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Índice:
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-
EN el
principio era el Verbo, y el Verbo
era con Dios, y el Verbo era Dios.
-
Este era
en el principio con Dios.
-
Todas
las cosas por él fueron hechas; y
sin él nada de lo que es hecho, fué
hecho.
-
En él
estaba la vida, y la vida era la luz
de los hombres.
-
Y la luz
en las tinieblas resplandece; mas
las tinieblas no la comprendieron.
-
Fue un
hombre enviado de Dios, el cual se
llamaba Juan.
-
Este
vino por testimonio, para que diese
testimonio de la luz, para que todos
creyesen por él.
-
No era
él la luz, sino para que diese
testimonio de la luz.
-
Aquel
era la luz verdadera, que alumbra á
todo hombre que viene á este mundo.
-
En el
mundo estaba, y el mundo fué hecho
por él; y el mundo no le conoció.
-
A lo
suyo vino, y los suyos no le
recibieron.
-
Mas á
todos los que le recibieron, dióles
potestad de ser hechos hijos de
Dios, á los que creen en su nombre:
-
Los
cuales no son engendrados de sangre,
ni de voluntad de carne, ni de
voluntad de varón, mas de Dios.
-
Y aquel
Verbo fué hecho carne, y habitó
entre nosotros (y vimos su gloria,
gloria como del unigénito del
Padre), lleno de gracia y de verdad.
-
Juan dió
testimonio de él, y clamó diciendo:
Este es del que yo decía: El que
viene tras mí, es antes de mí:
porque es primero que yo.
-
Porque
de su plenitud tomamos todos, y
gracia por gracia.
-
Porque
la ley por Moisés fué dada: mas la
gracia y la verdad por Jesucristo
fué hecha.
-
A Dios
nadie le vió jamás: el unigénito
Hijo, que está en el seno del Padre,
él le declaró.
-
Y éste
es el testimonio de Juan, cuando los
Judíos enviaron de Jerusalem
sacerdotes y Levitas, que le
preguntasen: ¿Tú, quién eres?
-
Y
confesó, y no negó; mas declaró: No
soy yo el Cristo.
-
Y le
preguntaron: ¿Qué pues? ¿Eres tú
Elías? Dijo: No soy. ¿Eres tú el
profeta? Y respondió: No.
-
Dijéronle: ¿Pues quién eres? para
que demos respuesta á los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?
-
Dijo: Yo
soy la voz del que clama en el
desierto: Enderezad el camino del
Señor, como dijo Isaías profeta.
-
Y los
que habían sido enviados eran de los
Fariseos.
-
Y
preguntáronle, y dijéronle: ¿Por qué
pues bautizas, si tú no eres el
Cristo, ni Elías, ni el profeta?
-
Y Juan
les respondió, diciendo: Yo bautizo
con agua; mas en medio de vosotros
ha estado á quien vosotros no
conocéis.
-
Este es
el que ha de venir tras mí, el cual
es antes de mí: del cual yo no soy
digno de desatar la correa del
zapato.
-
Estas
cosas acontecieron en Betábara, de
la otra parte del Jordán, donde Juan
bautizaba.
-
El
siguiente día ve Juan á Jesús que
venía á él, y dice: He aquí el
Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo.
-
Este es
del que dije: Tras mí viene un
varón, el cual es antes de mí:
porque era primero que yo.
-
Y yo no
le conocía; más para que fuese
manifestado á Israel, por eso vine
yo bautizando con agua.
-
Y Juan
dió testimonio, diciendo: Vi al
Espíritu que descendía del cielo
como paloma, y reposó sobre él.
-
Y yo no
le conocía; mas el que me envió á
bautizar con agua, aquél me dijo:
Sobre quien vieres descender el
Espíritu, y que reposa sobre él,
éste es el que bautiza con Espíritu
Santo.
-
Y yo le
vi, y he dado testimonio que éste es
el Hijo de Dios.
-
El
siguiente día otra vez estaba Juan,
y dos de sus discípulos.
-
Y
mirando á Jesús que andaba por allí,
dijo: He aquí el Cordero de Dios.
-
Y
oyéronle los dos discípulos hablar,
y siguieron á Jesús.
-
Y
volviéndose Jesús, y viéndolos
seguir le, díceles: ¿Qué buscáis? Y
ellos le dijeron: Rabbí (que
declarado quiere decir Maestro)
¿dónde moras?
-
Díceles:
Venid y ved. Vinieron, y vieron
donde moraba, y quedáronse con él
aquel día: porque era como la hora
de las diez.
-
Era
Andrés, hermano de Simón Pedro, uno
de los dos que habían oído de Juan,
y le habían seguido.
-
Este
halló primero á su hermano Simón, y
díjole: Hemos hallado al Mesías (que
declarado es, el Cristo).
-
Y le
trajo á Jesús. Y mirándole Jesús,
dijo: Tú eres Simón, hijo de Jonás:
tú serás llamado Cephas (que quiere
decir, Piedra).
-
El
siguiente día quiso Jesús ir á
Galilea, y halla á Felipe, al cual
dijo: Sígueme.
-
Y era
Felipe de Bethsaida, la ciudad de
Andrés y de Pedro.
-
Felipe
halló á Natanael, y dícele: Hemos
hallado á aquel de quien escribió
Moisés en la ley, y los profetas: á
Jesús, el hijo de José, de Nazaret.
-
Y díjole
Natanael: ¿De Nazaret puede haber
algo de bueno? Dícele Felipe: Ven y
ve.
-
Jesús
vió venir á sí á Natanael, y dijo de
él: He aquí un verdadero Israelita,
en el cual no hay engaño.
-
Dícele
Natanael: ¿De dónde me conoces?
Respondió Jesús, y díjole: Antes que
Felipe te llamara, cuando estabas
debajo de la higuera te vi.
-
Respondió Natanael, y díjole: Rabbí,
tú eres el Hijo de Dios; tú eres el
Rey de Israel.
-
Respondió Jesús y díjole: ¿Porque te
dije, te vi debajo de la higuera,
crees? cosas mayores que éstas
verás.
-
Y dícele:
De cierto, de cierto os digo: De
aquí adelante veréis el cielo
abierto, y los ángeles de Dios que
suben y descienden sobre el Hijo del
hombre.
-
Y AL
tercer día hiciéronse unas bodas en
Caná de Galilea; y estaba allí la
madre de Jesús.
-
Y fue
también llamado Jesús y sus
discípulos á las bodas.
-
Y
faltando el vino, la madre de Jesús
le dijo: Vino no tienen.
-
Y dícele
Jesús: ¿Qué tengo yo contigo, mujer?
aun no ha venido mi hora.
-
Su madre
dice á los que servían: Haced todo
lo que os dijere.
-
Y
estaban allí seis tinajuelas de
piedra para agua, conforme á la
purificación de los Judíos, que
cabían en cada una dos ó tres
cántaros.
-
Díceles
Jesús: Henchid estas tinajuelas de
agua. E hinchiéronlas hasta arriba.
-
Y
díceles: Sacad ahora, y presentad al
maestresala. Y presentáron le.
-
Y como
el maestresala gustó el agua hecha
vino, que no sabía de dónde era (mas
lo sabían los sirvientes que habían
sacado el agua), el maestresala
llama al esposo,
-
Y dícele:
Todo hombre pone primero el buen
vino, y cuando están satisfechos,
entonces lo que es peor; mas tú has
guardado el buen vino hasta ahora.
-
Este
principio de señales hizo Jesús en
Caná de Galilea, y manifestó su
gloria; y sus discípulos creyeron en
él.
-
Después
de esto descendió á Capernaun, él, y
su madre, y hermanos, y discípulos;
y estuvieron allí no muchos días.
-
Y estaba
cerca la Pascua de los Judíos; y
subió Jesús á Jerusalem.
-
Y halló
en el templo á los que vendían
bueyes, y ovejas, y palomas, y á los
cambiadores sentados.
-
Y hecho
un azote de cuerdas, echólos á todos
del templo, y las ovejas, y los
bueyes; y derramó los dineros de los
cambiadores, y trastornó las mesas;
-
Y á los
que vendían las palomas, dijo:
Quitad de aquí esto, y no hagáis la
casa de mi Padre casa de mercado.
-
Entonces
se acordaron sus discípulos que está
escrito: El celo de tu casa me
comió.
-
Y los
Judíos respondieron, y dijéronle:
¿Qué señal nos muestras de que haces
esto?
-
Respondió Jesús, y díjoles: Destruid
este templo, y en tres días lo
levantaré.
-
Dijeron
luego los Judíos: En cuarenta y seis
años fue este templo edificado, ¿y
tú en tres días lo levantarás?
-
Mas él
hablaba del templo de su cuerpo.
-
Por
tanto, cuando resucitó de los
muertos, sus discípulos se acordaron
que había dicho esto; y creyeron á
la Escritura, y á la palabra que
Jesús había dicho.
-
Y
estando en Jerusalem en la Pascua,
en el día de la fiesta, muchos
creyeron en su nombre, viendo las
señales que hacía.
-
Mas el
mismo Jesús no se confiaba á sí
mismo de ellos, porque él conocía á
todos,
-
Y no
tenía necesidad que alguien le diese
testimonio del hombre; porque él
sabía lo que había en el hombre.
-
Y HABÍA
un hombre de los Fariseos que se
llamaba Nicodemo, príncipe de los
Judíos.
-
Este
vino á Jesús de noche, y díjole:
Rabbí, sabemos que has venido de
Dios por maestro; porque nadie puede
hacer estas señales que tú haces, si
no fuere Dios con él.
-
Respondió Jesús, y díjole: De
cierto, de cierto te digo, que el
que no naciere otra vez, no puede
ver el reino de Dios.
-
Dícele
Nicodemo: ¿Cómo puede el hombre
nacer siendo viejo? ¿puede entrar
otra vez en el vientre de su madre,
y nacer?
-
Respondió Jesús: De cierto, de
cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no
puede entrar en el reino de Dios.
-
Lo que
es nacido de la carne, carne es; y
lo que es nacido del Espíritu,
espíritu es.
-
No te
maravilles de que te dije: Os es
necesario nacer otra vez.
-
El
viento de donde quiere sopla, y oyes
su sonido; mas ni sabes de dónde
viene, ni á dónde vaya: así es todo
aquel que es nacido del Espíritu.
-
Respondió Nicodemo, y díjole: ¿Cómo
puede esto hacerse?
-
Respondió Jesús, y díjole: ¿Tú eres
el maestro de Israel, y no sabes
esto?
-
De
cierto, de cierto te digo, que lo
que sabemos hablamos, y lo que hemos
visto, testificamos; y no recibís
nuestro testimonio.
-
Si os he
dicho cosas terrenas, y no creéis,
¿cómo creeréis si os dijere las
celestiales?
-
Y nadie
subió al cielo, sino el que
descendió del cielo, el Hijo del
hombre, que está en el cielo.
-
Y como
Moisés levantó la serpiente en el
desierto, así es necesario que el
Hijo del hombre sea levantado;
-
Para que
todo aquel que en él creyere, no se
pierda, sino que tenga vida eterna.
-
Porque
de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado á su Hijo unigénito, para
que todo aquel que en él cree, no se
pierda, mas tenga vida eterna.
-
Porque
no envió Dios á su Hijo al mundo,
para que condene al mundo, mas para
que el mundo sea salvo por él.
-
El que
en él cree, no es condenado; mas el
que no cree, ya es condenado, porque
no creyó en el nombre del unigénito
Hijo de Dios.
-
Y esta
es la condenación: porque la luz
vino al mundo, y los hombres amaron
más las tinieblas que la luz; porque
sus obras eran malas.
-
Porque
todo aquel que hace lo malo,
aborrece la luz y no viene á la luz,
porque sus obras no sean
redargüidas.
-
Mas el
que obra verdad, viene á la luz,
para que sus obras sean manifestadas
que son hechas en Dios.
-
Pasado
esto, vino Jesús con sus discípulos
á la tierra de Judea; y estaba allí
con ellos, y bautizaba.
-
Y
bautizaba también Juan en Enón junto
á Salim, porque había allí muchas
aguas; y venían, y eran bautizados.
-
Porque
Juan, no había sido aún puesto en la
carcel.
-
Y hubo
cuestión entre los discípulos de
Juan y los Judíos acerca de la
purificación.
-
Y
vinieron á Juan, y dijéronle: Rabbí,
el que estaba contigo de la otra
parte del Jordán, del cual tú diste
testimonio, he aquí bautiza, y todos
vienen á él.
-
Respondió Juan, y dijo: No puede el
hombre recibir algo, si no le fuere
dado del cielo.
-
Vosotros
mismos me sois testigos que dije: Yo
no soy el Cristo, sino que soy
enviado delante de él.
-
El que
tiene la esposa, es el esposo; mas
el amigo del esposo, que está en pie
y le oye, se goza grandemente de la
voz del esposo; así pues, este mi
gozo es cumplido.
-
A él
conviene crecer, mas á mí menguar.
-
El que
de arriba viene, sobre todos es: el
que es de la tierra, terreno es, y
cosas terrenas habla: el que viene
del cielo, sobre todos es.
-
Y lo que
vió y oyó, esto testifica: y nadie
recibe su testimonio.
-
El que
recibe su testimonio, éste signó que
Dios es verdadero.
-
Porque
el que Dios envió, las palabras de
Dios habla: porque no da Dios el
Espíritu por medida.
-
El Padre
ama al Hijo, y todas las cosas dió
en su mano.
-
El que
cree en el Hijo, tiene vida eterna;
mas el que es incrédulo al Hijo, no
verá la vida, sino que la ira de
Dios está sobre él.
-
DE
manera que como Jesús entendió que
los Fariseos habían oído que Jesús
hacía y bautizaba más discípulos que
Juan,
-
(Aunque
Jesús no bautizaba, sino sus
discípulos),
-
Dejó á
Judea, y fuése otra vez á Galilea.
-
Y era
menester que pasase por Samaria.
-
Vino,
pues, á una ciudad de Samaria que se
llamaba Sichâr, junto á la heredad
que Jacob dió á José su hijo.
-
Y estaba
allí la fuente de Jacob. Pues Jesús,
cansado del camino, así se sentó á
la fuente. Era como la hora de
sexta.
