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24 ]
-
HABIENDO
muchos tentado á poner en orden la
historia de las cosas que entre
nosotros han sido ciertísimas,
-
Como nos
lo enseñaron los que desde el
principio lo vieron por sus ojos, y
fueron ministros de la palabra;
-
Me ha
parecido también á mí, después de
haber entendido todas las cosas
desde el principio con diligencia,
escribírtelas por orden, oh muy buen
Teófilo,
-
Para que
conozcas la verdad de las cosas en
las cuales has sido enseñado.
-
HUBO en
los días de Herodes, rey de Judea,
un sacerdote llamado Zacarías, de la
suerte de Abías; y su mujer, de las
hijas de Aarón, llamada Elisabet.
-
Y eran
ambos justos delante de Dios,
andando sin reprensión en todos los
mandamientos y estatutos del Señor.
-
Y no
tenían hijo, porque Elisabet era
estéril, y ambos eran avanzados en
días.
-
Y
aconteció que ejerciendo Zacarías el
sacerdocio delante de Dios por el
orden de su vez,
-
Conforme
á la costumbre del sacerdocio, salió
en suerte á poner el incienso,
entrando en el templo del Señor.
-
Y toda
la multitud del pueblo estaba fuera
orando á la hora del incienso.
-
Y se le
apareció el ángel del Señor puesto
en pie á la derecha del altar del
incienso.
-
Y se
turbó Zacarías viéndo le, y cayó
temor sobre él.
-
Mas el
ángel le dijo: Zacarías, no temas;
porque tu oración ha sido oída, y tu
mujer Elisabet te parirá un hijo, y
llamarás su nombre Juan.
-
Y
tendrás gozo y alegría, y muchos se
gozarán de su nacimiento.
-
Porque
será grande delante de Dios, y no
beberá vino ni sidra; y será lleno
del Espíritu Santo, aun desde el
seno de su madre.
-
Y á
muchos de los hijos de Israel
convertirá al Señor Dios de ellos.
-
Porque
él irá delante de él con el espíritu
y virtud de Elías, para convertir
los corazones de los padres á los
hijos, y los rebeldes á la prudencia
de los justos, para aparejar al
Señor un pueblo apercibido.
-
Y dijo
Zacarías al ángel: ¿En qué conoceré
esto? porque yo soy viejo, y mi
mujer avanzada en días.
-
Y
respondiendo el ángel le dijo: Yo
soy Gabriel, que estoy delante de
Dios; y soy enviado á hablarte, y á
darte estas buenas nuevas.
-
Y he
aquí estarás mudo y no podrás
hablar, hasta el día que esto sea
hecho, por cuanto no creíste á mis
palabras, las cuales se cumplirán á
su tiempo.
-
Y el
pueblo estaba esperando á Zacarías,
y se maravillaban de que él se
detuviese en el templo.
-
Y
saliendo, no les podía hablar: y
entendieron que había visto visión
en el templo: y él les hablaba por
señas, y quedó mudo.
-
Y fué,
que cumplidos los días de su oficio,
se vino á su casa.
-
Y
después de aquellos días concibió su
mujer Elisabet, y se encubrió por
cinco meses, diciendo:
-
Porque
el Señor me ha hecho así en los días
en que miró para quitar mi afrenta
entre los hombres.
-
Y al
sexto mes, el ángel Gabriel fué
enviado de Dios á una ciudad de
Galilea, llamada Nazaret,
-
A una
virgen desposada con un varón que se
llamaba José, de la casa de David: y
el nombre de la virgen era María.
-
Y
entrando el ángel á donde estaba,
dijo, ¡Salve, muy favorecida! el
Señor es contigo: bendita tú entre
las mujeres.
-
Mas
ella, cuando le vió, se turbó de sus
palabras, y pensaba qué salutación
fuese ésta.
-
Entonces
el ángel le dijo: María, no temas,
porque has hallado gracia cerca de
Dios.
-
Y he
aquí, concebirás en tu seno, y
parirás un hijo, y llamarás su
nombre JESUS.
-
Este
será grande, y será llamado Hijo del
Altísimo: y le dará el Señor Dios el
trono de David su padre:
-
Y
reinará en la casa de Jacob por
siempre; y de su reino no habrá fin.
-
Entonces
María dijo al ángel: ¿Cómo será
esto? porque no conozco varón.
-
Y
respondiendo el ángel le dijo: El
Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la
virtud del Altísimo te hará sombra;
por lo cual también lo Santo que
nacerá, será llamado Hijo de Dios.
-
Y he
aquí, Elisabet tu parienta, también
ella ha concebido hijo en su vejez;
y este es el sexto mes á ella que es
llamada la estéril:
-
Porque
ninguna cosa es imposible para Dios.
-
Entonces
María dijo: He aquí la sierva del
Señor; hágase á mí conforme á tu
palabra. Y el ángel partió de ella.
-
En
aquellos días levantándose María,
fué á la montaña con priesa, á una
ciudad de Judá;
-
Y entró
en casa de Zacarías, y saludó á
Elisabet.
-
Y
aconteció, que como oyó Elisabet la
salutación de María, la criatura
saltó en su vientre; y Elisabet fué
llena del Espíritu Santo,
-
Y
exclamó á gran voz, y dijo. Bendita
tú entre las mujeres, y bendito el
fruto de tu vientre.
-
¿Y de
dónde esto á mí, que la madre de mi
Señor venga á mí?
-
Porque
he aquí, como llegó la voz de tu
salutación á mis oídos, la criatura
saltó de alegría en mi vientre.
-
Y
bienaventurada la que creyó, porque
se cumplirán las cosas que le fueron
dichas de parte del Señor.
-
Entonces
María dijo: engrandece mi alma al
Señor;
-
Y mi
espíritu se alegró en Dios mi
Salvador,
-
Porque
ha mirado á la bajeza de su criada;
Porque he aquí, desde ahora me dirán
bienaventurada todas las
generaciones.
-
Porque
me ha hecho grandes cosas el
Poderoso; Y santo es su nombre.
-
Y su
misericordia de generación á
generación A los que le temen.
-
Hizo
valentía con su brazo: Esparció los
soberbios del pensamiento de su
corazón.
-
Quitó
los poderosos de los tronos, Y
levantó á los humildes.
-
A los
hambrientos hinchió de bienes; Y á
los ricos envió vacíos.
-
Recibió
á Israel su siervo, Acordandose de
la misericordia.
-
Como
habló á nuestros padres A Abraham y
á su simiente para siempre.
-
Y se
quedó María con ella como tres
meses: después se volvió á su casa.
-
Y á
Elisabet se le cumplió el tiempo de
parir, y parió un hijo.
-
Y oyeron
los vecinos y los parientes que Dios
había hecho con ella grande
misericordia, y se alegraron con
ella.
-
Y
aconteció, que al octavo día
vinieron para circuncidar al niño; y
le llamaban del nombre de su padre,
Zacarías.
-
Y
respondiendo su madre, dijo: No;
sino Juan será llamado.
-
Y le
dijeron: ¿Por qué? nadie hay en tu
parentela que se llame de este
nombre.
-
Y
hablaron por señas á su padre, cómo
le quería llamar.
-
Y
demandando la tablilla, escribió,
diciendo: Juan es su nombre. Y todos
se maravillaron.
-
Y luego
fué abierta su boca y su lengua, y
habló bendiciendo á Dios.
-
Y fué un
temor sobre todos los vecinos de
ellos; y en todas las montañas de
Judea fueron divulgadas todas estas
cosas.
-
Y todos
los que las oían, las conservaban en
su corazón, diciendo: ¿Quién será
este niño? Y la mano del Señor
estaba con él.
-
Y
Zacarías su padre fué lleno de
Espíritu Santo, y profetizó,
diciendo:
-
Bendito
el Señor Dios de Israel, Que ha
visitado y hecho redención á su
pueblo,
-
Y nos
alzó un cuerno de salvación En la
casa de David su siervo,
-
Como
habló por boca de sus santos
profetas que fueron desde el
principio:
-
Salvación de nuestros enemigos, y de
mano de todos los que nos
aborrecieron;
-
Para
hacer misericordia con nuestros
padres, Y acordándose de su santo
pacto;
-
Del
juramento que juró á Abraham nuestro
padre, Que nos había de dar,
-
Que sin
temor librados de nuestros enemigos,
Le serviríamos
-
En
santidad y en justicia delante de
él, todos los días nuestros.
-
Y tú,
niño, profeta del Altísimo serás
llamado; Porque irás ante la faz del
Señor, para aparejar sus caminos;
-
Dando
conocimiento de salud á su pueblo,
Para remisión de sus pecados,
-
Por las
entrañas de misericordia de nuestro
Dios, Con que nos visitó de lo alto
el Oriente,
-
Para dar
luz á los que habitan en tinieblas y
en sombra de muerte; Para encaminar
nuestros pies por camino de paz.
-
Y el
niño crecía, y se fortalecía en
espíritu: y estuvo en los desiertos
hasta el día que se mostró á Israel.
-
Y
ACONTECIÓ en aquellos días que salió
edicto de parte de Augusto César,
que toda la tierra fuese
empadronada.
-
Este
empadronamiento primero fue hecho
siendo Cirenio gobernador de la
Siria.
-
E iban
todos para ser empadronados, cada
uno á su ciudad.
-
Y subió
José de Galilea, de la ciudad de
Nazaret, á Judea, á la ciudad de
David, que se llama Bethlehem, por
cuanto era de la casa y familia de
David;
-
Para ser
empadronado con María su mujer,
desposada con él, la cual estaba
encinta.
-
Y
aconteció que estando ellos allí, se
cumplieron los días en que ella
había de parir.
-
Y parió
á su hijo primogénito, y le envolvió
en pañales, y acostóle en un
pesebre, porque no había lugar para
ellos en el mesón.
-
Y había
pastores en la misma tierra, que
velaban y guardaban las vigilias de
la noche sobre su ganado.
-
Y he
aquí el ángel del Señor vino sobre
ellos, y la claridad de Dios los
cercó de resplandor; y tuvieron gran
temor.
-
Mas el
ángel les dijo: No temáis; porque he
aquí os doy nuevas de gran gozo, que
será para todo el pueblo:
-
Que os
ha nacido hoy, en la ciudad de
David, un Salvador, que es CRISTO el
Señor.
-
Y esto
os será por señal: hallaréis al niño
envuelto en pañales, echado en un
pesebre.
-
Y
repentinamente fué con el ángel una
multitud de los ejércitos
celestiales, que alababan á Dios, y
decían:
-
Gloria
en las alturas á Dios, Y en la
tierra paz, buena voluntad para con
los hombres.
-
Y
aconteció que como los ángeles se
fueron de ellos al cielo, los
pastores dijeron los unos á los
otros: Pasemos pues hasta Bethlehem,
y veamos esto que ha sucedido, que
el Señor nos ha manifestado.
-
Y
vinieron apriesa, y hallaron á
María, y á José, y al niño acostado
en el pesebre.
-
Y
viéndolo, hicieron notorio lo que
les había sido dicho del niño.
-
Y todos
los que oyeron, se maravillaron de
lo que los pastores les decían.
-
Mas
María guardaba todas estas cosas,
confiriéndolas en su corazón.
-
Y se
volvieron los pastores glorificando
y alabando á Dios de todas las cosas
que habían oído y visto, como les
había sido dicho.
-
Y
pasados los ocho días para
circuncidar al niño, llamaron su
nombre JESUS; el cual le fué puesto
por el ángel antes que él fuese
concebido en el vientre.
-
Y como
se cumplieron los días de la
purificación de ella, conforme á la
ley de Moisés, le trajeron á
Jerusalem para presentarle al Señor,
-
(Como
está escrito en la ley del Señor:
Todo varón que abriere la matriz,
será llamado santo al Señor),
-
Y para
dar la ofrenda, conforme á lo que
está dicho en la ley del Señor: un
par de tórtolas, ó dos palominos.
-
Y he
aquí, había un hombre en Jerusalem,
llamado Simeón, y este hombre, justo
y pío, esperaba la consolación de
Israel: y el Espíritu Santo era
sobre él.
-
Y había
recibido respuesta del Espíritu
Santo, que no vería la muerte antes
que viese al Cristo del Señor.
-
Y vino
por Espíritu al templo. Y cuando
metieron al niño Jesús sus padres en
el templo, para hacer por él
conforme á la costumbre de la ley.
-
Entonces
él le tomó en sus brazos, y bendijo
á Dios, y dijo:
-
Ahora
despides, Señor, á tu siervo,
Conforme á tu palabra, en paz;
-
Porque
han visto mis ojos tu salvación,
-
La cual
has aparejado en presencia de todos
los pueblos;
-
Luz para
ser revelada á los Gentiles, Y la
gloria de tu pueblo Israel.
-
Y José y
su madre estaban maravillados de las
cosas que se decían de él.
-
Y los
bendijo Simeón, y dijo á su madre
María: He aquí, éste es puesto para
caída y para levantamiento de muchos
en Israel; y para señal á la que
será contradicho;
-
Y una
espada traspasará tu alma de ti
misma, para que sean manifestados
los pensamientos de muchos
corazones.
-
Estaba
también allí Ana, profetisa, hija de
Phanuel, de la tribu de Aser; la
cual había venido en grande edad, y
había vivido con su marido siete
años desde su virginidad;
-
Y era
viuda de hasta ochenta y cuatro
años, que no se apartaba del templo,
sirviendo de noche y de día con
ayunos y oraciones.
-
Y ésta,
sobreviniendo en la misma hora,
juntamente confesaba al Señor, y
hablaba de él á todos los que
esperaban la redención en Jerusalem.
-
Mas como
cumplieron todas las cosas según la
ley del Señor, se volvieron á
Galilea, á su ciudad de Nazaret.
-
Y el
niño crecía, y fortalecíase, y se
henchía de sabiduría; y la gracia de
Dios era sobre él.
-
E iban
sus padres todos los años á
Jerusalem en la fiesta de la Pascua.
-
Y cuando
fué de doce años, subieron ellos á
Jerusalem conforme á la costumbre
del día de la fiesta.
-
Y
acabados los días, volviendo ellos,
se quedó el niño Jesús en Jerusalem,
sin saberlo José y su madre.
-
Y
pensando que estaba en la compañía,
anduvieron camino de un día; y le
buscaban entre los parientes y entre
los conocidos:
-
Mas como
no le hallasen, volvieron á
Jerusalem buscándole.
-
Y
aconteció, que tres días después le
hallaron en el templo, sentado en
medio de los doctores, oyéndoles y
preguntándoles.
-
Y todos
los que le oían, se pasmaban de su
entendimiento y de sus respuestas.
-
Y cuando
le vieron, se maravillaron; y díjole
su madre: Hijo, ¿por qué nos has
hecho así? He aquí, tu padre y yo te
hemos buscado con dolor.
-
Entonces
él les dice: ¿Qué hay? ¿por qué me
buscabais? ¿No sabíais que en los
negocios de mi Padre me conviene
estar?
-
Mas
ellos no entendieron las palabras
que les habló.
-
Y
descendió con ellos, y vino á
Nazaret, y estaba sujeto á ellos. Y
su madre guardaba todas estas cosas
en su corazón.
-
Y Jesús
crecía en sabiduría, y en edad, y en
gracia para con Dios y los hombres.
-
Y EN el
año quince del imperio de Tiberio
César, siendo gobernador de Judea
Poncio Pilato, y Herodes tetrarca de
Galilea, y su hermano Felipe
tetrarca de Iturea y de la provincia
de Traconite, y Lisanias tetrarca de
Abilinia,
-
Siendo
sumos sacerdotes Anás y Caifás, vino
palabra del Señor sobre Juan, hijo
de Zacarías, en el desierto.
-
Y él
vino por toda la tierra al rededor
del Jordán predicando el bautismo
del arrepentimiento para la remisión
de pecados;
-
Como
está escrito en el libro de las
palabras del profeta Isaías que
dice: Voz del que clama en el
desierto: Aparejad el camino del
Señor, Haced derechas sus sendas.
-
Todo
valle se henchirá, Y bajaráse todo
monte y collado; Y los caminos
torcidos serán enderezados, Y los
caminos ásperos allanados;
-
Y verá
toda carne la salvación de Dios.
-
Y decía
á las gentes que salían para ser
bautizadas de él: ¡Oh generación de
víboras, quién os enseñó á huir de
la ira que vendrá?
-
Haced,
pues, frutos dignos de
arrepentimiento, y no comencéis á
decir en vosotros mismos: Tenemos á
Abraham por padre: porque os digo
que puede Dios, aun de estas
piedras, levantar hijos á Abraham.
-
Y ya
también el hacha está puesta á la
raíz de los árboles: todo árbol pues
que no hace buen fruto, es cortado,
y echado en el fuego.
-
Y las
gentes le preguntaban, diciendo:
¿Pues qué haremos?
-
Y
respondiendo, les dijo: El que tiene
dos túnicas, dé al que no tiene; y
el que tiene qué comer, haga lo
mismo.
-
Y
vinieron también publicanos para ser
bautizados, y le dijeron: Maestro,
¿qué haremos?
-
Y él les
dijo: No exijáis más de lo que os
está ordenado.
-
Y le
preguntaron también los soldados,
diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos?
Y les dice: No hagáis extorsión á
nadie, ni calumniéis; y contentaos
con vuestras pagas.
-
Y
estando el pueblo esperando, y
pensando todos de Juan en sus
corazones, si él fuese el Cristo,
-
Respondió Juan, diciendo á todos:
Yo, á la verdad, os bautizo en agua;
mas viene quien es más poderoso que
yo, de quien no soy digno de desatar
la correa de sus zapatos: él os
bautizará en Espíritu Santo y fuego;
-
Cuyo
bieldo está en su mano, y limpiará
su era, y juntará el trigo en su
alfolí, y la paja quemará en fuego
que nunca se apagará.
-
Y
amonestando, otras muchas cosas
también anunciaba al pueblo.
-
Entonces
Herodes el tetrarca, siendo
reprendido por él á causa de
Herodías, mujer de Felipe su
hermano, y de todas las maldades que
había hecho Herodes,
-
Añadió
también esto sobre todo, que encerró
á Juan en la cárcel.
-
Y
aconteció que, como todo el pueblo
se bautizaba, también Jesús fué
bautizado; y orando, el cielo se
abrió,
-
Y
descendió el Espíritu Santo sobre él
en forma corporal, como paloma, y
fué hecha una voz del cielo que
decía: Tú eres mi Hijo amado, en ti
me he complacido.
