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-
PRINCIPIO del evangelio de
Jesucristo, Hijo de Dios.
-
Como
está escrito en Isaías el profeta:
He aquí yo envío á mi mensajero
delante de tu faz, Que apareje tu
camino delante de ti.
-
Voz del
que clama en el desierto: Aparejad
el camino del Señor; Enderezad sus
veredas.
-
Bautizaba Juan en el desierto, y
predicaba el bautismo del
arrepentimiento para remisión de
pecados.
-
Y salía
á él toda la provincia de Judea, y
los de Jerusalem; y eran todos,
bautizados por él en el río de
Jordán, confesando sus pecados.
-
Y Juan
andaba vestido de pelos de camello,
y con un cinto de cuero alrededor de
sus lomos; y comía langostas y miel
silvestre.
-
Y
predicaba, diciendo: Viene tras mí
el que es más poderoso que yo, al
cual no soy digno de desatar
encorvado la correa de sus zapatos.
-
Yo á la
verdad os he bautizado con agua; mas
él os bautizará con Espíritu Santo.
-
Y
aconteció en aquellos días, que
Jesús vino de Nazaret de Galilea, y
fué bautizado por Juan en el Jordán.
-
Y luego,
subiendo del agua, vió abrirse los
cielos, y al Espíritu como paloma,
que descendía sobre él.
-
Y hubo
una voz de los cielos que decía: Tú
eres mi Hijo amado; en ti tomo
contentamiento.
-
Y luego
el Espíritu le impele al desierto.
-
Y estuvo
allí en el desierto cuarenta días, y
era tentado de Satanás; y estaba con
las fieras; y los ángeles le
servían.
-
Mas
después que Juan fué encarcelado,
Jesús vino á Galilea predicando el
evangelio del reino de Dios,
-
Y
diciendo: El tiempo es cumplido, y
el reino de Dios está cerca:
arrepentíos, y creed al evangelio.
-
Y
pasando junto á la mar de Galilea,
vió á Simón, y á Andrés su hermano,
que echaban la red en la mar; porque
eran pescadores.
-
Y les
dijo Jesús: Venid en pos de mí, y
haré que seáis pescadores de
hombres.
-
Y luego,
dejadas sus redes, le siguieron.
-
Y
pasando de allí un poco más
adelante, vió á Jacobo, hijo de
Zebedeo, y á Juan su hermano,
también ellos en el navío, que
aderezaban las redes.
-
Y luego
los llamó: y dejando á su padre
Zebedeo en el barco con los
jornaleros, fueron en pos de él.
-
Y
entraron en Capernaum; y luego los
sábados, entrando en la sinagoga,
enseñaba.
-
Y se
admiraban de su doctrina; porque les
enseñaba como quien tiene potestad,
y no como los escribas.
-
Y había
en la sinagoga de ellos un hombre
con espíritu inmundo, el cual dió
voces,
-
Diciendo: ¡Ah! ¿qué tienes con
nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has
venido á destruirnos? Sé quién eres,
el Santo de Dios.
-
Y Jesús
le riñó, diciendo: Enmudece, y sal
de él.
-
Y el
espíritu inmundo, haciéndole
pedazos, y clamando á gran voz,
salió de él.
-
Y todos
se maravillaron, de tal manera que
inquirían entre sí, diciendo: ¿Qué
es esto? ¿Qué nueva doctrina es
ésta, que con potestad aun á los
espíritus inmundos manda, y le
obedecen?
-
Y vino
luego su fama por toda la provincia
alrededor de Galilea.
-
Y luego
saliendo de la sinagoga, vinieron á
casa de Simón y de Andrés, con
Jacobo y Juan.
-
Y la
suegra de Simón estaba acostada con
calentura; y le hablaron luego de
ella.
-
Entonces
llegando él, la tomó de su mano y la
levantó; y luego la dejó la
calentura, y les servía.
-
Y cuando
fué la tarde, luego que el sol se
puso, traían á él todos los que
tenían mal, y endemoniados;
-
Y toda
la ciudad se juntó á la puerta.
-
Y sanó á
muchos que estaban enfermos de
diversas enfermedades, y echó fuera
muchos demonios; y no dejaba decir á
los demonios que le conocían.
-
Y
levantándose muy de mañana, aun muy
de noche, salió y se fué á un lugar
desierto, y allí oraba.
-
Y le
siguió Simón, y los que estaban con
él;
-
Y
hallándole, le dicen: Todos te
buscan.
-
Y les
dice: Vamos á los lugares vecinos,
para que predique también allí;
porque para esto he venido.
-
Y
predicaba en las sinagogas de ellos
en toda Galilea, y echaba fuera los
demonios.
-
Y un
leproso vino á él, rogándole; é
hincada la rodilla, le dice: Si
quieres, puedes limpiarme.
-
Y Jesús,
teniendo misericordia de él,
extendió su mano, y le tocó, y le
dice: Quiero, sé limpio.
-
Y así
que hubo él hablado, la lepra se fué
luego de aquél, y fué limpio.
-
Entonces
le apercibió, y despidióle luego,
-
Y le
dice: Mira, no digas á nadie nada;
sino ve, muéstrate al sacerdote, y
ofrece por tu limpieza lo que Moisés
mandó, para testimonio á ellos.
-
Mas él
salido, comenzó á publicarlo mucho,
y á divulgar el hecho, de manera que
ya Jesús no podía entrar
manifiestamente en la ciudad, sino
que estaba fuera en los lugares
desiertos; y venían á él de todas
partes.
-
Y ENTRÓ
otra vez en Capernaum después de
algunos días, y se oyó que estaba en
casa.
-
Y luego
se juntaron á él muchos, que ya no
cabían ni aun á la puerta; y les
predicaba la palabra.
-
Entonces
vinieron á él unos trayendo un
paralítico, que era traído por
cuatro.
-
Y como
no podían llegar á él á causa del
gentío, descubrieron el techo de
donde estaba, y haciendo abertura,
bajaron el lecho en que yacía el
paralítico.
-
Y viendo
Jesús la fe de ellos, dice al
paralítico: Hijo, tus pecados te son
perdonados.
-
Y
estaban allí sentados algunos de los
escribas, los cuales pensando en sus
corazones,
-
Decían:
¿Por qué habla éste así? Blasfemias
dice. ¿Quién puede perdonar pecados,
sino solo Dios?
-
Y
conociendo luego Jesús en su
espíritu que pensaban así dentro de
sí mismos, les dijo: ¿Por qué
pensáis estas cosas en vuestros
corazones?
-
¿Qué es
más fácil, decir al paralítico: Tus
pecados te son perdonados, ó
decirle: Levántate, y toma tu lecho
y anda?
-
Pues
para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra
de perdonar los pecados, (dice al
paralítico):
-
A ti te
digo: Levántate, y toma tu lecho, y
vete á tu casa.
-
Entonces
él se levantó luego, y tomando su
lecho, se salió delante de todos, de
manera que todos se asombraron, y
glorificaron á Dios, diciendo: Nunca
tal hemos visto.
-
Y volvió
á salir á la mar, y toda la gente
venía á él, y los enseñaba.
-
Y
pasando, vió á Leví, hijo de Alfeo,
sentado al banco de los públicos
tributos, y le dice: Sígueme. Y
levantándose le siguió.
-
Y
aconteció que estando Jesús á la
mesa en casa de él, muchos
publicanos y pecadores estaban
también á la mesa juntamente con
Jesús y con sus discípulos: porque
había muchos, y le habían seguido.
-
Y los
escribas y los Fariseos, viéndole
comer con los publicanos y con los
pecadores, dijeron á sus discípulos:
¿Qué es esto, que él come y bebe con
los publicanos y con los pecadores?
-
Y
oyéndolo Jesús, les dice: Los sanos
no tienen necesidad de médico, mas
los que tienen mal. No he venido á
llamar á los justos, sino á los
pecadores.
-
Y los
discípulos de Juan, y de los
Fariseos ayunaban; y vienen, y le
dicen: ¿Por qué los discípulos de
Juan y los de los Fariseos ayunan, y
tus discípulos no ayunan?
-
Y Jesús
les dice: ¿Pueden ayunar los que
están de bodas, cuando el esposo
está con ellos? Entre tanto que
tienen consigo al esposo no pueden
ayunar.
-
Mas
vendrán días, cuando el esposo les
será quitado, y entonces en aquellos
días ayunarán.
-
Nadie
echa remiendo de paño recio en
vestido viejo; de otra manera el
mismo remiendo nuevo tira del viejo,
y la rotura se hace peor.
-
Ni nadie
echa vino nuevo en odres viejos; de
otra manera, el vino nuevo rompe los
odres, y se derrama el vino, y los
odres se pierden; mas el vino nuevo
en odres nuevos se ha de echar.
-
Y
aconteció que pasando él por los
sembrados en sábado, sus discípulos
andando comenzaron á arrancar
espigas.
-
Entonces
los Fariseos le dijeron: He aquí,
¿por qué hacen en sábado lo que no
es lícito?
-
Y él les
dijo: ¿Nunca leísteis qué hizo David
cuando tuvo necesidad, y tuvo
hambre, él y los que con él estaban:
-
Cómo
entró en la casa de Dios, siendo
Abiathar sumo pontífice, y comió los
panes de la proposición, de los
cuales no es lícito comer sino á los
sacerdotes, y aun dió á los que con
él estaban?
-
También
les dijo: El sábado por causa del
hombre es hecho; no el hombre por
causa del sábado.
-
Así que
el Hijo del hombre es Señor aun del
sábado.
-
Y OTRA
vez entró en la sinagoga; y había
allí un hombre que tenía una mano
seca.
-
Y le
acechaban si en sábado le sanaría,
para acusarle.
-
Entonces
dijo al hombre que tenía la mano
seca: Levántate en medio.
-
Y les
dice: ¿Es lícito hacer bien en
sábado, ó hacer mal? ¿salvar la
vida, ó quitarla? Mas ellos
callaban.
-
Y
mirándolos alrededor con enojo,
condoleciéndose de la ceguedad de su
corazón, dice al hombre: Extiende tu
mano. Y la extendió, y su mano fué
restituída sana.
-
Entonces
saliendo los Fariseos, tomaron
consejo con los Herodianos contra
él, para matarle.
-
Mas
Jesús se apartó á la mar con sus
discípulos: y le siguió gran
multitud de Galilea, y de Judea.
-
Y de
Jerusalem, y de Idumea, y de la otra
parte del Jordán. Y los de alrededor
de Tiro y de Sidón, grande multitud,
oyendo cuán grandes cosas hacía,
vinieron á él.
-
Y dijo á
sus discípulos que le estuviese
siempre apercibida la barquilla, por
causa del gentío, para que no le
oprimiesen.
-
Porque
había sanado á muchos; de manera que
caían sobre él cuantos tenían
plagas, por tocarle.
-
Y los
espíritus inmundos, al verle, se
postraban delante de él, y daban
voces, diciendo: Tú eres el Hijo de
Dios.
-
Mas él
les reñía mucho que no le
manifestasen.