-
Vino una
mujer de Samaria á sacar agua: y
Jesús le dice: Dame de beber.
-
(Porque
sus discípulos habían ido á la
ciudad á comprar de comer.)
-
Y la
mujer Samaritana le dice: ¿Cómo tú,
siendo Judío, me pides á mí de
beber, que soy mujer Samaritana?
porque los Judíos no se tratan con
los Samaritanos.
-
Respondió Jesús y díjole: Si
conocieses el don de Dios, y quién
es el que te dice: Dame de beber: tú
pedirías de él, y él te daría agua
viva.
-
La mujer
le dice: Señor, no tienes con qué
sacar la, y el pozo es hondo: ¿de
dónde, pues, tienes el agua viva?
-
¿Eres tú
mayor que nuestro padre Jacob, que
nos dió este pozo, del cual él
bebió, y sus hijos, y sus ganados?
-
Respondió Jesús y díjole: Cualquiera
que bebiere de esta agua, volverá á
tener sed;
-
Mas el
que bebiere del agua que yo le daré,
para siempre no tendrá sed: mas el
agua que yo le daré, será en él una
fuente de agua que salte para vida
eterna.
-
La mujer
le dice: Señor, dame esta agua, para
que no tenga sed, ni venga acá á
sacar la.
-
Jesús le
dice: Ve, llama á tu marido, y ven
acá.
-
Respondió la mujer, y dijo: No tengo
marido. Dícele Jesús: Bien has
dicho, No tengo marido;
-
Porque
cinco maridos has tenido: y el que
ahora tienes no es tu marido; esto
has dicho con verdad.
-
Dícele
la mujer: Señor, paréceme que tú
eres profeta.
-
Nuestros
padres adoraron en este monte, y
vosotros decís que en Jerusalem es
el lugar donde es necesario adorar.
-
Dícele
Jesús: Mujer, créeme, que la hora
viene, cuando ni en este monte, ni
en Jerusalem adoraréis al Padre.
-
Vosotros
adoráis lo que no sabéis; nosotros
adoramos lo que sabemos: porque la
salud viene de los Judíos.
-
Mas la
hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al
Padre en espíritu y en verdad;
porque también el Padre tales
adoradores busca que adoren.
-
Dios es
Espíritu; y los que le adoran, en
espíritu y en verdad es necesario
que adoren.
-
Dícele
la mujer: Sé que el Mesías ha de
venir, el cual se dice el Cristo:
cuando él viniere nos declarará
todas las cosas.
-
Dícele
Jesús: Yo soy, que hablo contigo.
-
Y en
esto vinieron sus discípulos, y
maravilláronse de que hablaba con
mujer; mas ninguno dijo: ¿Qué
preguntas? ó, ¿Qué hablas con ella?
-
Entonces
la mujer dejó su cántaro, y fué á la
ciudad, y dijo á aquellos hombres:
-
Venid,
ved un hombre que me ha dicho todo
lo que he hecho: ¿si quizás es éste
el Cristo?
-
Entonces
salieron de la ciudad, y vinieron á
él.
-
Entre
tanto los discípulos le rogaban,
diciendo: Rabbí, come.
-
Y él les
dijo: Yo tengo una comida que comer,
que vosotros no sabéis.
-
Entonces
los discípulos decían el uno al
otro: ¿Si le habrá traído alguien de
comer?
-
Díceles
Jesús: Mi comida es que haga la
voluntad del que me envió, y que
acabe su obra.
-
¿No
decís vosotros: Aun hay cuatro meses
hasta que llegue la siega? He aquí
os digo: Alzad vuestros ojos, y
mirad las regiones, porque ya están
blancas para la siega.
-
Y el que
siega, recibe salario, y allega
fruto para vida eterna; para que el
que siembra también goce, y el que
siega.
-
Porque
en esto es el dicho verdadero: Que
uno es el que siembra, y otro es el
que siega.
-
Yo os he
enviado á segar lo que vosotros no
labrasteis: otros labraron, y
vosotros habéis entrado en sus
labores.
-
Y muchos
de los Samaritanos de aquella ciudad
creyeron en él por la palabra de la
mujer, que daba testimonio,
diciendo: Que me dijo todo lo que he
hecho.
-
Viniendo
pues los Samaritanos á él, rogáronle
que se quedase allí: y se quedó allí
dos días.
-
Y
creyeron muchos más por la palabra
de él.
-
Y decían
á la mujer: Ya no creemos por tu
dicho; porque nosotros mismos hemos
oído, y sabemos que verdaderamente
éste es el Salvador del mundo, el
Cristo.
-
Y dos
días después, salió de allí, y fuése
á Galilea.
-
Porque
el mismo Jesús dió testimonio de que
el profeta en su tierra no tiene
honra.
-
Y como
vino á Galilea, los Galileos le
recibieron, vistas todas las cosas
que había hecho en Jerusalem en el
día de la fiesta: porque también
ellos habían ido á la fiesta.
-
Vino
pues Jesús otra vez á Caná de
Galilea, donde había hecho el vino
del agua. Y había en Capernaum uno
del rey, cuyo hijo estaba enfermo.
-
Este,
como oyó que Jesús venía de Judea á
Galilea, fué á él, y rogábale que
descendiese, y sanase á su hijo,
porque se comenzaba á morir.
-
Entonces
Jesús le dijo: Si no viereis señales
y milagros no creeréis.
-
El del
rey le dijo: Señor, desciende antes
que mi hijo muera.
-
Dícele
Jesús: Ve, tu hijo vive. Y el hombre
creyó á la palabra que Jesús le
dijo, y se fué.
-
Y cuando
ya él descendía, los siervos le
salieron á recibir, y le dieron
nuevas, diciendo: Tu hijo vive.
-
Entonces
él les preguntó á qué hora comenzó á
estar mejor. Y dijéronle: Ayer á las
siete le dejó la fiebre.
-
El padre
entonces entendió, que aquella hora
era cuando Jesús le dijo: Tu hijo
vive; y creyó él y toda su casa.
-
Esta
segunda señal volvió Jesús á hacer,
cuando vino de Judea á Galilea.
-
DESPUÉS
de estas cosas, era un día de fiesta
de los Judíos, y subió Jesús á
Jerusalem.
-
Y hay en
Jerusalem á la puerta del ganado un
estanque, que en hebraico es llamado
Bethesda, el cual tiene cinco
portales.
-
En éstos
yacía multitud de enfermos, ciegos,
cojos, secos, que estaban esperando
el movimiento del agua.
-
Porque
un ángel descendía á cierto tiempo
al estanque, y revolvía el agua; y
el que primero descendía en el
estanque después del movimiento del
agua, era sano de cualquier
enfermedad que tuviese.
-
Y estaba
allí un hombre que había treinta y
ocho años que estaba enfermo.
-
Como
Jesús vió á éste echado, y entendió
que ya había mucho tiempo, dícele:
¿Quieres ser sano?
-
Señor,
le respondió el enfermo, no tengo
hombre que me meta en el estánque
cuando el agua fuere revuelta;
porque entre tanto que yo vengo,
otro antes de mí ha descendido.
-
Dícele
Jesús: Levántate, toma tu lecho, y
anda.
-
Y luego
aquel hombre fué sano, y tomó su
lecho, é íbase. Y era sábado aquel
día.
-
Entonces
los Judíos decían á aquel que había
sido sanado: Sábado es: no te es
lícito llevar tu lecho.
-
Respondióles: El que me sanó, él
mismo me dijo: Toma tu lecho y anda.
-
Preguntáronle entonces: ¿Quién es el
que te dijo: Toma tu lecho y anda?
-
Y el que
había sido sanado, no sabía quién
fuese; porque Jesús se había
apartado de la gente que estaba en
aquel lugar.
-
Después
le halló Jesús en el templo, y
díjole: He aquí, has sido sanado; no
peques más, porque no te venga
alguna cosa peor.
-
El se
fué, y dió aviso á los Judíos, que
Jesús era el que le había sanado.
-
Y por
esta causa los Judíos perseguían á
Jesús, y procuraban matarle, porque
hacía estas cosas en sábado.
-
Y Jesús
les respondió: Mi Padre hasta ahora
obra, y yo obro.
-
Entonces, por tanto, más procuraban
los Judíos matarle, porque no sólo
quebrantaba el sábado, sino que
también á su Padre llamaba Dios,
haciéndose igual á Dios.
-
Respondió entonces Jesús, y díjoles:
De cierto, de cierto os digo: No
puede el Hijo hacer nada de sí
mismo, sino lo que viere hacer al
Padre: porque todo lo que él hace,
esto también hace el Hijo
juntamente.
-
Porque
el Padre ama al Hijo, y le muestra
todas las cosas que él hace; y
mayores obras que éstas le mostrará,
de suerte que vosotros os
maravilléis.
-
Porque
como el Padre levanta los muertos, y
les da vida, así también el Hijo á
los que quiere da vida.
-
Porque
el Padre á nadie juzga, mas todo el
juicio dió al Hijo;
-
Para que
todos honren al Hijo como honran al
Padre. El que no honra al Hijo, no
honra al Padre que le envió.
-
De
cierto, de cierto os digo: El que
oye mi palabra, y cree al que me ha
enviado, tiene vida eterna; y no
vendrá á condenación, mas pasó de
muerte á vida.
-
De
cierto, de cierto os digo: Vendrá
hora, y ahora es, cuando los muertos
oirán la voz del Hijo de Dios: y los
que oyeren vivirán.
-
Porque
como el Padre tiene vida en sí
mismo, así dió también al Hijo que
tuviese vida en sí mismo:
-
Y
también le dió poder de hacer
juicio, en cuanto es el Hijo del
hombre.
-
No os
maravilléis de esto; porque vendrá
hora, cuando todos los que están en
los sepulcros oirán su voz;
-
Y los
que hicieron bien, saldrán á
resurrección de vida; mas los que
hicieron mal, á resurrección de
condenación.
-
No puedo
yo de mí mismo hacer nada: como
oigo, juzgo: y mi juicio es justo;
porque no busco mi voluntad, mas la
voluntad del que me envió, del
Padre.
-
Si yo
doy testimonio de mí mismo, mi
testimonio no es verdadero.
-
Otro es
el que da testimonio de mí; y sé que
el testimonio que da de mí, es
verdadero.
-
Vosotros
enviasteis á Juan, y él dió
testimonio á la verdad.
-
Empero
yo no tomo el testimonio de hombre;
mas digo esto, para que vosotros
seáis salvos.
-
El era
antorcha que ardía y alumbraba: y
vosotros quisisteis recrearos por un
poco á su luz.
-
Mas yo
tengo mayor testimonio que el de
Juan: porque las obras que el Padre
me dió que cumpliese, las mismas
obras que yo hago, dan testimonio de
mí, que el Padre me haya enviado.
-
Y el que
me envió, el Padre, él ha dado
testimonio de mí. Ni nunca habéis
oído su voz, ni habéis visto su
parecer.
-
Ni
tenéis su palabra permanente en
vosotros; porque al que él envió, á
éste vosotros no creéis.
-
Escudriñad las Escrituras, porque á
vosotros os parece que en ellas
tenéis la vida eterna; y ellas son
las que dan testimonio de mí.
-
Y no
queréis venir á mí, para que tengáis
vida.
-
Gloria
de los hombres no recibo.
-
Mas yo
os conozco, que no tenéis amor de
Dios en vosotros.
-
Yo he
venido en nombre de mi Padre, y no
me recibís: si otro viniere en su
propio nombre, á aquél recibiréis.
-
¿Cómo
podéis vosotros creer, pues tomáis
la gloria los unos de los otros, y
no buscáis la gloria que de sólo
Dios viene?
-
No
penséis que yo os tengo de acusar
delante del Padre; hay quien os
acusa, Moisés, en quien vosotros
esperáis.
-
Porque
si vosotros creyeseis á Moisés,
creeríais á mí; porque de mí
escribió él.
-
Y si á
sus escritos no creéis, ¿cómo
creeréis á mis palabras?
-
PASADAS
estas cosas, fuése Jesús de la otra
parte de la mar de Galilea, que es
de Tiberias.
-
Y
seguíale grande multitud, porque
veían sus señales que hacía en los
enfermos.
-
Y subió
Jesús á un monte, y se sentó allí
con sus discípulos.
-
Y estaba
cerca la Pascua, la fiesta de los
Judíos.
-
Y como
alzó Jesús los ojos, y vió que había
venido á él grande multitud, dice á
Felipe: ¿De dónde compraremos pan
para que coman éstos?
-
Mas esto
decía para probarle; porque él sabía
lo que había de hacer.
-
Respondióle Felipe: Doscientos
denarios de pan no les bastarán,
para que cada uno de ellos tome un
poco.
-
Dícele
uno de sus discípulos, Andrés,
hermano de Simón Pedro:
-
Un
muchacho está aquí que tiene cinco
panes de cebada y dos pececillos;
¿mas qué es esto entre tantos?
-
Entonces
Jesús dijo: Haced recostar la gente.
Y había mucha hierba en aquel lugar:
y recostáronse como número de cinco
mil varones.
-
Y tomó
Jesús aquellos panes, y habiendo
dado gracias, repartió á los
discípulos, y los discípulos á los
que estaban recostados: asimismo de
los peces, cuanto querían.
-
Y como
fueron saciados, dijo á sus
discípulos: Recoged los pedazos que
han quedado, porque no se pierda
nada.
-
Cogieron
pues, é hinchieron doce cestas de
pedazos de los cinco panes de
cebada, que sobraron á los que
habían comido.
-
Aquellos
hombres entonces, como vieron la
señal que Jesús había hecho, decían:
Este verdaderamente es el profeta
que había de venir al mundo.
-
Y
entendiendo Jesús que habían de
venir para arrebatarle, y hacerle
rey, volvió á retirarse al monte, él
solo.
-
Y como
se hizo tarde, descendieron sus
discípulos á la mar;
-
Y
entrando en un barco, venían de la
otra parte de la mar hacia Capernaum.
Y era ya oscuro, y Jesús no había
venido á ellos.
-
Y
levantábase la mar con un gran
viento que soplaba.