-
Y el
mismo Jesús comenzaba á ser como de
treinta años, hijo de José, como se
creía; que fué hijo de Elí,
-
Que fué
de Mathat, que fué de Leví, que fué
Melchî, que fué de Janna, que fué de
José,
-
Que fué
de Mattathías, que fué de Amós, que
fué de Nahum, que fué de Esli,
-
Que fué
de Naggai, que fué de Maat, que fué
de Matthathías, que fué de Semei,
que fué de José, que fué de Judá,
-
Que fué
de Joanna, que fué de Rhesa, que fué
de Zorobabel, que fué de Salathiel,
-
Que fué
de Neri, que fué de Melchî, que fué
de Abdi, que fué de Cosam, que fué
de Elmodam, que fué de Er,
-
Que fué
de Josué, que fué de Eliezer, que
fué de Joreim, que fué de Mathat,
-
Que fué
de Leví, que fué de Simeón, que fué
de Judá, que fué de José, que fué de
Jonán, que fué de Eliachîm,
-
Que fué
de Melea, que fué de Mainán, que fué
de Mattatha, que fué de Nathán,
-
Que fué
de David, que fué de Jessé, que fué
de Obed, que fué de Booz, que fué de
Salmón, que fué de Naassón,
-
Que fué
de Aminadab, que fué de Aram, que
fué de Esrom, que fué de Phares,
-
Que fué
de Judá, que fué de Jacob, que fué
de Isaac, que fué de Abraham, que
fué de Thara, que fué de Nachôr,
-
Que fué
de Saruch, que fué de Ragau, que fué
de Phalec, que fué de Heber,
-
Que fué
de Sala, que fué de Cainán, Arphaxad,
que fué de Sem, que fué de Noé, que
fué de Lamech,
-
Que fué
de Mathusala, que fué de Enoch, que
fué de Jared, que fué de Maleleel,
-
Que fué
de Cainán, que fué de Enós, que fué
de Seth, que fué de Adam, que fué de
Dios.
-
Y JESÚS,
lleno del Espíritu Santo, volvió del
Jordán, y fué llevado por el
Espíritu al desierto
-
Por
cuarenta días, y era tentado del
diablo. Y no comió cosa en aquellos
días: los cuales pasados, tuvo
hambre.
-
Entonces
el diablo le dijo: Si eres Hijo de
Dios, di á esta piedra que se haga
pan.
-
Y Jesús
respondiéndole, dijo: Escrito está:
Que no con pan solo vivirá el
hombre, mas con toda palabra de
Dios.
-
Y le
llevó el diablo á un alto monte, y
le mostró en un momento de tiempo
todos los reinos de la tierra.
-
Y le
dijo el diablo: A ti te daré toda
esta potestad, y la gloria de ellos;
porque á mí es entregada, y á quien
quiero la doy:
-
Pues si
tú adorares delante de mí, serán
todos tuyos.
-
Y
respondiendo Jesús, le dijo: Vete de
mí, Satanás, porque escrito está: A
tu Señor Dios adorarás, y á él solo
servirás.
-
Y le
llevó á Jerusalem, y púsole sobre
las almenas del templo, y le dijo:
Si eres Hijo de Dios, échate de aquí
abajo:
-
Porque
escrito está: Que á sus ángeles
mandará de ti, que te guarden;
-
Y En las
manos te llevarán, Porque no dañes
tu pie en piedra.
-
Y
respondiendo Jesús, le dijo: Dicho
está: No tentarás al Señor tu Dios.
-
Y
acabada toda tentación, el diablo se
fué de él por un tiempo.
-
Y Jesús
volvió en virtud del Espíritu á
Galilea, y salió la fama de él por
toda la tierra de alrededor,
-
Y
enseñaba en las sinagogas de ellos,
y era glorificado de todos.
-
Y vino á
Nazaret, donde había sido criado; y
entró, conforme á su costumbre, el
día del sábado en la sinagoga, y se
levantó á leer.
-
Y fuéle
dado el libro del profeta Isaías; y
como abrió el libro, halló el lugar
donde estaba escrito:
-
El
Espíritu del Señor es sobre mí, Por
cuanto me ha ungido para dar buenas
nuevas á los pobres: Me ha enviado
para sanar á los quebrantados de
corazón; Para pregonar á los
cautivos libertad, Y á los ciegos
vista; Para poner en libertad á los
quebrantados:
-
Para
predicar el año agradable del Señor.
-
Y
rollando el libro, lo dió al
ministro, y sentóse: y los ojos de
todos en la sinagoga estaban fijos
en él.
-
Y
comenzó á decirles: Hoy se ha
cumplido esta Escritura en vuestros
oídos.
-
Y todos
le daban testimonio, y estaban
maravillados de las palabras de
gracia que salían de su boca, y
decían: ¿No es éste el hijo de José?
-
Y les
dijo: Sin duda me diréis este
refrán: Médico, cúrate á ti mismo:
de tantas cosas que hemos oído haber
sido hechas en Capernaum, haz
también aquí en tu tierra.
-
Y dijo:
De cierto os digo, que ningún
profeta es acepto en su tierra.
-
Mas en
verdad os digo, que muchas viudas
había en Israel en los días de
Elías, cuando el cielo fué cerrado
por tres años y seis meses, que hubo
una grande hambre en toda la tierra;
-
Pero á
ninguna de ellas fué enviado Elías,
sino á Sarepta de Sidón, á una mujer
viuda.
-
Y muchos
leprosos había en Israel en tiempo
del profeta Eliseo; mas ninguno de
ellos fué limpio, sino Naamán el
Siro.
-
Entonces
todos en la sinagoga fueron llenos
de ira, oyendo estas cosas;
-
Y
levantándose, le echaron fuera de la
ciudad, y le llevaron hasta la
cumbre del monte sobre el cual la
ciudad de ellos estaba edificada,
para despeñarle.
-
Mas él,
pasando por medio de ellos, se fué.
-
Y
descendió á Capernaum, ciudad de
Galilea. Y los enseñaba en los
sábados.
-
Y se
maravillaban de su doctrina, porque
su palabra era con potestad.
-
Y estaba
en la sinagoga un hombre que tenía
un espíritu de un demonio inmundo,
el cual exclamó á gran voz,
-
Diciendo: Déjanos, ¿qué tenemos
contigo Jesús Nazareno? ¿has venido
á destruirnos? Yo te conozco quién
eres, el Santo de Dios.
-
Y Jesús
le increpó, diciendo: Enmudece, y
sal de él. Entonces el demonio,
derribándole en medio, salió de él,
y no le hizo daño alguno.
-
Y hubo
espanto en todos, y hablaban unos á
otros, diciendo: ¿Qué palabra es
ésta, que con autoridad y potencia
manda á los espíritus inmundos, y
salen?
-
Y la
fama de él se divulgaba de todas
partes por todos los lugares de la
comarca.
-
Y
levantándose Jesús de la sinagoga,
entró en casa de Simón: y la suegra
de Simón estaba con una grande
fiebre; y le rogaron por ella.
-
E
inclinándose hacia ella, riñó á la
fiebre; y la fiebre la dejó; y ella
levantándose luego, les servía.
-
Y
poniéndose el sol, todos los que
tenían enfermos de diversas
enfermedades, los traían á él; y él
poniendo las manos sobre cada uno de
ellos, los sanaba.
-
Y salían
también demonios de muchos, dando
voces, y diciendo: Tú eres el Hijo
de Dios. Mas riñéndolos no les
dejaba hablar; porque sabían que él
era el Cristo.
-
Y siendo
ya de día salió, y se fué á un lugar
desierto: y las gentes le buscaban,
y vinieron hasta él; y le detenían
para que no se apartase de ellos.
-
Mas él
les dijo: Que también á otras
ciudades es necesario que anuncie el
evangelio del reino de Dios; porque
para esto soy enviado.
-
Y
predicaba en las sinagogas de
Galilea.
-
Y
ACONTECIÓ, que estando él junto al
lago de Genezaret, las gentes se
agolpaban sobre él para oir la
palabra de Dios.
-
Y vió
dos barcos que estaban cerca de la
orilla del lago: y los pescadores,
habiendo descendido de ellos,
lavaban sus redes.
-
Y
entrado en uno de estos barcos, el
cual era de Simón, le rogó que lo
desviase de tierra un poco; y
sentándose, enseñaba desde el barco
á las gentes.
-
Y como
cesó de hablar, dijo á Simón: Tira á
alta mar, y echad vuestras redes
para pescar.
-
Y
respondiendo Simón, le dijo:
Maestro, habiendo trabajado toda la
noche, nada hemos tomado; mas en tu
palabra echaré la red.
-
Y
habiéndolo hecho, encerraron gran
multitud de pescado, que su red se
rompía.
-
E
hicieron señas á los compañeros que
estaban en el otro barco, que
viniesen á ayudarles; y vinieron, y
llenaron ambos barcos, de tal manera
que se anegaban.
-
Lo cual
viendo Simón Pedro, se derribó de
rodillas á Jesús, diciendo: Apártate
de mí, Señor, porque soy hombre
pecador.
-
Porque
temor le había rodeado, y á todos
los que estaban con él, de la presa
de los peces que habían tomado;
-
Y
asimismo á Jacobo y á Juan, hijos de
Zebedeo, que eran compañeros de
Simón. Y Jesús dijo á Simón: No
temas: desde ahora pescarás hombres.
-
Y como
llegaron á tierra los barcos,
dejándolo todo, le siguieron.
-
Y
aconteció que estando en una ciudad,
he aquí un hombre lleno de lepra, el
cual viendo á Jesús, postrándose
sobre el rostro, le rogó, diciendo:
Señor, si quieres, puedes limpiarme.
-
Entonces, extendiendo la mano, le
tocó diciendo: Quiero: sé limpio. Y
luego la lepra se fué de él.
-
Y él le
mandó que no lo dijese á nadie: Mas
ve, díjole, muéstrate al sacerdote,
y ofrece por tu limpieza, como mandó
Moisés, para testimonio á ellos.
-
Empero
tanto más se extendía su fama: y se
juntaban muchas gentes á oir y ser
sanadas de sus enfermedades.
-
Mas él
se apartaba á los desiertos, y
oraba.
-
Y
aconteció un día, que él estaba
enseñando, y los Fariseos y doctores
de la ley estaban sentados, los
cuales habían venido de todas las
aldeas de Galilea, y de Judea y
Jerusalem: y la virtud del Señor
estaba allí para sanarlos.
-
Y he
aquí unos hombres, que traían sobre
un lecho un hombre que estaba
paralítico; y buscaban meterle, y
ponerle delante de él.
-
Y no
hallando por donde meterle á causa
de la multitud, subieron encima de
la casa, y por el tejado le bajaron
con el lecho en medio, delante de
Jesús;
-
El cual,
viendo la fe de ellos, le dice:
Hombre, tus pecados te son
perdonados.
-
Entonces
los escribas y los Fariseos
comenzaron á pensar, diciendo:
¿Quién es éste que habla blasfemias?
¿Quién puede perdonar pecados sino
sólo Dios?
-
Jesús
entonces, conociendo los
pensamientos de ellos, respondiendo
les dijo: ¿Qué pensáis en vuestros
corazones?
-
¿Qué es
más fácil, decir: Tus pecados te son
perdonados, ó decir: Levántate y
anda?
-
Pues
para que sepáis que el Hijo del
hombre tiene potestad en la tierra
de perdonar pecados, (dice al
paralítico): A ti digo, levántate,
toma tu lecho, y vete á tu casa.
-
Y luego,
levantándose en presencia de ellos,
y tomando aquel en que estaba
echado, se fué á su casa,
glorificando á Dios.
-
Y tomó
espanto á todos, y glorificaban á
Dios; y fueron llenos del temor,
diciendo: Hemos visto maravillas
hoy.
-
Y
después de estas cosas salió, y vió
á un publicano llamado Leví, sentado
al banco de los públicos tributos, y
le dijo: Sígueme.
-
Y
dejadas todas las cosas,
levantándose, le siguió.
-
E hizo
Leví gran banquete en su casa; y
había mucha compañía de publicanos y
de otros, los cuales estaban á la
mesa con ellos.
-
Y los
escribas y los Fariseos murmuraban
contra sus discípulos, diciendo:
¿Por qué coméis y bebéis con los
publicanos y pecadores?
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Los
que están sanos no necesitan médico,
sino los que están enfermos.
-
No he
venido á llamar justos, sino
pecadores á arrepentimiento.
-
Entonces
ellos le dijeron: ¿Por qué los
discípulos de Juan ayunan muchas
veces y hacen oraciones, y asimismo
los de los Fariseos, y tus
discípulos comen y beben?
-
Y él les
dijo: ¿Podéis hacer que los que
están de bodas ayunen, entre tanto
que el esposo está con ellos?
-
Empero
vendrán días cuando el esposo les
será quitado: entonces ayunarán en
aquellos días.
-
Y les
decía también una parábola: Nadie
mete remiendo de paño nuevo en
vestido viejo; de otra manera el
nuevo rompe, y al viejo no conviene
remiendo nuevo.
-
Y nadie
echa vino nuevo en cueros viejos; de
otra manera el vino nuevo romperá
los cueros, y el vino se derramará,
y los cueros se perderán.
-
Mas el
vino nuevo en cueros nuevos se ha de
echar; y lo uno y lo otro se
conserva.
-
Y
ninguno que bebiere del añejo,
quiere luego el nuevo; porque dice:
El añejo es mejor.
-
Y
ACONTECIÓ que pasando él por los
sembrados en un sábado segundo del
primero, sus discípulos arrancaban
espigas, y comían, restregándolas
con las manos.
-
Y
algunos de los Fariseos les dijeron:
¿Por qué hacéis lo que no es lícito
hacer en los sábados?
-
Y
respondiendo Jesús les dijo: ¿Ni aun
esto habéis leído, qué hizo David
cuando tuvo hambre, él, y los que
con él estaban;
-
Cómo
entró en la casa de Dios, y tomó los
panes de la proposición, y comió, y
dió también á los que estaban con
él, los cuales no era lícito comer,
sino á solos los sacerdotes?
-
Y les
decía. El Hijo del hombre es Señor
aun del sábado.
-
Y
aconteció también en otro sábado,
que él entró en la sinagoga y
enseñaba; y estaba allí un hombre
que tenía la mano derecha seca.
-
Y le
acechaban los escribas y los
Fariseos, si sanaría en sábado, por
hallar de qué le acusasen.
-
Mas él
sabía los pensamientos de ellos; y
dijo al hombre que tenía la mano
seca: Levántate, y ponte en medio. Y
él levantándose, se puso en pie.
-
Entonces
Jesús les dice: Os preguntaré un
cosa: ¿Es lícito en sábados hacer
bien, ó hacer mal? ¿salvar la vida,
ó quitarla?
-
Y
mirándolos á todos alrededor, dice
al hombre: Extiende tu mano. Y él lo
hizo así, y su mano fué restaurada.
-
Y ellos
se llenaron de rabia; y hablaban los
unos á los otros qué harían á Jesús.
-
Y
aconteció en aquellos días, que fué
al monte á orar, y pasó la noche
orando á Dios.
-
Y como
fué de día, llamó á sus discípulos,
y escogió doce de ellos, á los
cuales también llamó apóstoles:
-
A Simón,
al cual también llamó Pedro, y á
Andrés su hermano, Jacobo y Juan,
Felipe y Bartolomé,
-
Mateo y
Tomás, Jacobo hijo de Alfeo, y Simón
el que se llama Celador,
-
Judas
hermano de Jacobo, y Judas
Iscariote, que también fué el
traidor.
-
Y
descendió con ellos, y se paró en un
lugar llano, y la compañía de sus
discípulos, y una grande multitud de
pueblo de toda Judea y de Jerusalem,
y de la costa de Tiro y de Sidón,
que habían venido á oirle, y para
ser sanados de sus enfermedades;
-
Y los
que habían sido atormentados de
espíritus inmundos: y estaban
curados.
-
Y toda
la gente procuraba tocarle; porque
salía de él virtud, y sanaba á
todos.
-
Y
alzando él los ojos á sus
discípulos, decía: Bienaventurados
vosotros los pobres; porque vuestro
es el reino de Dios.
-
Bienaventurados los que ahora tenéis
hambre; porque seréis saciados.
Bienaventurados los que ahora
lloráis, porque reiréis.
-
Bienaventurados seréis, cuando los
hombres os aborrecieren, y cuando os
apartaren de sí, y os denostaren, y
desecharen vuestro nombre como malo,
por el Hijo del hombre.
-
Gozaos
en aquel día, y alegraos; porque he
aquí vuestro galardón es grande en
los cielos; porque así hacían sus
padres á los profetas.
-
Mas ¡ay
de vosotros, ricos! porque tenéis
vuestro consuelo.
-
¡Ay de
vosotros, los que estáis hartos!
porque tendréis hambre. ¡Ay de
vosotros, los que ahora reís! porque
lamentaréis y lloraréis.
-
¡Ay de
vosotros, cuando todos los hombres
dijeren bien de vosotros! porque así
hacían sus padres á los falsos
profetas.
-
Mas á
vosotros los que oís, digo: Amad á
vuestros enemigos, haced bien á los
que os aborrecen;
-
Bendecid
á los que os maldicen, y orad por
los que os calumnian.
-
Y al que
te hiriere en la mejilla, dale
también la otra; y al que te quitare
la capa, ni aun el sayo le
defiendas.
-
Y á
cualquiera que te pidiere, da; y al
que tomare lo que es tuyo, no
vuelvas á pedir.
-
Y como
queréis que os hagan los hombres,
así hacedles también vosotros:
-
Porque
si amáis á los que os aman, ¿qué
gracias tendréis? porque también los
pecadores aman á los que los aman.
-
Y si
hiciereis bien á los que os hacen
bien, ¿qué gracias tendréis? porque
también los pecadores hacen lo
mismo.
-
Y si
prestareis á aquellos de quienes
esperáis recibir, ¿qué gracias
tendréis? porque también los
pecadores prestan á los pecadores,
para recibir otro tanto.
-
Amad,
pués, á vuestros enemigos, y haced
bien, y prestad, no esperando de
ello nada; y será vuestro galardón
grande, y seréis hijos del Altísimo:
porque él es benigno para con los
ingratos y malos.
-
Sed pues
misericordiosos, como también
vuestro Padre es misericordioso.
-
No
juzguéis, y no seréis juzgados: no
condenéis, y no seréis condenados:
perdonad, y seréis perdonados.
-
Dad, y
se os dará; medida buena, apretada,
remecida, y rebosando darán en
vuestro seno: porque con la misma
medida que midiereis, os será vuelto
á medir.
-
Y les
decía una parábola: ¿Puede el ciego
guiar al ciego? ¿No caerán ambos en
el hoyo?
-
El
discípulo no es sobre su maestro;
mas cualquiera que fuere como el
maestro, será perfecto.
-
¿Por qué
miras la paja que está en el ojo de
tu hermano, y la viga que está en tu
propio ojo no consideras?