-
Y subió
al monte, y llamó á sí á los que él
quiso; y vinieron á él.
-
Y
estableció doce, para que estuviesen
con él, y para enviarlos á predicar.
-
Y que
tuviesen potestad de sanar
enfermedades, y de echar fuera
demonios:
-
A Simón,
al cual puso por nombre Pedro;
-
Y á
Jacobo, hijo de Zebedeo, y á Juan
hermano de Jacobo; y les apellidó
Boanerges, que es, Hijos del trueno;
-
Y á
Andrés, y á Felipe, y á Bartolomé, y
á Mateo, y á Tomas, y á Jacobo hijo
de Alfeo, y á Tadeo, y á Simón el
Cananita,
-
Y á
Judas Iscariote, el que le entregó.
Y vinieron á casa.
-
Y
agolpóse de nuevo la gente, de modo
que ellos ni aun podían comer pan.
-
Y como
lo oyeron los suyos, vinieron para
prenderle: porque decían: Está fuera
de sí.
-
Y los
escribas que habían venido de
Jerusalem, decían que tenía á
Beelzebub, y que por el príncipe de
los demonios echaba fuera los
demonios.
-
Y
habiéndolos llamado, les decía en
parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar
fuera á Satanás?
-
Y si
algún reino contra sí mismo fuere
dividido, no puede permanecer el tal
reino.
-
Y si
alguna casa fuere dividida contra sí
misma, no puede permanecer la tal
casa.
-
Y si
Satanás se levantare contra sí
mismo, y fuere dividido, no puede
permanecer; antes tiene fin.
-
Nadie
puede saquear las alhajas del
valiente entrando en su casa, si
antes no atare al valiente y
entonces saqueará su casa.
-
De
cierto os digo que todos los pecados
serán perdonados á los hijos de los
hombres, y las blasfemias
cualesquiera con que blasfemaren;
-
Mas
cualquiera que blasfemare contra el
Espíritu Santo, no tiene jamás
perdón, mas está expuesto á eterno
juicio.
-
Porque
decían: Tiene espíritu inmundo.
-
Vienen
después sus hermanos y su madre, y
estando fuera, enviaron á él
llamándole.
-
Y la
gente estaba sentada alrededor de
él, y le dijeron: He aquí, tu madre
y tus hermanos te buscan fuera.
-
Y él les
respondió, diciendo: ¿Quién es mi
madre y mis hermanos?
-
Y
mirando á los que estaban sentados
alrededor de él, dijo: He aquí mi
madre y hermanos.
-
Porque
cualquiera que hiciere la voluntad
de Dios, éste es mi hermano, y mi
hermana, y mi madre.
-
Y OTRA
vez comenzó á enseñar junto á la
mar, y se juntó á él mucha gente;
tanto, que entrándose él en un
barco, se sentó en la mar: y toda la
gente estaba en tierra junto á la
mar.
-
Y les
enseñaba por parábolas muchas cosas,
y les decía en su doctrina:
-
Oid: He
aquí, el sembrador salió á sembrar.
-
Y
aconteció sembrando, que una parte
cayó junto al camino; y vinieron las
aves del cielo, y la tragaron.
-
Y otra
parte cayó en pedregales, donde no
tenía mucha tierra; y luego salió,
porque no tenía la tierra profunda:
-
Mas
salido el sol, se quemó; y por
cuanto no tenía raíz, se secó.
-
Y otra
parte cayó en espinas; y subieron
las espinas, y la ahogaron, y no dió
fruto.
-
Y otra
parte cayó en buena tierra, y dió
fruto, que subió y creció: y llevó
uno á treinta, y otro á sesenta, y
otro á ciento.
-
Entonces
les dijo: El que tiene oídos para
oir, oiga.
-
Y cuando
estuvo solo, le preguntaron los que
estaban cerca de él con los doce,
sobre la parábola.
-
Y les
dijo: A vosotros es dado saber el
misterio del reino de Dios; mas á
los que están fuera, por parábolas
todas las cosas;
-
Para que
viendo, vean y no echen de ver; y
oyendo, oigan y no entiendan: porque
no se conviertan, y les sean
perdonados los pecados.
-
Y les
dijo: ¿No sabéis esta parábola?
¿Cómo, pues, entenderéis todas las
parábolas?
-
El que
siembra es el que siembra la
palabra.
-
Y éstos
son los de junto al camino: en los
que la palabra es sembrada: mas
después que la oyeron, luego viene
Satanás, y quita la palabra que fué
sembrada en sus corazones.
-
Y
asimismo éstos son los que son
sembrados en pedregales: los que
cuando han oído la palabra, luego la
toman con gozo;
-
Mas no
tienen raíz en sí, antes son
temporales, que en levantándose la
tribulación ó la persecución por
causa de la palabra, luego se
escandalizan.
-
Y éstos
son los que son sembrados entre
espinas: los que oyen la palabra;
-
Mas los
cuidados de este siglo, y el engaño
de las riquezas, y las codicias que
hay en las otras cosas, entrando,
ahogan la palabra, y se hace
infructuosa.
-
Y éstos
son los que fueron sembrados en
buena tierra: los que oyen la
palabra, y la reciben, y hacen
fruto, uno á treinta, otro á
sesenta, y otro á ciento.
-
También
les dijo: ¿Tráese la antorcha para
ser puesta debajo del almud, ó
debajo de la cama? ¿No es para ser
puesta en el candelero?
-
Porque
no hay nada oculto que no haya de
ser manifestado, ni secreto que no
haya de descubrirse.
-
Si
alguno tiene oídos para oir, oiga.
-
Les dijo
también: Mirad lo que oís: con la
medida que medís, os medirán otros,
y será añadido á vosotros los que
oís.
-
Porque
al que tiene, le será dado; y al que
no tiene, aun lo que tiene le será
quitado.
-
Decía
más: Así es el reino de Dios, como
si un hombre echa simiente en la
tierra;
-
Y
duerme, y se levanta de noche y de
día, y la simiente brota y crece
como él no sabe.
-
Porque
de suyo fructifica la tierra,
primero hierba, luego espiga,
después grano lleno en la espiga;
-
Y cuando
el fruto fuere producido, luego se
mete la hoz, porque la siega es
llegada.
-
Y decía:
¿A qué haremos semejante el reino de
Dios? ¿ó con qué parábola le
compararemos?
-
Es como
el grano de mostaza, que, cuando se
siembra en tierra, es la más pequeña
de todas las simientes que hay en la
tierra;
-
Mas
después de sembrado, sube, y se hace
la mayor de todas las legumbres, y
echa grandes ramas, de tal manera
que las aves del cielo puedan morar
bajo su sombra.
-
Y con
muchas tales parábolas les hablaba
la palabra, conforme á lo que podían
oir.
-
Y sin
parábola no les hablaba; mas á sus
discípulos en particular declaraba
todo.
-
Y les
dijo aquel día cuando fué tarde:
Pasemos de la otra parte.
-
Y
despachando la multitud, le tomaron
como estaba, en el barco; y había
también con él otros barquitos.
-
Y se
levantó una grande tempestad de
viento, y echaba las olas en el
barco, de tal manera que ya se
henchía.
-
Y él
estaba en la popa, durmiendo sobre
un cabezal, y le despertaron, y le
dicen: ¿Maestro, no tienes cuidado
que perecemos?
-
Y
levantándose, increpó al viento, y
dijo á la mar: Calla, enmudece. Y
cesó el viento, y fué hecha grande
bonanza.
-
Y á
ellos dijo: ¿Por qué estáis así
amedrentados? ¿Cómo no tenéis fe?
-
Y
temieron con gran temor, y decían el
uno al otro. ¿Quién es éste, que aun
el viento y la mar le obedecen?
-
Y
VINIERON de la otra parte de la mar
á la provincia de los Gadarenos.
-
Y salido
él del barco, luego le salió al
encuentro, de los sepulcros, un
hombre con un espíritu inmundo,
-
Que
tenía domicilio en los sepulcros, y
ni aun con cadenas le podía alguien
atar;
-
Porque
muchas veces había sido atado con
grillos y cadenas, mas las cadenas
habían sido hechas pedazos por él, y
los grillos desmenuzados; y nadie le
podía domar.
-
Y
siempre, de día y de noche, andaba
dando voces en los montes y en los
sepulcros, é hiriéndose con las
piedras.
-
Y como
vió á Jesús de lejos, corrió, y le
adoró.
-
Y
clamando á gran voz, dijo: ¿Qué
tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios
Altísimo? Te conjuro por Dios que no
me atormentes.
-
Porque
le decía: Sal de este hombre,
espíritu inmundo.
-
Y le
preguntó: ¿Cómo te llamas? Y
respondió diciendo: Legión me llamo;
porque somos muchos.
-
Y le
rogaba mucho que no le enviase fuera
de aquella provincia.
-
Y estaba
allí cerca del monte una grande
manada de puercos paciendo.
-
Y le
rogaron todos los demonios,
diciendo: Envíanos á los puercos
para que entremos en ellos.
-
Y luego
Jesús se lo permitió. Y saliendo
aquellos espíritus inmundos,
entraron en los puercos, y la manada
cayó por un despeñadero en la mar;
los cuales eran como dos mil; y en
la mar se ahogaron.
-
Y los
que apacentaban los puercos huyeron,
y dieron aviso en la ciudad y en los
campos. Y salieron para ver qué era
aquello que había acontecido.
-
Y vienen
á Jesús, y ven al que había sido
atormentado del demonio, y que había
tenido la legión, sentado y vestido,
y en su juicio cabal; y tuvieron
miedo.
-
Y les
contaron los que lo habían visto,
cómo había acontecido al que había
tenido el demonio, y lo de los
puercos.
-
Y
comenzaron á rogarle que se fuese de
los términos de ellos.
-
Y
entrando él en el barco, le rogaba
el que había sido fatigado del
demonio, para estar con él.
-
Mas
Jesús no le permitió, sino le dijo:
Vete á tu casa, á los tuyos, y
cuéntales cuán grandes cosas el
Señor ha hecho contigo, y cómo ha
tenido misericordia de ti.
-
Y se fué,
y comenzó á publicar en Decápolis
cuan grandes cosas Jesús había hecho
con él: y todos se maravillaban.
-
Y
pasando otra vez Jesús en un barco á
la otra parte, se juntó á él gran
compañía; y estaba junto á la mar.
-
Y vino
uno de los príncipes de la sinagoga,
llamado Jairo; y luego que le vió,
se postró á sus pies,
-
Y le
rogaba mucho, diciendo: Mi hija está
á la muerte: ven y pondrás las manos
sobre ella para que sea salva, y
vivirá.
-
Y fué
con él, y le seguía gran compañía, y
le apretaban.
-
Y una
mujer que estaba con flujo de sangre
doce años hacía,
-
Y había
sufrido mucho de muchos médicos, y
había gastado todo lo que tenía, y
nada había aprovechado, antes le iba
peor,
-
Como oyó
hablar de Jesús, llegó por detrás
entre la compañía, y tocó su
vestido.
-
Porque
decía: Si tocare tan solamente su
vestido, seré salva.