-
Y como
hubieron navegado como veinticinco ó
treinta estadios, ven á Jesús que
andaba sobre la mar, y se acercaba
al barco: y tuvieron miedo.
-
Mas él
les dijo: Yo soy; no tengáis miedo.
-
Ellos
entonces gustaron recibirle en el
barco: y luego el barco llegó á la
tierra donde iban.
-
El día
siguiente, la gente que estaba de la
otra parte de la mar, como vió que
no había allí otra navecilla sino
una, y que Jesús no había entrado
con sus discípulos en ella, sino que
sus discípulos se habían ido solos;
-
Y que
otras navecillas habían arribado de
Tiberias junto al lugar donde habían
comido el pan después de haber el
Señor dado gracias;
-
Como vió
pues la gente que Jesús no estaba
allí, ni sus discípulos, entraron
ellos en las navecillas, y vinieron
á Capernaum buscando á Jesús.
-
Y
hallándole de la otra parte de la
mar, dijéronle: Rabbí, ¿cuándo
llegaste acá?
-
Respondióles Jesús, y dijo; De
cierto, de cierto os digo, que me
buscáis, no porque habéis visto las
señales, sino porque comisteis el
pan y os hartasteis.
-
Trabajad
no por la comida que perece, mas por
la comida que á vida eterna
permanece, la cual el Hijo del
hombre os dará: porque á éste señaló
el Padre, que es Dios.
-
Y
dijéronle: ¿Qué haremos para que
obremos las obras de Dios?
-
Respondió Jesús, y díjoles: Esta es
la obra de Dios, que creáis en el
que él ha enviado.
-
Dijéronle entonces: ¿Qué señal pues
haces tú, para que veamos, y te
creamos? ¿Qué obras?
-
Nuestros
padres comieron el maná en el
desierto, como está escrito: Pan del
cielo les dió á comer.
-
Y Jesús
les dijo: De cierto, de cierto os
digo: No os dió Moisés pan del
cielo; mas mi Padre os da el
verdadero pan del cielo.
-
Porque
el pan de Dios es aquel que
descendió del cielo y da vida al
mundo.
-
Y
dijéronle: Señor, danos siempre este
pan.
-
Y Jesús
les dijo: Yo soy el pan de vida: el
que á mí viene, nunca tendrá hambre;
y el que en mí cree, no tendrá sed
jamás.
-
Mas os
he dicho, que aunque me habéis
visto, no creéis.
-
Todo lo
que el Padre me da, vendrá á mí; y
al que á mí viene, no le hecho
fuera.
-
Porque
he descendido del cielo, no para
hacer mi voluntad, mas la voluntad
del que me envió.
-
Y esta
es la voluntad del que me envió, del
Padre: Que todo lo que me diere, no
pierda de ello, sino que lo resucite
en el día postrero.
-
Y esta
es la voluntad del que me ha
enviado: Que todo aquel que ve al
Hijo, y cree en él, tenga vida
eterna: y yo le resucitaré en el día
postrero.
-
Murmuraban entonces de él los
Judíos, porque había dicho: Yo soy
el pan que descendí del cielo.
-
Y
decían: ¿No es éste Jesús, el hijo
de José, cuyo padre y madre nosotros
conocemos? ¿cómo, pues, dice éste:
Del cielo he descendido?
-
Y Jesús
respondió, y díjoles: No murmuréis
entre vosotros.
-
Ninguno
puede venir á mí, si el Padre que me
envió no le trajere; y yo le
resucitaré en el día postrero.
-
Escrito
está en los profetas: Y serán todos
enseñados de Dios. Así que, todo
aquel que oyó del Padre, y aprendió,
viene á mí.
-
No que
alguno haya visto al Padre, sino
aquel que vino de Dios, éste ha
visto al Padre.
-
De
cierto, de cierto os digo: El que
cree en mí, tiene vida eterna.
-
Yo soy
el pan de vida.
-
Vuestros
padres comieron el maná en el
desierto, y son muertos.
-
Este es
el pan que desciende del cielo, para
que el que de él comiere, no muera.
-
Yo soy
el pan vivo que he descendido del
cielo: si alguno comiere de este
pan, vivirá para siempre; y el pan
que yo daré es mi carne, la cual yo
daré por la vida del mundo.
-
Entonces
los Judíos contendían entre sí,
diciendo: ¿Cómo puede éste darnos su
carne á comer?
-
Y Jesús
les dijo: De cierto, de cierto os
digo: Si no comiereis la carne del
Hijo del hombre, y bebiereis su
sangre, no tendréis vida en
vosotros.
-
El que
come mi carne y bebe mi sangre,
tiene vida eterna: y yo le
resucitaré en el día postrero.
-
Porque
mi carne es verdadera comida, y mi
sangre es verdadera bebida.
-
El que
come mi carne y bebe mi sangre, en
mí permanece, y yo en él.
-
Como me
envió el Padre viviente, y yo vivo
por el Padre, asimismo el que me
come, él también vivirá por mí.
-
Este es
el pan que descendió del cielo: no
como vuestros padres comieron el
maná, y son muertos: el que come de
este pan, vivirá eternamente.
-
Estas
cosas dijo en la sinagoga, enseñando
en Capernaum.
-
Y muchos
de sus discípulos oyéndo lo,
dijeron: Dura es esta palabra:
¿quién la puede oir?
-
Y
sabiendo Jesús en sí mismo que sus
discípulos murmuraban de esto,
díjoles: ¿Esto os escandaliza?
-
¿Pues
qué, si viereis al Hijo del hombre
que sube donde estaba primero?
-
El
espíritu es el que da vida; la carne
nada aprovecha: las palabras que yo
os he hablado, son espíritu y son
vida.
-
Mas hay
algunos de vosotros que no creen.
Porque Jesús desde el principio
sabía quiénes eran los que no
creían, y quién le había de
entregar.
-
Y dijo:
Por eso os he dicho que ninguno
puede venir á mí, si no le fuere
dado del Padre.
-
Desde
esto, muchos de sus discípulos
volvieron atrás, y ya no andaban con
él.
-
Dijo
entonces Jesús á los doce: ¿Queréis
vosotros iros también?
-
Y
respondióle Simón Pedro: Señor, ¿á
quién iremos? tú tienes palabras de
vida eterna.
-
Y
nosotros creemos y conocemos que tú
eres el Cristo, el Hijo de Dios
viviente.
-
Jesús le
respondió: ¿No he escogido yo á
vosotros doce, y uno de vosotros es
diablo?
-
Y
hablaba de Judas Iscariote, hijo de
Simón, porque éste era el que le
había de entregar, el cual era uno
de los doce.
-
Y
PASADAS estas cosas andaba Jesús en
Galilea: que no quería andar en
Judea, porque los Judíos procuraban
matarle.
-
Y estaba
cerca la fiesta de los Judíos, la de
los tabernáculos.
-
Y
dijéronle sus hermanos: Pásate de
aquí, y vete á Judea, para que
también tus discípulos vean las
obras que haces.
-
Que
ninguno que procura ser claro, hace
algo en oculto. Si estas cosas
haces, manifiéstate al mundo.
-
Porque
ni aun sus hermanos creían en él.
-
Díceles
entonces Jesús: Mi tiempo aun no ha
venido; mas vuestro tiempo siempre
está presto.
-
No puede
el mundo aborreceros á vosotros; mas
á mí me aborrece, porque yo doy
testimonio de él, que sus obras son
malas.
-
Vosotros
subid á esta fiesta; yo no subo aún
á esta fiesta, porque mi tiempo aun
no es cumplido.
-
Y
habiéndoles dicho esto, quedóse en
Galilea.
-
Mas como
sus hermanos hubieron subido,
entonces él también subió á la
fiesta, no manifiestamente, sino
como en secreto.
-
Y
buscábanle los Judíos en la fiesta,
y decían: ¿Dónde está aquél?
-
Y había
grande murmullo de él entre la
gente: porque unos decían: Bueno es;
y otros decían: No, antes engaña á
las gentes.
-
Mas
ninguno hablaba abiertamente de él,
por miedo de los Judíos.
-
Y al
medio de la fiesta subió Jesús al
templo, y enseñaba.
-
y
maravillábanse los Judíos, diciendo:
¿Cómo sabe éste letras, no habiendo
aprendido?
-
Respondióles Jesús, y dijo: Mi
doctrina no es mía, sino de aquél
que me envió.
-
El que
quisiere hacer su voluntad, conocerá
de la doctrina si viene de Dios, ó
si yo hablo de mí mismo.
-
El que
habla de sí mismo, su propia gloria
busca; mas el que busca la gloria
del que le envió, éste es verdadero,
y no hay en él injusticia.
-
¿No os
dió Moisés la ley, y ninguno de
vosotros hace la ley? ¿Por qué me
procuráis matar?
-
Respondió la gente, y dijo: Demonio
tienes: ¿quién te procura matar?
-
Jesús
respondió, y díjoles: Una obra hice,
y todos os maravilláis.
-
Cierto,
Moisés os dió la circuncisión (no
porque sea de Moisés, mas de los
padres); y en sábado circuncidáis al
hombre.
-
Si
recibe el hombre la circuncisión en
sábado, para que la ley de Moisés no
sea quebrantada, ¿os enojáis conmigo
porque en sábado hice sano todo un
hombre?
-
No
juzguéis según lo que parece, mas
juzgad justo juicio.
-
Decían
entonces unos de los de Jerusalem:
¿No es éste al que buscan para
matarlo?
-
Y he
aquí, habla públicamente, y no le
dicen nada; ¿si habrán entendido
verdaderamente los príncipes, que
éste es el Cristo?
-
Mas
éste, sabemos de dónde es: y cuando
viniere el Cristo, nadie sabrá de
dónde sea.
-
Entonces
clamaba Jesús en el templo,
enseñando y diciendo: Y á mí me
conocéis, y sabéis de dónde soy: y
no he venido de mí mismo; mas el que
me envió es verdadero, al cual
vosotros no conocéis.
-
Yo le
conozco, porque de él soy, y él me
envió.
-
Entonces
procuraban prenderle; mas ninguno
puso en él mano, porque aun no había
venido su hora.
-
Y muchos
del pueblo creyeron en él, y decían:
El Cristo, cuando viniere, ¿hará más
señales que las que éste hace?
-
Los
Fariseos oyeron á la gente que
murmuraba de él estas cosas; y los
príncipes de los sacerdotes y los
Fariseos enviaron servidores que le
prendiesen.
-
Y Jesús
dijo: Aun un poco de tiempo estaré
con vosotros, é iré al que me envió.
-
Me
buscaréis, y no me hallaréis; y
donde yo estaré, vosotros no podréis
venir.
-
Entonces
los Judíos dijeron entre sí: ¿A
dónde se ha de ir éste que no le
hallemos? ¿Se ha de ir á los
esparcidos entre los Griegos, y á
enseñar á los Griegos?
-
¿Qué
dicho es éste que dijo: Me
buscaréis, y no me hallaréis; y
donde yo estaré, vosotros no podréis
venir?
-
Mas en
el postrer día grande de la fiesta,
Jesús se ponía en pie y clamaba,
diciendo: Si alguno tiene sed, venga
á mí y beba.
-
El que
cree en mí, como dice la Escritura,
ríos de agua viva correrán de su
vientre.
-
(Y esto
dijo del Espíritu que habían de
recibir los que creyesen en él: pues
aun no había venido el Espíritu
Santo; porque Jesús no estaba aún
glorificado.)
-
Entonces
algunos de la multitud, oyendo este
dicho, decían: Verdaderamente éste
es el profeta.
-
Otros
decían: Este es el Cristo. Algunos
empero decían: ¿De Galilea ha de
venir el Cristo?
-
¿No dice
la Escritura, que de la simiente de
David, y de la aldea de Bethlehem,
de donde era David, vendrá el
Cristo?
-
Así que
había disensión entre la gente
acerca de él.
-
Y
algunos de ellos querían prenderle;
mas ninguno echó sobre él manos.
-
Y los
ministriles vinieron á los
principales sacerdotes y á los
Fariseos; y ellos les dijeron: ¿Por
qué no le trajisteis?
-
Los
ministriles respondieron: Nunca ha
hablado hombre así como este hombre.
-
Entonces
los Fariseos les respondieron:
¿Estáis también vosotros engañados?
-
¿Ha
creído en él alguno de los
príncipes, ó de los Fariseos?
-
Mas
estos comunales que no saben la ley,
malditos son.
-
Díceles
Nicodemo (el que vino á él de noche,
el cual era uno de ellos):
-
¿Juzga
nuestra ley á hombre, si primero no
oyere de él, y entendiere lo que ha
hecho?
-
Respondieron y dijéronle: ¿Eres tú
también Galileo? Escudriña y ve que
de Galilea nunca se levantó profeta.
-
Y fuése
cada uno á su casa.
-
Y JESÚS
se fue al monte de las Olivas.
-
Y por la
mañana volvió al templo, y todo el
pueblo vino á él: y sentado él, los
enseñaba.
-
Entonces
los escribas y los Fariseos le traen
una mujer tomada en adulterio; y
poniéndola en medio,
-
Dícenle:
Maestro, esta mujer ha sido tomada
en el mismo hecho, adulterando;
-
Y en la
ley Moisés nos mandó apedrear á las
tales: tú pues, ¿qué dices?
-
Mas esto
decían tentándole, para poder
acusarle. Empero Jesús, inclinado
hacia abajo, escribía en tierra con
el dedo.
-
Y como
perseverasen preguntándole,
enderezóse, y díjoles: El que de
vosotros esté sin pecado, arroje
contra ella la piedra el primero.
-
Y
volviéndose á inclinar hacia abajo,
escribía en tierra.
-
Oyendo,
pues, ellos, redargüidos de la
conciencia, salíanse uno á uno,
comenzando desde los más viejos
hasta los postreros: y quedó solo
Jesús, y la mujer que estaba en
medio.
-
Y
enderezándose Jesús, y no viendo á
nadie más que á la mujer, díjole:
¿Mujer, dónde están los que te
acusaban? ¿Ninguno te ha condenado?
-
Y ella
dijo: Señor, ninguno. Entonces Jesús
le dijo: Ni yo te condeno: vete, y
no peques más.
