malos y
buenos, y llueve sobre justos é
injustos.
-
Porque si amareis á los que os
aman, ¿qué recompensa tendréis? ¿no
hacen también lo mismo los
publicanos?
-
Y si abrazareis á vuestros
hermanos solamente, ¿qué hacéis de
más? ¿no hacen también así los
Gentiles?
-
Sed, pues, vosotros perfectos,
como vuestro Padre que está en los
cielos es perfecto.
-
MIRAD que no hagáis vuestra
justicia delante de los hombres,
para ser vistos de ellos: de otra
manera no tendréis merced de vuestro
Padre que está en los cielos.
-
Cuando pues haces limosna, no
hagas tocar trompeta delante de ti,
como hacen los hipócritas en las
sinagogas y en las plazas, para ser
estimados de los hombres: de cierto
os digo, que ya tienen su
recompensa.
-
Mas cuando tú haces limosna, no
sepa tu izquierda lo que hace tu
derecha;
-
Para que sea tu limosna en
secreto: y tu Padre que ve en
secreto, él te recompensará en
público.
-
Y cuando oras, no seas como los
hipócritas; porque ellos aman el
orar en las sinagogas, y en los
cantones de las calles en pie, para
ser vistos de los hombres: de cierto
os digo, que ya tienen su pago.
-
Mas tú, cuando oras, éntrate en
tu cámara, y cerrada tu puerta, ora
á tu Padre que está en secreto; y tu
Padre que ve en secreto, te
recompensará en público.
-
Y orando, no seáis prolijos,
como los Gentiles; que piensan que
por su parlería serán oídos.
-
No os hagáis, pues, semejantes á
ellos; porque vuestro Padre sabe de
qué cosas tenéis necesidad, antes
que vosotros le pidáis.
-
Vosotros pues, oraréis así:
Padre nuestro que estás en los
cielos, santificado sea tu nombre.
-
Venga tu reino. Sea hecha tu
voluntad, como en el cielo, así
también en la tierra.
-
Danos hoy nuestro pan cotidiano.
-
Y perdónanos nuestras deudas,
como también nosotros perdonamos á
nuestros deudores.
-
Y no nos metas en tentación, mas
líbranos del mal: porque tuyo es el
reino, y el poder, y la gloria, por
todos los siglos. Amén.
-
Porque si perdonareis á los
hombres sus ofensas, os perdonará
también á vosotros vuestro Padre
celestial.
-
Mas si no perdonareis á los
hombres sus ofensas, tampoco vuestro
Padre os perdonará vuestras ofensas.
-
Y cuando ayunáis, no seáis como
los hipócritas, austeros; porque
ellos demudan sus rostros para
parecer á los hombres que ayunan: de
cierto os digo, que ya tienen su
pago.
-
Mas tú, cuando ayunas, unge tu
cabeza y lava tu rostro;
-
Para no parecer á los hombres
que ayunas, sino á tu Padre que está
en secreto: y tu Padre que ve en
secreto, te recompensará en público.
-
No os hagáis tesoros en la
tierra, donde la polilla y el orín
corrompe, y donde ladronas minan y
hurtan;
-
Mas haceos tesoros en el cielo,
donde ni polilla ni orín corrompe, y
donde ladrones no minan ni hurtan:
-
Porque donde estuviere vuestro
tesoro, allí estará vuestro corazón.
-
La lámpara del cuerpo es el ojo:
así que, si tu ojo fuere sincero,
todo tu cuerpo será luminoso:
-
Mas si tu ojo fuere malo, todo
tu cuerpo será tenebroso. Así que,
si la lumbre que en ti hay son
tinieblas, ¿cuántas serán las mismas
tinieblas?
-
Ninguno puede servir á dos
señores; porque ó aborrecerá al uno
y amará al otro, ó se llegará al uno
y menospreciará al otro: no podéis
servir á Dios y á Mammón.
-
Por tanto os digo: No os
congojéis por vuestra vida, qué
habéis de comer, ó que habéis de
beber; ni por vuestro cuerpo, qué
habéis de vestir: ¿no es la vida más
que el alimento, y el cuerpo que el
vestido?
-
Mirad las aves del cielo, que no
siembran, ni siegan, ni allegan en
alfolíes; y vuestro Padre celestial
las alimenta. ¿No sois vosotros
mucho mejores que ellas?.
-
Mas ¿quién de vosotros podrá,
congojándose, añadir á su estatura
un codo?
-
Y por el vestido ¿por qué os
congojáis? Reparad los lirios del
campo, cómo crecen; no trabajan ni
hilan;
-
Mas os digo, que ni aun Salomón
con toda su gloria fué vestido así
como uno de ellos.
-
Y si la hierba del campo que hoy
es, y mañana es echada en el horno,
Dios la viste así, ¿no hará mucho
más á vosotros, hombres de poca fe?
-
No os congojéis pues, diciendo:
¿Qué comeremos, ó qué beberemos, ó
con qué nos cubriremos?
-
Porque los Gentiles buscan todas
estas cosas: que vuestro Padre
celestial sabe que de todas estas
cosas habéis menester.
-
Mas buscad primeramente el reino
de Dios y su justicia, y todas estas
cosas os serán añadidas.
-
Así que, no os congojéis por el
día de mañana; que el día de mañana
traerá su fatiga: basta al día su
afán.
-
NO juzguéis, para que no seáis
juzgados.
-
Porque con el juicio con que
juzgáis, seréis juzgados; y con la
medida con que medís, os volverán á
medir.
-
Y ¿por qué miras la mota que
está en el ojo de tu hermano, y no
echas de ver la viga que está en tu
ojo?
-
O ¿cómo dirás á tu hermano:
Espera, echaré de tu ojo la mota, y
he aquí la viga en tu ojo?
-
¡Hipócrita! echa primero la viga
de tu ojo, y entonces mirarás en
echar la mota del ojo de tu hermano.
-
No deis lo santo á los perros,
ni echéis vuestras perlas delante de
los puercos; porque no las rehuellen
con sus pies, y vuelvan y os
despedacen.
-
Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y se os abrirá.
-
Porque cualquiera que pide,
recibe; y el que busca, halla; y al
que llama, se abrirá.
-
¿Qué hombre hay de vosotros, á
quien si su hijo pidiere pan, le
dará una piedra?
-
¿Y si le pidiere un pez, le dará
una serpiente?
-
Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas á vuestros
hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que
está en los cielos, dará buenas
cosas á los que le piden?
-
Así que, todas las cosas que
quisierais que los hombres hiciesen
con vosotros, así también haced
vosotros con ellos; porque esta es
la ley y los profetas.
-
Entrad por la puerta estrecha:
porque ancha es la puerta, y
espacioso el camino que lleva á
perdición, y muchos son los que
entran por ella.
-
Porque estrecha es la puerta, y
angosto el camino que lleva á la
vida, y pocos son los que la hallan.
-
Y guardaos de los falsos
profetas, que vienen á vosotros con
vestidos de ovejas, mas de dentro
son lobos rapaces.
-
Por sus frutos los conoceréis.
¿Cógense uvas de los espinos, ó
higos de los abrojos?
-
Así, todo buen árbol lleva
buenos frutos; mas el árbol maleado
lleva malos frutos.
-
No puede el buen árbol llevar
malos frutos, ni el árbol maleado
llevar frutos buenos.
-
Todo árbol que no lleva buen
fruto, córtase y échase en el fuego.
-
Así que, por sus frutos los
conoceréis.
-
No todo el que me dice: Señor,
Señor, entrará en el reino de los
cielos: mas el que hiciere la
voluntad de mi Padre que está en los
cielos.
-
Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu
nombre, y en tu nombre lanzamos
demonios, y en tu nombre hicimos
mucho milagros?
-
Y entonces les protestaré: Nunca
os conocí; apartaos de mí, obradores
de maldad.
-
Cualquiera, pues, que me oye
estas palabras, y las hace, le
compararé á un hombre prudente, que
edificó su casa sobre la peña;
-
Y descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, y
combatieron aquella casa; y no cayó:
porque estaba fundada sobre la peña.
-
Y cualquiera que me oye estas
palabras, y no las hace, le
compararé á un hombre insensato, que
edificó su casa sobre la arena;
-
Y descendió lluvia, y vinieron
ríos, y soplaron vientos, é hicieron
ímpetu en aquella casa; y cayó, y
fué grande su ruina.
-
Y fué que, como Jesús acabó
estas palabras, las gentes se
admiraban de su doctrina;
-
Porque les enseñaba como quien
tiene autoridad, y no como los
escribas.
-
Y COMO descendió del monte, le
seguían muchas gentes.
-
Y he aquí un leproso vino, y le
adoraba, diciendo: Señor, si
quisieres, puedes limpiarme.
-
Y extendiendo Jesús su mano, le
tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y
luego su lepra fué limpiada.
-
Entonces Jesús le dijo: Mira, no
lo digas á nadie; mas ve, muéstrate
al sacerdote, y ofrece el presente
que mandó Moisés, para testimonio á
ellos.
-
Y entrando Jesús en Capernaum,
vino á él un centurión, rogándole,
-
Y diciendo: Señor, mi mozo yace
en casa paralítico, gravemente
atormentado.
-
Y Jesús le dijo: Yo iré y le
sanaré.
-
Y respondió el centurión, y
dijo: Señor, no soy digno de que
entres debajo de mi techado; mas
solamente di la palabra, y mi mozo
sanará.
-
Porque también yo soy hombre
bajo de potestad, y tengo bajo de mí
soldados: y digo á éste: Ve, y va; y
al otro: Ven, y viene; y á mi
siervo: Haz esto, y lo hace.
-
Y oyendo Jesús, se maravilló, y
dijo á los que le seguían: De cierto
os digo, que ni aun en Israel he
hallado fe tanta.
-
Y os digo que vendrán muchos del
oriente y del occidente, y se
sentarán con Abraham, é Isaac, y
Jacob, en el reino de los cielos:
-
Mas los hijos del reino serán
echados á las tinieblas de afuera:
allí será el lloro y el crujir de
dientes.
-
Entonces Jesús dijo al
centurión: Ve, y como creiste te sea
hecho. Y su mozo fué sano en el
mismo momento.
-
Y vino Jesús á casa de Pedro, y
vió á su suegra echada en cama, y
con fiebre.
-
Y tocó su mano, y la fiebre la
dejó: y ella se levantó, y les
servía.
-
Y como fué ya tarde, trajeron á
él muchos endemoniados: y echó los
demonios con la palabra, y sanó á
todos los enfermos;
-
Para que se cumpliese lo que fué
dicho por el profeta Isaías, que
dijo: El mismo tomó nuestras
enfermedades, y llevó nuestras
dolencias.
-
Y viendo Jesús muchas gentes
alrededor de sí, mandó pasar á la
otra parte del lago.
-
Y llegándose un escriba, le
dijo: Maestro, te seguiré á donde
quiera que fueres.
-
Y Jesús le dijo: Las zorras
tienen cavernas, y las aves del
cielo nidos; mas el Hijo del hombre
no tiene donde recueste su cabeza.
-
Y otro de sus discípulos le
dijo: Señor, dame licencia para que
vaya primero, y entierre á mi padre.
-
Y Jesús le dijo: Sígueme; deja
que los muertos entierren á sus
muertos.
-
Y entrando él en el barco, sus
discípulos le siguieron.
-
Y he aquí, fué hecho en la mar
un gran movimiento, que el barco se
cubría de las ondas; mas él dormía.
-
Y llegándose sus discípulos, le
despertaron, diciendo: Señor,
sálvanos, que perecemos.
-
Y él les dice: ¿Por qué teméis,
hombres de poca fe? Entonces,
levantándose, reprendió á los
vientos y á la mar; y fué grande
bonanza.
-
Y los hombres se maravillaron,
diciendo: ¿Qué hombre es éste, que
aun los vientos y la mar le
obedecen?
-
Y como él hubo llegado en la
otra ribera al país de los
Gergesenos, le vinieron al encuentro
dos endemoniados que salían de los
sepulcros, fieros en gran manera,
que nadie podía pasar por aquel
camino.
-
Y he aquí clamaron, diciendo:
¿Qué tenemos contigo, Jesús, Hijo de
Dios? ¿has venido acá á molestarnos
antes de tiempo?
-
Y estaba lejos de ellos un hato
de muchos puercos paciendo.
-
Y los demonios le rogaron,
diciendo: Si nos echas, permítenos
ir á aquel hato de puercos.
-
Y les dijo: Id. Y ellos
salieron, y se fueron á aquel hato
de puercos: y he aquí, todo el hato
de los puercos se precipitó de un
despeñadero en la mar, y murieron en
las aguas.
-
Y los porqueros huyeron, y
viniendo á la ciudad, contaron todas
las cosas, y lo que había pasado con
los endemoniados.
-
Y he aquí, toda la ciudad salió
á encontrar á Jesús: Y cuando le
vieron, le rogaban que saliese de
sus términos.
-
ENTONCES entrando en el barco,
pasó á la otra parte, y vino á su
ciudad.
-
Y he aquí le trajeron un
paralítico, echado en una cama: y
viendo Jesús la fe de ellos, dijo al
paralítico: Confía, hijo; tus
pecados te son perdonados.
-
Y he aquí, algunos de los
escribas decían dentro de sí: Este
blasfema.
-
Y viendo Jesús sus pensamientos,
dijo: ¿Por qué pensáis mal en
vuestros corazones?
-
Porque, ¿qué es más fácil,
decir: Los pecados te son
perdonados; ó decir: Levántate, y
anda?
-
Pues para que sepáis que el Hijo
del hombre tiene potestad en la
tierra de perdonar pecados, (dice
entonces al paralítico): Levántate,
toma tu cama, y vete á tu casa.
-
Entonces él se levantó y se fué
á su casa.
-
Y las gentes, viéndolo, se
maravillaron, y glorificaron á Dios,
que había dado tal potestad á los
hombres.
-
Y pasando Jesús de allí, vió á
un hombre que estaba sentado al
banco de los públicos tributos, el
cual se llamaba Mateo; y dícele:
Sígueme. Y se levantó, y le siguió.
-
Y aconteció que estando él
sentado á la mesa en casa, he aquí
que muchos publicanos y pecadores,
que habían venido, se sentaron
juntamente á la mesa con Jesús y sus
discípulos.
-
Y viendo esto los Fariseos,
dijeron á sus discípulos: ¿Por qué
come vuestro Maestro con los
publicanos y pecadores?
-
Y oyéndolo Jesús, le dijo: Los
que están sanos no tienen necesidad
de médico, sino los enfermos.
-
Andad pues, y aprended qué cosa
es: Misericordia quiero, y no
sacrificio: porque no he venido á
llamar justos, sino pecadores á
arrepentimiento.
-
Entonces los discípulos de Juan
vienen á él, diciendo: ¿Por qué
nosotros y los Fariseos ayunamos
muchas veces, y tus discípulos no
ayunan?
-
Y Jesús les dijo: ¿Pueden los
que son de bodas tener luto entre
tanto que el esposo está con ellos?
mas vendrán días cuando el esposo
será quitado de ellos, y entonces
ayunarán.