-
Y luego
la fuente de su sangre se secó; y
sintió en el cuerpo que estaba sana
de aquel azote.
-
Y luego
Jesús, conociendo en sí mismo la
virtud que había salido de él,
volviéndose á la compañía, dijo:
¿Quién ha tocado mis vestidos?
-
Y le
dijeron sus discípulos: Ves que la
multitud te aprieta, y dices: ¿Quién
me ha tocado?
-
Y él
miraba alrededor para ver á la que
había hecho esto.
-
Entonces
la mujer, temiendo y temblando,
sabiendo lo que en sí había sido
hecho, vino y se postró delante de
él, y le dijo toda la verdad.
-
Y él le
dijo: Hija, tu fe te ha hecho salva:
ve en paz, y queda sana de tu azote.
-
Hablando
aún él, vinieron de casa del
príncipe de la sinagoga, diciendo:
Tu hija es muerta; ¿para qué fatigas
más al Maestro?
-
Mas
luego Jesús, oyendo esta razón que
se decía, dijo al príncipe de la
sinagoga: No temas, cree solamente.
-
Y no
permitió que alguno viniese tras él
sino Pedro, y Jacobo, y Juan hermano
de Jacobo.
-
Y vino á
casa del príncipe de la sinagoga, y
vió el alboroto, los que lloraban y
gemían mucho.
-
Y
entrando, les dice: ¿Por qué
alborotáis y lloráis? La muchacha no
es muerta, mas duerme.
-
Y hacían
burla de él: mas él, echados fuera
todos, toma al padre y á la madre de
la muchacha, y á los que estaban con
él, y entra donde la muchacha
estaba.
-
Y
tomando la mano de la muchacha, le
dice: Talitha cumi; que es, si lo
interpretares: Muchacha, á ti digo,
levántate.
-
Y luego
la muchacha se levantó, y andaba;
porque tenía doce años. Y se
espantaron de grande espanto.
-
Mas él
les mandó mucho que nadie lo
supiese, y dijo que le diesen de
comer.
-
Y SALIÓ
de allí, y vino á su tierra, y le
siguieron sus discípulos.
-
Y
llegado el sábado, comenzó á enseñar
en la sinagoga; y muchos oyéndole,
estaban atónitos, diciendo: ¿De
dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué
sabiduría es ésta que le es dada, y
tales maravillas que por sus manos
son hechas?
-
¿No es
éste el carpintero, hijo de María,
hermano de Jacobo, y de José, y de
Judas, y de Simón? ¿No están también
aquí con nosotros, sus hermanas? Y
se escandalizaban en él.
-
Mas
Jesús les decía: No hay profeta
deshonrado sino en su tierra, y
entre sus parientes, y en su casa.
-
Y no
pudo hacer allí alguna maravilla;
solamente sanó unos pocos enfermos,
poniendo sobre ellos las manos.
-
Y estaba
maravillado de la incredulidad de
ellos. Y rodeaba las aldeas de
alrededor, enseñando.
-
Y llamó
á los doce, y comenzó á enviarlos de
dos en dos: y les dió potestad sobre
los espíritus inmundos.
-
Y les
mandó que no llevasen nada para el
camino, sino solamente báculo; no
alforja, ni pan, ni dinero en la
bolsa;
-
Mas que
calzasen sandalias, y no vistiesen
dos túnicas.
-
Y les
decía: Donde quiera que entréis en
una casa, posad en ella hasta que
salgáis de allí.
-
Y todos
aquellos que no os recibieren ni os
oyeren, saliendo de allí, sacudid el
polvo que está debajo de vuestros
pies, en testimonio á ellos. De
cierto os digo que más tolerable
será el castigo de los de Sodoma y
Gomorra el día del juicio, que el de
aquella ciudad.
-
Y
saliendo, predicaban que los hombres
se arrepintiesen.
-
Y
echaban fuera muchos demonios, y
ungían con aceite á muchos enfermos,
y sanaban.
-
Y oyó el
rey Herodes la fama de Jesús, porque
su nombre se había hecho notorio; y
dijo: Juan el que bautizaba, ha
resucitado de los muertos, y por
tanto, virtudes obran en él.
-
Otros
decían: Elías es. Y otros decían:
Profeta es, ó alguno de los
profetas.
-
Y oyéndo
lo Herodes, dijo: Este es Juan el
que yo degollé: él ha resucitado de
los muertos.
-
Porque
el mismo Herodes había enviado, y
prendido á Juan, y le había
aprisionado en la cárcel á causa de
Herodías, mujer de Felipe su
hermano; pues la había tomado por
mujer.
-
Porque
Juan decía á Herodes: No te es
lícito tener la mujer de tu hermano.
-
Mas
Herodías le acechaba, y deseaba
matarle, y no podía:
-
Porque
Herodes temía á Juan, sabiendo que
era varón justo y santo, y le tenía
respeto: y oyéndole, hacía muchas
cosas; y le oía de buena gana.
-
Y venido
un día oportuno, en que Herodes, en
la fiesta de su nacimiento, daba una
cena á sus príncipes y tribunos, y á
los principales de Galilea;
-
Y
entrando la hija de Herodías, y
danzando, y agradando á Herodes y á
los que estaban con él á la mesa, el
rey dijo á la muchacha: Pídeme lo
que quisieres, que yo te lo daré.
-
Y le
juró: Todo lo que me pidieres te
daré, hasta la mitad de mi reino.
-
Y
saliendo ella, dijo á su madre: ¿Qué
pediré? Y ella dijo: La cabeza de
Juan Bautista.
-
Entonces
ella entró prestamente al rey, y
pidió, diciendo: Quiero que ahora
mismo me des en un plato la cabeza
de Juan Bautista.
-
Y el rey
se entristeció mucho; mas á causa
del juramento, y de los que estaban
con él á la mesa, no quiso
desecharla.
-
Y luego
el rey, enviando uno de la guardia,
mandó que fuese traída su cabeza;
-
El cual
fué, y le degolló en la cárcel, y
trajó su cabeza en un plato, y la
dió á la muchacha, y la muchacha la
dió á su madre.
-
Y oyéndo
lo sus discípulos, vinieron y
tomaron su cuerpo, y le pusieron en
un sepulcro.
-
Y los
apóstoles se juntaron con Jesús, y
le contaron todo lo que habían
hecho, y lo que habían enseñado.
-
Y él les
dijo: Venid vosotros aparte al lugar
desierto, y reposad un poco. Porque
eran muchos los que iban y venían,
que ni aun tenían lugar de comer.
-
Y se
fueron en un barco al lugar desierto
aparte.
-
Y los
vieron ir muchos, y le conocieron; y
concurrieron allá muchos á pie de
las ciudades, y llegaron antes que
ellos, y se juntaron á él.
-
Y
saliendo Jesús vió grande multitud,
y tuvo compasión de ellos, porque
eran como ovejas que no tenían
pastor; y les comenzó á enseñar
muchas cosas.
-
Y como
ya fuese el día muy entrado, sus
discípulos llegaron á él, diciendo:
El lugar es desierto, y el día ya
muy entrado;
-
Envíalos
para que vayan á los cortijos y
aldeas de alrededor, y compren para
sí pan; porque no tienen qué comer.
-
Y
respondiendo él, les dijo: Dadles de
comer vosotros. Y le dijeron: ¿Que
vayamos y compremos pan por
doscientos denarios, y les demos de
comer?
-
Y él les
dice: ¿Cuántos panes tenéis? Id, y
vedlo. Y sabiéndolo, dijeron: Cinco,
y dos peces.
-
Y les
mandó que hiciesen recostar á todos
por partidas sobre la hierba verde.
-
Y se
recostaron por partidas, de ciento
en ciento, y de cincuenta en
cincuenta.
-
Y
tomados los cinco panes y los dos
peces, mirando al cielo, bendijo, y
partió los panes, y dió á sus
discípulos para que los pusiesen
delante: y repartió á todos los dos
peces.
-
Y
comieron todos, y se hartaron.
-
Y
alzaron de los pedazos doce cofines
llenos, y de los peces.
-
Y los
que comieron eran cinco mil hombres.
-
Y luego
dió priesa á sus discípulos á subir
en el barco, é ir delante de él á
Bethsaida de la otra parte, entre
tanto que él despedía la multitud.
-
Y
después que los hubo despedido, se
fué al monte á orar.
-
Y como
fué la tarde, el barco estaba en
medio de la mar, y él solo en
tierra.
-
Y los
vió fatigados bogando, porque el
viento les era contrario: y cerca de
la cuarta vigilia de la noche, vino
á ellos andando sobre la mar, y
quería precederlos.
-
Y
viéndole ellos, que andaba sobre la
mar, pensaron que era fantasma, y
dieron voces;
-
Porque
todos le veían, y se turbaron. Mas
luego habló con ellos, y les dijo:
Alentaos; yo soy, no temáis.
-
Y subió
á ellos en el barco, y calmó el
viento: y ellos en gran manera
estaban fuera de sí, y se
maravillaban:
-
Porque
aun no habían considerado lo de los
panes, por cuanto estaban ofuscados
sus corazones.
-
Y cuando
estuvieron de la otra parte,
vinieron á tierra de Genezaret, y
tomaron puerto.
-
Y
saliendo ellos del barco, luego le
conocieron.
-
Y
recorriendo toda la tierra de
alrededor, comenzaron á traer de
todas partes enfermos en lechos, á
donde oían que estaba.
-
Y donde
quiera que entraba, en aldeas, ó
ciudades, ó heredades, ponían en las
calles á los que estaban enfermos, y
le rogaban que tocasen siquiera el
borde de su vestido; y todos los que
le tocaban quedaban sanos.
-
Y SE
juntaron á él los Fariseos, y
algunos de los escribas, que habían
venido de Jerusalem;
-
Los
cuales, viendo á algunos de sus
discípulos comer pan con manos
comunes, es á saber, no lavadas, los
condenaban.
-
(Porque
los Fariseos y todos los Judíos,
teniendo la tradición de los
ancianos, si muchas veces no se
lavan las manos, no comen.
-
Y
volviendo de la plaza, si no se
lavaren, no comen. Y otras muchas
cosas hay, que tomaron para guardar,
como las lavaduras de los vasos de
beber, y de los jarros, y de los
vasos de metal, y de los lechos.)
-
Y le
preguntaron los Fariseos y los
escribas: ¿Por qué tus discípulos no
andan conforme á la tradición de los
ancianos, sino que comen pan con
manos comunes?
-
Y
respondiendo él, les dijo:
Hipócritas, bien profetizó de
vosotros Isaías, como está escrito:
Este pueblo con los labios me honra,
Mas su corazón lejos está de mí.
-
Y en
vano me honra, Enseñando como
doctrinas mandamientos de hombres.
-
Porque
dejando el mandamiento de Dios,
tenéis la tradición de los hombres;
las lavaduras de los jarros y de los
vasos de beber: y hacéis otras
muchas cosas semejantes.
-
Les
decía también: Bien invalidáis el
mandamiento de Dios para guardar
vuestra tradición.