-
Y
hablóles Jesús otra vez, diciendo:
Yo soy la luz del mundo: el que me
sigue, no andará en tinieblas, mas
tendrá la lumbre de la vida.
-
Entonces
los Fariseos le dijeron: Tú de ti
mismo das testimonio: tu testimonio
no es verdadero.
-
Respondió Jesús, y díjoles: Aunque
yo doy testimonio de mí mismo, mi
testimonio es verdadero, porque sé
de dónde he venido y á dónde voy;
mas vosotros no sabéis de dónde
vengo, y á dónde voy.
-
Vosotros
según la carne juzgáis; mas yo no
juzgo á nadie.
-
Y si yo
juzgo, mi juicio es verdadero;
porque no soy solo, sino yo y el que
me envió, el Padre.
-
Y en
vuestra ley está escrito que el
testimonio de dos hombres es
verdadero.
-
Yo soy
el que doy testimonio de mí mismo: y
da testimonio de mí el que me envió,
el Padre.
-
Y
decíanle: ¿Dónde está tu Padre?
Respondió Jesús: Ni á mí me
conocéis, ni á mi Padre; si á mí me
conocieseis, á mi Padre también
conocierais.
-
Estas
palabras habló Jesús en el lugar de
las limosnas, enseñando en el
templo: y nadie le prendió; porque
aun no había venido su hora.
-
Y
díjoles otra vez Jesús: Yo me voy, y
me buscaréis, mas en vuestro pecado
moriréis: á donde yo voy, vosotros
no podéis venir.
-
Decían
entonces los Judíos: ¿Hase de matar
á sí mismo, que dice: A donde yo
voy, vosotros no podéis venir?
-
Y
decíales: Vosotros sois de abajo, yo
soy de arriba; vosotros sois de este
mundo, yo no soy de este mundo.
-
Por eso
os dije que moriréis en vuestros
pecados: porque si no creyereis que
yo soy, en vuestros pecados
moriréis.
-
Y
decíanle: ¿Tú quién eres? Entonces
Jesús les dijo: El que al principio
también os he dicho.
-
Muchas
cosas tengo que decir y juzgar de
vosotros: mas el que me envió, es
verdadero: y yo, lo que he oído de
él, esto hablo en el mundo.
-
Mas no
entendieron que él les hablaba del
Padre.
-
Díjoles
pues, Jesús: Cuando levantareis al
Hijo del hombre, entonces
entenderéis que yo soy, y que nada
hago de mí mismo; mas como el Padre
me enseñó, esto hablo.
-
Porque
el que me envió, conmigo está; no me
ha dejado solo el Padre; porque yo,
lo que á él agrada, hago siempre.
-
Hablando
él estas cosas, muchos creyeron en
él.
-
Y decía
Jesús á los Judíos que le habían
creído: Si vosotros permaneciereis
en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos;
-
Y
conoceréis la verdad, y la verdad os
libertará.
-
Y
respondiéronle: Simiente de Abraham
somos, y jamás servimos á nadie:
¿cómo dices tú: Seréis libres?
-
Jesús
les respondió: De cierto, de cierto
os digo, que todo aquel que hace
pecado, es siervo de pecado.
-
Y el
siervo no queda en casa para
siempre: el hijo queda para siempre.
-
Así que,
si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres.
-
Sé que
sois simiente de Abraham, mas
procuráis matarme, porque mi palabra
no cabe en vosotros.
-
Yo hablo
lo que he visto cerca del Padre; y
vosotros hacéis lo que habéis oído
cerca de vuestro padre.
-
Respondieron y dijéronle: Nuestro
padre es Abraham. Díceles Jesús: Si
fuerais hijos de Abraham, las obras
de Abraham harías.
-
Empero
ahora procuráis matarme, hombre que
os he hablado la verdad, la cual he
oído de Dios: no hizo esto Abraham.
-
Vosotros
hacéis las obras de vuestro padre.
Dijéronle entonces: Nosotros no
somos nacidos de fornicación; un
padre tenemos, que es Dios.
-
Jesús
entonces les dijo: Si vuestro padre
fuera Dios, ciertamente me amaríais:
porque yo de Dios he salido, y he
venido; que no he venido de mí
mismo, mas él me envió.
-
¿Por qué
no reconocéis mi lenguaje? porque no
podéis oir mi palabra.
-
Vosotros
de vuestro padre el diablo sois, y
los deseos de vuestro padre queréis
cumplir. Él, homicida ha sido desde
el principio, y no permaneció en la
verdad, porque no hay verdad en él.
Cuando habla mentira, de suyo habla;
porque es mentiroso, y padre de
mentira.
-
Y porque
yo digo verdad, no me creéis.
-
¿Quién
de vosotros me redarguye de pecado?
Pues si digo verdad, ¿por qué
vosotros no me creéis?
-
El que
es de Dios, las palabras de Dios
oye: por esto no las oís vosotros,
porque no sois de Dios.
-
Respondieron entonces los Judíos, y
dijéronle: ¿No decimos bien
nosotros, que tú eres Samaritano, y
tienes demonio?
-
Respondió Jesús: Yo no tengo
demonio, antes honro á mi Padre; y
vosotros me habéis deshonrado.
-
Y no
busco mi gloria: hay quien la
busque, y juzgue.
-
De
cierto, de cierto os digo, que el
que guardare mi palabra, no verá
muerte para siempre.
-
Entonces
los Judíos le dijeron: Ahora
conocemos que tienes demonio.
Abraham murió, y los profetas, y tú
dices: El que guardare mi palabra,
no gustará muerte para siempre.
-
¿Eres tú
mayor que nuestro padre Abraham, el
cual murió? y los profetas murieron:
¿quién te haces á ti mismo?
-
Respondió Jesús: Si yo me glorifico
á mí mismo, mi gloria es nada: mi
Padre es el que me glorifica; el que
vosotros decís que es vuestro Dios;
-
Y no le
conocéis: mas yo le conozco; y si
dijere que no le conozco, seré como
vosotros mentiroso: mas le conozco,
y guardo su palabra.
-
Abraham
vuestro padre se gozó por ver mi
día; y lo vió, y se gozó.
-
Dijéronle entonces los Judíos: Aun
no tienes cincuenta años, ¿y has
visto á Abraham?
-
Díjoles
Jesús: De cierto, de cierto os digo:
Antes que Abraham fuese, yo soy.
-
Tomaron
entonces piedras para tirarle: mas
Jesús se encubrió, y salió del
templo; y atravesando por medio de
ellos, se fué.
-
Y
PASANDO Jesús, vió un hombre ciego
desde su nacimiento.
-
Y
preguntáronle sus discípulos,
diciendo: Rabbí, ¿quién pecó, éste ó
sus padres, para que naciese ciego?
-
Respondió Jesús: Ni éste pecó, ni
sus padres: mas para que las obras
de Dios se manifiesten en él.
-
Conviéneme obrar las obrar del que
me envió, entre tanto que el día
dura: la noche viene, cuando nadie
puede obrar.
-
Entre
tanto que estuviere en el mundo, luz
soy del mundo.
-
Esto
dicho, escupió en tierra, é hizo
lodo con la saliva, y untó con el
lodo sobre los ojos del ciego,
-
Y
díjole: Ve, lávate en el estanque de
Siloé (que significa, si lo
interpretares, Enviado). Y fué
entonces, y lavóse, y volvió viendo.
-
Entonces
los vecinos, y los que antes le
habían visto que era ciego, decían:
¿no es éste el que se sentaba y
mendigaba?
-
Unos
decían: Este es; y otros: A él se
parece. El decía: Yo soy.
-
Y
dijéronle: ¿Cómo te fueron abiertos
los ojos?
-
Respondió él y dijo: El hombre que
se llama Jesús, hizo lodo, y me untó
los ojos, y me dijo: Ve al Siloé, y
lávate: y fuí, y me lavé, y recibí
la vista.
-
Entonces
le dijeron: ¿Dónde está aquél? El
dijo: No sé.
-
Llevaron
á los Fariseos al que antes había
sido ciego.
-
Y era
sábado cuando Jesús había hecho el
lodo, y le había abierto los ojos.
-
Y
volviéronle á preguntar también los
Fariseos de qué manera había
recibido la vista. Y él les dijo:
Púsome lodo sobre los ojos, y me
lavé, y veo.
-
Entonces
unos de los Fariseos decían: Este
hombre no es de Dios, que no guarda
el sábado. Otros decían: ¿Cómo puede
un hombre pecador hacer estas
señales? Y había disensión entre
ellos.
-
Vuelven
á decir al ciego: ¿Tú, qué dices del
que te abrió los ojos? Y él dijo:
Que es profeta.
-
Mas los
Judíos no creían de él, que había
sido ciego, y hubiese recibido la
vista, hasta que llamaron á los
padres del que había recibido la
vista;
-
Y
preguntáronles, diciendo: ¿Es éste
vuestro hijo, el que vosotros decís
que nació ciego? ¿Cómo, pues, ve
ahora?
-
Respondiéronles sus padres y
dijeron: Sabemos que éste es nuestro
hijo, y que nació ciego:
-
Mas cómo
vea ahora, no sabemos; ó quién le
haya abierto los ojos, nosotros no
lo sabemos; él tiene edad,
preguntadle á él; él hablará de sí.
-
Esto
dijeron sus padres, porque tenían
miedo de los Judíos: porque ya los
Judíos habían resuelto que si alguno
confesase ser él el Mesías, fuese
fuera de la sinagoga.
-
Por eso
dijeron sus padres: Edad tiene,
preguntadle á él.
-
Así que,
volvieron á llamar al hombre que
había sido ciego, y dijéronle: Da
gloria á Dios: nosotros sabemos que
este hombre es pecador.
-
Entonces
él respondió, y dijo: Si es pecador,
no lo sé: una cosa sé, que habiendo
yo sido ciego, ahora veo.
-
Y
volviéronle á decir: ¿Qué te hizo?
¿Cómo te abrió los ojos?
-
Respondióles: Ya os lo he dicho, y
no habéis atendido: ¿por qué lo
queréis otra vez oir? ¿queréis
también vosotros haceros sus
discípulos?
-
Y le
ultrajaron, y dijeron: Tú eres su
discípulo; pero nosotros discípulos
de Moisés somos.
-
Nosotros
sabemos que á Moisés habló Dios: mas
éste no sabemos de dónde es.
-
Respondió aquel hombre, y díjoles:
Por cierto, maravillosa cosa es
ésta, que vosotros no sabéis de
dónde sea, y á mí me abrió los ojos.
-
Y
sabemos que Dios no oye á los
pecadores: mas si alguno es temeroso
de Dios, y hace su voluntad, á éste
oye.
-
Desde el
siglo no fué oído, que abriese
alguno los ojos de uno que nació
ciego.
-
Si éste
no fuera de Dios, no pudiera hacer
nada.
-
Respondieron, y dijéronle: En
pecados eres nacido todo, ¿y tú nos
enseñas? Y echáronle fuera.
-
Oyó
Jesús que le habían echado fuera; y
hallándole, díjole: ¿Crees tú en el
Hijo de Dios?
-
Respondió él, y dijo: ¿Quién es,
Señor, para que crea en él?
-
Y díjole
Jesús: Y le has visto, y el que
habla contigo, él es.
-
Y él
dice: Creo, Señor; y adoróle.
-
Y dijo
Jesús: Yo, para juicio he venido á
este mundo: para que los que no ven,
vean; y los que ven, sean cegados.
-
Y
ciertos de los Fariseos que estaban
con él oyeron esto, y dijéronle:
¿Somos nosotros también ciegos?
-
Díjoles
Jesús: Si fuerais ciegos, no
tuvierais pecado: mas ahora porque
decís, Vemos, por tanto vuestro
pecado permanece.
-
DE
cierto, de cierto os digo: El que no
entra por la puerta en el corral de
las ovejas, mas sube por otra parte,
el tal es ladrón y robador.
-
Mas el
que entra por la puerta, el pastor
de las ovejas es.
-
A éste
abre el portero, y las ovejas oyen
su voz: y á sus ovejas llama por
nombre, y las saca.
-
Y como
ha sacado fuera todas las propias,
va delante de ellas; y las ovejas le
siguen, porque conocen su voz.
-
Mas al
extraño no seguirán, antes huirán de
él: porque no conocen la voz de los
extraños.
-
Esta
parábola les dijo Jesús; mas ellos
no entendieron qué era lo que les
decía.
-
Volvióles, pues, Jesús á decir: De
cierto, de cierto os digo: Yo soy la
puerta de las ovejas.
-
Todos
los que antes de mí vinieron,
ladrones son y robadores; mas no los
oyeron las ovejas.
-
Yo soy
la puerta: el que por mí entrare,
será salvo; y entrará, y saldrá, y
hallará pastos.
-
El
ladrón no viene sino para hurtar, y
matar, y destruir: yo he venido para
que tengan vida, y para que la
tengan en abundancia.
-
Yo soy
el buen pastor: el buen pastor su
vida da por las ovejas.
-
Mas el
asalariado, y que no es el pastor,
de quien no son propias las ovejas,
ve al lobo que viene, y deja las
ovejas, y huye, y el lobo las
arrebata, y esparce las ovejas.
-
Así que,
el asalariado, huye, porque es
asalariado, y no tiene cuidado de
las ovejas.
-
Yo soy
el buen pastor; y conozco mis
ovejas, y las mías me conocen.
-
Como el
Padre me conoce, y yo conozco al
Padre; y pongo mi vida por las
ovejas.
-
También
tengo otras ovejas que no son de
este redil; aquéllas también me
conviene traer, y oirán mi voz; y
habrá un rebaño, y un pastor.
-
Por eso
me ama el Padre, porque yo pongo mi
vida, para volverla á tomar.
-
Nadie me
la quita, mas yo la pongo de mí
mismo. Tengo poder para ponerla, y
tengo poder para volverla á tomar.
Este mandamiento recibí de mi Padre.
-
Y volvió
á haber disensión entre los Judíos
por estas palabras.
-
Y muchos
de ellos decían: Demonio tiene, y
está fuera de sí; ¿para qué le oís?
-
Decían
otros: Estas palabras no son de
endemoniado: ¿puede el demonio abrir
los ojos de los ciegos?