-
¿O cómo
puedes decir á tu hermano: Hermano,
deja, echaré fuera la paja que está
en tu ojo, no mirando tú la viga,
que está en tu ojo? Hipócrita, echa
primero fuera de tu ojo la viga, y
entonces verás bien para sacar la
paja que está en el ojo de tu
hermano.
-
Porque
no es buen árbol el que da malos
frutos; ni árbol malo el que da buen
fruto.
-
Porque
cada árbol por su fruto es conocido:
que no cogen higos de los espinos,
ni vendimian uvas de las zarzas.
-
El buen
hombre del buen tesoro de su corazón
saca bien; y el mal hombre del mal
tesoro de su corazón saca mal;
porque de la abundancia del corazón
habla su boca.
-
¿Por qué
me llamáis, Señor, Señor, y no
hacéis lo que digo?
-
Todo
aquel que viene á mí, y oye mis
palabras, y las hace, os enseñaré á
quién es semejante:
-
Semejante es al hombre que edifica
una casa, el cual cavó y ahondó, y
puso el fundamento sobre la peña; y
cuando vino una avenida, el río dió
con ímpetu en aquella casa, mas no
la pudo menear: porque estaba
fundada sobre la peña.
-
Mas el
que oyó y no hizo, semejante es al
hombre que edificó su casa sobre
tierra, sin fundamento; en la cual
el río dió con ímpetu, y luego cayó;
y fué grande la ruina de aquella
casa.
-
Y COMO
acabó todas sus palabras oyéndole el
pueblo, entró en Capernaum.
-
Y el
siervo de un centurión, al cual
tenía él en estima, estaba enfermo y
á punto de morir.
-
Y como
oyó hablar de Jesús, envió á él los
ancianos de los Judíos, rogándole
que viniese y librase á su siervo.
-
Y
viniendo ellos á Jesús, rogáronle
con diligencia, diciéndole: Porque
es digno de concederle esto;
-
Que ama
nuestra nación, y él nos edificó una
sinagoga.
-
Y Jesús
fué con ellos. Mas como ya no
estuviesen lejos de su casa, envió
el centurión amigos á él,
diciéndole: Señor, no te incomodes,
que no soy digno que entres debajo
de mi tejado;
-
Por lo
cual ni aun me tuve por digno de
venir á ti; mas di la palabra, y mi
siervo será sano.
-
Porque
también yo soy hombre puesto en
potestad, que tengo debajo de mí
soldados; y digo á éste: Ve, y va; y
al otro: Ven, y viene; y á mi
siervo: Haz esto, y lo hace.
-
Lo cual
oyendo Jesús, se maravilló de él, y
vuelto, dijo á las gentes que le
seguían: Os digo que ni aun en
Israel he hallado tanta fe.
-
Y
vueltos á casa los que habían sido
enviados, hallaron sano al siervo
que había estado enfermo.
-
Y
aconteció después, que él iba á la
ciudad que se llama Naín, é iban con
él muchos de sus discípulos, y gran
compañía.
-
Y como
llegó cerca de la puerta de la
ciudad, he aquí que sacaban fuera á
un difunto, unigénito de su madre,
la cual también era viuda: y había
con ella grande compañía de la
ciudad.
-
Y como
el Señor la vió, compadecióse de
ella, y le dice: No llores.
-
Y
acercándose, tocó el féretro: y los
que lo llevaban, pararon. Y dice:
Mancebo, á ti digo, levántate.
-
Entonces
se incorporó el que había muerto, y
comenzó á hablar. Y dióle á su
madre.
-
Y todos
tuvieron miedo, y glorificaban á
Dios, diciendo: Que un gran profeta
se ha levantado entre nosotros; y
que Dios ha visitado á su pueblo.
-
Y salió
esta fama de él por toda Judea, y
por toda la tierra de alrededor.
-
Y sus
discípulos dieron á Juan las nuevas
de todas estas cosas: y llamó Juan á
dos de sus discípulos,
-
Y envió
á Jesús, diciendo: ¿Eres tú aquél
que había de venir, ó esperaremos á
otro?
-
Y como
los hombres vinieron á él, dijeron:
Juan el Bautista nos ha enviado á
ti, diciendo: ¿Eres tú aquél que
había de venir, ó esperaremos á
otro?
-
Y en la
misma hora sanó á muchos de
enfermedades y plagas, y de
espíritus malos; y á muchos ciegos
dió la vista.
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo: Id,
dad las nuevas á Juan de lo que
habéis visto y oído: que los ciegos
ven, los cojos andan, los leprosos
son limpiados, los sordos oyen, los
muertos resucitan, á los pobres es
anunciado el evangelio:
-
Y
bienaventurado es el que no fuere
escandalizado en mí.
-
Y como
se fueron los mensajeros de Juan,
comenzó á hablar de Juan á las
gentes: ¿Qué salisteis á ver al
desierto? ¿una caña que es agitada
por el viento?
-
Mas ¿qué
salisteis á ver? ¿un hombre cubierto
de vestidos delicados? He aquí, los
que están en vestido precioso, y
viven en delicias, en los palacios
de los reyes están.
-
Mas ¿qué
salisteis á ver? ¿un profeta?
También os digo, y aun más que
profeta.
-
Este es
de quien está escrito: He aquí,
envío mi mensajero delante de tu
faz, El cual aparejará tu camino
delante de ti.
-
Porque
os digo que entre los nacidos de
mujeres, no hay mayor profeta que
Juan el Bautista: mas el más pequeño
en el reino de los cielos es mayor
que él.
-
Y todo
el pueblo oyéndole, y los
publicanos, justificaron á Dios,
bautizándose con el bautismo de
Juan.
-
Mas los
Fariseos y los sabios de la ley,
desecharon el consejo de Dios contra
sí mismos, no siendo bautizados de
él.
-
Y dice
el Señor: ¿A quién, pues, compararé
los hombres de esta generación, y á
qué son semejantes?
-
Semejantes son á los muchachos
sentados en la plaza, y que dan
voces los unos á los otros, y dicen:
Os tañimos con flautas, y no
bailasteis: os endechamos, y no
llorasteis.
-
Porque
vino Juan el Bautista, que ni comía
pan, ni bebía vino, y decís: Demonio
tiene.
-
Vino el
Hijo del hombre, que come y bebe, y
decís: He aquí un hombre comilón, y
bebedor de vino, amigo de publicanos
y de pecadores.
-
Mas la
sabiduría es justificada de todos
sus hijos.
-
Y le
rogó uno de los Fariseos, que
comiese con él. Y entrado en casa
del Fariseo, sentóse á la mesa.
-
Y he
aquí una mujer que había sido
pecadora en la ciudad, como entendió
que estaba á la mesa en casa de
aquel Fariseo, trajo un alabastro de
ungüento,
-
Y
estando detrás á sus pies, comenzó
llorando á regar con lágrimas sus
pies, y los limpiaba con los
cabellos de su cabeza; y besaba sus
pies, y los ungía con el ungüento.
-
Y como
vió esto el Fariseo que le había
convidado, habló entre sí, diciendo:
Este, si fuera profeta, conocería
quién y cuál es la mujer que le
toca, que es pecadora.
-
Entonces
respondiendo Jesús, le dijo: Simón,
una cosa tengo que decirte. Y él
dice: Di, Maestro.
-
Un
acredor tenía dos deudores: el uno
le debía quinientos denarios, y el
otro cincuenta;
-
Y no
teniendo ellos de qué pagar, perdonó
á ambos. Di, pues, ¿cuál de éstos le
amará más?
-
Y
respondiendo Simón, dijo: Pienso que
aquél al cual perdonó más. Y él le
dijo: Rectamente has juzgado.
-
Y vuelto
á la mujer, dijo á Simón: ¿Ves esta
mujer? Entré en tu casa, no diste
agua para mis pies; mas ésta ha
regado mis pies con lágrimas, y los
ha limpiado con los cabellos.
-
No me
diste beso, mas ésta, desde que
entré, no ha cesado de besar mis
pies.
-
No
ungiste mi cabeza con óleo; mas ésta
ha ungido con ungüento mis pies.
-
Por lo
cual te digo que sus muchos pecados
son perdonados, porque amó mucho;
mas al que se perdona poco, poco
ama.
-
Y á ella
dijo: Los pecados te son perdonados.
-
Y los
que estaban juntamente sentados á la
mesa, comenzaron á decir entre sí:
¿Quién es éste, que también perdona
pecados?
-
Y dijo á
la mujer: Tu fe te ha salvado, ve en
paz.
-
Y
ACONTECIÓ después, que él caminaba
por todas las ciudades y aldeas,
predicando y anunciando el evangelio
del reino de Dios, y los doce con
él,
-
Y
algunas mujeres que habían sido
curadas de malos espíritus y de
enfermedades: María, que se llamaba
Magdalena, de la cual habían salido
siete demonios,
-
Y Juana,
mujer de Chuza, procurador de
Herodes, y Susana, y otras muchas
que le servían de sus haciendas.
-
Y como
se juntó una grande compañía, y los
que estaban en cada ciudad vinieron
á él, dijo por una parábola:
-
Uno que
sembraba, salió á sembrar su
simiente; y sembrando, una parte
cayó junto al camino, y fué hollada;
y las aves del cielo la comieron.
-
Y otra
parte cayó sobre la piedra; y
nacida, se secó, porque no tenía
humedad.
-
Y otra
parte cayó entre las espinas; y
naciendo las espinas juntamente, la
ahogaron.
-
Y otra
parte cayó en buena tierra, y cuando
fué nacida, llevó fruto á ciento por
uno. Diciendo estas cosas clamaba:
El que tiene oídos para oir, oiga.
-
Y sus
discípulos le preguntaron, diciendo,
qué era está parábola.
-
Y él
dijo: A vosotros es dado conocer los
misterios del reino de Dios; mas á
los otros por parábolas, para que
viendo no vean, y oyendo no
entiendan.
-
Es pues
ésta la parábola: La simiente es la
palabra de Dios.
-
Y los de
junto al camino, éstos son los que
oyen; y luego viene el diablo, y
quita la palabra de su corazón,
porque no crean y se salven.
-
Y los de
sobre la piedra, son los que
habiendo oído, reciben la palabra
con gozo; mas éstos no tienen
raíces; que á tiempo creen, y en el
tiempo de la tentación se apartan.
-
Y la que
cayó entre las espinas, éstos son
los que oyeron; mas yéndose, son
ahogados de los cuidados y de las
riquezas y de los pasatiempos de la
vida, y no llevan fruto.
-
Mas la
que en buena tierra, éstos son los
que con corazón bueno y recto
retienen la palabra oída, y llevan
fruto en paciencia.
-
Ninguno
que enciende la antorcha la cubre
con vasija, ó la pone debajo de la
cama; mas la pone en un candelero,
para que los que entran vean la luz.
-
Porque
no hay cosa oculta, que no haya de
ser manifestada; ni cosa escondida,
que no haya de ser entendida, y de
venir á luz.
-
Mirad
pues cómo oís; porque á cualquiera
que tuviere, le será dado; y á
cualquiera que no tuviere, aun lo
que parece tener le será quitado.
-
Y
vinieron á él su madre y hermanos; y
no podían llegar á el por causa de
la multitud.
-
Y le fué
dado aviso, diciendo: Tu madre y tus
hermanos están fuera, que quieren
verte.
-
El
entonces respondiendo, les dijo: Mi
madre y mis hermanos son los que
oyen la palabra de Dios, y la
ejecutan.
-
Y
aconteció un día que él entró en un
barco con sus discípulos, y les
dijo: Pasemos á la otra parte del
lago. Y partieron.
-
Pero
mientras ellos navegaban, él se
durmió. Y sobrevino una tempestad de
viento en el lago; y henchían de
agua, y peligraban.
-
Y
llegándose á él, le despertaron,
diciendo: ¡Maestro, Maestro, que
perecemos! Y despertado él increpó
al viento y á la tempestad del agua;
y cesaron, y fué hecha bonanza.
-
Y les
dijo: ¿Qué es de vuestra fe? Y
atemorizados, se maravillaban,
diciendo los unos á los otros:
¿Quién es éste, que aun á los
vientos y al agua manda, y le
obedecen?
-
Y
navegaron á la tierra de los
Gadarenos, que está delante de
Galilea.
-
Y
saliendo él á tierra, le vino al
encuentro de la ciudad un hombre que
tenía demonios ya de mucho tiempo; y
no vestía vestido, ni estaba en
casa, sino por los sepulcros.
-
El cual,
como vió á Jesús, exclamó y se
postró delante de él, y dijo á gran
voz: ¿Qué tengo yo contigo, Jesús,
Hijo del Dios Altísimo? Ruégote que
no me atormentes.
-
(Porque
mandaba al espíritu inmundo que
saliese del hombre: porque ya de
mucho tiempo le arrebataba; y le
guardaban preso con cadenas y
grillos; mas rompiendo las
prisiones, era agitado del demonio
por los desiertos.)
-
Y le
preguntó Jesús, diciendo: ¿Qué
nombre tienes? Y él dijo: Legión.
Porque muchos demonios habían
entrado en él.
-
Y le
rogaban que no les mandase ir al
abismo.
-
Y había
allí un hato de muchos puercos que
pacían en el monte; y le rogaron que
los dejase entrar en ellos; y los
dejó.
-
Y
salidos los demonios del hombre,
entraron en los puercos; y el hato
se arrojó de un despeñadero en el
lago, y ahogóse.
-
Y los
pastores, como vieron lo que había
acontecido, huyeron, y yendo dieron
aviso en la ciudad y por las
heredades.
-
Y
salieron á ver lo que había
acontecido; y vinieron á Jesús, y
hallaron sentado al hombre de quien
habían salido los demonios, vestido,
y en su juicio, á los pies de Jesús;
y tuvieron miedo.
-
Y les
contaron los que lo habían visto,
cómo había sido salvado aquel
endemoniado.
-
Entonces
toda la multitud de la tierra de los
Gadarenos alrededor, le rogaron que
se fuese de ellos; porque tenían
gran temor. Y él, subiendo en el
barco, volvióse.
-
Y aquel
hombre, de quien habían salido los
demonios, le rogó para estar con él;
mas Jesús le despidió, diciendo:
-
Vuélvete
á tu casa, y cuenta cuán grandes
cosas ha hecho Dios contigo. Y él se
fué, publicando por toda la ciudad
cuán grandes cosas habiá hecho Jesús
con él.
-
Y
aconteció que volviendo Jesús,
recibióle la gente; porque todos le
esperaban.
-
Y he
aquí un varón, llamado Jairo, y que
era príncipe de la sinagoga, vino, y
cayendo á los pies de Jesús, le
rogaba que entrase en su casa;
-
Porque
tenía una hija única, como de doce
años, y ella se estaba muriendo. Y
yendo, le apretaba la compañía.
-
Y una
mujer, que tenía flujo de sangre
hacía ya doce años, la cual había
gastado en médicos toda su hacienda,
y por ninguno había podido ser
curada,
-
Llegándose por las espaldas, tocó el
borde de su vestido; y luego se
estancó el flujo de su sangre.
-
Entonces
Jesús dijo: ¿Quién es el que me ha
tocado? Y negando todos, dijo Pedro
y los que estaban con él: Maestro,
la compañía te aprieta y oprime, y
dices: ¿Quién es el que me ha
tocado?
-
Y Jesús
dijo: Me ha tocado alguien; porque
yo he conocido que ha salido virtud
de mí.
-
Entonces, como la mujer vió que no
se había ocultado, vino temblando, y
postrándose delante de él declaróle
delante de todo el pueblo la causa
por qué le había tocado, y cómo
luego había sido sana.
-
Y él
dijo: Hija, tu fe te ha salvado: ve
en paz.
-
Estando
aún él hablando, vino uno del
príncipe de la sinagoga á decirle:
Tu hija es muerta, no des trabajo al
Maestro.
-
Y
oyéndolo Jesús, le respondió: No
temas: cree solamente, y será salva.
-
Y
entrado en casa, no dejó entrar á
nadie consigo, sino á Pedro, y á
Jacobo, y á Juan, y al padre y á la
madre de la moza.
-
Y
lloraban todos, y la plañían. Y él
dijo: No lloréis; no es muerta, sino
que duerme.
-
Y hacían
burla de él, sabiendo que estaba
muerta.
-
Mas él,
tomándola de la mano, clamó,
diciendo: Muchacha, levántate.
-
Entonces
su espíritu volvió, y se levantó
luego: y él mando que le diesen de
comer.
-
Y sus
padres estaban atónitos; á los
cuales él mandó, que á nadie dijesen
lo que había sido hecho.
-
Y
JUNTANDO á sus doce discípulos, les
dió virtud y potestad sobre todos
los demonios, y que sanasen
enfermedades.
-
Y los
envió á que predicasen el reino de
Dios, y que sanasen á los enfermos.
-
Y les
dice: No toméis nada para el camino,
ni báculo, ni alforja, ni pan, ni
dinero; ni tengáis dos vestidos cada
uno.
-
Y en
cualquiera casa en que entrareis,
quedad allí, y de allí salid.
-
Y todos
los que no os recibieren, saliéndoos
de aquella ciudad, aun el polvo
sacudid de vuestros pies en
testimonio contra ellos.
-
Y
saliendo, rodeaban por todas las
aldeas, anunciando el evangelio, y
sanando por todas partes.
-
Y oyó
Herodes el tetrarca todas las cosas
que hacía; y estaba en duda, porque
decían algunos: Juan ha resucitado
de los muertos;
-
Y otros:
Elías ha aparecido; y otros: Algún
profeta de los antiguos ha
resucitado.
-
Y dijo
Herodes: A Juan yo degollé: ¿quién
pues será éste, de quien yo oigo
tales cosas? Y procuraba verle.
-
Y
vueltos los apóstoles, le contaron
todas las cosas que habían hecho. Y
tomándolos, se retiró aparte á un
lugar desierto de la ciudad que se
llama Bethsaida.
-
Y como
lo entendieron las gentes, le
siguieron; y él las recibió, y les
hablaba del reino de Dios, y sanaba
á los que tenían necesidad de cura.
-
Y el día
había comenzado á declinar; y
llegándose los doce, le dijeron:
Despide á las gentes, para que yendo
á las aldeas y heredades de
alrededor, procedan á alojarse y
hallen viandas; porque aquí estamos
en lugar desierto.
-
Y les
dice: Dadles vosotros de comer. Y
dijeron ellos: No tenemos más que
cinco panes y dos pescados, si no
vamos nosotros á comprar viandas
para toda esta compañía.
-
Y eran
como cinco mil hombres. Entonces
dijo á sus discípulos: Hacedlos
sentar en ranchos, de cincuenta en
cincuenta.
-
Y así lo
hicieron, haciéndolos sentar á
todos.
-
Y
tomando los cinco panes y los dos
pescados, mirando al cielo los
bendijo, y partió, y dió á sus
discípulos para que pusiesen delante
de las gentes.