-
Porque
Moisés dijo: Honra á tu padre y á tu
madre, y: El que maldijera al padre
ó á la madre, morirá de muerte.
-
Y
vosotros decís: Basta si dijere un
hombre al padre ó á la madre: Es
Corbán (quiere decir, don mío á
Dios) todo aquello con que pudiera
valerte;
-
Y no le
dejáis hacer más por su padre ó por
su madre,
-
Invalidando la palabra de Dios con
vuestra tradición que disteis: y
muchas cosas hacéis semejantes á
éstas.
-
Y
llamando á toda la multitud, les
dijo: Oidme todos, y entended:
-
Nada hay
fuera del hombre que entre en él,
que le pueda contaminar: mas lo que
sale de él, aquello es lo que
contamina al hombre.
-
Si
alguno tiene oídos para oir, oiga.
-
Y
apartado de la multitud, habiendo
entrado en casa, le preguntaron sus
discípulos sobra la parábola.
-
Y
díjoles: ¿También vosotros estáis
así sin entendimiento? ¿No entendéis
que todo lo de fuera que entra en el
hombre, no le puede contaminar;
-
Porque
no entra en su corazón, sino en el
vientre, y sale á la secreta? Esto
decía, haciendo limpias todas las
viandas.
-
Mas
decía, que lo que del hombre sale,
aquello contamina al hombre.
-
Porque
de dentro, del corazón de los
hombres, salen los malos
pensamientos, los adulterios, las
fornicaciones, los homicidios,
-
Los
hurtos, las avaricias, las maldades,
el engaño, las desvergüenzas, el ojo
maligno, las injurias, la soberbia,
la insensatez.
-
Todas
estas maldades de dentro salen, y
contaminan al hombre.
-
Y
levantándose de allí, se fué á los
términos de Tiro y de Sidón; y
entrando en casa, quiso que nadie lo
supiese; mas no pudo esconderse.
-
Porque
una mujer, cuya hija tenía un
espíritu inmundo, luego que oyó de
él, vino y se echó á sus pies.
-
Y la
mujer era Griega, Sirofenisa de
nación; y le rogaba que echase fuera
de su hija al demonio.
-
Más
Jesús le dijo: Deja primero hartarse
los hijos, porque no es bien tomar
el pan de los hijos y echarlo á los
perrillos.
-
Y
respondió ella, y le dijo: Sí,
Señor; pero aun los perrillos debajo
de la mesa, comen de las migajas de
los hijos.
-
Entonces
le dice: Por esta palabra, ve; el
demonio ha salido de tu hija.
-
Y como
fué á su casa, halló que el demonio
había salido, y á la hija echada
sobre la cama.
-
Y
volviendo á salir de los términos de
Tiro, vino por Sidón á la mar de
Galilea, por mitad de los términos
de Decápolis.
-
Y le
traen un sordo y tartamudo, y le
ruegan que le ponga la mano encima.
-
Y
tomándole aparte de la gente, metió
sus dedos en las orejas de él, y
escupiendo, tocó su lengua;
-
Y
mirando al cielo, gimió, y le dijo:
Ephphatha: que es decir: Sé abierto.
-
Y luego
fueron abiertos sus oídos, y fué
desatada la ligadura de su lengua, y
hablaba bien.
-
Y les
mandó que no lo dijesen á nadie;
pero cuanto más les mandaba, tanto
más y más lo divulgaban.
-
Y en
gran manera se maravillaban,
diciendo: Bien lo ha hecho todo:
hace á los sordos oir, y á los mudos
hablar.
-
EN
aquellos días, como hubo gran
gentío, y no tenían qué comer, Jesús
llamó á sus discípulos, y les dijo:
-
Tengo
compasión de la multitud, porque ya
hace tres días que están conmigo, y
no tienen qué comer:
-
Y si los
enviare en ayunas á sus casas,
desmayarán en el camino; porque
algunos de ellos han venido de
lejos.
-
Y sus
discípulos le respondieron: ¿De
dónde podrá alguien hartar á estos
de pan aquí en el desierto?
-
Y les
pregunto: ¿Cuántos panes tenéis? Y
ellos dijeron: Siete.
-
Entonces
mandó á la multitud que se recostase
en tierra; y tomando los siete
panes, habiendo dado gracias,
partió, y dió á sus discípulos que
los pusiesen delante: y los pusieron
delante á la multitud.
-
Tenían
también unos pocos pececillos: y los
bendijo, y mandó que también los
pusiesen delante.
-
Y
comieron, y se hartaron: y
levantaron de los pedazos que habían
sobrado, siete espuertas.
-
Y eran
los que comieron, como cuatro mil: y
los despidió.
-
Y luego
entrando en el barco con sus
discípulos, vino á las partes de
Dalmanutha.
-
Y
vinieron los Fariseos, y comenzaron
á altercar con él, pidiéndole señal
del cielo, tentándole.
-
Y
gimiendo en su espíritu, dice: ¿Por
qué pide señal esta generación? De
cierto os digo que no se dará señal
á esta generación.
-
Y
dejándolos, volvió á entrar en el
barco, y se fué de la otra parte.
-
Y se
habían olvidado de tomar pan, y no
tenían sino un pan consigo en el
barco.
-
Y les
mandó, diciendo: Mirad, guardaos de
la levadura de los Fariseos, y de la
levadura de Herodes.
-
Y
altercaban los unos con los otros
diciendo: Pan no tenemos.
-
Y como
Jesús lo entendió, les dice: ¿Qué
altercáis, porque no tenéis pan? ¿no
consideráis ni entendéis? ¿aun
tenéis endurecido vuestro corazón?
-
¿Teniendo ojos no veis, y teniendo
oídos no oís? ¿y no os acordáis?
-
Cuando
partí los cinco panes entre cinco
mil, ¿cuántas espuertas llenas de
los pedazos alzasteis? Y ellos
dijeron: Doce.
-
Y cuando
los siete panes entre cuatro mil,
¿cuántas espuertas llenas de los
pedazos alzasteis? Y ellos dijeron:
Siete.
-
Y les
dijo: ¿Cómo aún no entendéis?
-
Y vino á
Bethsaida; y le traen un ciego, y le
ruegan que le tocase.
-
Entonces, tomando la mano del ciego,
le sacó fuera de la aldea; y
escupiendo en sus ojos, y poniéndole
las manos encima, le preguntó si
veía algo.
-
Y él
mirando, dijo: Veo los hombres, pues
veo que andan como árboles.
-
Luego le
puso otra vez las manos sobre sus
ojos, y le hizo que mirase; y fué
restablecido, y vió de lejos y
claramente á todos.
-
Y
envióle á su casa, diciendo: No
entres en la aldea, ni lo digas á
nadie en la aldea.
-
Y salió
Jesús y sus discípulos por las
aldeas de Cesarea de Filipo. Y en el
camino preguntó á sus discípulos,
diciéndoles: ¿Quién dicen los
hombres que soy yo?
-
Y ellos
respondieron: Juan Bautista; y
otros, Elías; y otros, Alguno de los
profetas.
-
Entonces
él les dice: Y vosotros, ¿quién
decís que soy yo? Y respondiendo
Pedro, le dice: Tú eres el Cristo.
-
Y les
apercibió que no hablasen de él á
ninguno.
-
Y
comenzó á enseñarles, que convenía
que el Hijo del hombre padeciese
mucho, y ser reprobado de los
ancianos, y de los príncipes de los
sacerdotes, y de los escribas, y ser
muerto, y resucitar después de tres
días.
-
Y
claramente decía esta palabra.
Entonces Pedro le tomó, y le comenzó
á reprender.
-
Y él,
volviéndose y mirando á sus
discípulos, riñó á Pedro, diciendo:
Apártate de mí, Satanás; porque no
sabes las cosas que son de Dios,
sino las que son de los hombres.
-
Y
llamando á la gente con sus
discípulos, les dijo: Cualquiera que
quisiere venir en pos de mí,
niéguese á sí mismo, y tome su cruz,
y sígame.
-
Porque
el que quisiere salvar su vida, la
perderá; y el que perdiere su vida
por causa de mí y del evangelio, la
salvará.
-
Porque
¿qué aprovechará al hombre, si
granjeare todo el mundo, y pierde su
alma?
-
¿O qué
recompensa dará el hombre por su
alma?
-
Porque
el que se avergonzare de mí y de mis
palabras en esta generación
adulterina y pecadora, el Hijo del
hombre se avergonzará también de él,
cuando vendrá en la gloria de su
Padre con los santos ángeles.
-
TAMBIÉN
les dijo: De cierto os digo que hay
algunos de los que están aquí, que
no gustarán la muerte hasta que
hayan visto el reino de Dios que
viene con potencia.
-
Y seis
días después tomó Jesús á Pedro, y á
Jacobo, y á Juan, y los sacó aparte
solos á un monte alto; y fué
transfigurado delante de ellos.
-
Y sus
vestidos se volvieron
resplandecientes, muy blancos, como
la nieve; tanto que ningún lavador
en la tierra los puede hacer tan
blancos.
-
Y les
apareció Elías con Moisés, que
hablaban con Jesús.
-
Entonces
respondiendo Pedro, dice á Jesús:
Maestro, bien será que nos quedemos
aquí, y hagamos tres pabellones:
para ti uno, y para Moisés otro, y
para Elías otro;
-
Porque
no sabía lo que hablaba; que estaban
espantados.
-
Y vino
una nube que les hizo sombra, y una
voz de la nube, que decía: Este es
mi Hijo amado: á él oíd.
-
Y luego,
como miraron, no vieron más á nadie
consigo, sino á Jesús solo.
-
Y
descendiendo ellos del monte, les
mandó que á nadie dijesen lo que
habían visto, sino cuando el Hijo
del hombre hubiese resucitado de los
muertos.
-
Y
retuvieron la palabra en sí,
altercando qué sería aquéllo:
Resucitar de los muertos.
-
Y le
preguntaron, diciendo: ¿Qué es lo
que los escribas dicen, que es
necesario que Elías venga antes?
-
Y
respondiendo él, les dijo: Elías á
la verdad, viniendo antes,
restituirá todas las cosas: y como
está escrito del Hijo del hombre,
que padezca mucho y sea tenido en
nada.
-
Empero
os digo que Elías ya vino, y le
hicieron todo lo que quisieron, como
está escrito de él.
-
Y como
vino á los discípulos, vió grande
compañía alrededor de ellos, y
escribas que disputaban con ellos.
-
Y luego
toda la gente, viéndole, se espantó,
y corriendo á él, le saludaron.
-
Y
preguntóles: ¿Qué disputáis con
ellos?
-
Y
respondiendo uno de la compañía,
dijo: Maestro, traje á ti mi hijo,
que tiene un espíritu mudo,
-
El cual,
donde quiera que le toma, le
despedaza; y echa espumarajos, y
cruje los dientes, y se va secando:
y dije á tus discípulos que le
echasen fuera, y no pudieron.
-
Y
respondiendo él, les dijo: ¡Oh
generación infiel! ¿hasta cuándo
estaré con vosotros? ¿hasta cuándo
os tengo de sufrir? Traédmele.