-
Y se
hacía la fiesta de la dedicación en
Jerusalem; y era invierno;
-
Y Jesús
andaba en el templo por el portal de
Salomón.
-
Y
rodeáronle los Judíos y dijéronle:
¿Hasta cuándo nos has de turbar el
alma? Si tú eres el Cristo, dínos lo
abiertamente.
-
Respondióles Jesús: Os lo he dicho,
y no creéis: las obras que yo hago
en nombre de mi Padre, ellas dan
testimonio de mí;
-
Mas
vosotros no creéis, porque no sois
de mis ovejas, como os he dicho.
-
Mis
ovejas oyen mi voz, y yo las
conozco, y me siguen;
-
Y yo les
doy vida eterna y no perecerán para
siempre, ni nadie las arrebatará de
mi mano.
-
Mi Padre
que me las dió, mayor que todos es y
nadie las puede arrebatar de la mano
de mi Padre.
-
Yo y el
Padre una cosa somos.
-
Entonces
volvieron á tomar piedras los Judíos
para apedrearle.
-
Respondióles Jesús: Muchas buenas
obras os he mostrado de mi Padre,
¿por cuál obra de esas me apedreáis?
-
Respondiéronle los Judíos, diciendo:
Por buena obra no te apedreamos,
sino por la blasfemia; y porque tú,
siendo hombre, te haces Dios.
-
Respondióles Jesús: ¿No está escrito
en vuestra ley: Yo dije, Dioses
sois?
-
Si dijo,
dioses, á aquellos á los cuales fué
hecha palabra de Dios (y la
Escritura no puede ser quebrantada);
-
¿A quien
el Padre santificó y envió al mundo,
vosotros decís: Tú blasfemas, porque
dije: Hijo de Dios soy?
-
Si no
hago obras de mi Padre, no me
creáis.
-
Mas si
las hago, aunque á mí no creáis,
creed á las obras; para que
conozcáis y creáis que el Padre está
en mí, y yo en el Padre.
-
Y
procuraban otra vez prenderle; mas
él se salió de sus manos;
-
Y
volvióse tras el Jordán, á aquel
lugar donde primero había estado
bautizando Juan; y estúvose allí.
-
Y muchos
venían á él, y decían: Juan, á la
verdad, ninguna señal hizo; mas todo
lo que Juan dijo de éste, era
verdad.
-
Y muchos
creyeron allí en él.
-
ESTABA
entonces enfermo uno llamado Lázaro,
de Bethania, la aldea de María y de
Marta su hermana.
-
(Y
María, cuyo hermano Lázaro estaba
enfermo, era la que ungió al Señor
con ungüento, y limpió sus pies con
sus cabellos)
-
Enviaron, pues, sus hermanas á él,
diciendo: Señor, he aquí, el que
amas está enfermo.
-
Y
oyéndolo Jesús, dijo: Esta
enfermedad no es para muerte, mas
por gloria de Dios, para que el Hijo
de Dios sea glorificado por ella.
-
Y amaba
Jesús á Marta, y á su hermana, y á
Lázaro.
-
Como oyó
pues que estaba enfermo, quedóse aún
dos días en aquel lugar donde
estaba.
-
Luego,
después de esto, dijo á los
discípulos: Vamos á Judea otra vez.
-
Dícenle
los discípulos: Rabbí, ahora
procuraban los Judíos apedrearte, ¿y
otra vez vas allá?
-
Respondió Jesús: ¿No tiene el día
doce horas? El que anduviere de día,
no tropieza, porque ve la luz de
este mundo.
-
Mas el
que anduviere de noche, tropieza,
porque no hay luz en él.
-
Dicho
esto, díceles después: Lázaro
nuestro amigo duerme; mas voy á
despertarle del sueño.
-
Dijeron
entonces sus discípulos: Señor, si
duerme, salvo estará.
-
Mas esto
decía Jesús de la muerte de él: y
ellos pensaron que hablaba del
reposar del sueño.
-
Entonces, pues, Jesús les dijo
claramente: Lázaro es muerto;
-
Y
huélgome por vosotros, que yo no
haya estado allí, para que creáis:
mas vamos á él.
-
Dijo
entonces Tomás, el que se dice el
Dídimo, á sus condiscípulos: Vamos
también nosotros, para que muramos
con él.
-
Vino
pues Jesús, y halló que había ya
cuatro días que estaba en el
sepulcro.
-
Y
Bethania estaba cerca de Jerusalem,
como quince estadios;
-
Y muchos
de los Judíos habían venido á Marta
y á María, á consolarlas de su
hermano.
-
Entonces
Marta, como oyó que Jesús venía,
salió á encontrarle; mas María se
estuvo en casa.
-
Y Marta
dijo á Jesús: Señor, si hubieses
estado aquí, mi hermano no fuera
muerto;
-
Mas
también sé ahora, que todo lo que
pidieres de Dios, te dará Dios.
-
Dícele
Jesús: Resucitará tu hermano.
-
Marta le
dice: Yo sé que resucitará en la
resurrección en el día postrero.
-
Dícele
Jesús: Yo soy la resurrección y la
vida: el que cree en mí, aunque esté
muerto, vivirá.
-
Y todo
aquel que vive y cree en mí, no
morirá eternamente. ¿Crees esto?
-
Dícele:
Sí Señor; yo he creído que tú eres
el Cristo, el Hijo de Dios, que has
venido al mundo.
-
Y esto
dicho, fuése, y llamó en secreto á
María su hermana, diciendo: El
Maestro está aquí y te llama.
-
Ella,
como lo oyó, levántase prestamente y
viene á él.
-
(Que aun
no había llegado Jesús á la aldea,
mas estaba en aquel lugar donde
Marta le había encontrado.)
-
Entonces
los Judíos que estaban en casa con
ella, y la consolaban, como vieron
que María se había levantado
prestamente, y había salido,
siguiéronla, diciendo: Va al
sepulcro á llorar allí.
-
Mas
María, como vino donde estaba Jesús,
viéndole, derribóse á sus pies,
diciéndole: Señor, si hubieras
estado aquí, no fuera muerto mi
hermano.
-
Jesús
entonces, como la vió llorando, y á
los Judíos que habían venido
juntamente con ella llorando, se
conmovió en espíritu, y turbóse,
-
Y dijo:
¿Dónde le pusisteis? Dicenle: Señor,
ven, y ve.
-
Y lloró
Jesús.
-
Dijeron
entonces los Judíos: Mirad cómo le
amaba.
-
Y
algunos de ellos dijeron: ¿No podía
éste que abrió los ojos al ciego,
hacer que éste no muriera?
-
Y Jesús,
conmoviéndose otra vez en sí mismo,
vino al sepulcro. Era una cueva, la
cual tenía una piedra encima.
-
Dice
Jesús: Quitad la piedra. Marta, la
hermana del que se había muerto, le
dice: Señor, hiede ya, que es de
cuatro días.
-
Jesús le
dice: ¿No te he dicho que, si
creyeres, verás la gloria de Dios?
-
Entonces
quitaron la piedra de donde el
muerto había sido puesto. Y Jesús,
alzando los ojos arriba, dijo:
Padre, gracias te doy que me has
oído.
-
Que yo
sabía que siempre me oyes; mas por
causa de la compañía que está
alrededor, lo dije, para que crean
que tú me has enviado.
-
Y
habiendo dicho estas cosas, clamó á
gran voz: Lázaro, ven fuera.
-
Y el que
había estado muerto, salió, atadas
las manos y los pies con vendas; y
su rostro estaba envuelto en un
sudario. Díceles Jesús: Desatadle, y
dejadle ir.
-
Entonces
muchos de los Judíos que habían
venido á María, y habían visto lo
que había hecho Jesús, creyeron en
él.
-
Mas
algunos de ellos fueron á los
Fariseos, y dijéronles lo que Jesús
había hecho.
-
Entonces
los pontífices y los Fariseos
juntaron concilio, y decían: ¿Qué
hacemos? porque este hombre hace
muchas señales.
-
Si le
dejamos así, todos creerán en él: y
vendrán los Romanos, y quitarán
nuestro lugar y la nación.
-
Y
Caifás, uno de ellos, sumo pontífice
de aquel año, les dijo: Vosotros no
sabéis nada;
-
Ni
pensáis que nos conviene que un
hombre muera por el pueblo, y no que
toda la nación se pierda.
-
Mas esto
no lo dijo de sí mismo; sino que,
como era el sumo pontífice de aquel
año, profetizó que Jesús había de
morir por la nación:
-
Y no
solamente por aquella nación, mas
también para que juntase en uno los
hijos de Dios que estaban
derramados.
-
Así que,
desde aquel día consultaban juntos
de matarle.
-
Por
tanto, Jesús ya no andaba
manifiestamente entre los Judíos;
mas fuése de allí á la tierra que
está junto al desierto, á una ciudad
que se llama Ephraim: y estábase
allí con sus discípulos
-
Y la
Pascua de los Judíos estaba cerca: y
muchos subieron de aquella tierra á
Jerusalem antes de la Pascua, para
purificarse;
-
Y
buscaban á Jesús, y hablaban los
unos con los otros estando en el
templo. ¿Qué os parece, que no
vendrá á la fiesta?
-
Y los
pontífices y los Fariseos habían
dado mandamiento, que si alguno
supiese dónde estuviera, lo
manifestase, para que le prendiesen.
-
Y JESÚS,
seis días antes de la Pascua, vino á
Bethania, donde estaba Lázaro, que
había sido muerto, al cual había
resucitado de los muertos.
-
E
hiciéronle allí una cena y Marta
servía, y Lázaro era uno de los que
estaban sentados á la mesa
juntamente con él.
-
Entonces
María tomó una libra de ungüento de
nardo líquido de mucho precio, y
ungió los pies de Jesús, y limpió
sus pies con sus cabellos: y la casa
se llenó del olor del ungüento.
-
Y dijo
uno de sus discípulos, Judas
Iscariote, hijo de Simón, el que le
había de entregar:
-
¿Por qué
no se ha vendido este ungüento por
trescientos dineros, y se dió á los
pobres?
-
Mas dijo
esto, no por el cuidado que él tenía
de los pobres: sino porque era
ladrón, y tenía la bolsa, y traía lo
que se echaba en ella.
-
Entonces
Jesús dijo: Déjala; para el día de
mi sepultura ha guardado esto;
-
Porque á
los pobres siempre los tenéis con
vosotros, mas á mí no siempre me
tenéis.
-
Entonces
mucha gente de los Judíos entendió
que él estaba allí; y vinieron no
solamente por causa de Jesús, mas
también por ver á Lázaro, al cual
había resucitado de los muertos.
-
Consultaron asimismo los príncipes
de los sacerdotes, de matar también
á Lázaro;
-
Porque
muchos de los Judíos iban y creían
en Jesús por causa de él.
-
El
siguiente día, mucha gente que había
venido á la fiesta, como oyeron que
Jesús venía á Jerusalem,
-
Tomaron
ramos de palmas, y salieron á
recibirle, y clamaban: ¡Hosanna,
Bendito el que viene en el nombre
del Señor, el Rey de Israel!
-
Y halló
Jesús un asnillo, y se sentó sobre
él, como está escrito:
-
No
temas, hija de Sión: he aquí tu Rey
viene, sentado sobre un pollino de
asna.
-
Estas
cosas no las entendieron sus
discípulos de primero: empero cuando
Jesús fué glorificado, entonces se
acordaron de que estas cosas estaban
escritas de él, y que le hicieron
estas cosas.
-
Y la
gente que estaba con él, daba
testimonio de cuando llamó á Lázaro
del sepulcro, y le resucitó de los
muertos.
-
Por lo
cual también había venido la gente á
recibirle, porque había oído que él
había hecho esta señal;
-
Mas los
Fariseos dijeron entre sí: ¿Veis que
nada aprovecháis? he aquí, el mundo
se va tras de él.
-
Y había
ciertos Griegos de los que habían
subido á adorar en la fiesta:
-
Estos
pues, se llegaron á Felipe, que era
de Bethsaida de Galilea, y rogáronle,
diciendo: Señor, querríamos ver á
Jesús.
-
Vino
Felipe, y díjolo á Andrés: Andrés
entonces, y Felipe, lo dicen á
Jesús.
-
Entonces
Jesús les respondió, diciendo: La
hora viene en que el Hijo del hombre
ha de ser glorificado.
-
De
cierto, de cierto os digo, que si el
grano de trigo no cae en la tierra y
muere, él solo queda; mas si
muriere, mucho fruto lleva.
-
El que
ama su vida, la perderá; y el que
aborrece su vida en este mundo, para
vida eterna la guardará.
-
Si
alguno me sirve, sígame: y donde yo
estuviere, allí también estará mi
servidor. Si alguno me sirviere, mi
Padre le honrará.
-
Ahora
está turbada mi alma; ¿y qué diré?
Padre, sálvame de esta hora. Mas por
esto he venido en esta hora.
-
Padre,
glorifica tu nombre. Entonces vino
una voz del cielo: Y lo he
glorificado, y lo glorificaré otra
vez.
-
Y la
gente que estaba presente, y había
oído, decía que había sido trueno.
Otros decían: Angel le ha hablado.
-
Respondió Jesús, y dijo: No ha
venido esta voz por mi causa, mas
por causa de vosotros.
-
Ahora es
el juicio de este mundo: ahora el
príncipe de este mundo será echado
fuera.
-
Y yo, si
fuere levantado de la tierra, á
todos traeré á mí mismo.
-
Y esto
decía dando á entender de qué muerte
había de morir.
-
Respondióle la gente: Nosotros hemos
oído de la ley, que el Cristo
permanece para siempre: ¿cómo pues
dices tú: Conviene que el Hijo del
hombre sea levantado? ¿Quién es este
Hijo del hombre?
-
Entonces
Jesús les dice: Aun por un poco
estará la luz entre vosotros: andad
entre tanto que tenéis luz, porque
no os sorprendan las tinieblas;
porque el que anda en tinieblas, no
sabe dónde va.
-
Entre
tanto que tenéis la luz, creed en la
luz, para que seáis hijos de luz.
Estas cosas habló Jesús, y fuése, y
escondióse de ellos.