-
Y
comieron todos, y se hartaron; y
alzaron lo que les sobró, doce
cestos de pedazos.
-
Y
aconteció que estando él solo
orando, estaban con él los
discípulos; y les preguntó diciendo:
¿Quién dicen las gentes que soy?
-
Y ellos
respondieron, y dijeron: Juan el
Bautista; y otros, Elías; y otros,
que algún profeta de los antiguos ha
resucitado.
-
Y les
dijo: ¿Y vosotros, quién decís que
soy? Entonces respondiendo Simón
Pedro, dijo: El Cristo de Dios.
-
Mas él,
conminándolos, mandó que á nadie
dijesen esto;
-
Diciendo: Es necesario que el Hijo
del hombre padezca muchas cosas, y
sea desechado de los ancianos, y de
los príncipes de los sacerdotes, y
de los escribas, y que sea muerto, y
resucite al tercer día.
-
Y decía
á todos: Si alguno quiere venir en
pos de mí, niéguese á sí mismo, y
tome su cruz cada día, y sígame.
-
Porque
cualquiera que quisiere salvar su
vida, la perderá; y cualquiera que
perdiere su vida por causa de mí,
éste la salvará.
-
Porque
¿qué aprovecha al hombre, si
granjeare todo el mundo, y sé pierda
él á sí mismo, ó corra peligro de
sí?
-
Porque
el que se avergonzare de mí y de mis
palabras, de este tal el Hijo del
hombre se avergonzará cuando viniere
en su gloria, y del Padre, y de los
santos ángeles.
-
Y os
digo en verdad, que hay algunos de
los que están aquí, que no gustarán
la muerte, hasta que vean el reino
de Dios.
-
Y
aconteció como ocho días después de
estas palabras, que tomó á Pedro y á
Juan y á Jacobo, y subió al monte á
orar.
-
Y entre
tanto que oraba, la apariencia de su
rostro se hizo otra, y su vestido
blanco y resplandeciente.
-
Y he
aquí dos varones que hablaban con
él, los cuales eran Moisés y Elías;
-
Que
aparecieron en majestad, y hablaban
de su salida, la cual había de
cumplir en Jerusalem.
-
Y Pedro
y los que estaban con él, estaban
cargados de sueño: y como
despertaron, vieron su majestad, y á
aquellos dos varones que estaban con
él.
-
Y
aconteció, que apartándose ellos de
él, Pedro dice á Jesús: Maestro,
bien es que nos quedemos aquí: y
hagamos tres pabellones, uno para
ti, y uno para Moisés, y uno para
Elías; no sabiendo lo que se decía.
-
Y
estando él hablando esto, vino una
nube que los cubrió; y tuvieron
temor entrando ellos en la nube.
-
Y vino
una voz de la nube, que decía: Este
es mi Hijo amado; á él oid.
-
Y pasada
aquella voz, Jesús fué hallado solo:
y ellos callaron; y por aquellos
días no dijeron nada á nadie de lo
que habían visto.
-
Y
aconteció al día siguiente, que
apartándose ellos del monte, gran
compañía les salió al encuentro.
-
Y he
aquí, un hombre de la compañía
clamó, diciendo: Maestro, ruégote
que veas á mi hijo; que es el único
que tengo:
-
Y he
aquí un espíritu le toma, y de
repente da voces; y le despedaza y
hace echar espuma, y apenas se
aparta de él quebrantándole.
-
Y rogué
á tus discípulos que le echasen
fuera, y no pudieron.
-
Y
respondiendo Jesús, dice: ¡Oh
generación infiel y perversa! ¿hasta
cuándo tengo de estar con vosotros,
y os sufriré? Trae tu hijo acá.
-
Y como
aun se acercaba, el demonio le
derribó y despedazó: mas Jesús
increpó al espíritu inmundo, y sanó
al muchacho, y se lo volvió á su
padre.
-
Y todos
estaban atónitos de la grandeza de
Dios. Y maravillándose todos de
todas las cosas que hacía, dijo á
sus discípulos:
-
Poned
vosotros en vuestros oídos estas
palabras; porque ha de acontecer que
el Hijo del hombre será entregado en
manos de hombres.
-
Mas
ellos no entendían esta palabra, y
les era encubierta para que no la
entendiesen; y temían preguntarle de
esta palabra.
-
Entonces
entraron en disputa, cuál de ellos
sería el mayor.
-
Mas
Jesús, viendo los pensamientos del
corazón de ellos, tomó un niño, y
púsole junto á sí,
-
Y les
dice: Cualquiera que recibiere este
niño en mí nombre, á mí recibe; y
cualquiera que me recibiere á mí,
recibe al que me envió; porque el
que fuere el menor entre todos
vosotros, éste será el grande.
-
Entonces
respondiendo Juan, dijo: Maestro,
hemos visto á uno que echaba fuera
demonios en tu nombre; y se lo
prohibimos, porque no sigue con
nosotros.
-
Jesús le
dijo: No se lo prohibáis; porque el
que no es contra nosotros, por
nosotros es.
-
Y
aconteció que, como se cumplió el
tiempo en que había de ser recibido
arriba, él afirmó su rostro para ir
á Jerusalem.
-
Y envió
mensajeros delante de sí, los cuales
fueron y entraron en una ciudad de
los Samaritanos, para prevenirle.
-
Mas no
le recibieron, porque era su traza
de ir á Jerusalem.
-
Y viendo
esto sus discípulos Jacobo y Juan,
dijeron: Señor, ¿quieres que
mandemos que descienda fuego del
cielo, y los consuma, como hizo
Elías?
-
Entonces
volviéndose él, los reprendió,
diciendo: Vosotros no sabéis de qué
espíritu sois;
-
Porque
el Hijo del hombre no ha venido para
perder las almas de los hombres,
sino para salvarlas. Y se fueron á
otra aldea.
-
Y
aconteció que yendo ellos, uno le
dijo en el camino: Señor, te seguiré
donde quiera que fueres.
-
Y le
dijo Jesús: Las zorras tienen
cuevas, y las aves de los cielos
nidos; mas el Hijo del hombre no
tiene donde recline la cabeza.
-
Y dijo á
otro: Sígueme. Y él dijo: Señor,
déjame que primero vaya y entierre á
mi padre.
-
Y Jesús
le dijo: Deja los muertos que
entierren á sus muertos; y tú, ve, y
anuncia el reino de Dios.
-
Entonces
también dijo otro: Te seguiré,
Señor; mas déjame que me despida
primero de los que están en mi casa.
-
Y Jesús
le dijo: Ninguno que poniendo su
mano al arado mira atrás, es apto
para el reino de Dios.
-
Y
DESPUÉS de estas cosas, designó el
Señor aun otros setenta, los cuales
envió de dos en dos delante de sí, á
toda ciudad y lugar á donde él había
de venir.
-
Y les
decía: La mies á la verdad es mucha,
mas los obreros pocos; por tanto,
rogad al Señor de la mies que envíe
obreros á su mies.
-
Andad,
he aquí yo os envío como corderos en
medio de lobos.
-
No
llevéis bolsa, ni alforja, ni
calzado; y á nadie saludéis en el
camino.
-
En
cualquiera casa donde entrareis,
primeramente decid: Paz sea á esta
casa.
-
Y si
hubiere allí algún hijo de paz,
vuestra paz reposará sobre él; y si
no, se volverá á vosotros.
-
Y posad
en aquella misma casa, comiendo y
bebiendo lo que os dieren; porque el
obrero digno es de su salario. No os
paséis de casa en casa.
-
Y en
cualquiera ciudad donde entrareis, y
os recibieren, comed lo que os
pusieren delante;
-
Y sanad
los enfermos que en ella hubiere, y
decidles: Se ha llegado á vosotros
el reino de Dios.
-
Mas en
cualquier ciudad donde entrareis, y
no os recibieren, saliendo por sus
calles, decid:
-
Aun el
polvo que se nos ha pegado de
vuestra ciudad á nuestros pies,
sacudimos en vosotros: esto empero
sabed, que el reino de los cielos se
ha llegado á vosotros.
-
Y os
digo que los de Sodoma tendrán más
remisión aquel día, que aquella
ciudad.
-
¡Ay de
ti, Corazín! ¡Ay de ti, Bethsaida!
que si en Tiro y en Sidón hubieran
sido hechas las maravillas que se
han hecho en vosotras, ya días ha
que, sentados en cilicio y ceniza,
se habrían arrepentido.
-
Por
tanto, Tiro y Sidón tendrán más
remisión que vosotras en el juicio.
-
Y tú,
Capernaum, que hasta los cielos
estás levantada, hasta los infiernos
serás abajada.
-
El que á
vosotros oye, á mí oye; y el que á
vosotros desecha, á mí desecha; y el
que á mí desecha, desecha al que me
envió.
-
Y
volvieron los setenta con gozo,
diciendo: Señor, aun los demonios se
nos sujetan en tu nombre.
-
Y les
dijo: Yo veía á Satanás, como un
rayo, que caía del cielo.
-
He aquí
os doy potestad de hollar sobre las
serpientes y sobre los escorpiones,
y sobre toda fuerza del enemigo, y
nada os dañará.
-
Mas no
os gocéis de esto, que los espíritus
se os sujetan; antes gozaos de que
vuestros nombres están escritos en
los cielos.
-
En
aquella misma hora Jesús se alegró
en espíritu, y dijo: Yo te alabo, oh
Padre, Señor del cielo y de la
tierra, que escondiste estas cosas á
los sabios y entendidos, y las has
revelado á los pequeños: así, Padre,
porque así te agradó.
-
Todas
las cosas me son entregadas de mi
Padre: y nadie sabe quién sea el
Hijo sino el Padre; ni quién sea el
Padre, sino el Hijo, y á quien el
Hijo lo quisiere revelar.
-
Y vuelto
particularmente á los discípulos,
dijo: Bienaventurados los ojos que
ven lo que vosotros veis:
-
Porque
os digo que muchos profetas y reyes
desearon ver lo que vosotros veis, y
no lo vieron; y oir lo que oís, y no
lo oyeron.
-
Y he
aquí, un doctor de la ley se
levantó, tentándole y diciendo:
Maestro, ¿haciendo qué cosa poseeré
la vida eterna?
-
Y él
dijo: ¿Qué está escrito de la ley?
¿cómo lees?
-
Y él
respondiendo, dijo: Amarás al Señor
tu Dios de todo tu corazón, y de
toda tu alma, y de todas tus
fuerzas, y de todo tu entendimiento;
y á tu prójimo como á ti mismo.
-
Y
díjole: Bien has respondido: haz
esto, y vivirás.
-
Mas él,
queriéndose justificar á sí mismo,
dijo á Jesús: ¿Y quién es mi
prójimo?
-
Y
respondiendo Jesús, dijo: Un hombre
descendía de Jerusalem á Jericó, y
cayó en manos de ladrones, los
cuales le despojaron; é hiriéndole,
se fueron, dejándole medio muerto.
-
Y
aconteció, que descendió un
sacerdote por aquel camino, y
viéndole, se pasó de un lado.
-
Y
asimismo un Levita, llegando cerca
de aquel lugar, y viéndole, se pasó
de un lado.
-
Mas un
Samaritano que transitaba, viniendo
cerca de él, y viéndole, fué movido
á misericordia;
-
Y
llegándose, vendó sus heridas,
echándo les aceite y vino; y
poniéndole sobre su cabalgadura,
llevóle al mesón, y cuidó de él.
-
Y otro
día al partir, sacó dos denarios, y
diólos al huésped, y le dijo:
Cuídamele; y todo lo que de más
gastares, yo cuando vuelva te lo
pagaré.
-
¿Quién,
pues, de estos tres te parece que
fué el prójimo de aquél que cayó en
manos de los ladrónes?
-
Y él
dijo: El que usó con él de
misericordia. Entonces Jesús le
dijo: Ve, y haz tú lo mismo.
-
Y
aconteció que yendo, entró él en una
aldea: y una mujer llamada Marta, le
recibió en su casa.
-
Y ésta
tenía una hermana que se llamaba
María, la cual sentándose á los pies
de Jesús, oía su palabra.
-
Empero
Marta se distraía en muchos
servicios; y sobreviniendo, dice:
Señor, ¿no tienes cuidado que mi
hermana me deja servir sola? Dile
pues, que me ayude.
-
Pero
respondiendo Jesús, le dijo: Marta,
Marta, cuidadosa estás, y con las
muchas cosas estás turbada:
-
Empero
una cosa es necesaria; y María
escogió la buena parte, la cual no
le será quitada.
-
Y
ACONTECIÓ que estando él orando en
un lugar, como acabó, uno de sus
discípulos le dijo: Señor, enséñanos
á orar, como también Juan enseñó á
sus discípulos.
-
Y les
dijo: Cuando orareis, decid: Padre
nuestro que estás en los cielos; sea
tu nombre santificado. Venga tu
reino. Sea hecha tu voluntad, como
en el cielo, así también en la
tierra.
-
El pan
nuestro de cada día, dános lo hoy.
-
Y
perdónanos nuestros pecados, porque
también nosotros perdonamos á todos
los que nos deben. Y no nos metas en
tentación, mas líbranos del malo.
-
Díjoles
también: ¿Quién de vosotros tendrá
un amigo, é irá á él á media noche,
y le dirá: Amigo, préstame tres
panes,
-
Porque
un amigo mío ha venido á mí de
camino, y no tengo que ponerle
delante;
-
Y el de
dentro respondiendo, dijere: No me
seas molesto; la puerta está ya
cerrada, y mis niños están conmigo
en cama; no puedo levantarme, y
darte?
-
Os digo,
que aunque no se levante á darle por
ser su amigo, cierto por su
importunidad se levantará, y le dará
todo lo que habrá menester.
-
Y yo os
digo: Pedid, y se os dará; buscad, y
hallaréis; llamad, y os será
abierto.
-
Porque
todo aquel que pide, recibe; y el
que busca, halla; y al que llama, se
abre.
-
¿Y cuál
padre de vosotros, si su hijo le
pidiere pan, le dará una piedra?, ó,
si pescado, ¿en lugar de pescado, le
dará una serpiente?
-
O, si le
pidiere un huevo, ¿le dará un
escorpión?
-
Pues si
vosotros, siendo malos, sabéis dar
buenas dádivas á vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial
dará el Espíritu Santo á los que lo
pidieren de él?
-
Y estaba
él lanzando un demonio, el cual era
mudo: y aconteció que salido fuera
el demonio, el mudo habló y las
gentes se maravillaron.
-
Mas
algunos de ellos decían: En
Beelzebub, príncipe de los demonios,
echa fuera los demonios.
-
Y otros,
tentando, pedían de él señal del
cielo.
-
Mas él,
conociendo los pensamientos de
ellos, les dijo: Todo reino dividido
contra sí mismo, es asolado; y una
casa dividida contra sí misma, cae.
-
Y si
también Satanás está dividido contra
sí mismo, ¿cómo estará en pie su
reino? porque decís que en Beelzebub
echo yo fuera los demonios.
-
Pues si
yo echo fuera los demonios en
Beelzebub, ¿vuestros hijos en quién
los echan fuera? Por tanto, ellos
serán vuestros jueces.
-
Mas si
por el dedo de Dios echo yo fuera
los demonios, cierto el reino de
Dios ha llegado á vosotros.
-
Cuando
el fuerte armado guarda su atrio, en
paz está lo que posee.
-
Mas si
sobreviniendo otro más fuerte que
él, le venciere, le toma todas sus
armas en que confiaba, y reparte sus
despojos.
-
El que
no es conmigo, contra mí es; y el
que conmigo no recoge, desparrama.
-
Cuando
el espíritu inmundo saliere del
hombre, anda por lugares secos,
buscando reposo; y no hallándolo,
dice: Me volveré á mi casa de donde
salí.
-
Y
viniendo, la halla barrida y
adornada.
-
Entonces
va, y toma otros siete espíritus
peores que él; y entrados, habitan
allí: y lo postrero del tal hombre
es peor que lo primero.
-
Y
aconteció que diciendo estas cosas,
una mujer de la compañía, levantando
la voz, le dijo: Bienaventurado el
vientre que te trajo, y los pechos
que mamaste.
-
Y él
dijo: Antes bienaventurados los que
oyen la palabra de Dios, y la
guardan.
-
Y
juntándose las gentes á él, comenzó
á decir: Esta generación mala es:
señal busca, mas señal no le será
dada, sino la señal de Jonás.
-
Porque
como Jonás fué señal á los
Ninivitas, así también será el Hijo
del hombre á esta generación.
-
La reina
del Austro se levantará en juicio
con los hombres de esta generación,
y los condenará; porque vino de los
fines de la tierra á oir la
sabiduría de Salomón; y he aquí más
que Salomón en este lugar.
-
Los
hombres de Nínive se levantarán en
juicio con esta generación, y la
condenarán; porque á la predicación
de Jonás se arrepintieron; y he aquí
más que Jonás en este lugar.
-
Nadie
pone en oculto la antorcha
encendida, ni debajo del almud, sino
en el candelero, para que los que
entran vean la luz.
-
La
antorcha del cuerpo es el ojo: pues
si tu ojo fuere simple, también todo
tu cuerpo será resplandeciente; mas
si fuere malo, también tu cuerpo
será tenebroso.
-
Mira
pues, si la lumbre que en ti hay, es
tinieblas.
-
Así que,
siendo todo tu cuerpo
resplandeciente, no teniendo alguna
parte de tinieblas, será todo
luminoso, como cuando una antorcha
de resplandor te alumbra.
-
Y luego
que hubo hablado, rogóle un Fariseo
que comiese con él: y entrado Jesús,
se sentó á la mesa.
-
Y el
Fariseo, como lo vió, maravillóse de
que no se lavó antes de comer.
-
Y el
Señor le dijo: Ahora vosotros los
Fariseos lo de fuera del vaso y del
plato limpiáis; mas lo interior de
vosotros está lleno de rapiña y de
maldad.
-
Necios,
¿el que hizo lo de fuera, no hizo
también lo de dentro?
-
Empero
de lo que os resta, dad limosna; y
he aquí todo os será limpio.
-
Mas ¡ay
de vosotros, Fariseos! que diezmáis
la menta, y la ruda, y toda
hortliza; mas el juicio y la caridad
de Dios pasáis de largo. Pues estas
cosas era necesario hacer, y no
dejar las otras.
-
¡Ay de
vosotros, Fariseos! que amáis las
primeras sillas en las sinagogas, y
las salutaciones en las plazas.
-
¡Ay de
vosotros, escribas y Fariseos,
hipócritas! que sois como sepulcros
que no se ven, y los hombres que
andan encima no lo saben.
-
Y
respondiendo uno de los doctores de
la ley, le dice: Maestro, cuando
dices esto, también nos afrentas á
nosotros.