-
Y nadie echa remiendo de paño
recio en vestido viejo; porque el
tal remiendo tira del vestido, y se
hace peor la rotura.
-
Ni echan vino nuevo en cueros
viejos: de otra manera los cueros se
rompen, y el vino se derrama, y se
pierden los cueros; mas echan el
vino nuevo en cueros nuevos, y lo
uno y lo otro se conserva
juntamente.
-
Hablando él estas cosas á ellos,
he aquí vino un principal, y le
adoraba, diciendo: Mi hija es muerta
poco ha: mas ven y pon tu mano sobre
ella, y vivirá.
-
Y se levantó Jesús, y le siguió,
y sus discípulos.
-
Y he aquí una mujer enferma de
flujo de sangre doce años había,
llegándose por detrás, tocó la
franja de su vestido:
-
Porque decía entre sí: Si tocare
solamente su vestido, seré salva.
-
Mas Jesús volviéndose, y
mirándola, dijo: Confía, hija, tu fe
te ha salvado. Y la mujer fué salva
desde aquella hora.
-
Y llegado Jesús á casa del
principal, viendo los tañedores de
flautas, y la gente que hacía
bullicio,
-
Díceles: Apartaos, que la
muchacha no es muerta, mas duerme. Y
se burlaban de él.
-
Y como la gente fué echada
fuera, entró, y tomóla de la mano, y
se levantó la muchacha.
-
Y salió esta fama por toda
aquella tierra.
-
Y pasando Jesús de allí, le
siguieron dos ciegos, dando voces y
diciendo: Ten misericordia de
nosotros, Hijo de David.
-
Y llegado á la casa, vinieron á
él los ciegos; y Jesús les dice:
¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos
dicen: Sí, Señor.
-
Entonces tocó los ojos de ellos,
diciendo: Conforme á vuestra fe os
sea hecho.
-
Y los ojos de ellos fueron
abiertos. Y Jesús les encargó
rigurosamente, diciendo: Mirad que
nadie lo sepa.
-
Mas ellos salidos, divulgaron su
fama por toda aquella tierra.
-
Y saliendo ellos, he aquí, le
trajeron un hombre mudo,
endemoniado.
-
Y echado fuera el demonio, el
mudo habló; y las gentes se
maravillaron, diciendo: Nunca ha
sido vista cosa semejante en Israel.
-
Mas los Fariseos decían: Por el
príncipe de los demonios echa fuera
los demonios.
-
Y rodeaba Jesús por todas las
ciudades y aldeas, enseñando en las
sinagogas de ellos, y predicando el
evangelio del reino, y sanando toda
enfermedad y todo achaque en el
pueblo.
-
Y viendo las gentes, tuvo
compasión de ellas; porque estaban
derramadas y esparcidas como ovejas
que no tienen pastor.
-
Entonces dice á sus discípulos:
A la verdad la mies es mucha, mas
los obreros pocos.
-
Rogad, pues, al Señor de la
mies, que envíe obreros á su mies.
-
ENTONCES llamando á sus doce
discípulos, les dió potestad contra
los espíritus inmundos, para que los
echasen fuera, y sanasen toda
enfermedad y toda dolencia.
-
Y los nombres de los doce
apóstoles son estos: el primero,
Simón, que es dicho Pedro, y Andrés
su hermano; Jacobo, hijo de Zebedeo,
y Juan su hermano;
-
Felipe, y Bartolomé; Tomás, y
Mateo el publicano; Jacobo hijo de
Alfeo, y Lebeo, por sobrenombre
Tadeo;
-
Simón el Cananita y Judas
Iscariote, que también le entregó.
-
á estos doce envió Jesús, á los
cuales dió mandamiento, diciendo:
Por el camino de los Gentiles no
iréis, y en ciudad de Samaritanos no
entréis;
-
Mas id antes á las ovejas
perdidas de la casa de Israel.
-
Y yendo, predicad, diciendo: El
reino de los cielos se ha acercado.
-
Sanad enfermos, limpiad
leprosos, resucitad muertos, echad
fuera demonios: de gracia
recibisteis, dad de gracia.
-
No aprestéis oro, ni plata, ni
cobre en vuestras bolsas;
-
Ni alforja para el camino, ni
dos ropas de vestir, ni zapatos, ni
bordón; porque el obrero digno es de
su alimento.
-
Mas en cualquier ciudad, ó aldea
donde entrareis, investigad quién
sea en ella digno, y reposad allí
hasta que salgáis.
-
Y entrando en la casa,
saludadla.
-
Y si la casa fuere digna,
vuestra paz vendrá sobre ella; mas
si no fuere digna, vuestra paz se
volverá á vosotros.
-
Y cualquiera que no os
recibiere, ni oyere vuestras
palabras, salid de aquella casa ó
ciudad, y sacudid el polvo de
vuestros pies.
-
De cierto os digo, que el
castigo será más tolerable á la
tierra de los de Sodoma y de los de
Gomorra en el día del juicio, que á
aquella ciudad.
-
He aquí, yo os envío como á
ovejas en medio de lobos: sed pues
prudentes como serpientes, y
sencillos como palomas.
-
Y guardaos de los hombres:
porque os entregarán en concilios, y
en sus sinagogas os azotarán;
-
Y aun á príncipes y á reyes
seréis llevados por causa de mí, por
testimonio á ellos y á los Gentiles.
-
Mas cuando os entregaren, no os
apuréis por cómo ó qué hablaréis;
porque en aquella hora os será dado
qué habéis de hablar.
-
Porque no sois vosotros los que
habláis, sino el Espíritu de vuestro
Padre que habla en vosotros.
-
Y el hermano entregará al
hermano á la muerte, y el padre al
hijo; y los hijos se levantarán
contra los padres, y los harán
morir.
-
Y seréis aborrecidos de todos
por mi nombre; mas el que soportare
hasta el fin, éste será salvo.
-
Mas cuando os persiguieren en
esta ciudad, huid á la otra: porque
de cierto os digo, que no acabaréis
de andar todas las ciudades de
Israel, que no venga el Hijo del
hombre.
-
El discípulo no es más que su
maestro, ni el siervo más que su
señor.
-
Bástale al discípulo ser como su
maestro, y al siervo como su señor.
Si al padre de la familia llamaron
Beelzebub, ¿cuánto más á los de su
casa?
-
Así que, no los temáis; porque
nada hay encubierto, que no haya de
ser manifestado; ni oculto, que no
haya de saberse.
-
Lo que os digo en tinieblas,
decidlo en la luz; y lo que oís al
oído predicadlo desde los terrados.
-
Y no temáis á los que matan el
cuerpo, mas al alma no pueden matar:
temed antes á aquel que puede
destruir el alma y el cuerpo en el
infierno.
-
¿No se venden dos pajarillos por
un cuarto? Con todo, ni uno de ellos
cae á tierra sin vuestro Padre.
-
Pues aun vuestros cabellos están
todos contados.
-
Así que, no temáis: más valéis
vosotros que muchos pajarillos.
-
Cualquiera pues que me confesare
delante de los hombres, le confesaré
yo también delante de mi Padre que
está en los cielos.
-
Y cualquiera que me negare
delante de los hombres, le negaré yo
también delante de mi Padre que está
en los cielos.
-
No penséis que he venido para
meter paz en la tierra: no he venido
para meter paz, sino espada.
-
Porque he venido para hacer
disensión del hombre contra su
padre, y de la hija contra su madre,
y de la nuera contra su suegra.
-
Y los enemigos del hombre serán
los de su casa.
-
El que ama padre ó madre más que
á mí, no es digno de mí; y el que
ama hijo ó hija más que á mí, no es
digno de mí.
-
Y el que no toma su cruz, y
sigue en pos de mí, no es digno de
mí.
-
El que hallare su vida, la
perderá; y el que perdiere su vida
por causa de mí, la hallará.
-
El que os recibe á vosotros, á
mí recibe; y el que á mí recibe,
recibe al que me envió.
-
El que recibe profeta en nombre
de profeta, merced de profeta
recibirá; y el que recibe justo en
nombre de justo, merced de justo
recibirá.
-
Y cualquiera que diere á uno de
estos pequeñitos un vaso de agua
fría solamente, en nombre de
discípulo, de cierto os digo, que no
perderá su recompensa.
-
Y FUE, que acabando Jesús de dar
mandamientos á sus doce discípulos,
se fué de allí á enseñar y á
predicar en las ciudades de ellos.
-
Y oyendo Juan en la prisión los
hechos de Cristo, le envió dos de
sus discípulos,
-
Diciendo: ¿Eres tú aquél que
había de venir, ó esperaremos á
otro?
-
Y respondiendo Jesús, les dijo:
Id, y haced saber á Juan las cosas
que oís y veis:
-
Los ciegos ven, y los cojos
andan; los leprosos son limpiados, y
los sordos oyen; los muertos son
resucitados, y á los pobres es
anunciado el evangelio.
-
Y bienaventurado es el que no
fuere escandalizado en mí.
-
E idos ellos, comenzó Jesús á
decir de Juan á las gentes: ¿Qué
salisteis á ver al desierto? ¿una
caña que es meneada del viento?
-
Mas ¿qué salisteis á ver? ¿un
hombre cubierto de delicados
vestidos? He aquí, los que traen
vestidos delicados, en las casas de
los reyes están.
-
Mas ¿qué salisteis á ver? ¿un
profeta? También os digo, y más que
profeta.
-
Porque éste es de quien está
escrito: He aquí, yo envío mi
mensajero delante de tu faz, Que
aparejará tu camino delante de ti.
-
De cierto os digo, que no se
levantó entre los que nacen de
mujeres otro mayor que Juan el
Bautista; mas el que es muy más
pequeño en el reino de los cielos,
mayor es que él.
-
Desde los días de Juan el
Bautista hasta ahora, al reino de
los cielos se hace fuerza, y los
valientes lo arrebatan.
-
Porque todos los profetas y la
ley hasta Juan profetizaron.
-
Y si queréis recibir, él es
aquel Elías que había de venir.
-
El que tiene oídos para oir,
oiga.
-
Mas ¿á quién compararé esta
generación? Es semejante á los
muchachos que se sientan en las
plazas, y dan voces á sus
compañeros,
-
Y dicen: Os tañimos flauta, y no
bailasteis; os endechamos, y no
lamentasteis.
-
Porque vino Juan, que ni comía
ni bebía, y dicen: Demonio tiene.
-
Vino el Hijo del hombre, que
come y bebe, y dicen: He aquí un
hombre comilón, y bebedor de vino,
amigo de publicanos y de pecadores.
Mas la sabiduría es justificada por
sus hijos.
-
Entonces comenzó á reconvenir á
las ciudades en las cuales habían
sido hechas muy muchas de sus
maravillas, porque no se habían
arrepentido, diciendo:
-
¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti,
Bethsaida! porque si en Tiro y en
Sidón fueran hechas las maravillas
que han sido hechas en vosotras, en
otro tiempo se hubieran arrepentido
en saco y en ceniza.
-
Por tanto os digo, que á Tiro y
á Sidón será más tolerable el
castigo en el día del juicio, que á
vosotras.
-
Y tú, Capernaum, que eres
levantada hasta el cielo, hasta los
infiernos serás abajada; porque si
en los de Sodoma fueran hechas las
maravillas que han sido hechas en
ti, hubieran quedado hasta el día de
hoy.
-
Por tanto os digo, que á la
tierra de los de Sodoma será más
tolerable el castigo en el día del
juicio, que á ti.
-
En aquel tiempo, respondiendo
Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor
del cielo y de la tierra, que hayas
escondido estas cosas de los sabios
y de los entendidos, y las hayas
revelado á los niños.
-
Así, Padre, pues que así agradó
en tus ojos.
-
Todas las cosas me son
entregadas de mi Padre: y nadie
conoció al Hijo, sino el Padre; ni
al Padre conoció alguno, sino el
Hijo, y aquel á quien el Hijo lo
quisiere revelar.
-
Venid á mí todos los que estáis
trabajados y cargados, que yo os
haré descansar.
-
Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y
humilde de corazón; y hallaréis
descanso para vuestras almas.
-
Porque mi yugo es fácil, y
ligera mi carga.
-
EN aquel tiempo iba Jesús por
los sembrados en sábado; y sus
discípulos tenían hambre, y
comenzaron á coger espigas, y á
comer.
-
Y viéndolo los Fariseos, le
dijeron: He aquí tus discípulos
hacen lo que no es lícito hacer es
sábado.
-
Y él les dijo: ¿No habéis leído
qué hizo David, teniendo él hambre y
los que con él estaban:
-
Cómo entró en la casa de Dios, y
comió los panes de la proposición,
que no le era lícito comer, ni á los
que estaban con él, sino á solos los
sacerdotes¿
-
O ¿no habéis leído en la ley,
que los sábados en el templo los
sacerdotes profanan el sábado, y son
sin culpa?
-
Pues os digo que uno mayor que
el templo está aquí.
-
Mas si supieseis qué es:
Misericordia quiero y no sacrificio,
no condenarías á los inocentes:
-
Porque Señor es del sábado el
Hijo del hombre.
-
Y partiéndose de allí, vino á la
sinagoga de ellos.
-
Y he aquí había allí uno que
tenía una mano seca: y le
preguntaron, diciendo: ¿Es lícito
curar en sábado? por acusarle.
-
Y él les dijo: ¿Qué hombre habrá
de vosotros, que tenga una oveja, y
si cayere ésta en una fosa en
sábado, no le eche mano, y la
levante?
-
Pues ¿cuánto más vale un hombre
que una oveja? Así que, lícito es en
los sábados hacer bien.
-
Entonces dijo á aquel hombre:
Extiende tu mano. Y él la extendió,
y fué restituída sana como la otra.
-
Y salidos los Fariseos,
consultaron contra él para
destruirle.
-
Mas sabiendo lo Jesús, se apartó
de allí: y le siguieron muchas
gentes, y sanaba á todos.
-
Y él les encargaba eficazmente
que no le descubriesen:
-
Para que se cumpliese lo que
estaba dicho por el profeta Isaías,
que dijo:
-
He aquí mi siervo, al cual he
escogido; Mi Amado, en el cual se
agrada mi alma: Pondré mi Espíritu
sobre él Y á los Gentiles anunciará
juicio.
-
No contenderá, ni voceará: Ni
nadie oirá en las calles su voz.
-
La caña cascada no quebrará, Y
el pábilo que humea no apagará,
Hasta que saque á victoria el
juicio.
-
Y en su nombre esperarán los
Gentiles.
-
Entonces fué traído á él un
endemoniado, ciego y mudo, y le
sanó; de tal manera, que el ciego y
mudo hablaba y veía.
-
Y todas las gentes estaban
atónitas, y decían: ¿Será éste aquel
Hijo de David?
-
Mas los Fariseos, oyéndolo,
decían: Este no echa fuera los
demonios, sino por Beelzebub,
príncipe de los demonios.
-
Y Jesús, como sabía los
pensamientos de ellos, les dijo:
Todo reino dividido contra sí mismo,
es desolado; y toda ciudad ó casa
dividida contra sí misma, no
permanecerá.