-
Empero
habiendo hecho delante de ellos
tantas señales, no creían en él.
-
Para que
se cumpliese el dicho que dijo el
profeta Isaías: ¿Señor, quién ha
creído á nuestro dicho? ¿Y el brazo
del Señor, á quién es revelado?
-
Por esto
no podían creer, porque otra vez
dijo Isaías:
-
Cegó los
ojos de ellos, y endureció su
corazón; Porque no vean con los
ojos, y entiendan de corazón, Y se
conviertan, Y yo los sane.
-
Estas
cosas dijo Isaías cuando vió su
gloria, y habló de él.
-
Con todo
eso, aun de los príncipes, muchos
creyeron en él; mas por causa de los
Fariseos no lo confesaban, por no
ser echados de la sinagoga.
-
Porque
amaban más la gloria de los hombres
que la gloria de Dios.
-
Mas
Jesús clamó y dijo: El que cree en
mí, no cree en mí, sino en el que me
envió;
-
Y el que
me ve, ve al que me envió.
-
Yo la
luz he venido al mundo, para que
todo aquel que cree en mí no
permanezca en tinieblas.
-
Y el que
oyere mis palabras, y no las
creyere, yo no le juzgo; porque no
he venido á juzgar al mundo, sino á
salvar al mundo.
-
El que
me desecha, y no recibe mis
palabras, tiene quien le juzgue: la
palabra que he hablado, ella le
juzgará en el día postrero.
-
Porque
yo no he hablado de mí mismo; mas el
Padre que me envió, él me dió
mandamiento de lo que he de decir, y
de lo que he de hablar.
-
Y sé que
su mandamiento es vida eterna: así
que, lo que yo hablo, como el Padre
me lo ha dicho, así hablo.
-
ANTES de
la fiesta de la Pascua, sabiendo
Jesús que su hora había venido para
que pasase de este mundo al Padre,
como había amado á los suyos que
estaban en el mundo, amólos hasta el
fin.
-
Y la
cena acabada, como el diablo ya
había metido en el corazón de Judas,
hijo de Simón Iscariote, que le
entregase,
-
Sabiendo
Jesús que el Padre le había dado
todas las cosas en las manos, y que
había salido de Dios, y á Dios iba,
-
Levántase de la cena, y quítase su
ropa, y tomando una toalla, ciñóse.
-
Luego
puso agua en un lebrillo, y comenzó
á lavar los pies de los discípulos,
y á limpiarlos con la toalla con que
estaba ceñido.
-
Entonces
vino á Simón Pedro; y Pedro le dice:
¿Señor, tú me lavas los pies?
-
Respondió Jesús, y díjole: Lo que yo
hago, tú no entiendes ahora; mas lo
entenderás después.
-
Dícele
Pedro: No me lavarás los pies jamás.
Respondióle Jesús: Si no te lavare,
no tendrás parte conmigo.
-
Dícele
Simón Pedro: Señor, no sólo mis
pies, mas aun las manos y la cabeza.
-
Dícele
Jesús: El que está lavado, no
necesita sino que lave los pies, mas
está todo limpio: y vosotros limpios
estáis, aunque no todos.
-
Porque
sabía quién le había de entregar;
por eso dijo: No estáis limpios
todos.
-
Así que,
después que les hubo lavado los
pies, y tomado su ropa, volviéndose
á sentar á la mesa, díjoles: ¿Sabéis
lo que os he hecho?
-
Vosotros
me llamáis, Maestro, y, Señor: y
decís bien; porque lo soy.
-
Pues si
yo, el Señor y el Maestro, he lavado
vuestros pies, vosotros también
debéis lavar los pies los unos á los
otros.
-
Porque
ejemplo os he dado, para que como yo
os he hecho, vosotros también
hagáis.
-
De
cierto, de cierto os digo: El siervo
no es mayor que su señor, ni el
apóstol es mayor que el que le
envió.
-
Si
sabéis estas cosas, bienaventurados
seréis, si las hiciereis.
-
No hablo
de todos vosotros: yo sé los que he
elegido: mas para que se cumpla la
Escritura: El que come pan conmigo,
levantó contra mí su calcañar.
-
Desde
ahora os lo digo antes que se haga,
para que cuando se hiciere, creáis
que yo soy.
-
De
cierto, de cierto os digo: El que
recibe al que yo enviare, á mí
recibe; y el que á mí recibe, recibe
al que me envió.
-
Como
hubo dicho Jesús esto, fué conmovido
en el espíritu, y protestó, y dijo:
De cierto, de cierto os digo, que
uno de vosotros me ha de entregar.
-
Entonces
los discípulos mirábanse los unos á
los otros, dudando de quién decía.
-
Y uno de
sus discípulos, al cual Jesús amaba,
estaba recostado en el seno de
Jesús.
-
A éste,
pues, hizo señas Simón Pedro, para
que preguntase quién era aquél de
quien decía.
-
El
entonces recostándose sobre el pecho
de Jesús, dícele: Señor, ¿quién es?
-
Respondió Jesús: Aquél es, á quien
yo diere el pan mojado. Y mojando el
pan, diólo á Judas Iscariote, hijo
de Simón.
-
Y tras
el bocado Satanás entró en él.
Entonces Jesús le dice: Lo que
haces, haz lo más presto.
-
Mas
ninguno de los que estaban á la mesa
entendió á qué propósito le dijo
esto.
-
Porque
los unos pensaban, por que Judas
tenía la bolsa, que Jesús le decía:
Compra lo que necesitamos para la
fiesta: ó, que diese algo á los
pobres.
-
Como él
pues hubo tomado el bocado, luego
salió: y era ya noche.
-
Entonces
como él salió, dijo Jesús: Ahora es
glorificado el Hijo del hombre, y
Dios es glorificado en él.
-
Si Dios
es glorificado en él, Dios también
le glorificará en sí mismo, y luego
le glorificará.
-
Hijitos,
aun un poco estoy con vosotros. Me
buscaréis; mas, como dije á los
Judíos: Donde yo voy, vosotros no
podéis venir; así digo á vosotros
ahora.
-
Un
mandamiento nuevo os doy: Que os
améis unos á otros: como os he
amado, que también os améis los unos
á los otros.
-
En esto
conocerán todos que sois mis
discípulos, si tuviereis amor los
unos con los otros.
-
Dícele
Simón Pedro: Señor, ¿adónde vas?
Respondióle Jesús: Donde yo voy, no
me puedes ahora seguir; mas me
seguirás después.
-
Dícele
Pedro: Señor, ¿por qué no te puedo
seguir ahora? mi alma pondré por ti.
-
Respondióle Jesús: ¿Tu alma pondrás
por mí? De cierto, de cierto te
digo: No cantará el gallo, sin que
me hayas negado tres veces.
-
NO se
turbe vuestro corazón; creéis en
Dios, creed también en mí.
-
En la
casa de mi Padre muchas moradas hay:
de otra manera os lo hubiera dicho:
voy, pues, á preparar lugar para
vosotros.
-
Y si me
fuere, y os aparejare lugar, vendré
otra vez, y os tomaré á mí mismo:
para que donde yo estoy, vosotros
también estéis.
-
Y sabéis
á dónde yo voy; y sabéis el camino.
-
Dícele
Tomás: Señor, no sabemos á dónde
vas: ¿cómo, pues, podemos saber el
camino?
-
Jesús le
dice: Yo soy el camino, y la verdad,
y la vida: nadie viene al Padre,
sino por mí.
-
Si me
conocieseis, también á mi Padre
conocierais: y desde ahora le
conocéis, y le habéis visto.
-
Dícele
Felipe: Señor, muéstranos el Padre,
y nos basta.
-
Jesús le
dice: ¿Tanto tiempo ha que estoy con
vosotros, y no me has conocido,
Felipe? El que me ha visto, ha visto
al Padre; ¿cómo, pues, dices tú:
Muéstranos el Padre?
-
¿No
crees que yo soy en el Padre, y el
Padre en mí? Las palabras que yo os
hablo, no las hablo de mí mismo: mas
el Padre que está en mí, él hace las
obras.
-
Creedme
que yo soy en el Padre, y el Padre
en mí: de otra manera, creedme por
las mismas obras.
-
De
cierto, de cierto os digo: El que en
mí cree, las obras que yo hago
también él las hará; y mayores que
éstas hará; porque yo voy al Padre.
-
Y todo
lo que pidiereis al Padre en mi
nombre, esto haré, para que el Padre
sea glorificado en el Hijo.
-
Si algo
pidiereis en mi nombre, yo lo haré.
-
Si me
amáis, guardad mis mandamientos;
-
Y yo
rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con
vosotros para siempre:
-
Al
Espíritu de verdad, al cual el mundo
no puede recibir, porque no le ve,
ni le conoce: mas vosotros le
conocéis; porque está con vosotros,
y será en vosotros.
-
No os
dejaré huérfanos: vendré á vosotros.
-
Aun un
poquito, y el mundo no me verá más;
empero vosotros me veréis; porque yo
vivo, y vosotros también viviréis.
-
En aquel
día vosotros conoceréis que yo estoy
en mi Padre, y vosotros en mí, y yo
en vosotros.
-
El que
tiene mis mandamientos, y los
guarda, aquél es el que me ama; y el
que me ama, será amado de mi Padre,
y yo le amaré, y me manifestaré á
él.
-
Dícele
Judas, no el Iscariote: Señor, ¿qué
hay porque te hayas de manifestar á
nosotros, y no al mundo?
-
Respondió Jesús, y díjole: El que me
ama, mi palabra guardará; y mi Padre
le amará, y vendremos á él, y
haremos con él morada.
-
El que
no me ama, no guarda mis palabras: y
la palabra que habéis oído, no es
mía, sino del Padre que me envió.
-
Estas
cosas os he hablado estando con
vosotros.
-
Mas el
Consolador, el Espíritu Santo, al
cual el Padre enviará en mi nombre,
él os enseñará todas las cosas, y os
recordará todas las cosas que os he
dicho.
-
La paz
os dejo, mi paz os doy: no como el
mundo la da, yo os la doy. No se
turbe vuestro corazón, ni tenga
miedo.
-
Habéis
oído cómo yo os he dicho: Voy, y
vengo á vosotros. Si me amaseis,
ciertamente os gozaríais, porque he
dicho que voy al Padre: porque el
Padre mayor es que yo.
-
Y ahora
os lo he dicho antes que se haga;
para que cuando se hiciere, creáis.
-
Ya no
hablaré mucho con vosotros: porque
viene el príncipe de este mundo; mas
no tiene nada en mí.
-
Empero
para que conozca el mundo que amo al
Padre, y como el Padre me dió el
mandamiento, así hago. Levantaos,
vamos de aquí,
-
YO soy
la vid verdadera, y mi Padre es el
labrador.
-
Todo
pámpano que en mí no lleva fruto, le
quitará: y todo aquel que lleva
fruto, le limpiará, para que lleve
más fruto.
-
Ya
vosotros sois limpios por la palabra
que os he hablado.
-
Estad en
mí, y yo en vosotros. Como el
pámpano no puede llevar fruto de sí
mismo, si no estuviere en la vid;
así ni vosotros, si no estuviereis
en mí.
-
Yo soy
la vid, vosotros los pámpanos: el
que está en mí, y yo en él, éste
lleva mucho fruto; porque sin mí
nada podéis hacer.
-
El que
en mí no estuviere, será echado
fuera como mal pámpano, y se secará;
y los cogen, y los echan en el
fuego, y arden.
-
Si
estuviereis en mí, y mis palabras
estuvieren en vosotros, pedid todo
lo que quisiereis, y os será hecho.
-
En esto
es glorificado mi Padre, en que
llevéis mucho fruto, y seáis así mis
discípulos.
-
Como el
Padre me amó, también yo os he
amado: estad en mi amor.
-
Si
guardareis mis mandamientos,
estaréis en mi amor; como yo también
he guardado los mandamientos de mi
Padre, y estoy en su amor.
-
Estas
cosas os he hablado, para que mi
gozo esté en vosotros, y vuestro
gozo sea cumplido.
-
Este es
mi mandamiento: Que os améis los
unos á los otros, como yo os he
amado.
-
Nadie
tiene mayor amor que este, que ponga
alguno su vida por sus amigos.
-
Vosotros
sois mis amigos, si hiciereis las
cosas que yo os mando.
-
Ya no os
llamaré siervos, porque el siervo no
sabe lo que hace su señor: mas os he
llamado amigos, porque todas las
cosas que oí de mi Padre, os he
hecho notorias.
-
No me
elegisteis vosotros á mí, mas yo os
elegí á vosotros; y os he puesto
para que vayáis y llevéis fruto, y
vuestro fruto permanezca: para que
todo lo que pidiereis del Padre en
mi nombre, él os lo dé.
-
Esto os
mando: Que os améis los unos á los
otros.
-
Si el
mundo os aborrece, sabed que á mí me
aborreció antes que á vosotros.
-
Si
fuerais del mundo, el mundo amaría
lo suyo; mas porque no sois del
mundo, antes yo os elegí del mundo,
por eso os aborrece el mundo.
-
Acordaos
de la palabra que yo os he dicho: No
es el siervo mayor que su señor. Si
á mí mé han perseguido, también á
vosotros perseguirán: si han
guardado mi palabra, también
guardarán la vuestra.
-
Mas todo
esto os harán por causa de mi
nombre, porque no conocen al que me
ha enviado.
-
Si no
hubiera venido, ni les hubiera
hablado, no tendrían pecado, mas
ahora no tienen excusa de su pecado.
-
El que
me aborrece, también á mi Padre
aborrece.
-
Si no
hubiese hecho entre ellos obras
cuales ningún otro ha hecho, no
tendrían pecado; mas ahora, y las
han visto, y me aborrecen á mí y á
mi Padre.
-
Mas para
que se cumpla la palabra que está
escrita en su ley: Que sin causa me
aborrecieron.
-
Empero
cuando viniere el Consolador, el
cual yo os enviaré del Padre, el
Espíritu de verdad, el cual procede
del Padre, él dará testimonio de mí.
-
Y
vosotros daréis testimonio, porque
estáis conmigo desde el principio.
-
ESTAS
cosas os he hablado, para que no os
escandalicéis.