-
Y se le
trajeron: y como le vió, luego el
espíritu le desgarraba; y cayendo en
tierra, se revolcaba, echando
espumarajos.
-
Y Jesús
preguntó á su padre: ¿Cuánto tiempo
há que le aconteció esto? Y él dijo:
Desde niño:
-
Y muchas
veces le echa en el fuego y en
aguas, para matarle; mas, si puedes
algo, ayúdanos, teniendo
misericordia de nosotros.
-
Y Jesús
le dijo: Si puedes creer, al que
cree todo es posible.
-
Y luego
el padre del muchacho dijo clamando:
Creo, ayuda mi incredulidad.
-
Y como
Jesús vió que la multitud se
agolpaba, reprendió al espíritu
inmundo, diciéndole: Espíritu mudo y
sordo, yo te mando, sal de él, y no
entres más en él.
-
Entonces
el espíritu clamando y desgarrándole
mucho, salió; y él quedó como
muerto, de modo que muchos decían:
Está muerto.
-
Mas
Jesús tomándole de la mano,
enderezóle; y se levantó.
-
Y como
él entró en casa, sus discípulos le
preguntaron aparte: ¿Por qué
nosotros no pudimos echarle fuera?
-
Y les
dijo: Este género con nada puede
salir, sino con oración y ayuno.
-
Y
habiendo salido de allí, caminaron
por Galilea; y no quería que nadie
lo supiese.
-
Porque
enseñaba á sus discípulos, y les
decía: El Hijo del hombre será
entregado en manos de hombres, y le
matarán; mas muerto él, resucitará
al tercer día.
-
Pero
ellos no entendían esta palabra, y
tenían miedo de preguntarle.
-
Y llegó
á Capernaum; y así que estuvo en
casa, les preguntó: ¿Qué disputabais
entre vosotros en el camino?
-
Mas
ellos callaron; porque los unos con
los otros habían disputado en el
camino quién había de ser el mayor.
-
Entonces
sentándose, llamó á los doce, y les
dice: Si alguno quiere ser el
primero, será el postrero de todos,
y el servidor de todos.
-
Y
tomando un niño, púsolo en medio de
ellos; y tomándole en sus brazos,
les dice:
-
El que
recibiere en mi nombre uno de los
tales niños, á mí recibe; y el que á
mí recibe, no recibe á mí, mas al
que me envió.
-
Y
respondióle Juan, diciendo: Maestro,
hemos visto á uno que en tu nombre
echaba fuera los demonios, el cual
no nos sigue; y se lo prohibimos,
porque no nos sigue.
-
Y Jesús
dijo: No se lo prohibáis; porque
ninguno hay que haga milagro en mi
nombre que luego pueda decir mal de
mí.
-
Porque
el que no es contra nosotros, por
nosotros es.
-
Y
cualquiera que os diere un vaso de
agua en mi nombre, porque sois de
Cristo, de cierto os digo que no
perderá su recompensa.
-
Y
cualquiera que escandalizare á uno
de estos pequeñitos que creen en mí,
mejor le fuera si se le atase una
piedra de molino al cuello, y fuera
echado en la mar.
-
Y si tu
mano te escandalizare, córtala:
mejor te es entrar á la vida manco,
que teniendo dos manos ir á la
Gehenna, al fuego que no puede ser
apagado;
-
Donde su
gusano no muere, y el fuego nunca se
apaga.
-
Y si tu
pie te fuere ocasión de caer,
córtalo: mejor te es entrar á la
vida cojo, que teniendo dos pies ser
echado en la Gehenna, al fuego que
no puede ser apagado;
-
Donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego
nunca se apaga.
-
Y si tu
ojo te fuere ocasión de caer,
sácalo: mejor te es entrar al reino
de Dios con un ojo, que teniendo dos
ojos ser echado á la Gehenna;
-
Donde el
gusano de ellos no muere, y el fuego
nunca se apaga.
-
Porque
todos serán salados con fuego, y
todo sacrificio será salado con sal.
-
Buena es
la sal; mas si la sal fuere
desabrida, ¿con qué la adobaréis?
Tened en vosotros mismos sal; y
tened paz los unos con los otros.
-
Y
PARTIÉNDOSE de allí, vino á los
términos de Judea y tras el Jordán:
y volvió el pueblo á juntarse á él;
y de nuevo les enseñaba como solía.
-
Y
llegándose los Fariseos, le
preguntaron, para tentarle, si era
lícito al marido repudiar á su
mujer.
-
Mas él
respondiendo, les dijo: ¿Qué os
mandó Moisés?
-
Y ellos
dijeron: Moisés permitió escribir
carta de divorcio, y repudiar.
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Por la
dureza de vuestro corazón os
escribió este mandamiento;
-
Pero al
principio de la creación, varón y
hembra los hizo Dios.
-
Por esto
dejará el hombre á su padre y á su
madre, y se juntará á su mujer.
-
Y los
que eran dos, serán hechos una
carne: así que no son más dos, sino
una carne.
-
Pues lo
que Dios juntó, no lo aparte el
hombre.
-
Y en
casa volvieron los discípulos á
preguntarle de lo mismo.
-
Y les
dice: Cualquiera que repudiare á su
mujer, y se casare con otra, comete
adulterio contra ella:
-
Y si la
mujer repudiare á su marido y se
casare con otro, comete adulterio.
-
Y le
presentaban niños para que los
tocase; y los discípulos reñían á
los que los presentaban.
-
Y
viéndolo Jesús, se enojó, y les
dijo: Dejad los niños venir, y no se
lo estorbéis; porque de los tales es
el reino de Dios.
-
De
cierto os digo, que el que no
recibiere el reino de Dios como un
niño, no entrará en él.
-
Y
tomándolos en los brazos, poniendo
las manos sobre ellos, los bendecía.
-
Y
saliendo él para ir su camino, vino
uno corriendo, é hincando la rodilla
delante de él, le preguntó: Maestro
bueno, ¿qué haré para poseer la vida
eterna?
-
Y Jesús
le dijo: ¿Por qué me dices bueno?
Ninguno hay bueno, sino sólo uno,
Dios.
-
Los
mandamientos sabes: No adulteres: No
mates: No hurtes: No digas falso
testimonio: No defraudes: Honra á tu
padre y á tu madre.
-
El
entonces respondiendo, le dijo:
Maestro, todo esto he guardado desde
mi mocedad.
-
Entonces
Jesús mirándole, amóle, y díjole:
Una cosa te falta: ve, vende todo lo
que tienes, y da á los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven,
sígueme, tomando tu cruz.
-
Mas él,
entristecido por esta palabra, se
fué triste, porque tenía muchas
posesiones.
-
Entonces
Jesús, mirando alrededor, dice á sus
discípulos: ¡Cuán dificilmente
entrarán en el reino de Dios los que
tienen riquezas!
-
Y los
discípulos se espantaron de sus
palabras; mas Jesús respondiendo,
les volvió á decir: ¡Hijos, cuán
dificil es entrar en el reino de
Dios, los que confían en las
riquezas!
-
Más
fácil es pasar un camello por el ojo
de una aguja, que el rico entrar en
el reino de Dios.
-
Y ellos
se espantaban más, diciendo dentro
de sí: ¿Y quién podrá salvarse?
-
Entonces
Jesús mirándolos, dice: Para los
hombres es imposible; mas para Dios,
no; porque todas las cosas son
posibles para Dios.
-
Entonces
Pedro comenzó á decirle: He aquí,
nosotros hemos dejado todas las
cosas, y te hemos seguido.
-
Y
respondiendo Jesús, dijo: De cierto
os digo, que no hay ninguno que haya
dejado casa, ó hermanos, ó hermanas,
ó padre, ó madre, ó mujer, ó hijos,
ó heredades, por causa de mí y del
evangelio,
-
Que no
reciba cien tantos ahora en este
tiempo, casas, y hermanos, y
hermanas, y madres, é hijos, y
heredades, con persecuciones; y en
el siglo venidero la vida eterna.
-
Empero
muchos primeros serán postreros, y
postreros primeros.
-
Y
estaban en el camino subiendo á
Jerusalem; y Jesús iba delante de
ellos, y se espantaban, y le seguían
con miedo: entonces volviendo á
tomar á los doce aparte, les comenzó
á decir las cosas que le habían de
acontecer:
-
He aquí
subimos á Jerusalem, y el Hijo del
hombre será entregado á los
principes de los sacerdotes, y á los
escribas, y le condenarán á muerte,
y le entregarán á los Gentiles:
-
Y le
escarnecerán, y le azotarán, y
escupirán en él, y le matarán; mas
al tercer día resucitará.
-
Entonces
Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, se
llegaron á él, diciendo: Maestro,
querríamos que nos hagas lo que
pidiéremos.
-
Y él les
dijo: ¿Qué queréis que os haga?
-
Y ellos
le dijeron: Danos que en tu gloria
nos sentemos el uno á tu diestra, y
el otro á tu siniestra.
-
Entonces
Jesús les dijo: No sabéis lo que
pedís. ¿Podéis beber del vaso que yo
bebo, ó ser bautizados del bautismo
de que yo soy bautizado?
-
Y ellos
dijeron: Podemos. Y Jesús les dijo:
A la verdad, del vaso que yo bebo,
beberéis; y del bautismo de que soy
bautizado, seréis bautizados.
-
Mas que
os sentéis á mi diestra y á mi
siniestra, no es mío darlo, sino á
quienes está aparejado.
-
Y como
lo oyeron los diez, comenzaron á
enojarse de Jacobo y de Juan.
-
Mas
Jesús, llamándolos, les dice: Sabéis
que los que se ven ser príncipes
entre las gentes, se enseñorean de
ellas, y los que entre ellas son
grandes, tienen sobre ellas
potestad.
-
Mas no
será así entre vosotros: antes
cualquiera que quisiere hacerse
grande entre vosotros, será vuestro
servidor;
-
Y
cualquiera de vosotros que quisiere
hacerse el primero, será siervo de
todos.
-
Porque
el Hijo del hombre tampoco vino para
ser servido, mas para servir, y dar
su vida en rescate por muchos.
-
Entonces
vienen á Jericó: y saliendo él de
Jericó y sus discípulos y una gran
compañía, Bartimeo el ciego, hijo de
Timeo, estaba sentado junto al
camino mendigando.
-
Y oyendo
que era Jesús el Nazareno, comenzó á
dar voces y decir: Jesús, Hijo de
David, ten misericordia de mí.
-
Y muchos
le reñían, que callase: mas él daba
mayores voces: Hijo de David, ten
misericordia de mí.
-
Entonces
Jesús parándose, mandó llamarle: y
llaman al ciego, diciéndole: Ten
confianza: levántate, te llama.
-
El
entonces, echando su capa, se
levantó, y vino á Jesús.
-
Y
respondiendo Jesús, le dice: ¿Qué
quieres que te haga? Y el ciego le
dice: Maestro, que cobre la vista.
-
Y Jesús
le dijo: Ve, tu fe te ha salvado. Y
luego cobró la vista, y seguía á
Jesús en el camino.