-
Y él
dijo: ¡Ay de vosotros también,
doctores de la ley! que cargáis á
los hombres con cargas que no pueden
llevar; mas vosotros ni aun con un
dedo tocáis las cargas.
-
¡Ay de
vosotros! que edificáis los
sepulcros de los profetas, y los
mataron vuestros padres.
-
De
cierto dais testimonio que consentís
en los hechos de vuestros padres;
porque á la verdad ellos los
mataron, mas vosotros edificáis sus
sepulcros.
-
Por
tanto, la sabiduría de Dios también
dijo: Enviaré á ellos profetas y
apóstoles; y de ellos á unos matarán
y á otros perseguirán;
-
Para que
de esta generación sea demandada la
sangre de todos los profetas, que ha
sido derramada desde la fundación
del mundo;
-
Desde la
sangre de Abel, hasta la sangre de
Zacarías, que murió entre el altar y
el templo: así os digo, será
demandada de esta generación.
-
¡Ay de
vosotros, doctores de la ley! que
habéis quitado la llave de la
ciencia; vosotros mismos no
entrasteis, y á los que entraban
impedisteis.
-
Y
diciéndoles estas cosas, los
escribas y los Fariseos comenzaron á
apretar le en gran manera, y á
provocarle á que hablase de muchas
cosas;
-
Acechándole, y procurando cazar algo
de su boca para acusarle.
-
EN esto,
juntándose muchas gentes, tanto que
unos á otros se hollaban, comenzó á
decir á sus discípulos,
primeramente: Guardaos de la
levadura de los Fariseos, que es
hipocresía.
-
Porque
nada hay encubierto, que no haya de
ser descubierto; ni oculto, que no
haya de ser sabido.
-
Por
tanto, las cosas que dijisteis en
tinieblas, á la luz serán oídas; y
lo que hablasteis al oído en las
cámaras, será pregonado en los
terrados.
-
Mas os
digo, amigos míos: No temáis de los
que matan el cuerpo, y después no
tienen más que hacer.
-
Mas os
enseñaré á quién temáis: temed á
aquel que después de haber quitado
la vida, tiene poder de echar en la
Gehenna: así os digo: á éste temed.
-
¿No se
venden cinco pajarillos por dos
blancas? pues ni uno de ellos está
olvidado delante de Dios.
-
Y aun
los cabellos de vuestra cabeza están
todos contados. No temáis pues: de
más estima sois que muchos
pajarillos.
-
Y os
digo que todo aquel que me confesare
delante de los hombres, también el
Hijo del hombre le confesará delante
de los ángeles de Dios;
-
Mas el
que me negare delante de los
hombres, será negado delante de los
ángeles de Dios.
-
Y todo
aquel que dice palabra contra el
Hijo del hombre, le será perdonado;
mas al que blasfemare contra el
Espíritu Santo, no le será
perdonado.
-
Y cuando
os trajeren á las sinagogas, y á los
magistrados y potestades, no estéis
solícitos cómo ó qué hayáis de
responder, ó qué hayáis de decir;
-
Porque
el Espíritu Santo os enseñará en la
misma hora lo que será necesario
decir.
-
Y díjole
uno de la compañía: Maestro, di á mi
hermano que parta conmigo la
herencia.
-
Mas él
le dijo: Hombre, ¿quién me puso por
juez ó partidor sobre vosotros?
-
Y
díjoles: Mirad, y guardaos de toda
avaricia; porque la vida del hombre
no consiste en la abundancia de los
bienes que posee.
-
Y
refirióles una parábola, diciendo:
La heredad de un hombre rico había
llevado mucho;
-
Y él
pensaba dentro de sí, diciendo: ¿qué
haré, porque no tengo donde juntar
mis frutos?
-
Y dijo:
Esto haré: derribaré mis alfolíes, y
los edificaré mayores, y allí
juntaré todos mis frutos y mis
bienes;
-
Y diré á
mi alma: Alma, muchos bienes tienes
almacenados para muchos años;
repósate, come, bebe, huélgate.
-
Y díjole
Dios: Necio, esta noche vuelven á
pedir tu alma; y lo que has
prevenido, ¿de quién será?
-
Así es
el que hace para sí tesoro, y no es
rico en Dios.
-
Y dijo á
sus discípulos: Por tanto os digo:
No estéis afanosos de vuestra vida,
qué comeréis; ni del cuerpo, qué
vestiréis.
-
La vida
más es que la comida, y el cuerpo
que el vestido.
-
Considerad los cuervos, que ni
siembran, ni siegan; que ni tienen
cillero, ni alfolí; y Dios los
alimenta. ¿Cuánto de más estima sois
vosotros que las aves?
-
¿Y quién
de vosotros podrá con afán añadir á
su estatura un codo?
-
Pues si
no podéis aun lo que es menos, ¿para
qué estaréis afanosos de lo demás?
-
Considerad los lirios, cómo crecen:
no labran, ni hilan; y os digo, que
ni Salomón con toda su gloria se
vistió como uno de ellos.
-
Y si así
viste Dios á la hierba, que hoy está
en el campo, y mañana es echada en
el horno; ¿cuánto más á vosotros,
hombres de poca fe?
-
Vosotros, pues, no procuréis qué
hayáis de comer, ó qué hayáis de
beber: ni estéis en ansiosa
perplejidad.
-
Porque
todas estas cosas buscan las gentes
del mundo; que vuestro Padre sabe
que necesitáis estas cosas.
-
Mas
procurad el reino de Dios, y todas
estas cosas os serán añadidas.
-
No
temáis, manada pequeña; porque al
Padre ha placido daros el reino.
-
Vended
lo que poseéis, y dad limosna;
haceos bolsas que no se envejecen,
tesoro en los cielos que nunca
falta; donde ladrón no llega, ni
polilla corrompe.
-
Porque
donde está vuestro tesoro, allí
también estará vuestro corazón.
-
Estén
ceñidos vuestros lomos, y vuestras
antorchas encendidas;
-
Y
vosotros semejantes á hombres que
esperan cuando su señor ha de volver
de las bodas; para que cuando
viniere, y llamare, luego le abran.
-
Bienaventurados aquellos siervos, á
los cuales cuando el Señor viniere,
hallare velando: de cierto os digo,
que se ceñirá, y hará que se sienten
á la mesa, y pasando les servirá.
-
Y aunque
venga á la segunda vigilia, y aunque
venga á la tercera vigilia, y los
hallare así, bienaventurados son los
tales siervos.
-
Esto
empero sabed, que si supiese el
padre de familia á qué hora había de
venir el ladrón, velaría
ciertamente, y no dejaría minar su
casa.
-
Vosotros
pues también, estad apercibidos;
porque á la hora que no pensáis, el
Hijo del hombre vendrá.
-
Entonces
Pedro le dijo: Señor, ¿dices esta
parábola á nosotros, ó también á
todos?
-
Y dijo
el Señor: ¿Quién es el mayordomo
fiel y prudente, al cual el señor
pondrá sobre su familia, para que á
tiempo les dé su ración?
-
Bienaventurado aquel siervo, al
cual, cuando el señor viniere,
hallare haciendo así.
-
En
verdad os digo, que él le pondrá
sobre todos sus bienes.
-
Mas si
el tal siervo dijere en su corazón:
Mi señor tarda en venir: y comenzare
á herir á los siervos y á las
criadas, y á comer y á beber y á
embriagarse;
-
Vendrá
el señor de aquel siervo el día que
no espera, y á la hora que no sabe,
y le apartará, y pondrá su parte con
los infieles.
-
Porque
el siervo que entendió la voluntad
de su señor, y no se apercibió, ni
hizo conforme á su voluntad, será
azotado mucho.
-
Mas el
que no entendió, é hizo cosas dignas
de azotes, será azotado poco: porque
á cualquiera que fué dado mucho,
mucho será vuelto á demandar de él;
y al que encomendaron mucho, más le
será pedido.
-
Fuego
vine á meter en la tierra: ¿y qué
quiero, si ya está encendido?
-
Empero
de bautismo me es necesario ser
bautizado: y ¡cómo me angustio hasta
que sea cumplido!
-
¿Pensáis
que he venido á la tierra á dar paz?
No, os digo; mas disensión.
-
Porque
estarán de aquí adelante cinco en
una casa divididos; tres contra dos,
y dos contra tres.
-
El padre
estará dividido contra el hijo, y el
hijo contra el padre; la madre
contra la hija, y la hija contra la
madre; la suegra contra su nuera, y
la nuera contra su suegra.
-
Y decía
también á las gentes: Cuando veis la
nube que sale del poniente, luego
decís: Agua viene; y es así.
-
Y cuando
sopla el austro, decís: Habrá calor;
y lo hay.
-
¡Hipócritas! Sabéis examinar la faz
del cielo y de la tierra; ¿y cómo no
reconocéis este tiempo?
-
¿Y por
qué aun de vosotros mismos no
juzgáis lo que es justo?
-
Pues
cuando vas al magistrado con tu
adversario, procura en el camino
librarte de él; porque no te
arrastre al juez, y el juez te
entregue al alguacil, y el alguacil
te meta en la cárcel.
-
Te digo
que no saldrás de allá, hasta que
hayas pagado hasta el último
maravedí.
-
Y EN
este mismo tiempo estaban allí unos
que le contaban acerca de los
Galileos, cuya sangre Pilato había
mezclado con sus sacrificios.
-
Y
respondiendo Jesús, les dijo:
¿Pensáis que estos Galileos, porque
han padecido tales cosas, hayan sido
más pecadores que todos los
Galileos?
-
No, os
digo; antes si no os arrepintiereis,
todos pereceréis igualmente.
-
O
aquellos dieciocho, sobre los cuales
cayó la torre en Siloé, y los mató,
¿pensáis que ellos fueron más
deudores que todos los hombres que
habitan en Jerusalem?
-
No, os
digo; antes si no os arrepintiereis,
todos pereceréis asimismo.
-
Y dijo
esta parábola: Tenía uno una higuera
plantada en su viña, y vino á buscar
fruto en ella, y no lo halló.
-
Y dijo
al viñero: He aquí tres años ha que
vengo á buscar fruto en esta
higuera, y no lo hallo; córtala,
¿por qué ocupará aún la tierra?
-
El
entonces respondiendo, le dijo:
Señor, déjala aún este año, hasta
que la excave, y estercole.
-
Y si
hiciere fruto, bien; y si no, la
cortarás después.
-
Y
enseñaba en una sinagoga en sábado.
-
Y he
aquí una mujer que tenía espíritu de
enfermedad dieciocho años, y andaba
agobiada, que en ninguna manera se
podía enhestar.
-
Y como
Jesús la vió, llamóla, y díjole:
Mujer, libre eres de tu enfermedad.
-
Y puso
las manos sobre ella; y luego se
enderezó, y glorificaba á Dios.
-
Y
respondiendo el príncipe de la
sinagoga, enojado de que Jesús
hubiese curado en sábado, dijo á la
compañía: Seis días hay en que es
necesario obrar: en estos, pues,
venid y sed curados, y no en días de
sábado.
-
Entonces
el Señor le respondió, y dijo:
Hipócrita, cada uno de vosotros ¿no
desata en sábado su buey ó su asno
del pesebre, y lo lleva á beber?
-
Y á esta
hija de Abraham, que he aquí Satanás
la había ligado dieciocho años, ¿no
convino desatar la de esta ligadura
en día de sábado?
-
Y
diciendo estas cosas, se
avergonzaban todos sus adversarios:
mas todo el pueblo se gozaba de
todas las cosas gloriosas que eran
por él hechas.
-
Y dijo:
¿A qué es semejante el reino de
Dios, y á qué le compararé?
-
Semejante es al grano de la mostaza,
que tomándo lo un hombre lo metió en
su huerto; y creció, y fué hecho
árbol grande, y las aves del cielo
hicieron nidos en sus ramas.
-
Y otra
vez dijo: ¿A qué compararé el reino
de Dios?
-
Semejante es á la levadura, que tomó
una mujer, y la escondió en tres
medidas de harina, hasta que todo
hubo fermentado.
-
Y pasaba
por todas las ciudades y aldeas,
enseñando, y caminando á Jerusalem.
-
Y díjole
uno: Señor, ¿son pocos los que se
salvan? Y él les dijo:
-
Porfiad
á entrar por la puerta angosta;
porque os digo que muchos procurarán
entrar, y no podrán.
-
Después
que el padre de familia se
levantare, y cerrare la puerta, y
comenzareis á estar fuera, y llamar
á la puerta, diciendo: Señor, Señor,
ábrenos; y respondiendo os dirá: No
os conozco de dónde seáis.
-
Entonces
comenzaréis á decir: Delante de ti
hemos comido y bebido, y en nuestras
plazas enseñaste;
-
Y os
dirá: Dígoos que no os conozco de
dónde seáis; apartaos de mí todos
los obreros de iniquidad.
-
Allí
será el llanto y el crujir de
dientes, cuando viereis á Abraham, y
á Isaac, y á Jacob, y á todos los
profetas en el reino de Dios, y
vosotros excluídos.
-
Y
vendrán del Oriente y del Occidente,
del Norte y del Mediodía, y se
sentarán á la mesa en el reino de
Dios.
-
Y he
aquí, son postreros los que eran los
primeros; y son primeros los que
eran los postreros
-
Aquel
mismo día llegaron unos de los
Fariseos, diciéndole: Sal, y vete de
aquí, porque Herodes te quiere
matar.
-
Y les
dijo: Id, y decid á aquella zorra:
He aquí, echo fuera demonios y acabo
sanidades hoy y mañana, y al tercer
día soy consumado.
-
Empero
es menester que hoy, y mañana, y
pasado mañana camine; porque no es
posible que profeta muera fuera de
Jerusalem.
-
¡Jerusalem, Jerusalem! que matas á
los profetas, y apedreas á los que
son enviados á ti: ¡cuántas veces
quise juntar tus hijos, como la
gallina sus pollos debajo de sus
alas, y no quisiste!
-
He aquí,
os es dejada vuestra casa desierta:
y os digo que no me veréis hasta que
venga tiempo cuando digáis: Bendito
el que viene en nombre del Señor.
-
Y
ACONTECIÓ que entrando en casa de un
príncipe de los Fariseos un sábado á
comer pan, ellos le acechaban.
-
Y he
aquí un hombre hidrópico estaba
delante de él.
-
Y
respondiendo Jesús, habló á los
doctores de la ley y á los Fariseos,
diciendo: ¿Es lícito sanar en
sábado?
-
Y ellos
callaron. Entonces él tomándole, le
sanó, y despidióle.
-
Y
respondiendo á ellos dijo: ¿El asno
ó el buey de cuál de vosotros caerá
en algún pozo, y no lo sacará luego
en día de sábado?
-
Y no le
podían replicar á estas cosas.
-
Y
observando cómo escogían los
primeros asientos á la mesa, propuso
una parábola á los convidados,
diciéndoles:
-
Cuando
fueres convidado de alguno á bodas,
no te sientes en el primer lugar, no
sea que otro más honrado que tú esté
por él convidado,
-
Y
viniendo el que te llamó á ti y á
él, te diga: Da lugar á éste: y
entonces comiences con vergüenza á
tener el lugar último.
-
Mas
cuando fueres convidado, ve, y
siéntate en el postrer lugar; porque
cuando viniere el que te llamó, te
diga: Amigo, sube arriba: entonces
tendrás gloria delante de los que
juntamente se asientan á la mesa.
-
Porque
cualquiera que se ensalza, será
humillado; y el que se humilla, será
ensalzado.
-
Y dijo
también al que le había convidado:
Cuando haces comida ó cena, no
llames á tus amigos, ni á tus
hermanos, ni á tus parientes, ni á
vecinos ricos; porque también ellos
no te vuelvan á convidar, y te sea
hecha compensación.
-
Mas
cuando haces banquete, llama á los
pobres, los mancos, los cojos, los
ciegos;
-
Y serás
bienaventurado; porque no te pueden
retribuir; mas te será recompensado
en la resurrección de los justos.
-
Y oyendo
esto uno de los que juntamente
estaban sentados á la mesa, le dijo:
Bienaventurado el que comerá pan en
el reino de los cielos.
-
El
entonces le dijo: Un hombre hizo una
grande cena, y convido á muchos.
-
Y á la
hora de la cena envió á su siervo á
decir á los convidados: Venid, que
ya está todo aparejado.
-
Y
comenzaron todos á una á excusarse.
El primero le dijo: He comprado una
hacienda, y necesito salir y verla;
te ruego que me des por excusado.
-
Y el
otro dijo: He comprado cinco yuntas
de bueyes, y voy á probarlos;
ruégote que me des por excusado.
-
Y el
otro dijo: Acabo de casarme, y por
tanto no puedo ir.
-
Y vuelto
el siervo, hizo saber estas cosas á
su señor. Entonces enojado el padre
de la familia, dijo á su siervo: Ve
presto por las plazas y por las
calles de la ciudad, y mete acá los
pobres, los mancos, y cojos, y
ciegos.
-
Y dijo
el siervo: Señor, hecho es como
mandaste, y aun hay lugar.
-
Y dijo
el señor al siervo: Ve por los
caminos y por los vallados, y fuérza
los á entrar, para que se llene mi
casa.
-
Porque
os digo que ninguno de aquellos
hombres que fueron llamados, gustará
mi cena.
-
Y muchas
gentes iban con él; y volviéndose
les dijo:
-
Si
alguno viene á mí, y no aborrece á
su padre, y madre, y mujer, é hijos,
y hermanos, y hermanas, y aun
también su vida, no puede ser mi
discípulo.
-
Y
cualquiera que no trae su cruz, y
viene en pos de mí, no puede ser mi
discípulo.
-
Porque
¿cuál de vosotros, queriendo
edificar una torre, no cuenta
primero sentado los gastos, si tiene
lo que necesita para acabarla?
-
Porque
después que haya puesto el
fundamento, y no pueda acabarla,
todos los que lo vieren, no
comiencen á hacer burla de él,
-
Diciendo: Este hombre comenzó á
edificar, y no pudo acabar.
-
¿O cuál
rey, habiendo de ir á hacer guerra
contra otro rey, sentándose primero
no consulta si puede salir al
encuentro con diez mil al que viene
contra él con veinte mil?
-
De otra
manera, cuando aun el otro está
lejos, le ruega por la paz, enviándo
le embajada.
-
Así
pues, cualquiera de vosotros que no
renuncia á todas las cosas que
posee, no puede ser mi discípulo.
-
Buena es
la sal; mas si aun la sal fuere
desvanecida, ¿con qué se adobará?
-
Ni para
la tierra, ni para el muladar es
buena; fuera la arrojan. Quien tiene
oídos para oir, oiga.
-
Y SE
llegaban á él todos los publicanos y
pecadores á oirle.