-
Y si Satanás echa fuera á
Satanás, contra sí mismo está
dividido; ¿cómo, pues, permanecerá
su reino?
-
Y si yo por Beelzebub echo fuera
los demonios, ¿vuestros hijos por
quién los echan? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces.
-
Y si por espíritu de Dios yo
echo fuera los demonios, ciertamente
ha llegado á vosotros el reino de
Dios.
-
Porque, ¿cómo puede alguno
entrar en la casa del valiente, y
saquear sus alhajas, si primero no
prendiere al valiente? y entonces
saqueará su casa.
-
El que no es conmigo, contra mí
es; y el que conmigo no recoge,
derrama.
-
Por tanto os digo: Todo pecado y
blasfemia será perdonado á los
hombres: mas la blasfemia contra el
Espíritu no será perdonada á los
hombres.
-
Y cualquiera que hablare contra
el Hijo del hombre, le será
perdonado: mas cualquiera que
hablare contra el Espíritu Santo, no
le será perdonado, ni en este siglo,
ni en el venidero.
-
O haced el árbol bueno, y su
fruto bueno, ó haced el árbol
corrompido, y su fruto dañado;
porque por el fruto es conocido el
árbol.
-
Generación de víboras, ¿cómo
podéis hablar bien, siendo malos?
porque de la abundancia del corazón
habla la boca.
-
El hombre bueno del buen tesoro
del corazón saca buenas cosas: y el
hombre malo del mal tesoro saca
malas cosas.
-
Mas yo os digo, que toda palabra
ociosa que hablaren los hombres, de
ella darán cuenta en el día del
juicio;
-
Porque por tus palabras serás
justificado, y por tus palabras
serás condenado.
-
Entonces respondiendo algunos de
los escribas y de los Fariseos,
diciendo: Maestro, deseamos ver de
ti señal.
-
Y él respondió, y les dijo: La
generación mala y adulterina demanda
señal; mas señal no le será dada,
sino la señal de Jonás profeta.
-
Porque como estuvo Jonás en el
vientre de la ballena tres días y
tres noches, así estará el Hijo del
hombre en el corazón de la tierra
tres días y tres noches.
-
Los hombres de Nínive se
levantarán en el juicio con esta
generación, y la condenarán; porque
ellos se arrepintieron á la
predicación de Jonás; y he aquí más
que Jonás en este lugar.
-
La reina del Austro se levantará
en el juicio con esta generación, y
la condenará; porque vino de los
fines de la tierra para oir la
sabiduría de Salomón: y he aquí más
que Salomón en este lugar.
-
Cuando el espíritu inmundo ha
salido del hombre, anda por lugares
secos, buscando reposo, y no lo
halla.
-
Entonces dice: Me volvere á mi
casa de donde salí: y cuando viene,
la halla desocupada, barrida y
adornada.
-
Entonces va, y toma consigo
otros siete espíritus peores que él,
y entrados, moran allí; y son peores
las cosas; últimas del tal hombre
que las primeras: así también
acontecerá á esta generación mala.
-
Y estando él aún hablando á las
gentes, he aquí su madre y sus
hermanos estaban fuera, que le
querían hablar.
-
Y le dijo uno: He aquí tu madre
y tus hermanos están fuera, que te
quieren hablar.
-
Y respondiendo él al que le
decía esto, dijo: ¿Quién es mi madre
y quiénes son mis hermanos?
-
Y extendiendo su mano hacia sus
discípulos, dijo: He aquí mi madre y
mis hermanos.
-
Porque todo aquel que hiciere la
voluntad de mi Padre que está en los
cielos, ese es mi hermano, y
hermana, y madre.
-
Y AQUEL día, saliendo Jesús de
casa, se sentó junto á la mar.
-
Y se allegaron á él muchas
gentes; y entrándose él en el barco,
se sentó, y toda la gente estaba á
la ribera.
-
Y les habló muchas cosas por
parábolas, diciendo: He aquí el que
sembraba salió á sembrar.
-
Y sembrando, parte de la
simiente cayó junto al camino; y
vinieron las aves, y la comieron.
-
Y parte cayó en pedregales,
donde no tenía mucha tierra; y nació
luego, porque no tenía profundidad
de tierra:
-
Mas en saliendo el sol, se
quemó; y secóse, porque no tenía
raíz.
-
Y parte cayó en espinas; y las
espinas crecieron, y la ahogaron.
-
Y parte cayó en buena tierra, y
dió fruto, cuál a ciento, cuál á
sesenta, y cuál á treinta.
-
Quien tiene oídos para oir,
oiga.
-
Entonces, llegándose los
discípulos, le dijeron: ¿Por qué les
hablas por parábolas?
-
Y él respondiendo, les dijo: Por
que á vosotros es concedido saber
los misterios del reino de los
cielos; mas á ellos no es concedido.
-
Porque á cualquiera que tiene,
se le dará, y tendrá más; pero al
que no tiene, aun lo que tiene le
será quitado.
-
Por eso les hablo por parábolas;
porque viendo no ven, y oyendo no
oyen, ni entienden.
-
De manera que se cumple en ellos
la profecía de Isaías, que dice: De
oído oiréis, y no entenderéis; Y
viendo veréis, y no miraréis.
-
Porque el corazón de este pueblo
está engrosado, Y de los oídos oyen
pesadamente, Y de sus ojos guiñan:
Para que no vean de los ojos, Y
oigan de los oídos, Y del corazón
entiendan, Y se conviertan, Y yo los
sane.
-
Mas bienaventurados vuestros
ojos, porque ven; y vuestros oídos,
porque oyen.
-
Porque de cierto os digo, que
muchos profetas y justos desearon
ver lo que veis, y no lo vieron: y
oir lo que oís, y no lo oyeron.
-
Oid, pues, vosotros la parábola
del que siembra:
-
Oyendo cualquiera la palabra del
reino, y no entendiéndola, viene el
malo, y arrebata lo que fué sembrado
en su corazón: éste es el que fué
sembrado junto al camino.
-
Y el que fué sembrado en
pedregales, éste es el que oye la
palabra, y luego la recibe con gozo.
-
Mas no tiene raíz en sí, antes
es temporal que venida la aflicción
ó la persecución por la palabra,
luego se ofende.
-
Y el que fué sembrado en
espinas, éste es el que oye la
palabra; pero el afán de este siglo
y el engaño de las riquezas, ahogan
la palabra, y hácese infructuosa.
-
Mas el que fué sembrado en buena
tierra, éste es el que oye y
entiende la palabra, y el que lleva
fruto: y lleva uno á ciento, y otro
á sesenta, y otro á treinta.
-
Otra parábola les propuso,
diciendo: El reino de los cielos es
semejante al hombre que siembra
buena simiente en su campo:
-
Mas durmiendo los hombres, vino
su enemigo, y sembró cizaña entre el
trigo, y se fué.
-
Y como la hierba salió é hizo
fruto, entonces apareció también la
cizaña.
-
Y llegándose los siervos del
padre de la familia, le dijeron:
Señor, ¿no sembraste buena simiente
en tu campo? ¿de dónde, pues, tiene
cizaña?
-
Y él les dijo: Un hombre enemigo
ha hecho esto. Y los siervos le
dijeron: ¿Quieres, pues, que vayamos
y la cojamos?
-
Y él dijo: No; porque cogiendo
la cizaña, no arranquéis también con
ella el trigo.
-
Dejad crecer juntamente lo uno y
lo otro hasta la siega; y al tiempo
de la siega yo diré á los segadores:
Coged primero la cizaña, y atadla en
manojos para quemarla; mas recoged
el trigo en mi alfolí.
-
Otra parábola les propuso,
diciendo: El reino de los cielos es
semejante al grano de mostaza, que
tomándolo alguno lo sembró en su
campo:
-
El cual á la verdad es la más
pequeña de todas las simientes; mas
cuando ha crecido, es la mayor de
las hortalizas, y se hace árbol, que
vienen las aves del cielo y hacen
nidos en sus ramas.
-
Otra parábola les dijo: El reino
de los cielos es semejante á la
levadura que tomó una mujer, y
escondió en tres medidas de harina,
hasta que todo quedó leudo.
-
Todo esto habló Jesús por
parábolas á las gentes, y sin
parábolas no les hablaba:
-
Para que se cumpliese lo que fué
dicho por el profeta, que dijo:
Abriré en parábolas mi boca;
Rebosaré cosas escondidas desde la
fundación del mundo.
-
Entonces, despedidas las gentes,
Jesús se vino á casa; y llegándose á
él sus discípulos, le dijeron:
Decláranos la parábola de la cizaña
del campo.
-
Y respondiendo él, les dijo: El
que siembra la buena simiente es el
Hijo del hombre;
-
Y el campo es el mundo; y la
buena simiente son los hijos del
reino, y la cizaña son los hijos del
malo;
-
Y el enemigo que la sembró, es
el diablo; y la siega es el fin del
mundo, y los segadores son los
ángeles.
-
De manera que como es cogida la
cizaña, y quemada al fuego, así será
en el fin de este siglo.
-
Enviará el Hijo del hombre sus
ángeles, y cogerán de su reino todos
los escándalos, y los que hacen
iniquidad,
-
Y los echarán en el horno de
fuego: allí será el lloro y el
crujir de dientes.
-
Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el
reino de su Padre: el que tiene
oídos para oir, oiga.
-
Además, el reino de los cielos
es semejante al tesoro escondido en
el campo; el cual hallado, el hombre
lo encubre, y de gozo de ello va, y
vende todo lo que tiene, y compra
aquel campo.
-
También el reino de los cielos
es semejante al hombre tratante, que
busca buenas perlas;
-
Que hallando una preciosa perla,
fué y vendió todo lo que tenía, y la
compró.
-
Asimismo el reino de los cielos
es semejante á la red, que echada en
la mar, coge de todas suertes de
peces:
-
La cual estando llena, la
sacaron á la orilla; y sentados,
cogieron lo bueno en vasos, y lo
malo echaron fuera.
-
Así será al fin del siglo:
saldrán los ángeles, y apartarán á
los malos de entre los justos,
-
Y los echarán en el horno del
fuego: allí será el lloro y el
crujir de dientes.
-
Díceles Jesús: ¿Habéis entendido
todas estas cosas? Ellos responden:
Sí, Señor.
-
Y él les dijo: Por eso todo
escriba docto en el reino de los
cielos, es semejante á un padre de
familia, que saca de su tesoro cosas
nuevas y cosas viejas.
-
Y aconteció que acabando Jesús
estas parábolas, pasó de allí.
-
Y venido á su tierra, les
enseñaba en la sinagoga de ellos, de
tal manera que ellos estaban
atónitos, y decían: ¿De dónde tiene
éste esta sabiduría, y estas
maravillas?
-
¿No es éste el hijo del
carpintero? ¿no se llama su madre
María, y sus hermanos Jacobo y José,
y Simón, y Judas?
-
¿Y no están todas sus hermanas
con nosotros? ¿De dónde, pues, tiene
éste todas estas cosas?
-
Y se escandalizaban en él. Mas
Jesús les dijo: No hay profeta sin
honra sino en su tierra y en su
casa.
-
Y no hizo allí muchas
maravillas, á causa de la
incredulidad de ellos.
-
EN aquel tiempo Herodes el
tetrarca oyó la fama de Jesús,
-
Y dijo á sus criados: Este es
Juan el Bautista: él ha resucitado
de los muertos, y por eso virtudes
obran en él.
-
Porque Herodes había prendido á
Juan, y le había aprisionado y
puesto en la cárcel, por causa de
Herodías, mujer de Felipe su
hermano;
-
Porque Juan le decía: No te es
lícito tenerla.
-
Y quería matarle, mas temía al
pueblo; porque le tenían como á
profeta.
-
Mas celebrándose el día del
nacimiento de Herodes, la hija de
Herodías danzó en medio, y agradó á
Herodes.
-
Y prometió él con juramento de
darle todo lo que pidiese.
-
Y ella, instruída primero de su
madre, dijo: Dame aquí en un plato
la cabeza de Juan el Bautista.
-
Entonces el rey se entristeció;
mas por el juramento, y por los que
estaban juntamente á la mesa, mandó
que se le diese.
-
Y enviando, degolló á Juan en la
cárcel.
-
Y fué traída su cabeza en un
plato y dada á la muchacha; y ella
la presentó á su madre.
-
Entonces llegaron sus
discípulos, y tomaron el cuerpo, y
lo enterraron; y fueron, y dieron
las nuevas á Jesús.
-
Y oyéndo lo Jesús, se apartó de
allí en un barco á un lugar
descierto, apartado: y cuando las
gentes lo oyeron, le siguieron á pie
de las ciudades.
-
Y saliendo Jesús, vió un gran
gentío, y tuvo compasión de ellos, y
sanó á los que de ellos había
enfermos.
-
Y cuando fué la tarde del día,
se llegaron á él sus discípulos,
diciendo: El lugar es desierto, y el
tiempo es ya pasado: despide las
gentes, para que se vayan por las
aldeas, y compren para sí de comer.
-
Y Jesús les dijo: No tienen
necesidad de irse: dadles vosotros
de comer.
-
Y ellos dijeron: No tenemos aquí
sino cinco panes y dos peces.
-
Y él les dijo: Traédmelos acá.
-
Y mandando á las gentes
recostarse sobre la hierba, tomando
los cinco panes y los dos peces,
alzando los ojos al cielo, bendijo,
y partió y dió los panes á los
discípulos, y los discípulos á las
gentes.
-
Y comieron todos, y se hartaron;
y alzaron lo que sobró de los
pedazos, doce cestas llenas.
-
Y los que comieron fueron como
cinco mil hombres, sin las mujeres y
los niños.
-
Y luego Jesús hizo á sus
discípulos entrar en el barco, é ir
delante de él á la otra parte del
lago, entre tanto que él despedía á
las gentes.
-
Y despedidas las gentes, subió
al monte, apartado, á orar: y como
fué la tarde del día, estaba allí
solo.
-
Y ya el barco estaba en medio de
la mar, atormentado de las ondas;
porque el viento era contrario.
-
Mas á la cuarta vela de la
noche, Jesús fué á ellos andando
sobre la mar.
-
Y los discípulos, viéndole andar
sobre la mar, se turbaron, diciendo:
Fantasma es. Y dieron voces de
miedo.
-
Mas luego Jesús les habló,
diciendo: Confiad, yo soy; no
tengáis miedo.
-
Entonces le respondió Pedro, y
dijo: Señor, si tú eres, manda que
yo vaya á ti sobre las aguas.
-
Y él dijo: Ven. Y descendiendo
Pedro del barco, andaba sobre las
aguas para ir á Jesús.
-
Mas viendo el viento fuerte,
tuvo miedo; y comenzándose á hundir,
dió voces, diciendo: Señor, sálvame.
-
Y luego Jesús, extendiendo la
mano, trabó de él, y le dice: Oh
hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?
-
Y como ellos entraron en el
barco, sosegóse el viento.
-
Entonces los que estaban en el
barco, vinieron y le adoraron,
diciendo: Verdaderamente eres Hijo
de Dios.