-
Y COMO
fueron cerca de Jerusalem, de
Bethphagé, y de Bethania, al monte
de las Olivas, envía dos de sus
discípulos,
-
Y les
dice: Id al lugar que está delante
de vosotros, y luego entrados en él,
hallaréis un pollino atado, sobre el
cual ningún hombre ha subido;
desatadlo y traedlo.
-
Y si
alguien os dijere: ¿Por qué hacéis
eso? decid que el Señor lo ha
menester: y luego lo enviará acá.
-
Y
fueron, y hallaron el pollino atado
á la puerta fuera, entre dos
caminos; y le desataron.
-
Y unos
de los que estaban allí, les
dijeron: ¿Qué hacéis desatando el
pollino?
-
Ellos
entonces les dijeron como Jesús
había mandado: y los dejaron.
-
Y
trajeron el pollino á Jesús, y
echaron sobre él sus vestidos, y se
sentó sobre él.
-
Y muchos
tendían sus vestidos por el camino,
y otros cortaban hojas de los
árboles, y las tendían por el
camino.
-
Y los
que iban delante, y los que iban
detrás, daban voces diciendo:
¡Hosanna! Bendito el que viene en el
nombre del Señor.
-
Bendito
el reino de nuestro padre David que
viene: ¡Hosanna en las alturas!
-
Y entró
Jesús en Jerusalem, y en el templo:
y habiendo mirado alrededor todas
las cosas, y siendo ya tarde,
salióse á Bethania con los doce.
-
Y el día
siguiente, como salieron de Bethania,
tuvo hambre.
-
Y viendo
de lejos una higuera que tenía
hojas, se acercó, si quizá hallaría
en ella algo: y como vino á ella,
nada halló sino hojas; porque no era
tiempo de higos.
-
Entonces
Jesús respondiendo, dijo á la
higuera: Nunca más coma nadie fruto
de ti para siempre. Y lo oyeron sus
discípulos.
-
Vienen,
pues, á Jerusalem; y entrando Jesús
en el templo, comenzó á echar fuera
á los que vendían y compraban en el
templo; y trastornó las mesas de los
cambistas, y las sillas de los que
vendían palomas;
-
Y no
consentía que alguien llevase vaso
por el templo.
-
Y les
enseñaba diciendo: ¿No está escrito
que mi casa, casa de oración será
llamada por todas las gentes? Mas
vosotros la habéis hecho cueva de
ladrones.
-
Y lo
oyeron los escribas y los príncipes
de los sacerdotes, y procuraban cómo
le matarían; porque le tenían miedo,
por cuanto todo el pueblo estaba
maravillado de su doctrina.
-
Mas como
fué tarde, Jesús salió de la ciudad.
-
Y
pasando por la mañana, vieron que la
higuera se había secado desde las
raíces.
-
Entonces
Pedro acordándose, le dice: Maestro,
he aquí la higuera que maldijiste,
se ha secado.
-
Y
respondiendo Jesús, les dice: Tened
fe en Dios.
-
Porque
de cierto os digo que cualquiera que
dijere á este monte: Quítate, y
échate en la mar, y no dudare en su
corazón, mas creyere que será hecho
lo que dice, lo que dijere le será
hecho.
-
Por
tanto, os digo que todo lo que
orando pidiereis, creed que lo
recibiréis, y os vendrá.
-
Y cuando
estuviereis orando, perdonad, si
tenéis algo contra alguno, para que
vuestro Padre que está en los cielos
os perdone también á vosotros
vuestras ofensas.
-
Porque
si vosotros no perdonareis, tampoco
vuestro Padre que está en los cielos
os perdonará vuestras ofensas.
-
Y
volvieron á Jerusalem; y andando él
por el templo, vienen á él los
príncipes de los sacerdotes, y los
escribas, y los ancianos;
-
Y le
dicen: ¿Con qué facultad haces estas
cosas? ¿y quién te ha dado esta
facultad para hacer estas cosas?
-
Y Jesús
respondiendo entonces, les dice: Os
preguntaré también yo una palabra; y
respondedme, y os diré con qué
facultad hago estas cosas:
-
El
bautismo de Juan, ¿era del cielo, ó
de los hombres? Respondedme.
-
Entonces
ellos pensaron dentro de sí,
diciendo: Si dijéremos, del cielo,
dirá: ¿Por qué, pues, no le
creísteis?
-
Y si
dijéremos, de los hombres, tememos
al pueblo: porque todos juzgaban de
Juan, que verdaderamente era
profeta.
-
Y
respondiendo, dicen á Jesús: No
sabemos. Entonces respondiendo
Jesús, les dice: Tampoco yo os diré
con qué facultad hago estas cosas.
-
Y
COMENZÓ á hablarles por parábolas:
Plantó un hombre una viña, y la
cercó con seto, y cavó un lagar, y
edificó una torre, y la arrendó á
labradores, y se partió lejos.
-
Y envió
un siervo á los labradores, al
tiempo, para que tomase de los
labradores del fruto de la viña.
-
Mas
ellos, tomándole, le hirieron, y le
enviaron vacío.
-
Y volvió
á enviarles otro siervo; mas
apedreándole, le hirieron en la
cabeza, y volvieron á enviarle
afrentado.
-
Y volvió
á enviar otro, y á aquél mataron; y
á otros muchos, hiriendo á unos y
matando á otros.
-
Teniendo
pues aún un hijo suyo amado, enviólo
también á ellos el postrero,
diciendo: Tendrán en reverencia á mi
hijo.
-
Mas
aquellos labradores dijeron entre
sí: Este es el heredero; venid,
matémosle, y la heredad será
nuestra.
-
Y
prendiéndole, le mataron, y echaron
fuera de la viña.
-
¿Qué,
pues, hará el señor de la viña?
Vendrá, y destruirá á estos
labradores, y dará su viña á otros.
-
¿Ni aun
esta Escritura habéis leído: La
piedra que desecharon los que
edificaban, Esta es puesta por
cabeza de esquina;
-
Por el
Señor es hecho esto, Y es cosa
maravillosa en nuestros ojos?
-
Y
procuraban prenderle, porque
entendían que decía á ellos aquella
parábola; mas temían á la multitud;
y dejándole, se fueron.
-
Y envían
á él algunos de los Fariseos y de
los Herodianos, para que le
sorprendiesen en alguna palabra.
-
Y
viniendo ellos, le dicen: Maestro,
sabemos que eres hombre de verdad, y
que no te cuidas de nadie; porque no
miras á la apariencia de hombres,
antes con verdad enseñas el camino
de Dios: ¿Es lícito dar tributo á
César, ó no? ¿Daremos, ó no daremos?
-
Entonces
él, como entendía la hipocresía de
ellos, les dijo: ¿Por qué me
tentáis? Traedme la moneda para que
la vea.
-
Y ellos
se la trajeron y les dice: ¿Cúya es
esta imagen y esta inscripción? Y
ellos le dijeron: De César.
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Dad lo
que es de César á César; y lo que es
de Dios, á Dios. Y se maravillaron
de ello.
-
Entonces
vienen á el los Saduceos, que dicen
que no hay resurrección, y le
preguntaron, diciendo:
-
Maestro,
Moisés nos escribió, que si el
hermano de alguno muriese, y dejase
mujer, y no dejase hijos, que su
hermano tome su mujer, y levante
linaje á su hermano.
-
Fueron
siete hermanos: y el primero tomó
mujer, y muriendo, no dejó simiente;
-
Y la
tomó el segundo, y murió, y ni aquél
tampoco dejó simiente; y el tercero,
de la misma manera.
-
Y la
tomaron los siete, y tampoco dejaron
simiente: á la postre murió también
la mujer.
-
En la
resurrección, pues, cuando
resucitaren, ¿de cuál de ellos será
mujer? porque los siete la tuvieron
por mujer.
-
Entonces
respondiendo Jesús, les dice: ¿No
erráis por eso, porque no sabéis las
Escrituras, ni la potencia de Dios?
-
Porque
cuando resucitarán de los muertos,
ni se casarán, ni serán dados en
casamiento, mas son como los ángeles
que están en los cielos.
-
Y de que
los muertos hayan de resucitar, ¿no
habéis leído en el libro de Moisés
cómo le habló Dios en la zarza,
diciendo: Yo soy el Dios de Abraham,
y el Dios de Isaac, y el Dios de
Jacob?
-
No es
Dios de muertos, mas Dios de vivos;
así que vosotros mucho erráis.
-
Y
llegándose uno de los escribas, que
los había oído disputar, y sabía que
les había respondido bien, le
preguntó: ¿Cuál es el primer
mandamiento de todos?
-
Y Jesús
le respondió: El primer mandamiento
de todos es: Oye, Israel, el Señor
nuestro Dios, el Señor uno es.
-
Amarás
pues al Señor tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu alma, y de
toda tu mente, y de todas tus
fuerzas; este es el principal
mandamiento.
-
Y el
segundo es semejante á él: Amarás á
tu prójimo como á ti mismo. No hay
otro mandamiento mayor que éstos.
-
Entonces
el escriba le dijo: Bien, Maestro,
verdad has dicho, que uno es Dios, y
no hay otro fuera de él;
-
Y que
amarle de todo corazón, y de todo
entendimiento, y de toda el alma, y
de todas las fuerzas, y amar al
prójimo como á sí mismo, más es que
todos los holocaustos y sacrificios.
-
Jesús
entonces, viendo que había
respondido sabiamente, le dice: No
estás lejos del reino de Dios. Y ya
ninguno osaba preguntarle.
-
Y
respondiendo Jesús decía, enseñando
en el templo: ¿Cómo dicen los
escribas que el Cristo es hijo de
David?
-
Porque
el mismo David dijo por el Espíritu
Santo: Dijo el Señor á mi Señor:
Siéntate á mi diestra, Hasta que
ponga tus enemigos por estrado de
tus pies.
-
Luego
llamándole el mismo David Señor, ¿de
dónde, pues, es su hijo? Y los que
eran del común del pueblo le oían de
buena gana.
-
Y les
decía en su doctrina: Guardaos de
los escribas, que quieren andar con
ropas largas, y aman las
salutaciones en las plazas,
-
Y las
primeras sillas en las sinagogas, y
los primeros asientos en las cenas;
-
Que
devoran las casas de las viudas, y
por pretexto hacen largas oraciones.
Estos recibirán mayor juicio.
-
Y
estando sentado Jesús delante del
arca de la ofrenda, miraba cómo el
pueblo echaba dinero en el arca: y
muchos ricos echaban mucho.
-
Y como
vino una viuda pobre, echó dos
blancas, que son un maravedí.
-
Entonces
llamando á sus discípulos, les dice:
De cierto os digo que esta viuda
pobre echó más que todos los que han
echado en el arca:
-
Porque
todos han echado de lo que les
sobra; mas ésta, de su pobreza echó
todo lo que tenía, todo su alimento.
-
Y
SALIENDO del templo, le dice uno de
sus discípulos: Maestro, mira qué
piedras, y qué edificios.