-
Y
murmuraban los Fariseos y los
escribas, diciendo: Este á los
pecadores recibe, y con ellos come.
-
Y él les
propuso esta parábola, diciendo:
-
¿Qué
hombre de vosotros, teniendo cien
ovejas, si perdiere una de ellas, no
deja las noventa y nueve en el
desierto, y va á la que se perdió,
hasta que la halle?
-
Y
hallada, la pone sobre sus hombros
gozoso;
-
Y
viniendo á casa, junta á los amigos
y á los vecinos, diciéndoles: Dadme
el parabién, porque he hallado mi
oveja que se había perdido.
-
Os digo,
que así habrá más gozo en el cielo
de un pecador que se arrepiente, que
de noventa y nueve justos, que no
necesitan arrepentimiento.
-
¿O qué
mujer que tiene diez dracmas, si
perdiere una dracma, no enciende el
candil, y barre la casa, y busca con
diligencia hasta hallarla?
-
Y cuando
la hubiere hallado, junta las amigas
y las vecinas, diciendo: Dadme el
parabién, porque he hallado la
dracma que había perdido.
-
Así os
digo que hay gozo delante de los
ángeles de Dios por un pecador que
se arrepiente.
-
Y dijo:
Un hombre tenía dos hijos;
-
Y el
menor de ellos dijo á su padre:
Padre, dame la parte de la hacienda
que me pertenece: y les repartió la
hacienda.
-
Y no
muchos días después, juntándolo todo
el hijo menor, partió lejos á una
provincia apartada; y allí
desperdició su hacienda viviendo
perdidamente.
-
Y cuando
todo lo hubo malgastado, vino una
grande hambre en aquella provincia,
y comenzóle á faltar.
-
Y fué y
se llegó á uno de los ciudadanos de
aquella tierra, el cual le envió á
su hacienda para que apacentase los
puercos.
-
Y
deseaba henchir su vientre de las
algarrobas que comían los puercos;
mas nadie se las daba.
-
Y
volviendo en sí, dijo: ¡Cuántos
jornaleros en casa de mi padre
tienen abundancia de pan, y yo aquí
perezco de hambre!
-
Me
levantaré, é iré á mi padre, y le
diré: Padre, he pecado contra el
cielo y contra ti;
-
Ya no
soy digno de ser llamado tu hijo;
hazme como á uno de tus jornaleros.
-
Y
levantándose, vino á su padre. Y
como aun estuviese lejos, viólo su
padre, y fué movido á misericordia,
y corrió, y echóse sobre su cuello,
y besóle.
-
Y el
hijo le dijo: Padre, he pecado
contra el cielo, y contra ti, y ya
no soy digno de ser llamado tu hijo.
-
Mas el
padre dijo á sus siervos: Sacad el
principal vestido, y vestidle; y
poned un anillo en su mano, y
zapatos en sus pies.
-
Y traed
el becerro grueso, y matadlo, y
comamos, y hagamos fiesta:
-
Porque
este mi hijo muerto era, y ha
revivido; habíase perdido, y es
hallado. Y comenzaron á regocijarse.
-
Y su
hijo el mayor estaba en el campo; el
cual como vino, y llegó cerca de
casa, oyó la sinfonía y las danzas;
-
Y
llamando á uno de los criados,
preguntóle qué era aquello.
-
Y él le
dijo: Tu hermano ha venido; y tu
padre ha muerto el becerro grueso,
por haberle recibido salvo.
-
Entonces
se enojó, y no quería entrar. Salió
por tanto su padre, y le rogaba que
entrase.
-
Mas él
respondiendo, dijo al padre: He aquí
tantos años te sirvo, no habiendo
traspasado jamás tu mandamiento, y
nunca me has dado un cabrito para
gozarme con mis amigos:
-
Mas
cuando vino éste tu hijo, que ha
consumido tu hacienda con rameras,
has matado para él el becerro
grueso.
-
El
entonces le dijo: Hijo, tú siempre
estás conmigo, y todas mis cosas son
tuyas.
-
Mas era
menester hacer fiesta y holgar nos,
porque este tu hermano muerto era, y
ha revivido; habíase perdido, y es
hallado.
-
Y DIJO
también á sus discípulos: Había un
hombre rico, el cual tenía un
mayordomo, y éste fué acusado
delante de él como disipador de sus
bienes.
-
Y le
llamó, y le dijo: ¿Qué es esto que
oigo de ti? Da cuenta de tu
mayordomía, porque ya no podrás más
ser mayordomo.
-
Entonces
el mayordomo dijo dentro de sí: ¿Qué
haré? que mi señor me quita la
mayordomía. Cavar, no puedo;
mendigar, tengo vergüenza.
-
Yo sé lo
que haré para que cuando fuere
quitado de la mayordomía, me reciban
en sus casas.
-
Y
llamando á cada uno de los deudores
de su señor, dijo al primero:
¿Cuánto debes á mi señor?
-
Y él
dijo: Cien barriles de aceite. Y le
dijo: Toma tu obligación, y siéntate
presto, y escribe cincuenta.
-
Después
dijo á otro: ¿Y tú, cuánto debes? Y
él dijo: Cien coros de trigo. Y él
le dijo: Toma tu obligación, y
escribe ochenta.
-
Y alabó
el señor al mayordomo malo por haber
hecho discretamente; porque los
hijos de este siglo son en su
generación más sagaces que los hijos
de luz.
-
Y yo os
digo: Haceos amigos de las riquezas
de maldad, para que cuando
faltareis, os reciban en las moradas
eternas.
-
El que
es fiel en lo muy poco, también en
lo más es fiel: y el que en lo muy
poco es injusto, también en lo más
es injusto.
-
Pues si
en las malas riquezas no fuísteis
fieles. ¿quién os confiará lo
verdadero?
-
Y si en
lo ajeno no fuisteis fieles, ¿quién
os dará lo que es vuestro?
-
Ningún
siervo puede servir á dos señores;
porque ó aborrecerá al uno y amará
al otro, ó se allegará al uno y
menospreciará al otro. No podéis
servir á Dios y á las riquezas.
-
Y oían
también todas estas cosas los
Fariseos, los cuales eran avaros, y
se burlaban de él.
-
Y
díjoles: Vosotros sois los que os
justificáis á vosotros mismos
delante de los hombres; mas Dios
conoce vuestros corazones; porque lo
que los hombres tienen por sublime,
delante de Dios es abominación.
-
La ley y
los profetas hasta Juan: desde
entonces el reino de Dios es
anunciado, y quienquiera se esfuerza
á entrar en él.
-
Empero
más fácil cosa es pasar el cielo y
la tierra, que frustrarse un tilde
de la ley.
-
Cualquiera que repudia á su mujer, y
se casa con otra, adultera: y el que
se casa con la repudiada del marido,
adultera.
-
Había un
hombre rico, que se vestía de
púrpura y de lino fino, y hacía cada
día banquete con esplendidez.
-
Había
también un mendigo llamado Lázaro,
el cual estaba echado á la puerta de
él, lleno de llagas,
-
Y
deseando hartarse de las migajas que
caían de la mesa del rico; y aun los
perros venían y le lamían las
llagas.
-
Y
aconteció que murió el mendigo, y
fué llevado por los ángeles al seno
de Abraham: y murió también el rico,
y fué sepultado.
-
Y en el
infierno alzó sus ojos, estando en
los tormentos, y vió á Abraham de
lejos, y á Lázaro en su seno.
-
Entonces
él, dando voces, dijo: Padre
Abraham, ten misericordia de mí, y
envía á Lázaro que moje la punta de
su dedo en agua, y refresque mi
lengua; porque soy atormentado en
esta llama.
-
Y díjole
Abraham: Hijo, acuérdate que
recibiste tus bienes en tu vida, y
Lázaro también males; mas ahora éste
es consolado aquí, y tú atormentado.
-
Y además
de todo esto, una grande sima está
constituída entre nosotros y
vosotros, que los que quisieren
pasar de aquí á vosotros, no pueden,
ni de allá pasar acá.
-
Y dijo:
Ruégote pues, padre, que le envíes á
la casa de mi padre;
-
Porque
tengo cinco hermanos; para que les
testifique, porque no vengan ellos
también á este lugar de tormento.
-
Y
Abraham le dice: A Moisés y á los
profetas tienen: óiganlos.
-
El
entonces dijo: No, padre Abraham:
mas si alguno fuere á ellos de los
muertos, se arrepentirán.
-
Mas
Abraham le dijo: Si no oyen á Moisés
y á los profetas, tampoco se
persuadirán, si alguno se levantare
de los muertos.
-
Y A SUS
discípulos dice: Imposible es que no
vengan escándalos; mas ¡ay de aquél
por quien vienen!
-
Mejor le
fuera, si le pusiesen al cuello una
piedra de molino, y le lanzasen en
el mar, que escandalizar á uno de
estos pequeñitos.
-
Mirad
por vosotros: si pecare contra ti tu
hermano, repréndele; y si se
arrepintiere, perdónale.
-
Y si
siete veces al día pecare contra ti,
y siete veces al día se volviere á
ti, diciendo, pésame, perdónale.
-
Y
dijeron los apóstoles al Señor:
Auméntanos la fe.
-
Entonces
el Señor dijo: Si tuvieseis fe como
un grano de mostaza, diréis á este
sicómoro: Desarráigate, y plántate
en el mar; y os obedecerá.
-
¿Y quién
de vosotros tiene un siervo que ara
ó apacienta, que vuelto del campo le
diga luego: Pasa, siéntate á la
mesa?
-
¿No le
dice antes: Adereza qué cene, y
arremángate, y sírveme hasta que
haya comido y bebido; y después de
esto, come tú y bebe?
-
¿Da
gracias al siervo porque hizo lo que
le había sido mandado? Pienso que
no.
-
Así
también vosotros, cuando hubiereis
hecho todo lo que os es mandado,
decid: Siervos inútiles somos,
porque lo que debíamos hacer,
hicimos.
-
Y
aconteció que yendo él á Jerusalem,
pasaba por medio de Samaria y de
Galilea.
-
Y
entrando en una aldea, viniéronle al
encuentro diez hombres leprosos, los
cuales se pararon de lejos,
-
Y
alzaron la voz, diciendo: Jesús,
Maestro, ten misericordia de
nosotros.
-
Y como
él los vió, les dijo: Id, mostraos á
los sacerdotes. Y aconteció, que
yendo ellos, fueron limpios.
-
Entonces
uno de ellos, como se vió que estaba
limpio, volvió, glorificando á Dios
á gran voz;
-
Y
derribóse sobre el rostro á sus
pies, dándole gracias: y éste era
Samaritano.
-
Y
respondiendo Jesús, dijo: ¿No son
diez los que fueron limpios? ¿Y los
nueve dónde están?
-
¿No hubo
quien volviese y diese gloria á Dios
sino este extranjero?
-
Y
díjole: Levántate, vete; tu fe te ha
salvado.
-
Y
preguntado por los Fariseos, cuándo
había de venir el reino de Dios, les
respondió y dijo: El reino de Dios
no vendrá con advertencia;
-
Ni
dirán: Helo aquí, ó helo allí:
porque he aquí el reino de Dios
entre vosotros está.
-
Y dijo á
sus discípulos: Tiempo vendrá,
cuando desearéis ver uno de los días
del Hijo del hombre, y no lo veréis.
-
Y os
dirán: Helo aquí, ó helo allí. No
vayáis, ni sigáis.
-
Porque
como el relámpago, relampagueando
desde una parte de debajo del cielo,
resplandece hasta la otra debajo del
cielo, así también será el Hijo del
hombre en su día.
-
Mas
primero es necesario que padezca
mucho, y sea reprobado de esta
generación.
-
Y como
fué en los días de Noé, así también
será en los días del Hijo del
hombre.
-
Comían,
bebían, los hombres tomaban mujeres,
y las mujeres maridos, hasta el día
que entró Noé en el arca; y vino el
diluvio, y destruyó á todos.
-
Asimismo
también como fué en los días de Lot;
comían, bebían, compraban, vendían,
plantaban, edificaban;
-
Mas el
día que Lot salió de Sodoma, llovió
del cielo fuego y azufre, y destruyó
á todos:
-
Como
esto será el día en que el Hijo del
hombre se manifestará.
-
En aquel
día, el que estuviere en el terrado,
y sus alhajas en casa, no descienda
á tomarlas: y el que en el campo,
asimismo no vuelva atrás.
-
Acordaos
de la mujer de Lot.
-
Cualquiera que procurare salvar su
vida, la perderá; y cualquiera que
la perdiere, la salvará.
-
Os digo
que en aquella noche estarán dos en
una cama; el uno será tomado, y el
otro será dejado.
-
Dos
mujeres estarán moliendo juntas: la
una será tomada, y la otra dejada.
-
Dos
estarán en el campo; el uno será
tomado, y el otro dejado.
-
Y
respondiendo, le dicen: ¿Dónde,
Señor? Y él les dijo: Donde
estuviere el cuerpo, allá se
juntarán también las águilas.
-
Y
PROPUSOLES también una parábola
sobre que es necesario orar siempre,
y no desmayar,
-
Diciendo: Había un juez en una
ciudad, el cual ni temía á Dios, ni
respetaba á hombre.
-
Había
también en aquella ciudad una viuda,
la cual venía á él diciendo: Hazme
justicia de mi adversario.
-
Pero él
no quiso por algún tiempo; mas
después de esto dijo dentro de sí:
Aunque ni temo á Dios, ni tengo
respeto á hombre,
-
Todavía,
porque esta viuda me es molesta, le
haré justicia, porque al fin no
venga y me muela.
-
Y dijo
el Señor: Oid lo que dice el juez
injusto.
-
¿Y Dios
no hará justicia á sus escogidos,
que claman á él día y noche, aunque
sea longánime acerca de ellos?
-
Os digo
que los defenderá presto. Empero
cuando el Hijo del hombre viniere,
¿hallará fe en la tierra?
-
Y dijo
también á unos que confiaban de sí
como justos, y menospreciaban á los
otros, esta parábola:
-
Dos
hombres subieron al templo á orar:
el uno Fariseo, el otro publicano.
-
El
Fariseo, en pie, oraba consigo de
esta manera: Dios, te doy gracias,
que no soy como los otros hombres,
ladrones, injustos, adúlteros, ni
aun como este publicano;
-
Ayuno
dos veces á la semana, doy diezmos
de todo lo que poseo.
-
Mas el
publicano estando lejos no quería ni
aun alzar los ojos al cielo, sino
que hería su pecho, diciendo: Dios,
sé propició á mí pecador.
-
Os digo
que éste descendió á su casa
justificado antes que el otro;
porque cualquiera que se ensalza,
será humillado; y el que se humilla,
será ensalzado.
-
Y traían
á él los niños para que los tocase;
lo cual viendo los discípulos les
reñían.
-
Mas
Jesús llamándolos, dijo: Dejad los
niños venir á mí, y no los impidáis;
porque de tales es el reino de Dios.
-
De
cierto os digo, que cualquiera que
no recibiere el reino de Dios como
un niño, no entrará en él.
-
Y
preguntóle un príncipe, diciendo:
Maestro bueno, ¿qué haré para poseer
la vida eterna?
-
Y Jesús
le dijo: ¿Por qué me llamas bueno?
ninguno hay bueno sino sólo Dios.
-
Los
mandamientos sabes: No matarás: No
adulterarás: No hurtarás: No dirás
falso testimonio: Honra á tu padre y
á tu madre.
-
Y él
dijo: Todas estas cosas he guardado
desde mi juventud.
-
Y Jesús,
oído esto, le dijo: Aun te falta una
cosa: vende todo lo que tienes, y da
á los pobres, y tendrás tesoro en el
cielo; y ven, sígueme.
-
Entonces
él, oídas estas cosas, se puso muy
triste, porque era muy rico.
-
Y viendo
Jesús que se había entristecido
mucho, dijo: ¡Cuán dificultosamente
entrarán en el reino de Dios los que
tienen riquezas!
-
Porque
más fácil cosa es entrar un camello
por el ojo de una aguja, que un rico
entrar en el reino de Dios.
-
Y los
que lo oían, dijeron: ¿Y quién podrá
ser salvo?
-
Y él les
dijo: Lo que es imposible para con
los hombres, posible es para Dios.
-
Entonces
Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos
dejado las posesiones nuestras, y te
hemos seguido.
-
Y él les
dijo: De cierto os digo, que nadie
hay que haya dejado casa, padres, ó
hermanos, ó mujer, ó hijos, por el
reino de Dios,
-
Que no
haya de recibir mucho más en este
tiempo, y en el siglo venidero la
vida eterna.
-
Y Jesús,
tomando á los doce, les dijo: He
aquí subimos á Jerusalem, y serán
cumplidas todas las cosas que fueron
escritas por los profetas, del Hijo
del hombre.
-
Porque
será entregado á las gentes, y será
escarnecido, é injuriado, y
escupido.
-
Y
después que le hubieren azotado, le
matarán: mas al tercer día
resucitará.
-
Pero
ellos nada de estas cosas entendían,
y esta palabra les era encubierta, y
no entendían lo que se decía.
-
Y
aconteció que acercándose él á
Jericó, un ciego estaba sentado
junto al camino mendigando;
-
El cual
como oyó la gente que pasaba,
preguntó qué era aquello.
-
Y
dijéronle que pasaba Jesús Nazareno.
-
Entonces
dió voces, diciendo: Jesús, Hijo de
David, ten misericordia de mí.
-
Y los
que iban delante, le reñían que
callase; mas él clamaba mucho más:
Hijo de David, ten misericordia de
mí.
-
Jesús
entonces parándose, mandó traerle á
sí: y como él llegó, le preguntó,
-
Diciendo: ¿Qué quieres que te haga?
Y él dijo: Señor, que vea.
-
Y Jesús
le dijo: Ve, tu fe te ha hecho
salvo.
-
Y luego
vió, y le seguía, glorificando á
Dios: y todo el pueblo como lo vió,
dió á Dios alabanza.
-
Y
HABIENDO entrado Jesús, iba pasando
por Jericó;
-
Y he
aquí un varón llamado Zaqueo, el
cual era el principal de los
publicanos, y era rico;
-
Y
procuraba ver á Jesús quién fuese;
mas no podía á causa de la multitud,
porque era pequeño de estatura.
-
Y
corriendo delante, subióse á un
árbol sicómoro para verle; porque
había de pasar por allí.
-
Y como
vino á aquel lugar Jesús, mirando,
le vió, y díjole: Zaqueo, date
priesa, desciende, porque hoy es
necesario que pose en tu casa.
-
Entonces
él descendió apriesa, y le recibió
gozoso.
-
Y viendo
esto, todos murmuraban, diciendo que
había entrado á posar con un hombre
pecador.
-
Entonces
Zaqueo, puesto en pie, dijo al
Señor: He aquí, Señor, la mitad de
mis bienes doy á los pobres; y si en
algo he defraudado á alguno, lo
vuelvo con el cuatro tanto.