-
Y llegando á la otra parte,
vinieron á la tierra de Genezaret.
-
Y como le conocieron los hombres
de aquel lugar, enviaron por toda
aquella tierra alrededor, y trajeron
á él todos los enfermos;
-
Y le rogaban que solamente
tocasen el borde de su manto; y
todos los que tocaron, quedaron
sanos.
-
ENTONCES llegaron á Jesús
ciertos escribas y Fariseos de
Jerusalem, diciendo:
-
¿Por qué tus discípulos
traspasan la tradición de los
ancianos? porque no se lavan las
manos cuando comen pan.
-
Y él respondiendo, les dijo:
¿Por qué también vosotros traspasáis
el mandamiento de Dios por vuestra
tradición?
-
Porque Dios mandó, diciendo:
Honra al padre y á la madre, y, El
que maldijere al padre ó á la madre,
muera de muerte.
-
Mas vosotros decís: Cualquiera
que dijere al padre ó á la madre: Es
ya ofrenda mía á Dios todo aquello
con que pudiera valerte;
-
No deberá honrar á su padre ó á
su madre con socorro. Así habéis
invalidado el mandamiento de Dios
por vuestra tradición.
-
Hipócritas, bien profetizó de
vosotros Isaías, diciendo:
-
Este pueblo de labios me honra;
Mas su corazón lejos está de mí.
-
Mas en vano me honran, Enseñando
doctrinas y mandamientos de hombres.
-
Y llamando á sí las gentes, les
dijo: Oid, y entended:
-
No lo que entra en la boca
contamina al hombre; mas lo que sale
de la boca, esto contamina al
hombre.
-
Entonces llegándose sus
discípulos, le dijeron: ¿Sabes que
los Fariseos oyendo esta palabra se
ofendieron?
-
Mas respondiendo él, dijo: Toda
planta que no plantó mi Padre
celestial, será desarraigada.
-
Dejadlos: son ciegos guías de
ciegos; y si el ciego guiare al
ciego, ambos caerán en el hoyo.
-
Y respondiendo Pedro, le dijo:
Decláranos esta parábola.
-
Y Jesús dijo: ¿Aun también
vosotros sois sin entendimiento?
-
¿No entendéis aún, que todo lo
que entra en la boca, va al vientre,
y es echado en la letrina?
-
Mas lo que sale de la boca, del
corazón sale; y esto contamina al
hombre.
-
Porque del corazón salen los
malos pensamientos, muertes,
adulterios, fornicaciones, hurtos,
falsos testimonios, blasfemias.
-
Estas cosas son las que
contaminan al hombre: que comer con
las manos por lavar no contamina al
hombre.
-
Y saliendo Jesús de allí, se fué
á las partes de Tiro y de Sidón.
-
Y he aquí una mujer Cananea, que
había salido de aquellos términos,
clamaba, diciéndole: Señor, Hijo de
David, ten misericordia de mí; mi
hija es malamente atormentada del
demonio.
-
Mas él no le respondió palabra.
Entonces llegándose sus discípulos,
le rogaron, diciendo: Despáchala,
pues da voces tras nosotros.
-
Y él respondiendo, dijo: No soy
enviado sino á las ovejas perdidas
de la casa de Israel.
-
Entonces ella vino, y le adoró,
diciendo: Señor socórreme.
-
Y respondiendo él, dijo: No es
bien tomar el pan de los hijos, y
echarlo á los perrillos.
-
Y ella dijo: Sí, Señor; mas los
perrillos comen de las migajas que
caen de la mesa de sus señores.
-
Entonces respondiendo Jesús,
dijo: Oh mujer, grande es tu fe; sea
hecho contigo como quieres. Y fué
sana su hija desde aquella hora.
-
Y partido Jesús de allí, vino
junto al mar de Galilea: y subiendo
al monte, se sentó allí.
-
Y llegaron á él muchas gentes,
que tenían consigo cojos, ciegos,
mudos, mancos, y otros muchos
enfermos: y los echaron á los pies
de Jesús, y los sanó:
-
De manera que se maravillaban
las gentes, viendo hablar los mudos,
los mancos sanos, andar los cojos, y
ver los ciegos: y glorificaron al
Dios de Israel.
-
Y Jesús llamando á sus
discípulos, dijo: Tengo lástima de
la gente, que ya hace tres días que
perseveran conmigo, y no tienen qué
comer; y enviarlos ayunos no quiero,
porque no desmayen en el camino.
-
Entonces sus discípulos le
dicen: ¿Dónde tenemos nosotros
tantos panes en el desierto, que
hartemos á tan gran compañía?
-
Y Jesús les dice: ¿Cuántos panes
tenéis? Y ellos dijeron: Siete, y
unos pocos pececillos.
-
Y mandó á las gentes que se
recostasen sobre la tierra.
-
Y tomando los siete panes y los
peces, haciendo gracias, partió y
dió á sus discípulos; y los
discípulos á la gente.
-
Y comieron todos, y se hartaron:
y alzaron lo que sobró de los
pedazos, siete espuertas llenas.
-
Y eran los que habían comido,
cuatro mil hombres, sin las mujeres
y los niños.
-
Entonces, despedidas las gentes,
subió en el barco: y vino á los
términos de Magdalá.
-
Y
LLEGÁNDOSE los Fariseos y los
Saduceos para tentarle, le pedían
que les mostrase señal del cielo.
-
Mas él respondiendo, les dijo:
Cuando es la tarde del día, decís:
Sereno; porque el cielo tiene
arreboles.
-
Y á la mañana: Hoy tempestad;
porque tiene arreboles el cielo
triste. Hipócritas, que sabéis hacer
diferencia en la faz del cielo; ¿y
en las señales de los tiempos no
podéis?
-
La generación mala y adulterina
demanda señal; mas señal no le será
dada, sino la señal de Jonás
profeta. Y dejándolos, se fué.
-
Y viniendo sus discípulos de la
otra parte del lago, se habían
olvidado de tomar pan.
-
Y Jesús les dijo: Mirad, y
guardaos de la levadura de los
Fariseos y de los Saduceos.
-
Y ellos pensaban dentro de sí,
diciendo: Esto dice porque no
tomamos pan.
-
Y entendiéndolo Jesús, les dijo:
¿Por qué pensáis dentro de vosotros,
hombres de poca fe, que no tomasteis
pan?
-
¿No entendéis aún, ni os
acordáis de los cinco panes entre
cinco mil hombres, y cuántos cestos
alzasteis?
-
¿Ni de los siete panes entre
cuatro mil, y cuántas espuertas
tomasteis?
-
¿Cómo es que no entendéis que no
por el pan os dije, que os
guardaseis de la levadura de los
Fariseos y de los Saduceos?
-
Entonces entendieron que no les
había dicho que se guardasen de la
levadura de pan, sino de la doctrina
de los Fariseos y de los Saduceos.
-
Y viniendo Jesús á las partes de
Cesarea de Filipo, preguntó á sus
discípulos, diciendo: ¿Quién dicen
los hombres que es el Hijo del
hombre?
-
Y ellos dijeron: Unos, Juan el
Bautista; y otros, Elías; y otros;
Jeremías, ó alguno de los profetas.
-
El les dice: Y vosotros, ¿quién
decís que soy?
-
Y respondiendo Simón Pedro,
dijo: Tú eres el Cristo, el Hijo del
Dios viviente.
-
Entonces, respondiendo Jesús, le
dijo: Bienaventurado eres, Simón,
hijo de Jonás; porque no te lo
reveló carne ni sangre, mas mi Padre
que está en los cielos.
-
Mas yo también te digo, que tú
eres Pedro, y sobre esta piedra
edificaré mi iglesia; y las puertas
del infierno no prevalecerán contra
ella.
-
Y á ti daré las llaves del reino
de los cielos; y todo lo que ligares
en la tierra será ligado en los
cielos; y todo lo que desatares en
la tierra será desatado en los
cielos.
-
Entonces mandó á sus discípulos
que á nadie dijesen que él era Jesús
el Cristo.
-
Desde aquel tiempo comenzó Jesús
á declarar á sus discípulos que le
convenía ir á Jerusalem, y padecer
mucho de los ancianos, y de los
príncipes de los sacerdotes, y de
los escribas; y ser muerto, y
resucitar al tercer día.
-
Y Pedro, tomándolo aparte,
comenzó á reprenderle, diciendo:
Señor, ten compasión de ti: en
ninguna manera esto te acontezca.
-
Entonces él, volviéndose, dijo á
Pedro: Quítate de delante de mí,
Satanás; me eres escándalo; porque
no entiendes lo que es de Dios sino
lo que es de los hombres.
-
Entonces Jesús dijo á sus
discípulos: Si alguno quiere venir
en pos de mí, niéguese á sí mismo, y
tome su cruz, y sígame.
-
Porque cualquiera que quisiere
salvar su vida, la perderá, y
cualquiera que perdiere su vida por
causa de mí, la hallará.
-
Porque ¿de qué aprovecha al
hombre, si granjeare todo el mundo,
y perdiere su alma? O ¿qué
recompensa dará el hombre por su
alma?
-
Porque el Hijo del hombre vendrá
en la gloria de su Padre con sus
ángeles, y entonces pagará á cada
uno conforme á sus obras.
-
De cierto os digo: hay algunos
de los que están aquí, que no
gustarán la muerte, hasta que hayan
visto al Hijo del hombre viniendo en
su reino.
-
Y DESPUÉS de seis días, Jesús
toma á Pedro, y á Jacobo, y á Juan
su hermano, y los lleva aparte á un
monte alto:
-
Y se transfiguró delante de
ellos; y resplandeció su rostro como
el sol, y sus vestidos fueron
blancos como la luz.
-
Y he aquí les aparecieron Moisés
y Elías, hablando con él.
-
Y respondiendo Pedro, dijo á
Jesús: Señor, bien es que nos
quedemos aquí: si quieres, hagamos
aquí tres pabellones: para ti uno, y
para Moisés otro, y otro para Elías.
-
Y estando aún él hablando, he
aquí una nube de luz que los cubrió;
y he aquí una voz de la nube, que
dijo: Este es mi Hijo amado, en el
cual tomo contentamiento: á él oíd.
-
Y oyendo esto los discípulos,
cayeron sobre sus rostros, y
temieron en gran manera.
-
Entonces Jesús llegando, los
tocó, y dijo: Levantaos, y no
temáis.
-
Y alzando ellos sus ojos, á
nadie vieron, sino á solo Jesús.
-
Y como descendieron del monte,
les mandó Jesús, diciendo: No digáis
á nadie la visión, hasta que el Hijo
del hombre resucite de los muertos.
-
Entonces sus discípulos le
preguntaron, diciendo: ¿Por qué
dicen pues los escribas que es
menester que Elías venga primero?
-
Y respondiendo Jesús, les dijo:
á la verdad, Elías vendrá primero, y
restituirá todas las cosas.
-
Mas os digo, que ya vino Elías,
y no le conocieron; antes hicieron
en él todo lo que quisieron: así
también el Hijo del hombre padecerá
de ellos.
-
Los discípulos entonces
entendieron, que les habló de Juan
el Bautista.
-
Y como ellos llegaron al gentío,
vino á él un hombre hincándosele de
rodillas,
-
Y diciendo: Señor, ten
misericordia de mi hijo, que es
lunático, y padece malamente; porque
muchas veces cae en el fuego, y
muchas en el agua.
-
Y le he presentado á tus
discípulos, y no le han podido
sanar.
-
Y respondiendo Jesús, dijo: ¡Oh
generación infiel y torcida! ¿hasta
cuándo tengo de estar con vosotros?
¿hasta cuándo os tengo de sufrir?
traédmele acá.
-
Y Jesús le reprendió, y salió el
demonio de él; y el mozo fué sano
desde aquella hora.
-
Entonces, llegándose los
discípulos á Jesús, aparte, dijeron:
¿Por qué nosotros no lo pudimos
echar fuera?
-
Y Jesús les dijo: Por vuestra
incredulidad; porque de cierto os
digo, que si tuviereis fe como un
grano de mostaza, diréis á este
monte: Pásate de aquí allá: y se
pasará: y nada os será imposible.
-
Mas este linaje no sale sino por
oración y ayuno.
-
Y estando ellos en Galilea,
Jesús les dijo: El Hijo del hombre
será entregado en manos de hombres,
-
Y le matarán; mas al tercer día
resucitará. Y ellos se
entristecieron en gran manera.
-
Y como llegaron á Capernaum,
vinieron á Pedro los que cobraban
las dos dracmas, y dijeron: ¿Vuestro
Maestro no paga las dos dracmas?
-
El dice: Sí. Y entrando él en
casa, Jesús le habló antes,
diciendo: ¿Qué te parece, Simón? Los
reyes de la tierra, ¿de quién cobran
los tributos ó el censo? ¿de sus
hijos ó de los extraños?
-
Pedro le dice: De los extraños.
Jesús le dijo: Luego los hijos son
francos.
-
Mas porque no los
escandalicemos, ve á la mar, y echa
el anzuelo, y el primer pez que
viniere, tómalo, y abierta su boca,
hallarás un estatero: tómalo, y
dáselo por mí y por ti.
-
EN aquel tiempo se llegaron los
discípulos á Jesús, diciendo: ¿Quién
es el mayor en el reino de los
cielos?
-
Y llamando Jesús á un niño, le
puso en medio de ellos,
-
Y dijo: De cierto os digo, que
si no os volviereis, y fuereis como
niños, no entraréis en el reino de
los cielos.
-
Así que, cualquiera que se
humillare como este niño, éste es el
mayor en el reino de los cielos.
-
Y cualquiera que recibiere á un
tal niño en mi nombre, á mí recibe.
-
Y cualquiera que escandalizare á
alguno de estos pequeños que creen
en mí, mejor le fuera que se le
colgase al cuello una piedra de
molino de asno, y que se le anegase
en el profundo de la mar.
-
¡Ay del mundo por los
escándalos! porque necesario es que
vengan escándalos; mas ¡ay de aquel
hombre por el cual viene el
escándalo!
-
Por tanto, si tu mano ó tu pie
te fuere ocasión de caer, córtalo y
echaló de ti: mejor te es entrar
cojo ó manco en la vida, que
teniendo dos manos ó dos pies ser
echado en el fuego eterno.
-
Y si tu ojo te fuere ocasión de
caer, sácalo y échalo de ti: mejor
te es entrar con un solo ojo en la
vida, que teniendo dos ojos ser
echado en el infierno del fuego.
-
Mirad no tengáis en poco á
alguno de estos pequeños; porque os
digo que sus ángeles en los cielos
ven siempre la faz de mi Padre que
está en los cielos.
-
Porque el Hijo del hombre ha
venido para salvar lo que se había
perdido.
-
¿Qué os parece? Si tuviese algún
hombre cien ovejas, y se descarriase
una de ellas, ¿no iría por los
montes, dejadas las noventa y nueve,
á buscar la que se había
descarriado?
-
Y si aconteciese hallarla, de
cierto os digo, que más se goza de
aquélla, que de las noventa y nueve
que no se descarriaron.
-
Así, no es la voluntad de
vuestro Padre que está en los
cielos, que se pierda uno de estos
pequeños.