-
Y Jesús
respondiendo, le dijo: ¿Ves estos
grandes edificios? no quedará piedra
sobre piedra que no sea derribada.
-
Y
sentándose en el monte de las Olivas
delante del templo, le preguntaron
aparte Pedro y Jacobo y Juan y
Andrés:
-
Dinos,
¿cuándo serán estas cosas? ¿y qué
señal habrá cuando todas estas cosas
han de cumplirse?
-
Y Jesús
respondiéndoles, comenzó á decir:
Mirad, que nadie os engañe;
-
Porque
vendrán muchos en mi nombre,
diciendo: Yo soy el Cristo; y
engañaran á muchos.
-
Mas
cuando oyereis de guerras y de
rumores de guerras no os turbéis,
porque conviene hacerse así; mas aun
no será el fin.
-
Porque
se levantará nación contra nación, y
reino contra reino; y habrá
terremotos en muchos lugares, y
habrá hambres y alborotos;
principios de dolores serán estos.
-
Mas
vosotros mirad por vosotros: porque
os entregarán en los concilios, y en
sinagogas seréis azotados: y delante
de presidentes y de reyes seréis
llamados por causa de mí, en
testimonio á ellos.
-
Y á
todas las gentes conviene que el
evangelio sea predicado antes.
-
Y cuando
os trajeren para entregaros, no
premeditéis qué habéis de decir, ni
lo penséis: mas lo que os fuere dado
en aquella hora, eso hablad; porque
no sois vosotros los que habláis,
sino el Espíritu Santo.
-
Y
entregará á la muerte el hermano al
hermano, y el padre al hijo: y se
levantarán los hijos contra los
padres, y los matarán.
-
Y seréis
aborrecidos de todos por mi nombre:
mas el que perseverare hasta el fin,
éste será salvo.
-
Empero
cuando viereis la abominación de
asolamiento, que fué dicha por el
profeta Daniel, que estará donde no
debe (el que lee, entienda),
entonces los que estén en Judea
huyan á los montes;
-
Y el que
esté sobre el terrado, no descienda
á la casa, ni entre para tomar algo
de su casa;
-
Y el que
estuviere en el campo, no vuelva
atrás á tomar su capa.
-
Mas ¡ay
de las preñadas, y de las que
criaren en aquellos días!
-
Orad
pues, que no acontezca vuestra huída
en invierno.
-
Porque
aquellos días serán de aflicción,
cual nunca fué desde el principio de
la creación que crió Dios, hasta
este tiempo, ni será.
-
Y si el
Señor no hubiese abreviado aquellos
días, ninguna carne se salvaría; mas
por causa de los escogidos que él
escogió, abrevió aquellos días.
-
Y
entonces si alguno os dijere: He
aquí, aquí está el Cristo; ó, He
aquí, allí está, no le creáis.
-
Porque
se levantarán falsos Cristos y
falsos profetas, y darán señales y
prodigios, para engañar, si se
pudiese hacer, aun á los escogidos.
-
Mas
vosotros mirad; os lo he dicho antes
todo.
-
Empero
en aquellos días, después de aquella
aflicción, el sol se obscurecerá, y
la luna no dará su resplandor;
-
Y las
estrellas caerán del cielo, y las
virtudes que están en los cielos
serán conmovidas;
-
Y
entonces verán al Hijo del hombre,
que vendrá en las nubes con mucha
potestad y gloria.
-
Y
entonces enviará sus ángeles, y
juntará sus escogidos de los cuatro
vientos, desde el cabo de la tierra
hasta el cabo del cielo.
-
De la
higuera aprended la semejanza:
Cuando su rama ya se enternece, y
brota hojas, conocéis que el verano
está cerca:
-
Así
también vosotros, cuando viereis
hacerse estas cosas, conoced que
está cerca, á las puertas.
-
De
cierto os digo que no pasará esta
generación, que todas estas cosas no
sean hechas.
-
El cielo
y la tierra pasarán, mas mis
palabras no pasarán.
-
Empero
de aquel día y de la hora, nadie
sabe; ni aun los ángeles que están
en el cielo, ni el Hijo, sino el
Padre.
-
Mirad,
velad y orad: porque no sabéis
cuándo será el tiempo.
-
Como el
hombre que partiéndose lejos, dejó
su casa, y dió facultad á sus
siervos, y á cada uno su obra, y al
portero mandó que velase:
-
Velad
pues, porque no sabéis cuándo el
señor de la casa vendrá; si á la
tarde, ó á la media noche, ó al
canto del gallo, ó á la mañana;
-
Porque
cuando viniere de repente, no os
halle durmiendo.
-
Y las
cosas que á vosotros digo, á todos
las dijo: Velad.
-
Y DOS
días después era la Pascua y los
días de los panes sin levadura: y
procuraban los príncipes de los
sacerdotes y los escribas cómo le
prenderían por engaño, y le
matarían.
-
Y
decían: No en el día de la fiesta,
porque no se haga alboroto del
pueblo.
-
Y
estando él en Bethania en casa de
Simón el leproso, y sentado á la
mesa, vino una mujer teniendo un
alabastro de ungüento de nardo
espique de mucho precio; y quebrando
el alabastro, derramóselo sobre su
cabeza.
-
Y hubo
algunos que se enojaron dentro de
sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho
este desperdicio de ungüento?
-
Porque
podía esto ser vendido por más de
trescientos denarios, y darse á los
pobres. Y murmuraban contra ella.
-
Mas
Jesús dijo: Dejadla; ¿por qué la
fatigáis? Buena obra me ha hecho;
-
Que
siempre tendréis los pobres con
vosotros, y cuando quisiereis les
podréis hacer bien; mas á mí no
siempre me tendréis.
-
Esta ha
hecho lo que podía; porque se ha
anticipado á ungir mi cuerpo para la
sepultura.
-
De
cierto os digo que donde quiera que
fuere predicado este evangelio en
todo el mundo, también esto que ha
hecho ésta, será dicho para memoria
de ella.
-
Entonces
Judas Iscariote, uno de los doce,
vino á los príncipes de los
sacerdotes, para entregársele.
-
Y ellos
oyéndolo se holgaron, y prometieron
que le darían dineros. Y buscaba
oportunidad cómo le entregaría.
-
Y el
primer día de los panes sin
levadura, cuando sacrificaban la
pascua, sus discípulos le dicen:
¿Dónde quieres que vayamos á
disponer para que comas la pascua?
-
Y envía
dos de sus discípulos, y les dice:
Id á la ciudad, y os encontrará un
hombre que lleva un cántaro de agua;
seguidle;
-
Y donde
entrare, decid al señor de la casa:
El Maestro dice: ¿Dónde está el
aposento donde he de comer la pascua
con mis discípulos?
-
Y él os
mostrará un gran cenáculo ya
preparado: aderezad para nosotros
allí.
-
Y fueron
sus discípulos, y vinieron á la
ciudad, y hallaron como les había
dicho; y aderezaron la pascua.
-
Y
llegada la tarde, fué con los doce.
-
Y como
se sentaron á la mesa y comiesen,
dice Jesús: De cierto os digo que
uno de vosotros, que come conmigo,
me ha de entregar.
-
Entonces
ellos comenzaron á entristecerse, y
á decirle cada uno por sí: ¿Seré yo?
Y el otro: ¿Seré yo?
-
Y él
respondiendo les dijo: Es uno de los
doce que moja conmigo en el plato.
-
A la
verdad el Hijo del hombre va, como
está de él escrito; mas ¡ay de aquel
hombre por quien el Hijo del hombre
es entregado! bueno le fuera á aquel
hombre si nunca hubiera nacido.
-
Y
estando ellos comiendo, tomó Jesús
pan, y bendiciendo, partió y les dió,
y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo.
-
Y
tomando el vaso, habiendo hecho
gracias, les dió: y bebieron de él
todos.
-
Y les
dice: Esto es mi sangre del nuevo
pacto, que por muchos es derramada.
-
De
cierto os digo que no beberé más del
fruto de la vid, hasta aquel día
cundo lo beberé nuevo en el reino de
Dios.
-
Y como
hubieron cantado el himno, se
salieron al monte de las Olivas.
-
Jesús
entonces les dice: Todos seréis
escandalizados en mí esta noche;
porque escrito está: Heriré al
pastor, y serán derramadas las
ovejas.
-
Mas
después que haya resucitado, iré
delante de vosotros á Galilea.
-
Entonces
Pedro le dijo: Aunque todos sean
escandalizados, mas no yo.
-
Y le
dice Jesús: De cierto te digo que
tú, hoy, en esta noche, antes que el
gallo haya cantado dos veces, me
negarás tres veces.
-
Mas él
con mayor porfía decía: Si me fuere
menester morir contigo, no te
negaré. También todos decían lo
mismo.
-
Y vienen
al lugar que se llama Gethsemaní, y
dice á sus discípulos: Sentaos aquí,
entre tanto que yo oro.
-
Y toma
consigo á Pedro y á Jacobo y á Juan,
y comenzó á atemorizarse, y á
angustiarse.
-
Y les
dice: Está muy triste mi alma, hasta
la muerte: esperad aquí y velad.
-
Y
yéndose un poco adelante, se postró
en tierra, y oro que si fuese
posible, pasase de él aquella hora,
-
Y decía:
Abba, Padre, todas las cosas son á
ti posibles: traspasa de mí este
vaso; empero no lo que yo quiero,
sino lo que tú.
-
Y vino y
los halló durmiendo; y dice á Pedro:
¿Simón, duermes? ¿No has podido
velar una hora?
-
Velad y
orad, para que no entréis en
tentación: el espíritu á la verdad
es presto, mas la carne enferma.
-
Y
volviéndose á ir, oró, y dijo las
mismas palabras.
-
Y
vuelto, los halló otra vez
durmiendo, porque los ojos de ellos
estaban cargados; y no sabían qué
responderle.
-
Y vino
la tercera vez, y les dice: Dormid
ya y descansad: basta, la hora es
venida; he aquí, el Hijo del hombre
es entregado en manos de los
pecadores.
-
Levantaos, vamos: he aquí, el que me
entrega está cerca.
-
Y luego,
aun hablando él, vino Judas, que era
uno de los doce, y con él una
compañía con espadas y palos, de
parte de los príncipes de los
sacerdotes, y de los escribas y de
los ancianos.
-
Y el que
le entregaba les había dado señal
común, diciendo: Al que yo besare,
aquél es: prendedle, y llevadle con
seguridad.
-
Y como
vino, se acercó luego á él, y le
dice: Maestro, Maestro. Y le besó.
-
Entonces
ellos echaron en él sus manos, y le
prendieron.
-
Y uno de
los que estaban allí, sacando la
espada, hirió al siervo del sumo
sacerdote, y le cortó la oreja.
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo: ¿Como
á ladrón habéis salido con espadas y
con palos á tomarme?
-
Cada día
estaba con vosotros enseñando en el
templo, y no me tomasteis; pero es
así, para que se cumplan las
Escrituras.
-
Entonces
dejándole todos sus discípulos,
huyeron.