-
Y Jesús
le dijo: Hoy ha venido la salvación
á esta casa; por cuanto él también
es hijo de Abraham.
-
Porque
el Hijo del hombre vino á buscar y á
salvar lo que se había perdido.
-
Y oyendo
ellos estas cosas, prosiguió Jesús y
dijo una parábola, por cuanto estaba
cerca de Jerusalem, y porque
pensaban que luego había de ser
manifestado el reino de Dios.
-
Dijo
pues: Un hombre noble partió á una
provincia lejos, para tomar para sí
un reino, y volver.
-
Mas
llamados diez siervos suyos, les dió
diez minas, y díjoles: Negociad
entre tanto que vengo.
-
Empero
sus ciudadanos le aborrecían, y
enviaron tras de él una embajada,
diciendo: No queremos que éste reine
sobre nosotros.
-
Y
aconteció, que vuelto él, habiendo
tomado el reino, mandó llamar á sí á
aquellos siervos á los cuales había
dado el dinero, para saber lo que
había negociado cada uno.
-
Y vino
el primero, diciendo: Señor, tu mina
ha ganado diez minas.
-
Y él le
dice: Está bien, buen siervo; pues
que en lo poco has sido fiel,
tendrás potestad sobre diez
ciudades.
-
Y vino
otro, diciendo: Señor, tu mina ha
hecho cinco minas.
-
Y
también á éste dijo: Tú también sé
sobre cinco ciudades.
-
Y vino
otro, diciendo: Señor, he aquí tu
mina, la cual he tenido guardada en
un pañizuelo:
-
Porque
tuve miedo de ti, que eres hombre
recio; tomas lo que no pusiste, y
siegas lo que no sembraste.
-
Entonces
él le dijo: Mal siervo, de tu boca
te juzgo. Sabías que yo era hombre
recio, que tomo lo que no puse, y
que siego lo que no sembré;
-
¿Por
qué, no diste mi dinero al banco, y
yo viniendo lo demandara con el
logro?
-
Y dijo á
los que estaban presentes: Quitadle
la mina, y dadla al que tiene las
diez minas.
-
Y ellos
le dijeron: Señor, tiene diez minas.
-
Pues yo
os digo que á cualquiera que
tuviere, le será dado; mas al que no
tuviere, aun lo que tiene le será
quitado.
-
Y
también á aquellos mis enemigos que
no querían que yo reinase sobre
ellos, traedlos acá, y degolladlos
delante de mí.
-
Y dicho
esto, iba delante subiendo á
Jerusalem.
-
Y
aconteció, que llegando cerca de
Bethfagé, y de Bethania, al monte
que se llama de las Olivas, envió
dos de sus discípulos,
-
Diciendo: Id á la aldea de enfrente;
en la cual como entrareis, hallaréis
un pollino atado, en el que ningún
hombre se ha sentado jamás;
desatadlo, y traedlo.
-
Y si
alguien os preguntare, ¿por qué lo
desatáis? le responderéis así:
Porque el Señor lo ha menester.
-
Y fueron
los que habían sido enviados, y
hallaron como les dijo.
-
Y
desatando ellos el pollino, sus
dueños les dijeron: ¿Por qué
desatáis el pollino?
-
Y ellos
dijeron: Porque el Señor lo ha
menester.
-
Y
trajéronlo á Jesús; y habiéndo
echado sus vestidos sobre el
pollino, pusieron á Jesús encima.
-
Y yendo
él tendían sus capas por el camino.
-
Y como
llegasen ya cerca de la bajada del
monte de las Olivas, toda la
multitud de los discípulos,
gozándose, comenzaron á alabar á
Dios á gran voz por todas las
maravillas que habían visto,
-
Diciendo: ¡Bendito el rey que viene
en el nombre del Señor: paz en el
cielo, y gloria en lo altísimo!
-
Entonces
algunos de los Fariseos de la
compañía, le dijeron: Maestro,
reprende á tus discípulos.
-
Y él
respondiendo, les dijo: Os digo que
si éstos callaren, las piedras
clamarán.
-
Y como
llegó cerca viendo la ciudad, lloró
sobre ella,
-
Diciendo: ¡Oh si también tú
conocieses, á lo menos en este tu
día, lo que toca á tu paz! mas ahora
está encubierto de tus ojos.
-
Porque
vendrán días sobre ti, que tus
enemigos te cercarán con baluarte, y
te pondrán cerco, y de todas partes
te pondrán en estrecho,
-
Y te
derribarán á tierra, y á tus hijos
dentro de ti; y no dejarán sobre ti
piedra sobre piedra; por cuanto no
conociste el tiempo de tu
visitación.
-
Y
entrando en el templo, comenzó á
echar fuera á todos los que vendían
y compraban en él.
-
Diciéndoles: Escrito está: Mi casa,
casa de oración es; mas vosotros la
habéis hecho cueva de ladrones.
-
Y
enseñaba cada día en el templo; mas
los príncipes de los sacerdotes, y
los escribas, y los principales del
pueblo procuraban matarle.
-
Y no
hallaban qué hacerle, porque todo el
pueblo estaba suspenso oyéndole.
-
Y
ACONTECIÓ un día, que enseñando él
al pueblo en el templo, y anunciando
el evangelio, llegáronse los
príncipes de los sacerdotes y los
escribas, con los ancianos;
-
Y le
hablaron, diciendo: Dinos: ¿con qué
potestad haces estas cosas? ¿ó quién
es el que te ha dado esta potestad?
-
Respondiendo entonces Jesús, les
dijo: Os preguntaré yo también una
palabra; respondedme:
-
El
bautismo de Juan, ¿era del cielo, ó
de los hombres?
-
Mas
ellos pensaban dentro de sí,
diciendo: Si dijéremos, del cielo,
dirá: ¿Por qué, pues, no le
creísteis?
-
Y si
dijéremos, de los hombres, todo el
pueblo nos apedreará: porque están
ciertos que Juan era profeta.
-
Y
respondieron que no sabían de dónde.
-
Entonces
Jesús les dijo: Ni yo os digo con
qué potestad hago estas cosas.
-
Y
comenzó á decir al pueblo esta
parábola: Un hombre plantó una viña,
y arrendóla á labradores, y se
ausentó por mucho tiempo.
-
Y al
tiempo, envió un siervo á los
labradores, para que le diesen del
fruto de la viña; mas los labradores
le hirieron, y enviaron vacío.
-
Y volvió
á enviar otro siervo; mas ellos á
éste también, herido y afrentado, le
enviaron vacío.
-
Y volvió
á enviar al tercer siervo; mas ellos
también á éste echaron herido.
-
Entonces
el señor de la viña dijo: ¿Qué haré?
Enviaré mi hijo amado: quizás cuando
á éste vieren, tendrán respeto.
-
Mas los
labradores, viéndole, pensaron entre
sí, diciendo: Este es el heredero;
venid, matémosle para que la heredad
sea nuestra.
-
Y
echáronle fuera de la viña, y le
mataron. ¿Qué pues, les hará el
señor de la viña?
-
Vendrá,
y destruirá á estos labradores, y
dará su viña á otros. Y como ellos
lo oyeron, dijeron: ¡Dios nos libre!
-
Mas él
mirándolos, dice: ¿Qué pues es lo
que está escrito: La piedra que
condenaron los edificadores, Esta
fué por cabeza de esquina?
-
Cualquiera que cayere sobre aquella
piedra, será quebrantado; mas sobre
el que la piedra cayere, le
desmenuzará.
-
Y
procuraban los príncipes de los
sacerdotes y los escribas echarle
mano en aquella hora, porque
entendieron que contra ellos había
dicho esta parábola: mas temieron al
pueblo.
-
Y
acechándole enviaron espías que se
simulasen justos, para sorprenderle
en palabras, para que le entregasen
al principado y á la potestad del
presidente.
-
Los
cuales le preguntaron, diciendo:
Maestro, sabemos que dices y enseñas
bien, y que no tienes respeto á
persona; antes enseñas el camino de
Dios con verdad.
-
¿Nos es
lícito dar tributo á César, ó no?
-
Mas él,
entendiendo la astucia de ellos, les
dijo: ¿Por qué me tentáis?
-
Mostradme la moneda. ¿De quién tiene
la imagen y la inscripción? Y
respondiendo dijeron: De César.
-
Entonces
les dijo: Pues dad á César lo que es
de César; y lo que es de Dios, á
Dios.
-
Y no
pudieron reprender sus palabras
delante del pueblo: antes
maravillados de su respuesta,
callaron.
-
Y
llegándose unos de los Saduceos, los
cuales niegan haber resurrección, le
preguntaron,
-
Diciendo: Maestro, Moisés nos
escribió: Si el hermano de alguno
muriere teniendo mujer, y muriere
sin hijos, que su hermano tome la
mujer, y levante simiente á su
hermano.
-
Fueron,
pues, siete hermanos: y el primero
tomó mujer, y murió sin hijos.
-
Y la
tomó el segundo, el cual también
murió sin hijos.
-
Y la
tomó el tercero: asimismo también
todos siete: y muerieron sin dejar
prole.
-
Y á la
postre de todos murió también la
mujer.
-
En la
resurrección, pues, ¿mujer de cuál
de ellos será? porque los siete la
tuvieron por mujer.
-
Entonces
respondiendo Jesús, les dijo: Los
hijos de este siglo se casan, y son
dados en casamiento:
-
Mas los
que fueren tenidos por dignos de
aquel siglo y de la resurrección de
los muertos, ni se casan, ni son
dados en casamiento:
-
Porque
no pueden ya más morir: porque son
iguales á los ángeles, y son hijos
de Dios, cuando son hijos de la
resurrección.
-
Y que
los muertos hayan de resucitar, aun
Moisés lo enseñó en el pasaje de la
zarza, cuando llama al Señor: Dios
de Abraham, y Dios de Isaac, y Dios
de Jacob.
-
Porque
Dios no es Dios de muertos, mas de
vivos: porque todos viven á él.
-
Y
respondiéndole unos de los escribas,
dijeron: Maestro, bien has dicho.
-
Y no
osaron más preguntarle algo.
-
Y él les
dijo: ¿Cómo dicen que el Cristo es
hijo de David?
-
Y el
mismo David dice en el libro de los
Salmos: Dijo el Señor á mi Señor:
Siéntate á mi diestra,
-
Entre
tanto que pongo tus enemigos por
estrado de tus pies.
-
Así que
David le llama Señor: ¿cómo pues es
su hijo?
-
Y
oyéndole todo el pueblo, dijo á sus
discípulos:
-
Guardaos
de los escribas, que quieren andar
con ropas largas, y aman las
salutaciones en las plazas, y las
primeras sillas en las sinagogas, y
los primeros asientos en las cenas;
-
Que
devoran las casas de las viudas,
poniendo por pretexto la larga
oración: éstos recibirán mayor
condenación.
-
Y
MIRANDO, vió á los ricos que echaban
sus ofrendas en el gazofilacio.
-
Y vió
también una viuda pobrecilla, que
echaba allí dos blancas.
-
Y dijo:
De verdad os digo, que esta pobre
viuda echó más que todos:
-
Porque
todos estos, de lo que les sobra
echaron para las ofrendas de Dios;
mas ésta de su pobreza echó todo el
sustento que tenía.
-
Y á unos
que decían del templo, que estaba
adornado de hermosas piedras y
dones, dijo:
-
Estas
cosas que veis, días vendrán que no
quedará piedra sobre piedra que no
sea destruída.
-
Y le
preguntaron, diciendo: Maestro,
¿cuándo será esto? ¿y qué señal
habrá cuando estas cosas hayan de
comenzar á ser hechas?
-
El
entonces dijo: Mirad, no seáis
engañados; porque vendrán muchos en
mi nombre, diciendo: Yo soy; y, el
tiempo está cerca: por tanto, no
vayáis en pos de ellos.
-
Empero
cuando oyereis guerras y sediciones,
no os espantéis; porque es necesario
que estas cosas acontezcan primero:
mas no luego será el fin.
-
Entonces
les dijo: Se levantará gente contra
gente, y reino contra reino;
-
Y habrá
grandes terremotos, y en varios
lugares hambres y pestilencias: y
habrá espantos y grandes señales del
cielo.
-
Mas
antes de todas estas cosas os
echarán mano, y perseguirán,
entregándoos á las sinagogas y á las
cárceles, siendo llevados á los
reyes y á los gobernadores por causa
de mi nombre.
-
Y os
será para testimonio.
-
Poned
pues en vuestros corazones no pensar
antes cómo habéis de responder:
-
Porque
yo os daré boca y sabiduría, á la
cual no podrán resistir ni
contradecir todos los que se os
opondrán.
-
Mas
seréis entregados aun de vuestros
padres, y hermanos, y parientes, y
amigos; y matarán á algunos de
vosotros.
-
Y seréis
aborrecidos de todos por causa de mi
nombre.
-
Mas un
pelo de vuestra cabeza no perecerá.
-
En
vuestra paciencia poseeréis vuestras
almas.
-
Y cuando
viereis á Jerusalem cercada de
ejércitos, sabed entonces que su
destrucción ha llegado.
-
Entonces
los que estuvieren en Judea, huyan á
los montes; y los que en medio de
ella, váyanse; y los que estén en
los campos, no entren en ella.
-
Porque
estos son días de venganza: para que
se cumplan todas las cosas que están
escritas.
-
Mas ¡ay
de las preñadas, y de las que crían
en aquellos días! porque habrá apuro
grande sobre la tierra é ira en este
pueblo.
-
Y caerán
á filo de espada, y serán llevados
cautivos á todas las naciones: y
Jerusalem será hollada de las
gentes, hasta que los tiempos de las
gentes sean cumplidos.
-
Entonces
habrá señales en el sol, y en la
luna, y en las estrellas; y en la
tierra angustia de gentes por la
confusión del sonido de la mar y de
las ondas:
-
Secándose los hombres á causa del
temor y expectación de las cosas que
sobrevendrán á la redondez de la
tierra: porque las virtudes de los
cielos serán conmovidas.
-
Y
entonces verán al Hijo del hombre,
que vendrá en una nube con potestad
y majestad grande.
-
Y cuando
estas cosas comenzaren á hacerse,
mirad, y levantad vuestras cabezas,
porque vuestra redención está cerca.
-
Y
díjoles una parábola: Mirad la
higuera y todos los árboles:
-
Cuando
ya brotan, viéndolo, de vosotros
mismos entendéis que el verano está
ya cerca.
-
Así
también vosotros, cuando viereis
hacerse estas cosas, entended que
está cerca el reino de Dios.
-
De
cierto os digo, que no pasará esta
generación hasta que todo sea hecho.
-
El cielo
y la tierra pasarán; mas mis
palabras no pasarán.
-
Y mirad
por vosotros, que vuestros corazones
no sean cargados de glotonería y
embriaguez, y de los cuidados de
esta vida, y venga de repente sobre
vosotros aquel día.
-
Porque
como un lazo vendrá sobre todos los
que habitan sobre la faz de toda la
tierra.
-
Velad
pues, orando en todo tiempo, que
seáis tenidos por dignos de evitar
todas estas cosas que han de venir,
y de estar en pie delante del Hijo
del hombre.
-
Y
enseñaba de día en el templo; y de
noche saliendo, estábase en el monte
que se llama de las Olivas.
-
Y todo
el pueblo venía á él por la mañana,
para oirle en el templo.
-
Y ESTABA
cerca el día de la fiesta de los
ázimos, que se llama la Pascua.
-
Y los
príncipes de los sacerdotes y los
escribas buscaban cómo le matarían;
mas tenían miedo del pueblo.
-
Y entró
Satanás en Judas, por sobrenombre
Iscariote, el cual era uno del
número de los doce;
-
Y fue, y
habló con los príncipes de los
sacerdotes, y con los magistrados,
de cómo se lo entregaría.
-
Los
cuales se holgaron, y concertaron de
darle dinero.
-
Y
prometió, y buscaba oportunidad para
entregarle á ellos sin bulla.
-
Y vino
el día de los ázimos, en el cual era
necesario matar la pascua.
-
Y envió
á Pedro y á Juan, diciendo: Id,
aparejadnos la pascua para que
comamos.
-
Y ellos
le dijeron: ¿Dónde quieres que
aparejemos?
-
Y él les
dijo: He aquí cuando entrareis en la
ciudad, os encontrará un hombre que
lleva un cántaro de agua: seguidle
hasta la casa donde entrare,
-
Y decid
al padre de la familia de la casa:
El Maestro te dice: ¿Dónde está el
aposento donde tengo de comer la
pascua con mis discípulos?
-
Entonces
él os mostrará un gran cenáculo
aderezado; aparejad allí.
-
Fueron
pues, y hallaron como les había
dicho; y aparejaron la pascua.
-
Y como
fue hora, sentóse á la mesa, y con
él los apóstoles.
-
Y les
dijo: En gran manera he deseado
comer con vosotros esta pascua antes
que padezca;
-
Porque
os digo que no comeré más de ella,
hasta que se cumpla en el reino de
Dios.
-
Y
tomando el vaso, habiendo dado
gracias, dijo: Tomad esto, y
partidlo entre vosotros;
-
Porque
os digo, que no beberé más del fruto
de la vid, hasta que el reino de
Dios venga.
-
Y
tomando el pan, habiendo dado
gracias, partió, y les dió,
diciendo: Esto es mi cuerpo, que por
vosotros es dado: haced esto en
memoria de mí.
-
Asimismo
también el vaso, después que hubo
cenado, diciendo: Este vaso es el
nuevo pacto en mi sangre, que por
vosotros se derrama.
-
Con todo
eso, he aquí la mano del que me
entrega, conmigo en la mesa.
-
Y á la
verdad el Hijo del hombre va, según
lo que está determinado; empero ¡ay
de aquél hombre por el cual es
entregado!
-
Ellos
entonces comenzaron á preguntar
entre sí, cuál de ellos sería el que
había de hacer esto.
-
Y hubo
entre ellos una contienda, quién de
ellos parecía ser el mayor.
-
Entonces
él les dijo: Los reyes de las gentes
se enseñorean de ellas; y los que
sobre ellas tienen potestad, son
llamados bienhechores:
-
Mas
vosotros, no así: antes el que es
mayor entre vosotros, sea como el
más mozo; y el que es príncipe, como
el que sirve.
-
Porque,
¿cuál es mayor, el que se sienta á
la mesa, ó el que sirve? ¿No es el
que se sienta á la mesa? Y yo soy
entre vosotros como el que sirve.
-
Empero
vosotros sois los que habéis
permanecido conmigo en mis
tentaciones:
-
Yo pues
os ordeno un reino, como mi Padre me
lo ordenó á mí,
-
Para que
comáis y bebáis en mi mesa en mi
reino, y os sentéis sobre tronos
juzgando á las doce tribus de
Israel.