-
Por tanto, si tu hermano pecare
contra ti, ve, y redargúyele entre
ti y él solo: si te oyere, has
ganado á tu hermano.
-
Mas si no te oyere, toma aún
contigo uno ó dos, para que en boca
de dos ó de tres testigos conste
toda palabra.
-
Y si no oyere á ellos, dilo á la
iglesia: y si no oyere á la iglesia,
tenle por étnico y publicano.
-
De cierto os digo que todo lo
que ligareis en la tierra, será
ligado en el cielo; y todo lo que
desatareis en la tierra, será
desatado en el cielo.
-
Otra vez os digo, que si dos de
vosotros se convinieren en la
tierra, de toda cosa que pidieren,
les será hecho por mi Padre que está
en los cielos.
-
Porque donde están dos ó tres
congregados en mi nombre, allí estoy
en medio de ellos.
-
Entonces Pedro, llegándose á él,
dijo: Señor, ¿cuántas veces
perdonaré á mi hermano que pecare
contra mí? ¿hasta siete?
-
Jesús le dice: No te digo hasta
siete, mas aun hasta setenta veces
siete.
-
Por lo cual, el reino de los
cielos es semejante á un hombre rey,
que quiso hacer cuentas con sus
siervos.
-
Y comenzando á hacer cuentas, le
fué presentado uno que le debía diez
mil talentos.
-
Mas á éste, no pudiendo pagar,
mandó su señor venderle, y á su
mujer é hijos, con todo lo que
tenía, y que se le pagase.
-
Entonces aquel siervo, postrado,
le adoraba, diciendo: Señor, ten
paciencia conmigo, y yo te lo pagaré
todo.
-
El señor, movido á misericordia
de aquel siervo, le soltó y le
perdonó la deuda.
-
Y saliendo aquel siervo, halló á
uno de sus consiervos, que le debía
cien denarios; y trabando de él, le
ahogaba, diciendo: Págame lo que
debes.
-
Entonces su consiervo,
postrándose á sus pies, le rogaba,
diciendo: Ten paciencia conmigo, y
yo te lo pagaré todo.
-
Mas él no quiso; sino fué, y le
echó en la cárcel hasta que pagase
la deuda.
-
Y viendo sus consiervos lo que
pasaba, se entristecieron mucho, y
viniendo, declararon á su señor todo
lo que había pasado.
-
Entonces llamándole su señor, le
dice: Siervo malvado, toda aquella
deuda te perdoné, porque me rogaste:
-
¿No te convenía también á ti
tener misericordia de tu consiervo,
como también yo tuve misericordia de
ti?
-
Entonces su señor, enojado, le
entregó á los verdugos, hasta que
pagase todo lo que le debía.
-
Así también hará con vosotros mi
Padre celestial, si no perdonareis
de vuestros corazones cada uno á su
hermano sus ofensas.
-
Y
ACONTECIÓ que acabando Jesús
estas palabras, se pasó de Galilea,
y vino á los términos de Judea,
pasado el Jordán.
-
Y le siguieron muchas gentes, y
los sanó allí.
-
Entonces se llegaron á él los
Fariseos, tentándole, y diciéndole:
¿Es lícito al hombre repudiar á su
mujer por cualquiera causa?
-
Y él respondiendo, les dijo: ¿No
habéis leído que el que los hizo al
principio, macho y hembra los hizo,
-
Y dijo: Por tanto, el hombre
dejará padre y madre, y se unirá á
su mujer, y serán dos en una carne?
-
Así que, no son ya más dos, sino
una carne: por tanto, lo que Dios
juntó, no lo aparte el hombre.
-
Dícenle: ¿Por qué, pues, Moisés
mandó dar carta de divorcio, y
repudiarla?
-
Díceles: Por la dureza de
vuestro corazón Moisés os permitió
repudiar á vuestras mujeres: mas al
principio no fue así.
-
Y yo os digo que cualquiera que
repudiare á su mujer, si no fuere
por causa de fornicación, y se
casare con otra, adultera: y el que
se casare con la repudiada,
adultera.
-
Dícenle sus discípulos: Si así
es la condición del hombre con su
mujer, no conviene casarse.
-
Entonces él les dijo: No todos
reciben esta palabra, sino aquellos
á quienes es dado.
-
Porque hay eunucos que nacieron
así del vientre de su madre; y hay
eunucos, que son hechos eunucos por
los hombres; y hay eunucos que se
hicieron á sí mismos eunucos por
causa del reino de los cielos; el
que pueda ser capaz de eso, séalo.
-
Entonces le fueron presentados
unos niños, para que pusiese las
manos sobre ellos, y orase; y los
discípulos les riñeron.
-
Y Jesús dijo: Dejad á los niños,
y no les impidáis de venir á mí;
porque de los tales es el reino de
los cielos.
-
Y habiendo puesto sobre ellos
las manos se partió de allí.
-
Y he aquí, uno llegándose le
dijo: Maestro bueno, ¿qué bien haré
para tener la vida eterna?
-
Y él le dijo: ¿Por qué me llamas
bueno? Ninguno es bueno sino uno, es
á saber, Dios: y si quieres entrar
en la vida, guarda los mandamientos.
-
Dícele: ¿Cuáles? Y Jesús dijo:
No mataras: No adulterarás: No
hurtarás: No dirás falso testimonio:
-
Honra á tu padre y á tu madre:
y, Amarás á tu prójimo como á ti
mismo.
-
Dícele el mancebo: Todo esto
guardé desde mi juventud: ¿qué más
me falta?
-
Dícele Jesús: Si quieres ser
perfecto, anda, vende lo que tienes,
y da lo á los pobres, y tendrás
tesoro en el cielo; y ven, sígueme.
-
Y oyendo el mancebo esta
palabra, se fué triste, porque tenía
muchas posesiones.
-
Entonces Jesús dijo á sus
discípulos: De cierto os digo, que
un rico difícilmente entrará en el
reino de los cielos.
-
Mas os digo, que más liviano
trabajo es pasar un camello por el
ojo de una aguja, que entrar un rico
en el reino de Dios.
-
Mas sus discípulos, oyendo estas
cosas, se espantaron en gran manera,
diciendo: ¿Quién pues podrá ser
salvo?
-
Y mirándo los Jesús, les dijo:
Para con los hombres imposible es
esto; mas para con Dios todo es
posible.
-
Entonces respondiendo Pedro, le
dijo: He aquí, nosotros hemos dejado
todo, y te hemos seguido: ¿qué pues
tendremos?
-
Y Jesús les dijo: De cierto os
digo, que vosotros que me habéis
seguido, en la regeneración, cuando
se sentará el Hijo del hombre en el
trono de su gloria, vosotros también
os sentaréis sobre doce tronos, para
juzgar á las doce tribus de Israel.
-
Y cualquiera que dejare casas, ó
hermanos, ó hermanas, ó padre, ó
madre, ó mujer, ó hijos, ó tierras,
por mi nombre, recibirá cien veces
tanto, y heredará la vida eterna.
-
Mas muchos primeros serán
postreros, y postreros primeros.
-
PORQUE el reino de los cielos es
semejante á un hombre, padre de
familia, que salió por la mañana á
ajustar obreros para su viña.
-
Y habiéndose concertado con los
obreros en un denario al día, los
envió á su viña.
-
Y saliendo cerca de la hora de
las tres, vió otros que estaban en
la plaza ociosos;
-
Y les dijo: Id también vosotros
á mi viña, y os daré lo que fuere
justo. Y ellos fueron.
-
Salió otra vez cerca de las
horas sexta y nona, é hizo lo mismo.
-
Y saliendo cerca de la hora
undécima, halló otros que estaban
ociosos; y díceles: ¿Por qué estáis
aquí todo el día ociosos?
-
Dícenle: Porque nadie nos ha
ajustado. Díceles: Id también
vosotros á la viña, y recibiréis lo
que fuere justo.
-
Y cuando fué la tarde del día,
el señor de la viña dijo á su
mayordomo: Llama á los obreros y
págales el jornal, comenzando desde
los postreros hasta los primeros.
-
Y viniendo los que habían ido
cerca de la hora undécima,
recibieron cada uno un denario.
-
Y viniendo también los primeros,
pensaron que habían de recibir más;
pero también ellos recibieron cada
uno un denario.
-
Y tomándolo, murmuraban contra
el padre de la familia,
-
Diciendo: Estos postreros sólo
han trabajado una hora, y los has
hecho iguales á nosotros, que hemos
llevado la carga y el calor del día.
-
Y él respondiendo, dijo á uno de
ellos: Amigo, no te hago agravio;
¿no te concertaste conmigo por un
denario?
-
Toma lo que es tuyo, y vete; mas
quiero dar á este postrero, como á
ti.
-
¿No me es lícito á mi hacer lo
que quiero con lo mío? ó ¿es malo tu
ojo, porque yo soy bueno?
-
Así los primeros serán
postreros, y los postreros primeros:
porque muchos son llamados, mas
pocos escogidos.
-
Y subiendo Jesús á Jerusalem,
tomó sus doce discípulos aparte en
el camino, y les dijo:
-
He aquí subimos á Jerusalem, y
el Hijo del hombre será entregado á
los principes de los sacerdotes y á
los escribas, y le condenarán á
muerte;
-
Y le entregarán á los Gentiles
para que le escarnezcan, y azoten, y
crucifiquen; mas al tercer día
resucitará.
-
Entonces se llegó á él la madre
de los hijos de Zebedeo con sus
hijos, adorándo le, y pidiéndole
algo.
-
Y él le dijo: ¿Qué quieres? Ella
le dijo: Di que se sienten estos dos
hijos míos, el uno á tu mano
derecha, y el otro á tu izquierda,
en tu reino.
-
Entonces Jesús respondiendo,
dijo: No sabéis lo que pedís:
¿podéis beber el vaso que yo he de
beber, y ser bautizados del bautismo
de que yo soy bautizado? Y ellos le
dicen: Podemos.
-
Y él les dice: A la verdad mi
vaso beberéis, y del bautismo de que
yo soy bautizado, seréis bautizados;
mas el sentaros á mi mano derecha y
á mi izquierda, no es mío dar lo,
sino á aquellos para quienes está
aparejado de mi Padre.
-
Y como los diez oyeron esto, se
enojaron de los dos hermanos.
-
Entonces Jesús llamándolos,
dijo: Sabéis que los príncipes de
los Gentiles se enseñorean sobre
ellos, y los que son grandes ejercen
sobre ellos potestad.
-
Mas entre vosotros no será así;
sino el que quisiere entre vosotros
hacerse grande, será vuestro
servidor;
-
Y el que quisiere entre vosotros
ser el primero, será vuestro siervo:
-
Como el Hijo del hombre no vino
para ser servido, sino para servir,
y para dar su vida en rescate por
muchos.
-
Entonces saliendo ellos de
Jericó, le seguía gran compañía.
-
Y he aquí dos ciegos sentados
junto al camino, como oyeron que
Jesús pasaba, clamaron, diciendo:
Señor, Hijo de David, ten
misericordia de nosotros.
-
Y la gente les reñía para que
callasen; mas ellos clamaban más,
diciendo: Señor, Hijo de David, ten
misericordia de nosotros.
-
Y parándose Jesús, los llamó, y
dijo: ¿Qué queréis que haga por
vosotros?
-
Ellos le dicen: Señor, que sean
abiertos nuestros ojos.
-
Entonces Jesús, teniendo
misericordia de ellos, les tocó los
ojos, y luego sus ojos recibieron la
vista; y le siguieron.
-
Y COMO se acercaron á Jerusalem,
y vinieron á Bethfagé, al monte de
las Olivas, entonces Jesús envió dos
discípulos,
-
Diciéndoles: Id á la aldea que
está delante de vosotros, y luego
hallaréis una asna atada, y un
pollino con ella: desatad la, y
traedme los.
-
Y si alguno os dijere algo,
decid: El Señor los ha menester. Y
luego los dejará.
-
Y todo esto
fue hecho, para que
se cumpliese lo que fue dicho por el
profeta, que dijo:
-
Decid á la hija de Sión: He
aquí, tu Rey viene á ti, Manso, y
sentado sobre una asna, Y sobre un
pollino, hijo de animal de yugo.
-
Y los discípulos fueron, é
hicieron como Jesús les mandó;
-
Y trajeron el asna y el pollino,
y pusieron sobre ellos sus mantos; y
se sentó sobre ellos.
-
Y la compañía, que era muy
numerosa, tendía sus mantos en el
camino: y otros cortaban ramos de
los árboles, y los tendían por el
camino.
-
Y las gentes que iban delante, y
las que iban detrás, aclamaban
diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!
¡Bendito el que viene en el nombre
del Señor! ¡Hosanna en las alturas!
-
Y entrando él en Jerusalem, toda
la ciudad se alborotó, diciendo.
¿Quién es éste?
-
Y las gentes decían: Este es
Jesús, el profeta, de Nazaret de
Galilea.
-
Y entró Jesús en el templo de
Dios, y echó fuera todos los que
vendían y compraban en el templo, y
trastornó las mesas de los
cambiadores, y las sillas de los que
vendían palomas;
-
Y les dice: Escrito está: Mi
casa, casa de oración será llamada;
mas vosotros cueva de ladrones la
habéis hecho.
-
Entonces vinieron á él ciegos y
cojos en el templo, y los sanó.
-
Mas los príncipes de los
sacerdotes y los escribas, viendo
las maravillas que hacía, y á los
muchachos aclamando en el templo y
diciendo: ¡Hosanna al Hijo de David!
se indignaron,
-
Y le dijeron: ¿Oyes lo que éstos
dicen? Y Jesús les dice: Sí: ¿nunca
leísteis: De la boca de los niños y
de los que maman perfeccionaste la
alabanza?
-
Y dejándolos, se salió fuera de
la ciudad, á Bethania; y posó allí.
-
Y por la mañana volviendo á la
ciudad, tuvo hambre.
-
Y viendo una higuera cerca del
camino, vino á ella, y no halló nada
en ella, sino hojas solamente, y le
dijo: Nunca más para siempre nazca
de ti fruto. Y luego se secó la
higuera.
-
Y viendo esto los discípulos,
maravillados decían: ¿Cómo se secó
luego la higuera?
-
Y respondiendo Jesús les dijo:
De cierto os digo, que si tuviereis
fe, y no dudareis, no sólo haréis
esto de la higuera: mas si á este
monte dijereis: Quítate y échate en
la mar, será hecho.
-
Y todo lo que pidiereis en
oración, creyendo, lo recibiréis.
-
Y como vino al templo,
llegáronse á él cuando estaba
enseñando, los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos del
pueblo, diciendo. ¿Con qué autoridad
haces esto? ¿y quién te dió esta
autoridad?
-
Y respondiendo Jesús, les dijo:
Yo también os preguntaré una
palabra, la cual si me dijereis,
también yo os diré con qué autoridad
hago esto.
-
El bautismo de Juan, ¿de dónde
era? ¿del cielo, ó de los hombres?
Ellos entonces pensaron entre sí,
diciendo: Si dijéremos, del cielo,
nos dirá: ¿Por qué pues no le
creísteis?