-
Empero
un mancebillo le seguía cubierto de
una sábana sobre el cuerpo desnudo;
y los mancebos le prendieron:
-
Mas él,
dejando la sábana, se huyó de ellos
desnudo.
-
Y
trajeron á Jesús al sumo sacerdote;
y se juntaron á él todos los
príncipes de los sacerdotes y los
ancianos y los escribas.
-
Empero
Pedro le siguió de lejos hasta
dentro del patio del sumo sacerdote;
y estaba sentado con los servidores,
y calentándose al fuego.
-
Y los
príncipes de los sacerdotes y todo
el concilio buscaban testimonio
contra Jesús, para entregarle á la
muerte; mas no lo hallaban.
-
Porque
muchos decían falso testimonio
contra él; mas sus testimonios no
concertaban.
-
Entonces
levantandose unos, dieron falso
testimonio contra él, diciendo:
-
Nosotros
le hemos oído decir: Yo derribaré
este templo que es hecho de mano, y
en tres días edificaré otro echo sin
mano.
-
Mas ni
aun así se concertaba el testimonio
de ellos.
-
Entonces
el sumo sacerdote, levantándose en
medio, preguntó á Jesús, diciendo:
¿No respondes algo? ¿Qué atestiguan
estos contra ti?
-
Mas él
callaba, y nada respondía. El sumo
sacerdote le volvió á preguntar, y
le dice: ¿Eres tú el Cristo, el Hijo
del Bendito?
-
Y Jesús
le dijo: Yo soy; y veréis al Hijo
del hombre sentado á la diestra de
la potencia de Dios, y viniendo en
las nubes del cielo.
-
Entonces
el sumo sacerdote, rasgando sus
vestidos, dijo: ¿Qué más tenemos
necesidad de testigos?
-
Oído
habéis la blasfemia: ¿qué os parece?
Y ellos todos le condenaron ser
culpado de muerte.
-
Y
algunos comenzaron á escupir en él,
y cubrir su rostro, y á darle
bofetadas, y decirle: Profetiza. Y
los servidores le herían de
bofetadas.
-
Y
estando Pedro abajo en el atrio,
vino una de las criadas del sumo
sacerdote;
-
Y como
vió á Pedro que se calentaba,
mirándole, dice: Y tú con Jesús el
Nazareno estabas.
-
Mas él
negó, diciendo: No conozco, ni sé lo
que dices. Y se salió fuera á la
entrada; y cantó el gallo.
-
Y la
criada viéndole otra vez, comenzó á
decir á los que estaban allí: Este
es de ellos.
-
Mas él
negó otra vez. Y poco después, los
que estaban allí dijeron otra vez á
Pedro: Verdaderamente tú eres de
ellos; porque eres Galileo, y tu
habla es semejante.
-
Y él
comenzó á maldecir y á jurar: No
conozco á este hombre de quien
habláis.
-
Y el
gallo cantó la segunda vez: y Pedro
se acordó de las palabras que Jesús
le había dicho: Antes que el gallo
cante dos veces, me negarás tres
veces. Y pensando en esto, lloraba.
-
Y LUEGO
por la mañana, habiendo tenido
consejo los príncipes de los
sacerdotes con los ancianos, y con
los escribas, y con todo el
concilio, llevaron á Jesús atado, y
le entregaron á Pilato.
-
Y Pilato
le preguntó: ¿Eres tú el Rey de los
Judíos? Y respondiendo él, le dijo:
Tú lo dices.
-
Y los
príncipes de los sacerdotes le
acusaban mucho.
-
Y le
preguntó otra vez Pilato, diciendo:
¿No respondes algo? Mira de cuántas
cosas te acusan.
-
Mas
Jesús ni aun con eso respondió; de
modo que Pilato se maravillaba.
-
Empero
en el día de la fiesta les soltaba
un preso, cualquiera que pidiesen.
-
Y había
uno, que se llamaba Barrabás, preso
con sus compañeros de motín que
habían hecho muerte en una revuelta.
-
Y
viniendo la multitud, comenzó á
pedir hiciese como siempre les había
hecho.
-
Y Pilato
les respondió, diciendo: ¿Queréis
que os suelte al Rey de los Judíos?
-
Porque
conocía que por envidia le habían
entregado los príncipes de los
sacerdotes.
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Mas los
príncipes de los sacerdotes
incitaron á la multitud, que les
soltase antes á Barrabás.
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Y
respondiendo Pilato, les dice otra
vez: ¿Qué pues queréis que haga del
que llamáis Rey de los Judíos?
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Y ellos
volvieron á dar voces: Crucifícale.
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Mas
Pilato les decía: ¿Pues qué mal ha
hecho? Y ellos daban más voces:
Crucifícale.
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Y
Pilato, queriendo satisfacer al
pueblo, les soltó á Barrabás, y
entregó á Jesús, después de
azotarle, para que fuese
crucificado.
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Entonces
los soldados le llevaron dentro de
la sala, es á saber al Pretorio; y
convocan toda la cohorte.
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Y le
visten de púrpura; y poniéndole una
corona tejida de espinas,
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Comenzaron luego á saludarle:
¡Salve, Rey de los Judíos!
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Y le
herían en la cabeza con una caña, y
escupían en él, y le adoraban
hincadas las rodillas.
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Y cuando
le hubieron escarnecido, le
desnudaron la púrpura, y le
vistieron sus propios vestidos, y le
sacaron para crucificarle.
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Y
cargaron á uno que pasaba, Simón
Cireneo, padre de Alejandro y de
Rufo, que venía del campo, para que
llevase su cruz.
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Y le
llevan al lugar de Gólgotha, que
declarado quiere decir: Lugar de la
Calavera.
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Y le
dieron á beber vino mezclado con
mirra; mas él no lo tomó.
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Y cuando
le hubieron crucificado, repartieron
sus vestidos, echando suertes sobre
ellos, qué llevaría cada uno.
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Y era la
hora de las tres cuando le
crucificaron.
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Y el
título escrito de su causa era: EL
REY DE LOS JUDIOS.
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Y
crucificaron con él dos ladrones,
uno á su derecha, y el otro á su
izquierda.
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Y se
cumplió la Escritura, que dice: Y
con los inicuos fué contado.
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Y los
que pasaban le denostaban, meneando
sus cabezas, y diciendo: ¡Ah! tú que
derribas el templo de Dios, y en
tres días lo edificas,
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Sálvate
á ti mismo, y desciende de la cruz.
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Y de
esta manera también los príncipes de
los sacerdotes escarneciendo, decían
unos á otros, con los escribas: A
otros salvó, á sí mismo no se puede
salvar.
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El
Cristo, Rey de Israel, descienda
ahora de la cruz, para que veamos y
creamos. También los que estaban
crucificados con él le denostaban.
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Y cuando
vino la hora de sexta, fueron hechas
tinieblas sobre toda la tierra hasta
la hora de nona.
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Y á la
hora de nona, exclamó Jesús á gran
voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama
sabachthani? que declarado, quiere
decir: Dios mío, Díos mío, ¿por qué
me has desamparado?
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Y
oyéndole unos de los que estaban
allí, decían: He aquí, llama á
Elías.
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Y corrió
uno, y empapando una esponja en
vinagre, y poniéndola en una caña,
le dió á beber, diciendo: Dejad,
veamos si vendrá Elías á quitarle.
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Mas
Jesús, dando una grande voz, espiró.
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Entonces
el velo del templo se rasgó en dos,
de alto á bajo.
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Y el
centurión que estaba delante de él,
viendo que había espirado así
clamando, dijo: Verdaderamente este
hombre era el Hijo de Dios.
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Y
también estaban algunas mujeres
mirando de lejos; entre las cuales
estaba María Magdalena, y María la
madre de Jacobo el menor y de José,
y Salomé;
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Las
cuales, estando aún él en Galilea,
le habían seguido, y le servían; y
otras muchas que juntamente con él
habían subido á Jerusalem.
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Y cuando
fué la tarde, porque era la
preparación, es decir, la víspera
del sábado,
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José de
Arimatea, senador noble, que también
esperaba el reino de Dios, vino, y
osadamente entró á Pilato, y pidió
el cuerpo de Jesús.
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Y Pilato
se maravilló que ya fuese muerto; y
haciendo venir al centurión,
preguntóle si era ya muerto.
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Y
enterado del centurión, dió el
cuerpo á José.
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El cual
compró una sábana, y quitándole, le
envolvió en la sábana, y le puso en
un sepulcro que estaba cavado en una
peña, y revolvió una piedra á la
puerta del sepulcro.
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Y María
Magdalena, y María madre de José,
miraban donde era puesto.
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Y COMO
pasó el sábado, María Magdalena, y
María madre de Jacobo, y Salomé,
compraron drogas aromáticas, para
venir á ungirle.
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Y muy de
mañana, el primer día de la semana,
vienen al sepulcro, ya salido el
sol.
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Y decían
entre sí: ¿Quién nos revolverá la
piedra de la puerta del sepulcro?
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Y como
miraron, ven la piedra revuelta; que
era muy grande.
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Y
entradas en el sepulcro, vieron un
mancebo sentado al lado derecho,
cubierto de una larga ropa blanca; y
se espantaron.
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Más él
les dice: No os asustéis: buscáis á
Jesús Nazareno, el que fué
crucificado; resucitado há, no está
aquí; he aquí el lugar en donde le
pusieron.
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Mas id,
decid á sus discípulos y á Pedro,
que él va antes que vosotros á
Galilea: allí le veréis, como os
dijo.
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Y ellas
se fueron huyendo del sepulcro;
porque las había tomado temblor y
espanto; ni decían nada á nadie,
porque tenían miedo.
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Mas como
Jesús resucitó por la mañana, el
primer día de la semana, apareció
primeramente á María Magdalena, de
la cual había echado siete demonios.
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Yendo
ella, lo hizo saber á los que habían
estado con él, que estaban tristes y
llorando.
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Y ellos
como oyeron que vivía, y que había
sido visto de ella, no lo creyeron.
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Mas
después apareció en otra forma á dos
de ellos que iban caminando, yendo
al campo.
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Y ellos
fueron, y lo hicieron saber á los
otros; y ni aun á éllos creyeron.
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Finalmente se apareció á los once
mismos, estando sentados á la mesa,
y censuróles su incredulidad y
dureza de corazón, que no hubiesen
creído á los que le habían visto
resucitado.
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Y les
dijo: Id por todo el mundo; predicad
el evangelio á toda criatura.
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El que
creyere y fuere bautizado, será
salvo; mas el que no creyere, será
condenado.
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Y estas
señales seguirán á los que creyeren:
En mi nombre echarán fuera demonios;
hablaran nuevas lenguas;
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Quitarán
serpientes, y si bebieren cosa
mortífera, no les dañará; sobre los
enfermos pondrán sus manos, y
sanarán.
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Y el
Señor, después que les habló, fue
recibido arriba en el cielo, y
sentóse á la diestra de Dios.
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Y ellos,
saliendo, predicaron en todas
partes, obrando con ellos el Señor,
y confirmando la palabra con las
señales que se seguían. Amen.
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