-
Dijo
también el Señor: Simón, Simón, he
aquí Satanás os ha pedido para
zarandaros como á trigo;
-
Mas yo
he rogado por ti que tu fe no falte:
y tú, una vez vuelto, confirma á tus
hermanos.
-
Y él le
dijo: Señor, pronto estoy á ir
contigo aun á cárcel y á muerte.
-
Y él
dijo: Pedro, te digo que el gallo no
cantará hoy antes que tú niegues
tres veces que me conoces.
-
Y á
ellos dijo: Cuando os envié sin
bolsa, y sin alforja, y sin zapatos,
¿os faltó algo? Y ellos dijeron:
Nada.
-
Y les
dijo: Pues ahora, el que tiene
bolsa, tómela, y también la alforja,
y el que no tiene, venda su capa y
compre espada.
-
Porque
os digo, que es necesario que se
cumpla todavía en mí aquello que
está escrito: Y con los malos fué
contado: porque lo que está escrito
de mí, cumplimiento tiene.
-
Entonces
ellos dijeron: Señor, he aquí dos
espadas. Y él les dijo: Basta.
-
Y
saliendo, se fué, como solía, al
monte de las Olivas; y sus
discípulos también le siguieron.
-
Y como
llegó á aquel lugar, les dijo: Orad
que no entréis en tentación.
-
Y él se
apartó de ellos como un tiro de
piedra; y puesto de rodillas oró,
-
Diciendo: Padre, si quieres, pasa
este vaso de mí; empero no se haga
mi voluntad, sino la tuya.
-
Y le
apareció un ángel del cielo
confortándole.
-
Y
estando en agonía, oraba más
intensamente: y fué su sudor como
grandes gotas de sangre que caían
hasta la tierra.
-
Y como
se levantó de la oración, y vino á
sus discípulos, hallólos durmiendo
de tristeza;
-
Y les
dijo: ¿Por qué dormís? Levantaos, y
orad que no entréis en tentación.
-
Estando
él aún hablando, he aquí una turba;
y el que se llamaba Judas, uno de
los doce, iba delante de ellos; y
llegóse á Jesús para besarlo.
-
Entonces
Jesús le dijo: Judas, ¿con beso
entregas al Hijo del hombre?
-
Y viendo
los que estaban con él lo que había
de ser, le dijeron: Señor,
¿heriremos á cuchillo?
-
Y uno de
ellos hirió á un siervo del príncipe
de los sacerdotes, y le quitó la
oreja derecha.
-
Entonces
respondiendo Jesús, dijo: Dejad
hasta aquí. Y tocando su oreja, le
sanó.
-
Y Jesús
dijo á los que habían venido á él,
los príncipes de los sacerdotes, y
los magistrados del templo, y los
ancianos: ¿Como á ladrón habéis
salido con espadas y con palos?
-
Habiendo
estado con vosotros cada día en el
templo, no extendisteis las manos
contra mí; mas ésta es vuestra hora,
y la potestad de las tinieblas.
-
Y
prendiéndole trajéronle, y
metiéronle en casa del príncipe de
los sacerdotes. Y Pedro le seguía de
lejos.
-
Y
habiendo encendido fuego en medio de
la sala, y sentándose todos
alrededor, se sentó también Pedro
entre ellos.
-
Y como
una criada le vió que estaba sentado
al fuego, fijóse en él, y dijo: Y
éste con él estaba.
-
Entonces
él lo negó, diciendo: Mujer, no le
conozco.
-
Y un
poco después, viéndole otro, dijo: Y
tú de ellos eras. Y Pedro dijo:
Hombre, no soy.
-
Y como
una hora pasada otro afirmaba,
diciendo: Verdaderamente también
éste estaba con él, porque es
Galileo.
-
Y Pedro
dijo: Hombre, no sé qué dices. Y
luego, estando él aún hablando, el
gallo cantó.
-
Entonces, vuelto el Señor, miró á
Pedro: y Pedro se acordó de la
palabra del Señor como le había
dicho: Antes que el gallo cante, me
negarás tres veces.
-
Y
saliendo fuera Pedro, lloró
amargamente.
-
Y los
hombres que tenían á Jesús, se
burlaban de él hiriéndole;
-
Y
cubriéndole, herían su rostro, y
preguntábanle, diciendo: Profetiza
quién es el que te hirió.
-
Y decían
otras muchas cosas injuriándole.
-
Y cuando
fué de día, se juntaron los ancianos
del pueblo, y los príncipes de los
sacerdotes, y los escribas, y le
trajeron á su concilio,
-
Diciendo: ¿Eres tú el Cristo? dínos
lo. Y les dijo: Si os lo dijere, no
creeréis;
-
Y
también si os preguntare, no me
responderéis, ni me soltaréis:
-
Mas
después de ahora el Hijo del hombre
se asentará á la diestra de la
potencia de Dios.
-
Y
dijeron todos: ¿Luego tú eres Hijo
de Dios? Y él les dijo: Vosotros
decís que yo soy.
-
Entonces
ellos dijeron: ¿Qué más testimonio
deseamos? porque nosotros lo hemos
oído de su boca.
-
LEVANTÁNDOSE entonces toda la
multitud de ellos, lleváronle á
Pilato.
-
Y
comenzaron á acusarle, diciendo: A
éste hemos hallado que pervierte la
nación, y que veda dar tributo á
César, diciendo que él es el Cristo,
el rey.
-
Entonces
Pilato le preguntó, diciendo: ¿Eres
tú el Rey de los Judíos? Y
respondiéndo él, dijo: Tú lo dices.
-
Y Pilato
dijo á los príncipes de los
sacerdotes, y á las gentes: Ninguna
culpa hallo en este hombre.
-
Mas
ellos porfiaban, diciendo: Alborota
al pueblo, enseñando por toda Judea,
comenzando desde Galilea hasta aquí.
-
Entonces
Pilato, oyendo de Galilea, preguntó
si el hombre era Galileo.
-
Y como
entendió que era de la jurisdicción
de Herodes, le remitió á Herodes, el
cual también estaba en Jerusalem en
aquellos días.
-
Y
Herodes, viendo á Jesús, holgóse
mucho, porque hacía mucho que
deseaba verle; porque había oído de
él muchas cosas, y tenía esperanza
que le vería hacer alguna señal.
-
Y le
preguntaba con muchas palabras; mas
él nada le respondió:
-
Y
estaban los príncipes de los
sacerdotes y los escribas acusándole
con gran porfía.
-
Mas
Herodes con su corte le menospreció,
y escarneció, vistiéndole de una
ropa rica; y volvióle á enviar á
Pilato.
-
Y fueron
hechos amigos entre sí Pilato y
Herodes en el mismo día; porque
antes eran enemigos entre sí.
-
Entonces
Pilato, convocando los príncipes de
los sacerdotes, y los magistrados, y
el pueblo,
-
Les
dijo: Me habéis presentado á éste
por hombre que desvía al pueblo: y
he aquí, preguntando yo delante de
vosotros, no he hallado culpa alguna
en este hombre de aquéllas de que le
acusáis.
-
Y ni aun
Herodes; porque os remití á él, y he
aquí, ninguna cosa digna de muerte
ha hecho.
-
Le
soltaré, pues, castigado.
-
Y tenía
necesidad de soltarles uno en cada
fiesta.
-
Mas toda
la multitud dió voces á una,
diciendo: Quita á éste, y suéltanos
á Barrabás:
-
(El cual
había sido echado en la cárcel por
una sedición hecha en la ciudad, y
una muerte.)
-
Y
hablóles otra vez Pilato, queriendo
soltar á Jesús.
-
Pero
ellos volvieron á dar voces,
diciendo: Crucifícale, crucifícale.
-
Y él les
dijo la tercera vez: ¿Pues qué mal
ha hecho éste? Ninguna culpa de
muerte he hallado en él: le
castigaré, pues, y le soltaré.
-
Mas
ellos instaban á grandes voces,
pidiendo que fuese crucificado. Y
las voces de ellos y de los
príncipes de los sacerdotes crecían.
-
Entonces
Pilato juzgó que se hiciese lo que
ellos pedían;
-
Y les
soltó á aquél que había sido echado
en la cárcel por sedición y una
muerte, al cual habían pedido; y
entregó á Jesús á la voluntad de
ellos.
-
Y
llevándole, tomaron á un Simón
Cireneo, que venía del campo, y le
pusieron encima la cruz para que la
llevase tras Jesús.
-
Y le
seguía una grande multitud de
pueblo, y de mujeres, las cuales le
lloraban y lamentaban.
-
Mas
Jesús, vuelto á ellas, les dice:
Hijas de Jerusalem, no me lloréis á
mí, mas llorad por vosotras mismas,
y por vuestros hijos.
-
Porque
he aquí vendrán días en que dirán:
Bienaventuradas las estériles, y los
vientres que no engendraron, y los
pechos que no criaron.
-
Entonces
comenzarán á decir á los montes:
Caed sobre nosotros: y á los
collados: Cubridnos.
-
Porque
si en el árbol verde hacen estas
cosas, ¿en el seco, qué se hará?
-
Y
llevaban también con él otros dos,
malhechores, á ser muertos.
-
Y como
vinieron al lugar que se llama de la
Calavera, le crucificaron allí, y á
los malhechores, uno á la derecha, y
otro á la izquierda.
-
Y Jesús
decía: Padre, perdónalos, porque no
saben lo que hacen. Y partiendo sus
vestidos, echaron suertes.
-
Y el
pueblo estaba mirando; y se burlaban
de él los príncipes con ellos,
diciendo: A otros hizo salvos:
sálvese á sí, si éste es el Mesías,
el escogido de Dios.
-
Escarnecían de él también los
soldados, llegándose y presentándole
vinagre,
-
Y
diciendo: Si tú eres el Rey de los
Judíos, sálvate á ti mismo.
-
Y había
también sobre él un título escrito
con letras griegas, y latinas, y
hebraicas: ESTE ES EL REY DE LOS
JUDIOS.
-
Y uno de
los malhechores que estaban
colgados, le injuriaba, diciendo: Si
tú eres el Cristo, sálvate á ti
mismo y á nosotros.
-
Y
respondiendo el otro, reprendióle,
diciendo: ¿Ni aun tú temes á Dios,
estando en la misma condenación?
-
Y
nosotros, á la verdad, justamente
padecemos; porque recibimos lo que
merecieron nuestros hechos: mas éste
ningún mal hizo.
-
Y dijo á
Jesús: Acuérdate de mí cuando
vinieres á tu reino.
-
Entonces
Jesús le dijo: De cierto te digo,
que hoy estarás conmigo en el
paraíso.
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Y cuando
era como la hora de sexta, fueron
hechas tinieblas sobre toda la
tierra hasta la hora de nona.
-
Y el sol
se obscureció: y el velo del templo
se rompió por medio.
-
Entonces
Jesús, clamando á gran voz, dijo:
Padre, en tus manos encomiendo mi
espíritu. Y habiendo dicho esto,
espiró.
-
Y como
el centurión vió lo que había
acontecido, dió gloria á Dios,
diciendo: Verdaderamente este hombre
era justo.
-
Y toda
la multitud de los que estaban
presentes á este espectáculo, viendo
lo que había acontecido, se volvían
hiriendo sus pechos.
-
Mas
todos sus conocidos, y las mujeres
que le habían seguido desde Galilea,
estaban lejos mirando estas cosas.
-
Y he
aquí un varón llamado José, el cual
era senador, varón bueno y justo,
-
(El cual
no había consentido en el consejo ni
en los hechos de ellos), de
Arimatea, ciudad de la Judea, el
cual también esperaba el reino de
Dios;
-
Este
llegó á Pilato, y pidió el cuerpo de
Jesús.
-
Y
quitado, lo envolvió en una sábana,
y le puso en un sepulcro abierto en
una peña, en el cual ninguno había
aún sido puesto.
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Y era
día de la víspera de la Pascua; y
estaba para rayar el sábado.
-
Y las
mujeres que con él habían venido de
Galilea, siguieron también y vieron
el sepulcro, y cómo fué puesto su
cuerpo.
-
Y
vueltas, aparejaron drogas
aromáticas y ungüentos; y reposaron
el sábado, conforme al mandamiento.
-
Y EL
primer día de la semana, muy de
mañana, vinieron al sepulcro,
trayendo las drogas aromáticas que
habían aparejado, y algunas otras
mujeres con ellas.
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Y
hallaron la piedra revuelta del
sepulcro.
-
Y
entrando, no hallaron el cuerpo del
Señor Jesús.
-
Y
aconteció, que estando ellas
espantadas de esto, he aquí se
pararon junto á ellas dos varones
con vestiduras resplandecientes;
-
Y como
tuviesen ellas temor, y bajasen el
rostro á tierra, les dijeron: ¿Por
qué buscáis entre los muertos al que
vive?
-
No está
aquí, mas ha resucitado: acordaos de
lo que os habló, cuando aun estaba
en Galilea,
-
Diciendo: Es menester que el Hijo
del hombre sea entregado en manos de
hombres pecadores, y que sea
crucificado, y resucite al tercer
día.
-
Entonces
ellas se acordaron de sus palabras,
-
Y
volviendo del sepulcro, dieron
nuevas de todas estas cosas á los
once, y á todos los demás.
-
Y eran
María Magdalena, y Juana, y María
madre de Jacobo, y las demás con
ellas, las que dijeron estas cosas á
los apóstoles.
-
Mas á
ellos les parecían como locura las
palabras de ellas, y no las
creyeron.
-
Pero
levantándose Pedro, corrió al
sepulcro: y como miró dentro, vió
solos los lienzos echados; y se fué
maravillándose de lo que había
sucedido.
-
Y he
aquí, dos de ellos iban el mismo día
á una aldea que estaba de Jerusalem
sesenta estadios, llamada Emmaús.
-
E iban
hablando entre sí de todas aquellas
cosas que habían acaecido.
-
Y
aconteció que yendo hablando entre
sí, y preguntándose el uno al otro,
el mismo Jesús se llegó, é iba con
ellos juntamente.
-
Mas los
ojos de ellos estaban embargados,
para que no le conociesen.
-
Y
díjoles: ¿Qué pláticas son estas que
tratáis entre vosotros andando, y
estáis tristes?
-
Y
respondiendo el uno, que se llamaba
Cleofas, le dijo: ¿Tú sólo peregrino
eres en Jerusalem, y no has sabido
las cosas que en ella han acontecido
estos días?
-
Entonces
él les dijo: ¿Qué cosas? Y ellos le
dijeron: De Jesús Nazareno, el cual
fué varón profeta, poderoso en obra
y en palabra delante de Dios y de
todo el pueblo;
-
Y cómo
le entregaron los príncipes de los
sacerdotes y nuestros príncipes á
condenación de muerte, y le
crucificaron.
-
Mas
nosotros esperábamos que él era el
que había de redimir á Israel: y
ahora sobre todo esto, hoy es el
tercer día que esto ha acontecido.
-
Aunque
también unas mujeres de los nuestros
nos han espantado, las cuales antes
del día fueron al sepulcro:
-
Y no
hallando su cuerpo, vinieron
diciendo que también habían visto
visión de ángeles, los cuales
dijeron que él vive.
-
Y fueron
algunos de los nuestros al sepulcro,
y hallaron así como las mujeres
habían dicho; más á él no le vieron.
-
Entonces
él les dijo: ¡Oh insensatos, y
tardos de corazón para creer todo lo
que los profetas han dicho!
-
¿No era
necesario que el Cristo padeciera
estas cosas, y que entrara en su
gloria?
-
Y
comenzando desde Moisés, y de todos
los profetas, declarábales en todas
las Escrituras lo que de él decían.
-
Y
llegaron á la aldea á donde iban: y
él hizo como que iba más lejos.
-
Mas
ellos le detuvieron por fuerza,
diciendo: Quédate con nosotros,
porque se hace tarde, y el día ya ha
declinado. Entró pues á estarse con
ellos.
-
Y
aconteció, que estando sentado con
ellos á la mesa, tomando el pan,
bendijo, y partió, y dióles.
-
Entonces
fueron abiertos los ojos de ellos, y
le conocieron; mas él se desapareció
de los ojos de ellos.
-
Y decían
el uno al otro: ¿No ardía nuestro
corazón en nosotros, mientras nos
hablaba en el camino, y cuando nos
abría las Escrituras?
-
Y
levantándose en la misma hora,
tornáronse á Jerusalem, y hallaron á
los once reunidos, y á los que
estaban con ellos.
-
Que
decían: Ha resucitado el Señor
verdaderamente, y ha aparecido á
Simón.
-
Entonces
ellos contaban las cosas que les
habían acontecido en el camino, y
cómo había sido conocido de ellos al
partir el pan.
-
Y entre
tanto que ellos hablaban estas
cosas, él se puso en medio de ellos,
y les dijo: Paz á vosotros.
-
Entonces
ellos espantados y asombrados,
pensaban que veían espíritu.
-
Mas él
les dice: ¿Por qué estáis turbados,
y suben pensamientos á vuestros
corazones?
-
Mirad
mis manos y mis pies, que yo mismo
soy: palpad, y ved; que el espíritu
ni tiene carne ni huesos, como veis
que yo tengo.
-
Y en
diciendo esto, les mostró las manos
y los pies.
-
Y no
creyéndolo aún ellos de gozo, y
maravillados, díjoles: ¿Tenéis aquí
algo de comer?
-
Entonces
ellos le presentaron parte de un pez
asado, y un panal de miel.
-
Y él
tomó, y comió delante de ellos.
-
Y él les
dijo: Estas son las palabras que os
hablé, estando aún con vosotros: que
era necesario que se cumpliesen
todas las cosas que están escritas
de mí en la ley de Moisés, y en los
profetas, y en los salmos.
-
Entonces
les abrió el sentido, para que
entendiesen las Escrituras;
-
Y
díjoles: Así está escrito, y así fué
necesario que el Cristo padeciese, y
resucitase de los muertos al tercer
día;
-
Y que se
predicase en su nombre el
arrepentimiento y la remisión de
pecados en todas las naciones,
comenzando de Jerusalem.
-
Y
vosotros sois testigos de estas
cosas.
-
Y he
aquí, yo enviaré la promesa de mi
Padre sobre vosotros: mas vosotros
asentad en la ciudad de Jerusalem,
hasta que seáis investidos de
potencia de lo alto.
-
Y
sacólos fuera hasta Bethania, y
alzando sus manos, los bendijo.
-
Y
aconteció que bendiciéndolos, se fué
de ellos; y era llevado arriba al
cielo.
-
Y ellos,
después de haberle adorado, se
volvieron á Jerusalem con gran gozo;
-
Y
estaban siempre en el templo,
alabando y bendiciendo á Dios. Amén.
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