-
Y si dijéremos, de los hombres,
tememos al pueblo; porque todos
tienen á Juan por profeta.
-
Y respondiendo á Jesús, dijeron:
No sabemos. Y él también les dijo:
Ni yo os digo con qué autoridad hago
esto.
-
Mas, ¿qué os parece? Un hombre
tenía dos hijos, y llegando al
primero, le dijo: Hijo, ve hoy á
trabajar en mi viña.
-
Y respondiendo él, dijo: No
quiero; mas después, arrepentido,
fué.
-
Y llegando al otro, le dijo de
la misma manera; y respondiendo él,
dijo: Yo, señor, voy. Y no fué.
-
¿Cuál de los dos hizo la
voluntad de su padre? Dicen ellos:
El primero. Díceles Jesús: De cierto
os digo, que los publicanos y las
rameras os van delante al reino de
Dios.
-
Porque vino á vosotros Juan en
camino de justicia, y no le
creísteis; y los publicanos y las
rameras le creyeron; y vosotros,
viendo esto, no os arrepentisteis
después para creerle.
-
Oíd otra parábola: Fué un
hombre, padre de familia, el cual
plantó una viña; y la cercó de
vallado, y cavó en ella un lagar, y
edificó una torre, y la dió á renta
á labradores, y se partió lejos.
-
Y cuando se acercó el tiempo de
los frutos, envió sus siervos á los
labradores, para que recibiesen sus
frutos.
-
Mas los labradores, tomando á
los siervos, al uno hirieron, y al
otro mataron, y al otro apedrearon.
-
Envió de nuevo otros siervos,
más que los primeros; é hicieron con
ellos de la misma manera.
-
Y á la postre les envió su hijo,
diciendo: Tendrán respeto á mi hijo.
-
Mas los labradores, viendo al
hijo, dijeron entre sí: Este es el
heredero; venid, matémosle, y
tomemos su heredad.
-
Y tomado, le echaron fuera de la
viña, y le mataron.
-
Pues cuando viniere el señor de
la viña, ¿qué hará á aquellos
labradores?
-
Dícenle: á los malos destruirá
miserablemente, y su viña dará á
renta á otros labradores, que le
paguen el fruto á sus tiempos.
-
Díceles Jesús: ¿Nunca leísteis
en las Escrituras: La piedra que
desecharon los que edificaban, Esta
fué hecha por cabeza de esquina: Por
el Señor es hecho esto, Y es cosa
maravillosa en nuestros ojos?
-
Por tanto os digo, que el reino
de Dios será quitado de vosotros, y
será dado á gente que haga los
frutos de él.
-
Y el que cayere sobre esta
piedra, será quebrantado; y sobre
quien ella cayere, le desmenuzará.
-
Y oyendo los príncipes de los
sacerdotes y los Fariseos sus
parábolas, entendieron que hablaba
de ellos.
-
Y buscando cómo echarle mano,
temieron al pueblo; porque le tenían
por profeta.
-
Y RESPONDIENDO Jesús, les volvió
á hablar en parábolas, diciendo:
-
El reino de los cielos es
semejante á un hombre rey, que hizo
bodas á su hijo;
-
Y envió sus siervos para que
llamasen los llamados á las bodas;
mas no quisieron venir.
-
Volvió á enviar otros siervos,
diciendo: Decid á los llamados: He
aquí, mi comida he aparejado; mis
toros y animales engordados son
muertos, y todo está prevenido:
venid á las bodas.
-
Mas ellos no se cuidaron, y se
fueron, uno á su labranza, y otro á
sus negocios;
-
Y otros, tomando á sus siervos,
los afrentaron y los mataron.
-
Y el rey, oyendo esto, se enojó;
y enviando sus ejércitos, destruyó á
aquellos homicidas, y puso fuego á
su ciudad.
-
Entonces dice á sus siervos: Las
bodas á la verdad están aparejadas;
mas los que eran llamados no eran
dignos.
-
Id pues á las salidas de los
caminos, y llamad á las bodas á
cuantos hallareis.
-
Y saliendo los siervos por los
caminos, juntaron á todos los que
hallaron, juntamente malos y buenos:
y las bodas fueron llenas de
convidados.
-
Y entró el rey para ver los
convidados, y vió allí un hombre no
vestido de boda.
-
Y le dijo: Amigo, ¿cómo entraste
aquí no teniendo vestido de boda?
Mas él cerró la boca.
-
Entonces el rey dijo á los que
servían: Atado de pies y de manos
tomadle, y echadle en las tinieblas
de afuera: allí será el lloro y el
crujir de dientes.
-
Porque muchos son llamados, y
pocos escogidos.
-
Entonces, idos los Fariseos,
consultaron cómo le tomarían en
alguna palabra.
-
Y envían á él los discípulos de
ellos, con los Herodianos, diciendo:
Maestro, sabemos que eres amador de
la verdad, y que enseñas con verdad
el camino de Dios, y que no te curas
de nadie, porque no tienes acepción
de persona de hombres.
-
Dinos pues, ¿qué te parece? ¿es
lícito dar tributo á César, ó no?
-
Mas Jesús, entendida la malicia
de ellos, les dice: ¿Por qué me
tentáis, hipócritas?
-
Mostradme la moneda del tributo.
Y ellos le presentaron un denario.
-
Entonces les dice: ¿Cúya es esta
figura, y lo que está encima
escrito?
-
Dícenle: De César. Y díceles:
Pagad pues á César lo que es de
César, y á Dios lo que es de Dios.
-
Y oyendo esto, se maravillaron,
y dejándole se fueron.
-
Aquel día llegaron á él los
Saduceos, que dicen no haber
resurrección, y le preguntaron,
-
Diciendo: Maestro, Moisés dijo:
Si alguno muriere sin hijos, su
hermano se casará con su mujer, y
despertará simiente á su hermano.
-
Fueron pues, entre nosotros
siete hermanos: y el primero tomó
mujer, y murió; y no teniendo
generación, dejó su mujer á su
hermano.
-
De la misma manera también el
segundo, y el tercero, hasta los
siete.
-
Y después de todos murió también
la mujer.
-
En la resurrección pues, ¿de
cuál de los siete será ella mujer?
porque todos la tuvieron.
-
Entonces respondiendo Jesús, les
dijo: Erráis ignorando las
Escrituras, y el poder de Dios.
-
Porque en la resurrección, ni
los hombres tomarán mujeres, ni las
mujeres marido; mas son como los
ángeles de Dios en el cielo.
-
Y de la resurrección de los
muertos, ¿no habéis leído lo que os
es dicho por Dios, que dice:
-
Yo soy el Dios de Abraham, y el
Dios de Isaac, y el Dios de Jacob?
Dios no es Dios de muertos, sino de
vivos.
-
Y oyendo esto las gentes,
estaban atónitas de su doctrina.
-
Entonces los Fariseos, oyendo
que había cerrado la boca á los
Saduceos, se juntaron á una.
-
Y preguntó uno de ellos,
intérprete de la ley, tentándole y
diciendo:
-
Maestro, ¿cuál es el mandamiento
grande en la ley?
-
Y Jesús le dijo: Amarás al Señor
tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y de toda tu mente.
-
Este es el primero y el grande
mandamiento.
-
Y el segundo es semejante á
éste: Amarás á tu prójimo como á ti
mismo.
-
De estos dos mandamientos
depende toda la ley y los profetas.
-
Y estando juntos los Fariseos,
Jesús les preguntó,
-
Diciendo: ¿Qué os parece del
Cristo? ¿de quién es Hijo? Dícenle:
De David.
-
El les dice: ¿Pues cómo David en
Espíritu le llama Señor, diciendo:
-
Dijo el Señor á mi Señor:
Siéntate á mi diestra, Entre tanto
que pongo tus enemigos por estrado
de tus pies?
-
Pues si David le llama Señor,
¿cómo es su Hijo?
-
Y nadie le podía responder
palabra; ni osó alguno desde aquel
día preguntarle más.
-
ENTONCES habló Jesús á las
gentes y á sus discípulos,
-
Diciendo: Sobre la cátedra de
Moisés se sentaron los escribas y
los Fariseos:
-
Así que, todo lo que os dijeren
que guardéis, guardad lo y haced lo;
mas no hagáis conforme á sus obras:
porque dicen, y no hacen.
-
Porque atan cargas pesadas y
difíciles de llevar, y las ponen
sobre los hombros de los hombres;
mas ni aun con su dedo las quieren
mover.
-
Antes, todas sus obras hacen
para ser mirados de los hombres;
porque ensanchan sus filacterias, y
extienden los flecos de sus mantos;
-
Y aman los primeros asientos en
las cenas, y las primeras sillas en
las sinagogas;
-
Y las salutaciones en las
plazas, y ser llamados de los
hombres Rabbí, Rabbí.
-
Mas vosotros, no queráis ser
llamados Rabbí; porque uno es
vuestro Maestro, el Cristo; y todos
vosotros sois hermanos.
-
Y vuestro padre no llaméis á
nadie en la tierra; porque uno es
vuestro Padre, el cual está en los
cielos.
-
Ni seáis llamados maestros;
porque uno es vuestro Maestro, el
Cristo.
-
El que es el mayor de vosotros,
sea vuestro siervo.
-
Porque el que se ensalzare, será
humillado; y el que se humillare,
será ensalzado.
-
Mas ¡ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque cerráis
el reino de los cielos delante de
los hombres; que ni vosotros
entráis, ni á los que están entrando
dejáis entrar.
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque coméis
las casas de las viudas, y por
pretexto hacéis larga oración: por
esto llevaréis mas grave juicio.
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque rodeáis
la mar y la tierra por hacer un
prosélito; y cuando fuere hecho, le
hacéis hijo del infierno doble más
que vosotros.
-
¡Ay de vosotros, guías ciegos!
que decís: Cualquiera que jurare por
el templo es nada; mas cualquiera
que jurare por el oro del templo,
deudor es.
-
¡Insensatos y ciegos! porque
¿cuál es mayor, el oro, ó el templo
que santifica al oro?
-
Y: Cualquiera que jurare por el
altar, es nada; mas cualquiera que
jurare por el presente que está
sobre él, deudor es.
-
¡Necios y ciegos! porque, ¿cuál
es mayor, el presente, ó el altar
que santifica al presente?
-
Pues el que jurare por el altar,
jura por él, y por todo lo que está
sobre él;
-
Y el que jurare por el templo,
jura por él, y por Aquél que habita
en él;
-
Y el que jura por el cielo, jura
por el trono de Dios, y por Aquél
que está sentado sobre él.
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque
diezmáis la menta y el eneldo y el
comino, y dejasteis lo que es lo más
grave de la ley, es á saber, el
juicio y la misericordia y la fe:
esto era menester hacer, y no dejar
lo otro.
-
¡Guías ciegos, que coláis el
mosquito, mas tragáis el camello!
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque
limpiais lo que está de fuera del
vaso y del plato; mas de dentro
están llenos de robo y de
injusticia.
-
¡Fariseo ciego, limpia primero
lo de dentro del vaso y del plato,
para que también lo de fuera se haga
limpio!
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque sois
semejantes á sepulcros blanqueados,
que de fuera, á la verdad, se
muestran hermosos, mas de dentro
están llenos de huesos de muertos y
de toda suciedad.
-
Así también vosotros de fuera, á
la verdad, os mostráis justos á los
hombres; mas de dentro, llenos
estáis de hipocresía é iniquidad.
-
¡Ay de vosotros, escribas y
Fariseos, hipócritas! porque
edificáis los sepulcros de los
profetas, y adornáis los monumentos
de los justos,
-
Y decís: Si fuéramos en los días
de nuestros padres, no hubiéramos
sido sus compañeros en la sangre de
los profetas.
-
Así que, testimonio dais á
vosotros mismos, que sois hijos de
aquellos que mataron á los profetas.
-
¡Vosotros también henchid la
medida de vuestros padres!
-
¡Serpientes, generación de
víboras! ¿cómo evitaréis el juicio
del infierno?
-
Por tanto, he aquí, yo envío á
vosotros profetas, y sabios, y
escribas: y de ellos, á unos
mataréis y crucificaréis, y á otros
de ellos azotaréis en vuestras
sinagogas, y perseguiréis de ciudad
en ciudad:
-
Para que venga sobre vosotros
toda la sangre justa que se ha
derramado sobre la tierra, desde la
sangre de Abel el justo, hasta la
sangre de Zacarías, hijo de
Barachîas, al cual matasteis entre
el templo y el altar.
-
De cierto os digo que todo esto
vendrá sobre esta generación.
-
¡Jerusalem, Jerusalem, que matas
á los profetas, y apedreas á los que
son enviados á ti! ¡cuántas veces
quise juntar tus hijos, como la
gallina junta sus pollos debajo de
las alas, y no quisiste!
-
He aquí vuestra casa os es
dejada desierta.
-
Porque os digo que desde ahora
no me veréis, hasta que digáis:
Bendito el que viene en el nombre
del Señor.
-
Y SALIDO Jesús, íbase del
templo; y se llegaron sus
discípulos, para mostrarle los
edificios del templo.
-
Y respondiendo él, les dijo:
¿Veis todo esto? de cierto os digo,
que no será dejada aquí piedra sobre
piedra, que no sea destruída.
-
Y sentándose él en el monte de
las Olivas, se llegaron á él los
discípulos aparte, diciendo: Dinos,
¿cuándo serán estas cosas, y qué
señal habrá de tu venida, y del fin
del mundo?
-
Y respondiendo Jesús, les dijo:
Mirad que nadie os engañe.
-
Porque vendrán muchos en mi
nombre, diciendo: Yo soy el Cristo;
y á muchos engañarán.
-
Y oiréis guerras, y rumores de
guerras: mirad que no os turbéis;
porque es menester que todo esto
acontezca; mas aún no es el fin.
-
Porque se levantará nación
contra nación, y reino contra reino;
y habrá pestilencias, y hambres, y
terremotos por los lugares.
-
Y todas estas cosas, principio
de dolores.
-
Entonces os entregarán para ser
afligidos, y os matarán; y seréis
aborrecidos de todas las gentes por
causa de mi nombre.
-
Y muchos entonces serán
escandalizados; y se entregarán unos
á otros, y unos á otros se
aborrecerán.
-
Y muchos falsos profetas se
levantarán y engañarán á muchos.
-
Y por haberse multiplicado la
maldad, la caridad de muchos se
resfriará.
-
Mas el que perseverare hasta el
fin, éste será salvo.
-
Y será predicado este evangelio
del reino en todo el mundo, por
testimonio á todos los Gentiles; y
entonces vendrá el fin.
-
Por tanto, cuando viereis la
abominación del asolamiento, que fué
dicha por Daniel profeta, que estará
en el lugar santo, (el que lee,
entienda),
-
Entonces los que están en Judea,
huyan á los montes;
-
Y el que sobre el terrado, no
descienda á tomar algo de su casa;
-
Y el que en el campo, no vuelva
atrás á tomar sus vestidos.
-
Mas ¡ay de las preñadas, y de
las que crían en aquellos días!