-
Os
echarán de los sinagogas; y aun
viene la hora, cuando cualquiera que
os matare, pensará que hace servició
á Dios.
-
Y estas
cosas os harán, porque no conocen al
Padre ni á mí.
-
Mas os
he dicho esto, para que cuando
aquella hora viniere, os acordeis
que yo os lo había dicho. Esto
empero no os lo dije al principio,
porque yo estaba con vosotros.
-
Mas
ahora voy al que me envió; y ninguno
de vosotros me pregunta: ¿Adónde
vas?
-
Antes,
porque os he hablado estas cosas,
tristeza ha henchido vuestro
corazón.
-
Empero
yo os digo la verdad: Os es
necesario que yo vaya: porque si yo
no fuese, el Consolador no vendría á
vosotros; mas si yo fuere, os le
enviaré.
-
Y cuando
él viniere redargüirá al mundo de
pecado, y de justicia, y de juicio:
-
De
pecado ciertamente, por cuanto no
creen en mí;
-
Y de
justicia, por cuanto voy al Padre, y
no me veréis más;
-
Y de
juicio, por cuanto el príncipe de
este mundo es juzgado.
-
Aun
tengo muchas cosas que deciros, mas
ahora no las podéis llevar.
-
Pero
cuando viniere aquel Espíritu de
verdad, él os guiará á toda verdad;
porque no hablará de sí mismo, sino
que hablará todo lo que oyere, y os
hará saber las cosas que han de
venir.
-
El me
glorificará: porque tomará de lo
mío, y os lo hará saber.
-
Todo lo
que tiene el Padre, mío es: por eso
dije que tomará de lo mío, y os lo
hará saber.
-
Un
poquito, y no me veréis; y otra vez
un poquito, y me veréis: porque yo
voy al Padre.
-
Entonces
dijeron algunos de sus discípulos
unos á otros: ¿Qué es esto que nos
dice: Un poquito, y no me veréis; y
otra vez un poquito, y me veréis: y,
por que yo voy al Padre?
-
Decían
pues: ¿Qué es esto que dice: Un
poquito? No entendemos lo que habla.
-
Y
conoció Jesús que le querían
preguntar, y díjoles: ¿Preguntáis
entre vosotros de esto que dije: Un
poquito, y no me veréis, y otra vez
un poquito, y me veréis?
-
De
cierto, de cierto os digo, que
vosotros lloraréis y lamentaréis, y
el mundo se alegrará: empero aunque
vosotros estaréis tristes, vuestra
tristeza se tornará en gozo.
-
La mujer
cuando pare, tiene dolor, porque es
venida su hora; mas después que ha
parido un niño, ya no se acuerda de
la angustia, por el gozo de que haya
nacido un hombre en el mundo.
-
También,
pues, vosotros ahora ciertamente
tenéis tristeza; mas otra vez os
veré, y se gozará vuestro corazón, y
nadie quitará de vosotros vuestro
gozo.
-
Y aquel
día no me preguntaréis nada. De
cierto, de cierto os digo, que todo
cuanto pidiereis al Padre en mi
nombre, os lo dará.
-
Hasta
ahora nada habéis pedido en mi
nombre: pedid, y recibiréis, para
que vuestro gozo sea cumplido.
-
Estas
cosas os he hablado en proverbios:
la hora viene cuando ya no os
hablaré por proverbios, pero
claramente os anunciaré del Padre.
-
Aquel
día pediréis en mi nombre: y no os
digo, que yo rogaré al Padre por
vosotros;
-
Pues el
mismo Padre os ama, porque vosotros
me amasteis, y habéis creído que yo
salí de Dios.
-
Salí del
Padre, y he venido al mundo: otra
vez dejo el mundo, y voy al Padre.
-
Dícenle
sus discípulos: He aquí, ahora
hablas claramente, y ningún
proverbio dices.
-
Ahora
entendemos que sabes todas las
cosas, y no necesitas que nadie te
pregunte: en esto creemos que has
salido de Dios.
-
Respondióles Jesús: ¿Ahora creéis?
-
He aquí,
la hora viene, y ha venido, que
seréis esparcidos cada uno por su
parte, y me dejaréis solo: mas no
estoy solo, porque el Padre está
conmigo.
-
Estas
cosas os he hablado, para que en mí
tengáis paz. En el mundo tendréis
aflicción: mas confiad, yo he
vencido al mundo.
-
ESTAS
cosas habló Jesús, y levantados los
ojos al cielo, dijo: Padre, la hora
es llegada; glorifica á tu Hijo,
para que también tu Hijo te
glorifique á ti;
-
Como le
has dado la potestad de toda carne,
para que dé vida eterna á todos los
que le diste.
-
Esta
empero es la vida eterna: que te
conozcan el solo Dios verdadero, y á
Jesucristo, al cual has enviado.
-
Yo te he
glorificado en la tierra: he acabado
la obra que me diste que hiciese.
-
Ahora
pues, Padre, glorifícame tú cerca de
ti mismo con aquella gloria que tuve
cerca de ti antes que el mundo
fuese.
-
He
manifestado tu nombre á los hombres
que del mundo me diste: tuyos eran,
y me los diste, y guardaron tu
palabra.
-
Ahora
han conocido que todas las cosas que
me diste, son de ti;
-
Porque
las palabras que me diste, les he
dado; y ellos las recibieron, y han
conocido verdaderamente que salí de
ti, y han creído que tú me enviaste.
-
Yo ruego
por ellos: no ruego por el mundo,
sino por los que me diste; porque
tuyos son:
-
Y todas
mis cosas son tus cosas, y tus cosas
son mis cosas: y he sido glorificado
en ellas.
-
Y ya no
estoy en el mundo; mas éstos están
en el mundo, y yo á ti vengo. Padre
santo, á los que me has dado,
guárdalos por tu nombre, para que
sean una cosa, como también
nosotros.
-
Cuando
estaba con ellos en el mundo, yo los
guardaba en tu nombre; á los que me
diste, yo los guardé, y ninguno de
ellos se perdió, sino el hijo de
perdición; para que la Escritura se
cumpliese.
-
Mas
ahora vengo á ti; y hablo esto en el
mundo, para que tengan mi gozo
cumplido en sí mismos.
-
Yo les
he dado tu palabra; y el mundo los
aborreció, porque no son del mundo,
como tampoco yo soy del mundo.
-
No ruego
que los quites del mundo, sino que
los guardes del mal.
-
No son
del mundo, como tampoco yo soy del
mundo.
-
Santifícalos en tu verdad: tu
palabra es verdad.
-
Como tú
me enviaste al mundo, también los he
enviado al mundo.
-
Y por
ellos yo me santifico á mí mismo,
para que también ellos sean
santificados en verdad.
-
Mas no
ruego solamente por éstos, sino
también por los que han de creer en
mí por la palabra de ellos.
-
Para que
todos sean una cosa; como tú, oh
Padre, en mí, y yo en ti, que
también ellos sean en nosotros una
cosa: para que el mundo crea que tú
me enviaste.
-
Y yo, la
gloria que me diste les he dado;
para que sean una cosa, como también
nosotros somos una cosa.
-
Yo en
ellos, y tú en mí, para que sean
consumadamente una cosa; que el
mundo conozca que tú me enviaste, y
que los has amado, como también á mí
me has amado.
-
Padre,
aquellos que me has dado, quiero que
donde yo estoy, ellos estén también
conmigo; para que vean mi gloria que
me has dado: por cuanto me has amado
desde antes de la constitución del
mundo.
-
Padre
justo, el mundo no te ha conocido,
mas yo te he conocido; y éstos han
conocido que tú me enviaste;
-
Y yo les
he manifestado tu nombre, y
manifestaré lo aún; para que el amor
con que me has amado, esté en ellos,
y yo en ellos.
-
COMO
Jesús hubo dicho estas cosas,
salióse con sus discípulos tras el
arroyo de Cedrón, donde estaba un
huerto, en el cual entró Jesús y sus
discípulos.
-
Y
también Judas, el que le entregaba,
sabía aquel lugar; porque muchas
veces Jesús se juntaba allí con sus
discípulos.
-
Judas
pues tomando una compañía, y
ministros de los pontífices y de los
Fariseos, vino allí con linternas y
antorchas, y con armas.
-
Empero
Jesús, sabiendo todas las cosas que
habían de venir sobre él, salió
delante, y díjoles: ¿A quién
buscáis?
-
Respondiéronle: A Jesús Nazareno.
Díceles Jesús; Yo soy (Y estaba
también con ellos Judas, el que le
entregaba.)
-
Y como
les dijo, Yo soy, volvieron atrás, y
cayeron en tierra.
-
Volvióles, pues, á preguntar: ¿A
quién buscáis? Y ellos dijeron: A
Jesús Nazareno.
-
Respondió Jesús: Os he dicho que yo
soy: pues si á mi buscáis, dejad ir
á éstos.
-
Para que
se cumpliese la palabra que había
dicho: De los que me diste, ninguno
de ellos perdí.
-
Entonces
Simón Pedro, que tenía espada,
sacóla, é hirió al siervo del
pontífice, y le cortó la oreja
derecha. Y el siervo se llamaba
Malco.
-
Jesús
entonces dijo á Pedro: Mete tu
espada en la vaina: el vaso que el
Padre me ha dado, ¿no lo tengo de
beber?
-
Entonces
la compañía y el tribuno, y los
ministros de los Judíos, prendieron
á Jesús y le ataron,
-
Y
lleváronle primeramente á Anás;
porque era suegro de Caifás, el cual
era pontífice de aquel año.
-
Y era
Caifás el que había dado el consejo
á los Judíos, que era necesario que
un hombre muriese por el pueblo.
-
Y seguía
á Jesús Simón Pedro, y otro
discípulo. Y aquel discípulo era
conocido del pontífice, y entró con
Jesús al atrio del pontífice;
-
Mas
Pedro estaba fuera á la puerta. Y
salió aquel discípulo que era
conocido del pontífice, y habló á la
portera, y metió dentro á Pedro.
-
Entonces
la criada portera dijo á Pedro: ¿No
eres tú también de los discípulos de
este hombre? Dice él: No soy.
-
Y
estaban en pie los siervos y los
ministros que habían allegado las
ascuas; porque hacía frío, y
calentábanse: y estaba también con
ellos Pedro en pie, calentándose.
-
Y el
pontífice preguntó á Jesús acerca de
sus discípulos y de su doctrina.
-
Jesús le
respondió: Yo manifiestamente he
hablado al mundo: yo siempre he
enseñado en la sinagoga y en el
templo, donde se juntan todos los
Judíos, y nada he hablado en oculto.
-
¿Qué me
preguntas á mí? Pregunta á los que
han oído, qué les haya yo hablado:
he aquí, ésos saben lo que yo he
dicho.
-
Y como
él hubo dicho esto, uno de los
criados que estaba allí, dió una
bofetada á Jesús, diciendo: ¿Así
respondes al pontífice?
-
Respondióle Jesús: Si he hablado
mal, da testimonio del mal: y si
bien, ¿por qué me hieres?
-
Y Anás
le había enviado atado á Caifás
pontífice.
-
Estaba
pues Pedro en pie calentándose. Y
dijéronle: ¿No eres tú de sus
discípulos? El negó, y dijo: No soy.
-
Uno de
los siervos del pontífice, pariente
de aquél á quien Pedro había cortado
la oreja, le dice: ¿No te vi yo en
el huerto con él?
-
Y negó
Pedro otra vez: y luego el gallo
cantó.
-
Y
llevaron á Jesús de Caifás al
pretorio: y era por la mañana: y
ellos no entraron en el pretorio por
no ser contaminados, sino que
comiesen la pascua.
-
Entonces
salió Pilato á ellos fuera, y dijo:
¿Qué acusación traéis contra este
hombre?
-
Respondieron y dijéronle: Si éste no
fuera malhechor, no te le habríamos
entregado.
-
Díceles
entonces Pilato: Tomadle vosotros, y
juzgadle según vuestra ley. Y los
Judíos le dijeron: A nosotros no es
lícito matar á nadie:
-
Para que
se cumpliese el dicho de Jesús, que
había dicho, dando á entender de qué
muerte había de morir.
-
Así que,
Pilato volvió á entrar en el
pretorio, y llamó á Jesús, y díjole:
¿Eres tú el Rey de los Judíos?
-
Respondióle Jesús: ¿Dices tú esto de
ti mismo, ó te lo han dicho otros de
mí?
-
Pilato
respondió: ¿Soy yo Judío? Tu gente,
y los pontífices, te han entregado á
mí: ¿qué has hecho?
-
Respondió Jesús: Mi reino no es de
este mundo: si de este mundo fuera
mi reino, mis servidores pelearían
para que yo no fuera entregado á los
Judíos: ahora, pues, mi reino no es
de aquí.
-
Díjole
entonces Pilato: ¿Luego rey eres tu?
Respondió Jesús: Tu dices que yo soy
rey. Yo para esto he nacido, y para
esto he venido al mundo, para dar
testimonio á la verdad. Todo aquél
que es de la verdad, oye mi voz.
-
Dícele
Pilato: ¿Qué cosa es verdad? Y como
hubo dicho esto, salió otra vez á
los Judíos, y díceles: Yo no hallo
en él ningún crimen.
-
Empero
vosotros tenéis costumbre, que os
suelte uno en la Pascua: ¿queréis,
pues, que os suelte al Rey de los
Judíos?
-
Entonces
todos dieron voces otra vez,
diciendo: No á éste, sino á
Barrabás. Y Barrabás era ladrón.
-
ASÍ que,
entonces tomó Pilato á Jesús, y le
azotó.
-
Y los
soldados entretejieron de espinas
una corona, y pusiéron la sobre su
cabeza, y le vistieron de una ropa
de grana;
-
Y
decían: ¡Salve, Rey de los Judíos! y
dábanle de bofetadas.
-
Entonces
Pilato salió otra vez fuera, y
díjoles: He aquí, os le traigo
fuera, para que entendáis que ningún
crimen hallo en él.
-
Y salió
Jesús fuera, llevando la corona de
espinas y la ropa de grana. Y
díceles Pilato: He aquí el hombre.