-
Orad, pues, que vuestra huída no
sea en invierno ni en sábado;
-
Porque habrá entonces grande
aflicción, cual no fué desde el
principio del mundo hasta ahora, ni
será.
-
Y si aquellos días no fuesen
acortados, ninguna carne sería
salva; mas por causa de los
escogidos, aquellos días serán
acortados.
-
Entonces, si alguno os dijere:
He aquí está el Cristo, ó allí, no
creáis.
-
Porque se levantarán falsos
Cristos, y falsos profetas, y darán
señales grandes y prodigios; de tal
manera que engañarán, si es posible,
aun á los escogidos.
-
He aquí os lo he dicho antes.
-
Así que, si os dijeren: He aquí
en el desierto está; no salgáis: He
aquí en las cámaras; no creáis.
-
Porque como el relámpago que
sale del oriente y se muestra hasta
el occidente, así será también la
venida del Hijo del hombre.
-
Porque donde quiera que
estuviere el cuerpo muerto, allí se
juntarán las águilas.
-
Y luego después de la aflicción
de aquellos días, el sol se
obscurecerá, y la luna no dará su
lumbre, y las estrellas caerán del
cielo, y las virtudes de los cielos
serán conmovidas.
-
Y entonces se mostrará la señal
del Hijo del hombre en el cielo; y
entonces lamentarán todas las tribus
de la tierra, y verán al Hijo del
hombre que vendrá sobre las nubes
del cielo, con grande poder y
gloria.
-
Y enviará sus ángeles con gran
voz de trompeta, y juntarán sus
escogidos de los cuatro vientos, de
un cabo del cielo hasta el otro.
-
De la higuera aprended la
parábola: Cuando ya su rama se
enternece, y las hojas brotan,
sabéis que el verano está cerca.
-
Así también vosotros, cuando
viereis todas estas cosas, sabed que
está cercano, á las puertas.
-
De cierto os digo, que no pasará
esta generación, que todas estas
cosas no acontezcan.
-
El cielo y la tierra pasarán,
mas mis palabras no pasarán.
-
Empero del día y hora nadie
sabe, ni aun los ángeles de los
cielos, sino mi Padre solo.
-
Mas como los días de Noé, así
será la venida del Hijo del hombre.
-
Porque como en los días antes
del diluvio estaban comiendo y
bebiendo, casándose y dando en
casamiento, hasta el día que Noé
entró en el arca,
-
Y no conocieron hasta que vino
el diluvio y llevó á todos, así será
también la venida del Hijo del
hombre.
-
Entonces estarán dos en el
campo; el uno será tomado, y el otro
será dejado:
-
Dos mujeres moliendo á un
molinillo; la una será tomada, y la
otra será dejada.
-
Velad pues, porque no sabéis á
qué hora ha de venir vuestro Señor.
-
Esto empero sabed, que si el
padre de la familia supiese á cuál
vela el ladrón había de venir,
velaría, y no dejaría minar su casa.
-
Por tanto, también vosotros
estad apercibidos; porque el Hijo
del hombre ha de venir á la hora que
no pensáis.
-
¿Quién pues es el siervo fiel y
prudente, al cual puso su señor
sobre su familia para que les dé
alimento á tiempo?
-
Bienaventurado aquel siervo, al
cual, cuando su señor viniere, le
hallare haciendo así.
-
De cierto os digo, que sobre
todos sus bienes le pondrá.
-
Y si aquel siervo malo dijere en
su corazón Mi señor se tarda en
venir:
-
Y comenzare á herir á sus
consiervos, y aun á comer y á beber
con los borrachos;
-
Vendrá el señor de aquel siervo
en el día que no espera, y á la hora
que no sabe,
-
Y le cortará por medio, y pondrá
su parte con los hipócritas: allí
será el lloro y el crujir de
dientes.
-
ENTONCES el reino de los cielos
será semejante á diez vírgenes, que
tomando sus lámparas, salieron á
recibir al esposo.
-
Y las cinco de ellas eran
prudentes, y las cinco fatuas.
-
Las que eran fatuas, tomando sus
lámparas, no tomaron consigo aceite;
-
Mas las prudentes tomaron aceite
en sus vasos, juntamente con sus
lámparas.
-
Y tardándose el esposo,
cabecearon todas, y se durmieron.
-
Y á la media noche fué oído un
clamor: He aquí, el esposo viene;
salid á recibirle.
-
Entonces todas aquellas vírgenes
se levantaron, y aderezaron sus
lámparas.
-
Y las fatuas dijeron á las
prudentes: Dadnos de vuestro aceite;
porque nuestras lámparas se apagan.
-
Mas las prudentes respondieron,
diciendo. Porque no nos falte á
nosotras y á vosotras, id antes á
los que venden, y comprad para
vosotras.
-
Y mientras que ellas iban á
comprar, vino el esposo; y las que
estaban apercibidas, entraron con él
á las bodas; y se cerró la puerta.
-
Y después vinieron también las
otras vírgenes, diciendo: Señor,
Señor, ábrenos.
-
Mas respondiendo él, dijo: De
cierto os digo, que no os conozco.
-
Velad, pues, porque no sabéis el
día ni la hora en que el Hijo del
hombre ha de venir.
-
Porque el reino de los cielos es
como un hombre que partiéndose lejos
llamó á sus siervos, y les entregó
sus bienes.
-
Y á éste dió cinco talentos, y
al otro dos, y al otro uno: á cada
uno conforme á su facultad; y luego
se partió lejos.
-
Y el que había recibido cinco
talentos se fué, y granjeó con
ellos, é hizo otros cinco talentos.
-
Asimismo el que había recibido
dos, ganó también él otros dos.
-
Mas el que había recibido uno,
fué y cavó en la tierra, y escondió
el dinero de su señor.
-
Y después de mucho tiempo, vino
el señor de aquellos siervos, é hizo
cuentas con ellos.
-
Y llegando el que había recibido
cinco talentos, trajo otros cinco
talentos, diciendo: Señor, cinco
talentos me entregaste; he aquí
otros cinco talentos he ganado sobre
ellos.
-
Y su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré: entra
en el gozo de tu señor.
-
Y llegando también el que había
recibido dos talentos, dijo: Señor,
dos talentos me entregaste; he aquí
otros dos talentos he ganado sobre
ellos.
-
Su señor le dijo: Bien, buen
siervo y fiel; sobre poco has sido
fiel, sobre mucho te pondré: entra
en el gozo de tu señor.
-
Y llegando también el que había
recibido un talento, dijo: Señor, te
conocía que eres hombre duro, que
siegas donde no sembraste, y recoges
donde no esparciste;
-
Y tuve miedo, y fuí, y escondí
tu talento en la tierra: he aquí
tienes lo que es tuyo.
-
Y respondiendo su señor, le
dijo: Malo y negligente siervo,
sabías que siego donde no sembré y
que recojo donde no esparcí;
-
Por tanto te convenía dar mi
dinero á los banqueros, y viniendo
yo, hubiera recibido lo que es mío
con usura.
-
Quitadle pues el talento, y
dadlo al que tiene diez talentos.
-
Porque á cualquiera que tuviere,
le será dado, y tendrá más; y al que
no tuviere, aun lo que tiene le será
quitado.
-
Y al siervo inútil echadle en
las tinieblas de afuera: allí será
el lloro y el crujir de dientes.
-
Y cuando el Hijo del hombre
venga en su gloria, y todos los
santos ángeles con él, entonces se
sentará sobre el trono de su gloria.
-
Y serán reunidas delante de él
todas las gentes: y los apartará los
unos de los otros, como aparta el
pastor las ovejas de los cabritos.
-
Y pondrá las ovejas á su
derecha, y los cabritos á la
izquierda.
-
Entonces el Rey dirá á los que
estarán á su derecha: Venid,
benditos de mi Padre, heredad el
reino preparado para vosotros desde
la fundación del mundo.
-
Porque tuve hambre, y me disteis
de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; fuí huésped, y me
recogisteis;
-
Desnudo, y me cubristeis;
enfermo, y me visitasteis; estuve en
la cárcel, y vinisteis á mí.
-
Entonces los justos le
responderán, diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te
sustentamos? ¿ó sediento, y te dimos
de beber?
-
¿Y cuándo te vimos huésped, y te
recogimos? ¿ó desnudo, y te
cubrimos?
-
¿O cuándo te vimos enfermo, ó en
la cárcel, y vinimos á ti?
-
Y respondiendo el Rey, les dirá:
De cierto os digo que en cuanto lo
hicisteis á uno de estos mis
hermanos pequeñitos, á mí lo
hicisteis.
-
Entonces dirá también á los que
estarán á la izquierda: Apartaos de
mí, malditos, al fuego eterno
preparado para el diablo y para sus
ángeles:
-
Porque tuve hambre, y no me
disteis de comer; tuve sed, y no me
disteis de beber;
-
Fuí huésped, y no me
recogisteis; desnudo, y no me
cubristeis; enfermo, y en la cárcel,
y no me visitasteis.
-
Entonces también ellos le
responderán, diciendo: Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, ó
sediento, ó huésped, ó desnudo, ó
enfermo, ó en la cárcel, y no te
servimos?
-
Entonces les responderá,
diciendo: De cierto os digo que en
cuanto no lo hicisteis á uno de
estos pequeñitos, ni á mí lo
hicisteis.
-
E irán éstos al tormento eterno,
y los justos á la vida eterna.
-
Y
ACONTECIÓ que, como hubo
acabado Jesús todas estas palabras,
dijo á sus discípulos:
-
Sabéis que dentro de dos días se
hace la pascua, y el Hijo del hombre
es entregado para ser crucificado.
-
Entonces los príncipes de los
sacerdotes, y los escribas, y los
ancianos del pueblo se juntaron al
patio del pontífice, el cual se
llamaba Caifás;
-
Y tuvieron consejo para prender
por engaño á Jesús, y matarle.
-
Y decían: No en el día de la
fiesta, porque no se haga alboroto
en el pueblo.
-
Y estando Jesús en Bethania, en
casa de Simón el leproso,
-
Vino á él una mujer, teniendo un
vaso de alabastro de unguento de
gran precio, y lo derramó sobre la
cabeza de él, estando sentado á la
mesa.
-
Lo cual viendo sus discípulos,
se enojaron, diciendo: ¿Por qué se
pierde esto?
-
Porque esto se podía vender por
gran precio, y darse á los pobres.
-
Y entendiéndolo Jesús, les dijo:
¿Por qué dais pena á esta mujer?
Pues ha hecho conmigo buena obra.
-
Porque siempre tendréis pobres
con vosotros, mas á mí no siempre me
tendréis.
-
Porque echando este unguento
sobre mi cuerpo, para sepultarme lo
ha hecho.
-
De cierto os digo, que donde
quiera que este evangelio fuere
predicado en todo el mundo, también
será dicho para memoria de ella, lo
que ésta ha hecho.
-
Entonces uno de los doce, que se
llamaba Judas Iscariote, fué á los
príncipes de los sacerdotes,
-
Y les dijo: ¿Qué me queréis dar,
y yo os lo entregaré? Y ellos le
señalaron treinta piezas de plata.
-
Y desde entonces buscaba
oportunidad para entregarle.
-
Y el primer día de la fiesta de
los panes sin levadura, vinieron los
discípulos á Jesús, diciéndole:
¿Dónde quieres que aderecemos para
ti para comer la pascua?
-
Y él dijo: Id á la ciudad á
cierto hombre, y decidle: El Maestro
dice: Mi tiempo está cerca; en tu
casa haré la pascua con mis
discípulos.
-
Y los discípulos hicieron como
Jesús les mandó, y aderezaron la
pascua.
-
Y como fué la tarde del día, se
sentó á la mesa con los doce.
-
Y comiendo ellos, dijo: De
cierto os digo, que uno de vosotros
me ha de entregar.
-
Y entristecidos ellos en gran
manera, comenzó cada uno de ellos á
decirle: ¿Soy yo, Señor?
-
Entonces él respondiendo, dijo:
El que mete la mano conmigo en el
plato, ése me ha de entregar.
-
A la verdad el Hijo del hombre
va, como está escrito de él, mas ¡ay
de aquel hombre por quien el Hijo
del hombre es entregado! bueno le
fuera al tal hombre no haber nacido.
-
Entonces respondiendo Judas, que
le entregaba, dijo. ¿Soy yo,
Maestro? Dícele: Tú lo has dicho.
-
Y comiendo ellos, tomó Jesús el
pan, y bendijo, y lo partió, y dió á
sus discípulos, y dijo: Tomad,
comed. esto es mi cuerpo.
-
Y tomando el vaso, y hechas
gracias, les dió, diciendo: Bebed de
él todos;
-
Porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, la cual es derramada
por muchos para remisión de los
pecados.
-
Y os digo, que desde ahora no
beberé más de este fruto de la vid,
hasta aquel día, cuando lo tengo de
beber nuevo con vosotros en el reino
de mi Padre.
-
Y habiendo cantado el himno,
salieron al monte de las Olivas.
-
Entonces Jesús les dice: Todos
vosotros seréis escandalizados en mí
esta noche; porque escrito está:
Heriré al Pastor, y las ovejas de la
manada serán dispersas.
-
Mas después que haya resucitado,
iré delante de vosotros á Galilea.
-
Y respondiendo Pedro, le dijo:
Aunque todos sean escandalizados en
ti, yo nunca seré escandalizado.
-
Jesús le dice: De cierto te digo
que esta noche, antes que el gallo
cante, me negarás tres veces.
-
Dícele Pedro. Aunque me sea
menester morir contigo, no te
negaré. Y todos los discípulos
dijeron lo mismo.
-
Entonces llegó Jesús con ellos á
la aldea que se llama Gethsemaní, y
dice á sus discípulos: Sentaos aquí,
hasta que vaya allí y ore.
-
Y tomando á Pedro, y á los dos
hijos de Zebedeo, comenzó á
entristecerse y á angustiarse en
gran manera.
-
Entonces Jesús les dice: Mi alma
está muy triste hasta la muerte;
quedaos aquí, y velad conmigo.
-
Y yéndose un poco más adelante,
se postró sobre su rostro, orando, y
diciendo: Padre mío, si es posible,
pase de mí este vaso; empero no como
yo quiero, sino como tú.
-
Y vino á sus discípulos, y los
halló durmiendo, y dijo á Pedro:
¿Así no habéis podido velar conmigo
una hora?
-
Velad y orad, para que no
entréis en tentación: el espíritu á
la verdad está presto, mas la carne
enferma.
-
Otra vez fué, segunda vez, y oró
diciendo. Padre mío, si no puede
este vaso pasar de mí sin que yo lo
beba, hágase tu voluntad.
-
Y vino, y los halló otra vez
durmiendo; porque los ojos de ellos
estaban agravados.
-
Y dejándolos fuése de nuevo, y
oró tercera vez, diciendo las mismas
palabras.
-
Entonces vino á sus discípulos y
díceles: Dormid ya, y descansad: he
aquí ha llegado la hora, y el Hijo
del hombre es entregado en manos de
pecadores.
-
Levantaos, vamos: he aquí ha
llegado el que me ha entregado.
-
Y hablando aún él, he aquí
Judas, uno de los doce, vino, y con
él mucha gente con espadas y con
palos, de parte de los príncipes de
los sacerdotes, y de los ancianos
del pueblo.
-
Y el que le entregaba les había
dado señal, diciendo: Al que yo
besare, aquél es: prendedle.
-
Y luego que llegó á Jesús, dijo:
Salve, Maestro. Y le besó.
-
Y Jesús le dijo: Amigo, ¿á qué
vienes? Entonces llegaron, y echaron
mano á Jesús, y le prendieron.
-
Y he aquí, uno de los que
estaban con Jesús, extendiendo la
mano, sacó su espada, é hiriendo á
un siervo del pontífice, le quitó la
oreja.
-
Entonces Jesús le dice: Vuelve
tu espada á su lugar; porque todos
los que tomaren espada, á espada
perecerán.
-
¿Acaso piensas que no puedo
ahora orar á mi Padre, y él me daría
más de doce legiones de ángeles?
-
¿Cómo, pues, se cumplirían las
Escrituras, que así conviene que sea
hecho?
-
En aquella hora dijo Jesús á las
gentes: ¿Como á ladrón habéis salido
con espadas y con palos á prenderme?
Cada día me sentaba con vosotros
enseñando en el templo, y no me
prendisteis.
-
Mas todo esto se hace, para que
se cumplan las Escrituras de los
profetas. Entonces todos los
discípulos huyeron, dejándole.
-
Y ellos, prendido Jesús, le
llevaron á Caifás pontífice, donde
los escribas y los ancianos estaban
juntos.
-
Mas Pedro le seguía de lejos
hasta el patio del pontífice; y
entrando dentro, estábase sentado
con los criados, para ver el fin.
-
Y los príncipes de los
sacerdotes, y los ancianos, y todo
el consejo, buscaban falso
testimonio contra Jesús, para
entregale á la muerte;
-
Y no lo hallaron, aunque muchos
testigos falsos se llegaban; mas á
la postre vinieron dos testigos
falsos,
-
Que dijeron: Este dijo: Puedo
derribar el templo de Dios, y en
tres días reedificarlo.
-
Y levantándose el pontífice, le
dijo: ¿No respondes nada? ¿qué
testifican éstos contra ti?
-
Mas Jesús callaba. Respondiendo
el pontífice, le dijo: Te conjuro
por el Dios viviente, que nos digas
si eres tú el Cristo, Hijo de Dios.
-
Jesús le dijo: Tú lo has dicho:
y aun os digo, que desde ahora
habéis de ver al Hijo de los hombres
sentado á la diestra de la potencia
de Dios, y que viene en las nubes
del cielo.
-
Entonces el pontífice rasgó sus
vestidos, diciendo: Blasfemado ha:
¿qué más necesidad tenemos de
testigos? He aquí, ahora habéis oído
su blasfemia.
-
¿Qué os parece? Y respondiendo
ellos, dijeron: Culpado es de
muerte.
-
Entonces le escupieron en el
rostro, y le dieron de bofetadas; y
otros le herían con mojicones,
-
Diciendo: Profetízanos tú,
Cristo, quién es el que te ha
herido.
-
Y Pedro estaba sentado fuera en
el patio: y se llegó á él una
criada, diciendo: Y tú con Jesús el
Galileo estabas.
-
Mas él negó delante de todos,
diciendo: No sé lo que dices.
-
Y saliendo él á la puerta, le
vió otra, y dijo á los que estaban
allí: También éste estaba con Jesús
Nazareno.
-
Y nego otra vez con juramento:
No conozco al hombre.
-
Y un poco después llegaron los
que estaban por allí, y dijeron á
Pedro: Verdaderamente también tú
eres de ellos, porque aun tu habla
te hace manifiesto.
-
Entonces comienzó á hacer
imprecaciones, y á jurar, diciendo:
No conozco al hombre. Y el gallo
cantó luego.
-
Y se acordó Pedro de las
palabras de Jesús, que le dijo:
Antes que cante el gallo, me negarás
tres veces. Y saliéndose fuera,
lloró amargamente.
-
Y VENIDA la mañana, entraron en
consejo todos los príncipes de los
sacerdotes, y los ancianos del
pueblo, contra Jesús, para
entregarle á muerte.
-
Y le llevaron atado, y le
entregaron á Poncio Pilato
presidente.
-
Entonces Judas, el que le había
entregado, viendo que era condenado,
volvió arrepentido las treinta
piezas de plata á los príncipes de
los sacerdotes y á los ancianos,
-
Diciendo: Yo he pecado
entregando la sangre inocente. Mas
ellos dijeron: ¿Qué se nos da á
nosotros? Viéras lo tú.
-
Y arrojando las piezas de plata
en el templo, partióse; y fué, y se
ahorcó.
-
Y los príncipes de los
sacerdotes, tomando las piezas de
plata, dijeron: No es lícito
echarlas en el tesoro de los dones,
porque es precio de sangre.
-
Mas habido consejo, compraron
con ellas el campo del alfarero, por
sepultura para los extranjeros.
-
Por lo cual fué llamado aquel
campo, Campo de sangre, hasta el día
de hoy.
-
Entonces se cumplió lo que fué
dicho por el profeta Jeremías, que
dijo: Y tomaron las treinta piezas
de plata, precio del apreciado, que
fué apreciado por los hijos de
Israel;
-
Y las dieron para el campo del
alfarero, como me ordenó el Señor.
-
Y Jesús estuvo delante del
presidente; y el presidente le
preguntó, diciendo: ¿Eres tú el Rey
de los judíos? Y Jesús le dijo: Tú
lo dices.
-
Y siendo acusado por los
príncipes de los sacerdotes, y por
los ancianos, nada respondió.
-
Pilato entonces le dice: ¿No
oyes cuántas cosas testifican contra
tí?
-
Y no le respondió ni una
palabra; de tal manera que el
presidente se maravillaba mucho,
-
Y en el día de la fiesta
acostumbraba el presidente soltar al
pueblo un preso, cual quisiesen.
-
Y tenían entonces un preso
famoso que se llamaba Barrabás.
-
Y juntos ellos, les dijo Pilato;
¿Cuál queréis que os suelte? ¿á
Barrabás ó á Jesús que se dice el
Cristo?
-
Porque sabía que por envidia le
habían entregado.
-
Y estando él sentado en el
tribunal, su mujer envió á él,
diciendo: No tengas que ver con
aquel justo; porque hoy he padecido
muchas cosas en sueños por causa de
él.
-
Mas los príncipes de los
sacerdotes y los ancianos,
persuadieron al pueblo que pidiese á
Barrabás, y á Jesús matase.
-
Y respondiendo el presidente les
dijo: ¿Cuál de los dos queréis que
os suelte? Y ellos dijeron: á
Barrabás.
-
Pilato les dijo: ¿Qué pues haré
de Jesús que se dice el Cristo?
Dícenle todos: Sea crucificado.
-
Y el presidente les dijo: Pues
¿qué mal ha hecho? Mas ellos
gritaban más, diciendo: Sea
crucificado.
-
Y viendo Pilato que nada
adelantaba, antes se hacía más
alboroto, tomando agua se lavó las
manos delante del pueblo, diciendo:
Inocente soy yo de la sangre de este
justo veréis lo vosotros.
-
Y respondiendo todo el pueblo,
dijo: Su sangre sea sobre nosotros,
y sobre nuestros hijos.
-
Entonces les soltó á Barrabás: y
habiendo azotado á Jesús, le entregó
para ser crucificado.
-
Entonces los soldados del
presidente llevaron á Jesús al
pretorio, y juntaron á él toda la
cuadrilla;
-
Y desnudándole, le echaron
encima un manto de grana;
-
Y pusieron sobre su cabeza una
corona tejida de espinas, y una caña
en su mano derecha; é hincando la
rodilla delante de él, le burlaban,
diciendo: ¡Salve, Rey de los Judíos!
-
Y escupiendo en él, tomaron la
caña, y le herían en la cabeza.
-
Y después que le hubieron
escarnecido, le desnudaron el manto,
y le vistieron de sus vestidos, y le
llevaron para crucificarle.
-
Y saliendo, hallaron á un
Cireneo, que se llamaba Simón: á
éste cargaron para que llevase su
cruz.
-
Y como llegaron al lugar que se
llamaba Gólgotha, que es dicho, El
lugar de la calavera,
-
Le dieron á beber vinagre
mezclado con hiel: y gustando, no
quiso beber lo
-
Y después que le hubieron
crucificado, repartieron sus
vestidos, echando suertes: para que
se cumpliese lo que fué dicho por el
profeta: Se repartieron mis
vestidos, y sobre mi ropa echaron
suertes.
-
Y sentados le guardaban allí.
-
Y pusieron sobre su cabeza su
causa escrita: ESTE ES JESUS EL REY
DE LOS JUDIOS.
-
Entonces crucificaron con él dos
ladrones, uno á la derecha, y otro á
la izquierda.
-
Y los que pasaban, le decían
injurias, meneando sus cabezas,
-
Y diciendo: Tú, el que derribas
el templo, y en tres días lo
reedificas, sálvate á ti mismo: si
eres Hijo de Dios, desciende de la
cruz.
-
De esta manera también los
príncipes de los sacerdotes,
escarneciendo con los escribas y los
Fariseos y los ancianos, decían:
-
á otros salvó, á sí mismo no
puede salvar: si es el Rey de
Israel, descienda ahora de la cruz,
y creeremos en él.
-
Confió en Dios: líbrele ahora si
le quiere: porque ha dicho: Soy Hijo
de Dios.
-
Lo mismo también le zaherían los
ladrones que estaban crucificados
con él.
-
Y desde la hora de sexta fueron
tinieblas sobre toda la tierra hasta
la hora de nona.
-
Y cerca de la hora de nona,
Jesús exclamó con grande voz,
diciendo: Eli, Eli, ¿lama
sabachtani? Esto es: Dios mío, Dios
mío, ¿por qué me has desamparado?
-
Y algunos de los que estaban
allí, oyéndolo, decían: A Elías
llama éste.
-
Y luego, corriendo uno de ellos,
tomó una esponja, y la hinchió de
vinagre, y poniéndola en una caña,
dábale de beber.
-
Y los otros decían: Deja, veamos
si viene Elías á librarle.
-
Mas Jesús, habiendo otra vez
exclamado con grande voz, dió el
espíritu.
-
Y he aquí, el velo del templo se
rompió en dos, de alto á bajo: y la
tierra tembló, y las piedras se
hendieron;
-
Y abriéronse los sepulcros, y
muchos cuerpos de santos que habían
dormido, se levantaron;
-
Y salidos de los sepulcros,
después de su resurrección, vinieron
á la santa ciudad, y aparecieron á
muchos.
-
Y el centurión, y los que
estaban con él guardando á Jesús,
visto el terremoto, y las cosas que
habían sido hechas, temieron en gran
manera, diciendo: Verdaderamente
Hijo de Dios era éste.
-
Y estaban allí muchas mujeres
mirando de lejos, las cuales habían
seguido de Galilea á Jesús,
sirviéndole:
-
Entre las cuales estaban María
Magdalena, y María la madre de
Jacobo y de José, y la madre de los
hijos de Zebedeo.
-
Y como
fue la tarde del día,
vino un hombre rico de Arimatea,
llamado José, el cual también había
sido discípulo de Jesús.
-
Este llegó á Pilato, y pidió el
cuerpo de Jesús: entonces Pilato
mandó que se le diese el cuerpo.
-
Y tomando José el cuerpo, lo
envolvió en una sábana limpia,
-
Y lo puso en su sepulcro nuevo,
que había labrado en la peña: y
revuelta una grande piedra á la
puerta del sepulcro, se fue.
-
Y estaban allí María Magdalena,
y la otra María, sentadas delante
del sepulcro.
-
Y el siguiente día, que es
después de la preparación, se
juntaron los príncipes de los
sacerdotes y los Fariseos á Pilato,
-
Diciendo: Señor, nos acordamos
que aquel engañador dijo, viviendo
aún: Después de tres días
resucitaré.
-
Manda, pues, que se asegure el
sepulcro hasta el día tercero;
porque no vengan sus discípulos de
noche, y le hurten, y digan al
pueblo: Resucitó de los muertos. Y
será el postrer error peor que el
primero.
-
Y Pilato les dijo: Tenéis una
guardia: id, aseguradlo como sabéis.
-
Y yendo ellos, aseguraron el
sepulcro, sellando la piedra, con la
guardia.
-
Y LA víspera de sábado, que
amanece para el primer día de la
semana, vino María Magdalena, y la
otra María, á ver el sepulcro.
-
Y he aquí,
fue hecho un gran
terremoto: porque el ángel del
Señor, descendiendo del cielo y
llegando, había revuelto la piedra,
y estaba sentado sobre ella.
-
Y su aspecto era como un
relámpago, y su vestido blanco como
la nieve.
-
Y de miedo de él los guardas se
asombraron, y fueron vueltos como
muertos.
-
Y respondiendo el ángel, dijo á
las mujeres: No temáis vosotras;
porque yo sé que buscáis á Jesús,
que fue crucificado.
-
No está aquí; porque ha
resucitado, como dijo. Venid, ved el
lugar donde fue puesto el Señor.
-
E id presto, decid á sus
discípulos que ha resucitado de los
muertos: y he aquí va delante de
vosotros á Galilea; allí le veréis;
he aquí, os lo he dicho.
-
Entonces ellas, saliendo del
sepulcro con temor y gran gozo,
fueron corriendo á dar las nuevas á
sus discípulos. Y mientras iban á
dar las nuevas á sus discípulos,
-
He aquí, Jesús les sale al
encuentro, diciendo: Salve. Y ellas
se llegaron y abrazaron sus pies, y
le adoraron.
-
Entonces Jesús les dice: No
temáis: id, dad las nuevas á mis
hermanos, para que vayan á Galilea,
y allí me verán.
-
Y yendo ellas, he aquí unos de
la guardia vinieron á la ciudad, y
dieron aviso á los príncipes de los
sacerdotes de todas las cosas que
habían acontecido.
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Y juntados con los ancianos, y
habido consejo, dieron mucho dinero
á los soldados,
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Diciendo: Decid: Sus discípulos
vinieron de noche, y le hurtaron,
durmiendo nosotros.
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Y si esto fuere oído del
presidente, nosotros le
persuadiremos, y os haremos seguros.
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Y ellos, tomando el dinero,
hicieron como estaban instruídos: y
este dicho fué divulgado entre los
Judíos hasta el día de hoy.
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Mas los once discípulos se
fueron á Galilea, al monte donde
Jesús les había ordenado.
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Y como le vieron, le adoraron:
mas algunos dudaban.
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Y llegando Jesús, les habló,
diciendo: Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra.
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Por tanto, id, y doctrinad á
todos los Gentiles, bautizándolos en
el nombre del Padre, y del Hijo, y
del Espíritu Santo:
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Enseñándoles que guarden todas
las cosas que os he mandado: y he
aquí, yo estoy con vosotros todos
los días, hasta el fin del mundo.
Amén.
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