-
Y como
le vieron los príncipes de los
sacerdotes, y los servidores, dieron
voces diciendo: Crucifícale,
crucifícale. Díceles Pilato: Tomadle
vosotros, y crucificadle; porque yo
no hallo en él crimen.
-
Respondiéronle los Judíos: Nosotros
tenemos ley, y según nuestra ley
debe morir, porque se hizo Hijo de
Dios.
-
Y como
Pilato oyó esta palabra, tuvo más
miedo.
-
Y entró
otra vez en el pretorio, y dijo á
Jesús: ¿De dónde eres tú? Mas Jesús
no le dió respuesta.
-
Entonces
dícele Pilato: ¿A mí no me hablas?
¿no sabes que tengo potestad para
crucificarte, y que tengo potestad
para soltarte?
-
Respondió Jesús: Ninguna potestad
tendrías contra mí, si no te fuese
dado de arriba: por tanto, el que á
ti me ha entregado, mayor pecado
tiene.
-
Desde
entonces procuraba Pilato soltarle;
mas los Judíos daban voces,
diciendo: Si á éste sueltas, no eres
amigo de César: cualquiera que se
hace rey, á César contradice.
-
Entonces
Pilato, oyendo este dicho, llevó
fuera á Jesús, y se sentó en el
tribunal en el lugar que se dice
Lithóstrotos, y en hebreo Gabbatha.
-
Y era la
víspera de la Pascua, y como la hora
de sexta. Entonces dijo á los
Judíos: He aquí vuestro Rey.
-
Mas
ellos dieron voces: Quita, quita,
crucifícale. Díceles Pilato: ¿A
vuestro Rey he de crucificar?
Respondieron los pontífices: No
tenemos rey sino á César.
-
Así que
entonces lo entregó á ellos para que
fuese crucificado. Y tomaron á
Jesús, y le llevaron.
-
Y
llevando su cruz, salió al lugar que
se dice de la Calavera, y en hebreo,
Gólgotha;
-
Donde le
crucificaron, y con él otros dos,
uno á cada lado, y Jesús en medio.
-
Y
escribió también Pilato un título,
que puso encima de la cruz. Y el
escrito era: JESUS NAZARENO, REY DE
LOS JUDIOS.
-
Y muchos
de los Judíos leyeron este título:
porque el lugar donde estaba
crucificado Jesús era cerca de la
ciudad: y estaba escrito en hebreo,
en griego, y en latín.
-
Y decían
á Pilato los pontífices de los
Judíos: No escribas, Rey de los
Judíos: sino, que él dijo: Rey soy
de los Judíos.
-
Respondió Pilato: Lo que he escrito,
he escrito.
-
Y como
los soldados hubieron crucificado á
Jesús, tomaron sus vestidos, é
hicieron cuatro partes (para cada
soldado una parte); y la túnica; mas
la túnica era sin costura, toda
tejida desde arriba.
-
Y
dijeron entre ellos: No la partamos,
sino echemos suertes sobre ella, de
quién será; para que se cumpliese la
Escritura, que dice: Partieron para
sí mis vestidos, Y sobre mi
vestidura echaron suertes. Y los
soldados hicieron esto.
-
Y
estaban junto á la cruz de Jesús su
madre, y la hermana de su madre,
María mujer de Cleofas, y María
Magdalena.
-
Y como
vió Jesús á la madre, y al discípulo
que él amaba, que estaba presente,
dice á su madre: Mujer, he ahí tu
hijo.
-
Después
dice al discípulo: He ahí tu madre.
Y desde aquella hora el discípulo la
recibió consigo.
-
Después
de esto, sabiendo Jesús que todas
las cosas eran ya cumplidas, para
que la Escritura se cumpliese, dijo:
Sed tengo.
-
Y estaba
allí un vaso lleno de vinagre:
entonces ellos hinchieron una
esponja de vinagre, y rodeada á un
hisopo, se la llegaron á la boca.
-
Y como
Jesús tomó el vinagre, dijo:
Consumado es. Y habiendo inclinado
la cabeza, dió el espíritu.
-
Entonces
los Judíos, por cuanto era la
víspera de la Pascua, para que los
cuerpos no quedasen en la cruz en el
sábado, pues era el gran día del
sábado, rogaron á Pilato que se les
quebrasen las piernas, y fuesen
quitados.
-
Y
vinieron los soldados, y quebraron
las piernas al primero, y asimismo
al otro que había sido crucificado
con él.
-
Mas
cuando vinieron á Jesús, como le
vieron ya muerto, no le quebraron
las piernas:
-
Empero
uno de los soldados le abrió el
costado con una lanza, y luego salió
sangre y agua.
-
Y el que
lo vió, da testimonio, y su
testimonio es verdadero: y él sabe
que dice verdad, para que vosotros
también creáis.
-
Porque
estas cosas fueron hechas para que
se cumpliese la Escritura: Hueso no
quebrantaréis de él.
-
Y
también otra Escritura dice: Mirarán
al que traspasaron.
-
Después
de estas cosas, José de Arimatea, el
cual era discípulo de Jesús, mas
secreto por miedo de los Judíos,
rogó á Pilato que pudiera quitar el
cuerpo de Jesús: y permitióselo
Pilato. Entonces vino, y quitó el
cuerpo de Jesús.
-
Y vino
también Nicodemo, el que antes había
venido á Jesús de noche, trayendo un
compuesto de mirra y de áloes, como
cien libras.
-
Tomaron
pues el cuerpo de Jesús, y
envolviéronlo en lienzos con
especias, como es costumbre de los
Judíos sepultar.
-
Y en
aquel lugar donde había sido
crucificado, había un huerto; y en
el huerto un sepulcro nuevo, en el
cual aun no había sido puesto
ninguno.
-
Allí,
pues, por causa de la víspera de la
Pascua de los Judíos, porque aquel
sepulcro estaba cerca, pusieron á
Jesús.
-
Y EL
primer día de la semana, María
Magdalena vino de mañana, siendo aún
obscuro, al sepulcro; y vió la
piedra quitada del sepulcro.
-
Entonces
corrió, y vino á Simón Pedro, y al
otro discípulo, al cual amaba Jesús,
y les dice: Han llevado al Señor del
sepulcro, y no sabemos dónde le han
puesto.
-
Y salió
Pedro, y el otro discípulo, y
vinieron al sepulcro.
-
Y
corrían los dos juntos; mas el otro
discípulo corrió más presto que
Pedro, y llegó primero al sepulcro.
-
Y
bajándose á mirar, vió los lienzos
echados; mas no entró.
-
Llegó
luego Simón Pedro siguiéndole, y
entró en el sepulcro, y vió los
lienzos echados,
-
Y el
sudario, que había estado sobre su
cabeza, no puesto con los lienzos,
sino envuelto en un lugar aparte.
-
Y
entonces entró también el otro
discípulo, que había venido primero
al sepulcro, y vió, y creyó.
-
Porque
aun no sabían la Escritura, que era
necesario que él resucitase de los
muertos.
-
Y
volvieron los discípulos á los
suyos.
-
Empero
María estaba fuera llorando junto al
sepulcro: y estando llorando, bajóse
á mirar el sepulcro;
-
Y vió
dos ángeles en ropas blancas que
estaban sentados, el uno á la
cabecera, y el otro á los pies,
donde el cuerpo de Jesús había sido
puesto.
-
Y
dijéronle: Mujer, ¿por qué lloras?
Díceles: Porque se han llevado á mi
Señor, y no sé dónde le han puesto.
-
Y como
hubo dicho esto, volvióse atrás, y
vió á Jesús que estaba allí; mas no
sabía que era Jesús.
-
Dícele
Jesús: Mujer, ¿por qué lloras? ¿á
quién buscas? Ella, pensando que era
el hortelano, dícele: Señor, si tú
lo has llevado, dime dónde lo has
puesto, y yo lo llevaré.
-
Dícele
Jesús: ¡María! Volviéndose ella,
dícele: ¡Rabboni! que quiere decir,
Maestro.
-
Dícele
Jesús: No me toques: porque aun no
he subido á mi Padre: mas ve á mis
hermanos, y diles: Subo á mi Padre y
á vuestro Padre, á mi Dios y á
vuestro Dios.
-
Fué
María Magdalena dando las nuevas á
los discípulos de que había visto al
Señor, y que él le había dicho estas
cosas.
-
Y como
fué tarde aquel día, el primero de
la semana, y estando las puertas
cerradas donde los discípulos
estaban juntos por miedo de los
Judíos, vino Jesús, y púsose en
medio, y díjoles: Paz á vosotros.
-
Y como
hubo dicho esto, mostróles las manos
y el costado. Y los discípulos se
gozaron viendo al Señor.
-
Entonces
les dijo Jesús otra vez: Paz á
vosotros: como me envió el Padre,
así también yo os envío.
-
Y como
hubo dicho esto, sopló, y díjoles:
Tomad el Espíritu Santo:
-
A los
que remitiereis los pecados, les son
remitidos: á quienes los
retuviereis, serán retenidos.
-
Empero
Tomás, uno de los doce, que se dice
el Dídimo, no estaba con ellos
cuando Jesús vino.
-
Dijéronle pues los otros discípulos:
Al Señor hemos visto. Y él les dijo:
Si no viere en sus manos la señal de
los clavos, y metiere mi dedo en el
lugar de los clavos, y metiere mi
mano en su costado, no creeré.
-
Y ocho
días después, estaban otra vez sus
discípulos dentro, y con ellos
Tomás. Vino Jesús, las puertas
cerradas, y púsose en medio, y dijo:
Paz á vosotros.
-
Luego
dice á Tomás: Mete tu dedo aquí, y
ve mis manos: y alarga acá tu mano,
y métela en mi costado: y no seas
incrédulo, sino fiel.
-
Entonces
Tomás respondió, y díjole: ¡Señor
mío, y Dios mío!
-
Dícele
Jesús: Porque me has visto, Tomás,
creiste: bienaventurados los que no
vieron y creyeron.
-
Y
también hizo Jesús muchas otras
señales en presencia de sus
discípulos, que no están escritas en
este libro.
-
Estas
empero son escritas, para que creáis
que Jesús es el Cristo, el Hijo de
Dios; y para que creyendo, tengáis
vida en su nombre.
-
DESPUÉS
se manifestó Jesús otra vez á sus
discípulos en la mar de Tiberias; y
manifestóse de esta manera.
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Estaban
juntos Simón Pedro, y Tomás, llamado
al Dídimo, y Natanael, el que era de
Caná de Galilea, y los hijos de
Zebedeo, y otros dos de sus
discípulos.
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Díceles
Simón: A pescar voy. Dícenle: Vamos
nosotros también contigo. Fueron, y
subieron en una barca; y aquella
noche no cogieron nada.
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Y venida
la mañana, Jesús se puso á la
ribera: mas los discípulos no
entendieron que era Jesús.
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Y
díjoles: Mozos, ¿tenéis algo de
comer? Respondiéronle: No.
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Y él les
dice: Echad la red á la mano derecha
del barco, y hallaréis. Entonces la
echaron, y no la podían en ninguna
manera sacar, por la multitud de los
peces.
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Entonces
aquel discípulo, al cual amaba
Jesús, dijo á Pedro: El Señor es. Y
Simón Pedro, como oyó que era el
Señor, ciñóse la ropa, porque estaba
desnudo, y echóse á la mar.
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Y los
otros discípulos vinieron con el
barco (porque no estaban lejos de
tierra sino como doscientos codos),
trayendo la red de peces.
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Y como
descendieron á tierra, vieron ascuas
puestas, y un pez encima de ellas, y
pan.
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Díceles
Jesús; Traed de los peces que
cogisteis ahora.
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Subió
Simón Pedro, y trajo la red á
tierra, llena de grandes peces,
ciento cincuenta y tres: y siendo
tantos, la red no se rompió.
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Díceles
Jesús: Venid, comed. Y ninguno de
los discípulos osaba preguntarle:
¿Tú, quién eres? sabiendo que era el
Señor.
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Viene
pues Jesús, y toma el pan, y les da;
y asimismo del pez.
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Esta era
ya la tercera vez que Jesús se
manifestó á sus discípulos, habiendo
resucitado de los muertos.
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Y cuando
hubieron comido, Jesús dijo á Simón
Pedro: Simón, hijo de Jonás, ¿me
amas más que estos? Dícele; Sí
Señor: tú sabes que te amo. Dícele:
Apacienta mis corderos.
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Vuélvele
á decir la segunda vez: Simón, hijo
de Jonás, ¿me amas? Respóndele: Sí,
Señor: tú sabes que te amo. Dícele:
Apacienta mis ovejas.
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Dícele
la tercera vez: Simón, hijo de
Jonás, ¿me amas? Entristecióse Pedro
de que le dijese la tercera vez: ¿Me
amas? y dícele: Señor, tú sabes
todas las cosas; tú sabes que te
amo. Dícele Jesús: Apacienta mis
ovejas.
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De
cierto, de cierto te digo: Cuando
eras más mozo, te ceñías, é ibas
donde querías; mas cuando ya fueres
viejo, extenderás tus manos, y te
ceñirá otro, y te llevará á donde no
quieras.
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Y esto
dijo, dando á entender con qué
muerte había de glorificar á Dios. Y
dicho esto, dícele: Sígueme.
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Volviéndose Pedro, ve á aquel
discípulo al cual amaba Jesús, que
seguía, el que también se había
recostado á su pecho en la cena, y
le había dicho: Señor, ¿quién es el
que te ha de entregar?
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Así que
Pedro vió á éste, dice á Jesús:
Señor, ¿y éste, qué?
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Dícele
Jesús: Si quiero que él quede hasta
que yo venga, ¿qué á tí? Sígueme tú.
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Salió
entonces este dicho entre los
hermanos, que aquel discípulo no
había de morir. Mas Jesús no le
dijo, No morirá; sino: Si quiero que
él quede hasta que yo venga ¿qué á
ti?
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Este es
aquel discípulo que da testimonio de
estas cosas, y escribió estas cosas:
y sabemos que su testimonio es
verdadero.
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Y hay
también otras muchas cosas que hizo
Jesús, que si se escribiesen cada
una por sí, ni aun en el mundo
pienso que cabrían los libros que se
habrían de escribir. Amén.
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